Con gran parte de la industria informática plantada en su territorio, Irlanda es uno de los estados más fuertes del sector -por detrás, evidentemente, de los EEUU- gozando de una situación de privilegio. Irlanda es, de hecho, y casi con seguridad, uno de los estados más potentes en este sector dentro de la UE.
Pero esto tiene un precio, las compañías que tienen su base allí quieren, algo bastante comprensible, proteger y potenciar sus negocios y el estado que religiosamente les cobra los impuestos ante el miedo a una espantada generalizada les va concediendo caprichos. Observando este contexto no resulta para nada extraño que Irlanda fuera (y aún es, porque no se rinden) uno de los principales defensores de las patentes de software en la Unión Europea. No es nada extraño, tampoco, que sea precisamente allí el primer estado de la unión en el que se están planteando seriamente implantar un sistema de voto electrónico, similar al empleado en EEUU y que tantas quejas, sospechas y miedos levanta.
Sobre este plan para implantar el voto electrónico ha publicado la Comisión para el Voto Electrónico ahora el segundo estudio sobre secreto y fiabilidad de los resultados. El informe, de unas 200 páginas pero que afortunadamente nos han resumido (en inglés) en el Boletín semanal sobre los derechos digitales de los europeos (EDRi, European Digital Rights) concluye que la comisión no ve inconveniente en emplear el sistema recientemente comprado por el gobierno irlandés, pero que, del mismo modo, no puede recomendar el software empleado.
Y es que la conclusión del informe toca precisamente el tema más criticado de este sistema de voto. El voto electrónico tiene ventajas (inmediatez de los resultados, por ejemplo), pero tiene desventajas claras como la pérdida del anonimato del voto. Y lo peor son las desventajas no inherentes a este sistema. Si las máquinas de votar funcionan con software no libre, ¿Cómo sabemos que las elecciones son limpias? NO podemos saberlo, no sabemos qué cuentas hace el software sobre el que corre la máquina. No en vano Diebold (empresa a la que el gobierno estadounidense compró las máquinas para voto electrónico) ha sido acusada innumerables veces de haber trucado los resultados en los dos últimos comicios presidenciales.
Lo realmente preocupante es que el gobierno irlandés ha anunciado que va a continuar con la implantación del sistema de votos, aunque el informe recomiende buscar una alternativa, aunque no esté nada claro qué va a suceder. Esto es precisamente lo malo para los ciudadanos, la democracia se fundamenta en la libertad, en el anonimato del voto (paradoja de la democracia) y en que haya alguien que pueda verificar que los que ganan son los que realmente han ganado. Un sistema de voto electrónico no libre limita seriamente dos de esos tres puntos, motivo por el cual es inaceptable su adopción en ningún estado democrático. Un sistema de voto electrónico libre al menos verificaría los resultados, aunque continúe siendo un ataque contra el anonimato y la privacidad. Ya sabemos que en principio no es grave si no fuera porque la historia demuestra que, a veces, votar a la república, o a la falange, o a un partido judío o estar en contra de la revolución bolchevique son datos de interés que te ponen en peligro según en manos de qué loco caigan.
De modo que la única conclusión es que ya están aquí, todos sabemos cómo son estas cosas, en Washington toman una medida y el resto del mundo la copia poco a poco… El voto electrónico suscita demasiados miedos y no debería implantarse por ser un obstáculo real para la democracia tradicional, basada en las urnas y las papeletas. Pero dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ahí está el gobierno irlandés, desoyendo los estudios elaborados por los expertos en la materia y haciendo oídos sordos a los problemas que el sistema ha levantado en otros países. Y lo peor es que seguro que pronto los eficaces políticos europeos querrán imitar el sistema…, entre ellos los de España…