Si piensan que las revelaciones de Snowden van a detener las ansias de control de los gobiernos (en este caso, del gobierno federal de EE.UU.) están muy equivocados. Vía ABC (es un decir, porque lo de poner deeplinks es algo que no se enseña en las facultades de periodismo, y parece que tampoco en las redacciones) leemos un artículo en New York Times:
The Department of Homeland Security tested a crowd-scanning project called the Biometric Optical Surveillance System — or BOSS — last fall after two years of government-financed development. Although the system is not ready for use, researchers say they are making significant advances. That alarms privacy advocates, who say that now is the time for the government to establish oversight rules and limits on how it will someday be used.
Biometría y videovigilancia combinadas en un programa que no es nuevo, pero que es anunciado ahora en público con la excusa de que podría servir para combatir atentados como los de Boston (ante los que los sistemas de videovigilancia social se apuntaron un fracaso con consecuencias dramáticas). Vamos, que es por tu seguridad.
Los Estados no se agotan, no llegan cansados a la hora de la cena, no se aburren de ver una y otra vez las mismas noticias. Son las personas las que desarrollan tolerancia ante las medidas de control, las que se cansan de oponerse, las que se frustran cuando ven que toda oposición es prácticamente en vano. Por eso estas medidas de vigilancia van imponiéndose sin debate real, sin la necesaria reflexión que nos obligaría a preguntarnos en qué mundo queremos vivir, o estamos ya viviendo.
Cuando todo puede vigilarse, lo único que queda es la educación. Cuando el coste de ampliar e intensificar la vigilancia sobre los ciudadanos tiende a cero, la vigilancia se amplía e intensifica por encima de todo límite concebible. Cuando la vigilancia sea excesiva, no nos quedará nada.
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