Hace unas semanas Twitter anunció en su blog un movimiento en torno a las patentes de software que daría a sus ingenieros responsables el poder de decidir qué usos se dan a las patentes de software concedidas a cada uno de ellos. El movimiento fue muy reseñado por lo novedoso, y acogido favorablemente en casi todas partes como un intento de solucionar la furibunda guerra de patentes de software que está teniendo lugar en diversos frentes. Este Innovator’s Patent Agreement tiene múltiples ventajas para Twitter, posiblemente sume a la hora de atraer talento a la empresa, pero creo que no logrará solucionar el problema de las patentes. Peor aún, podría significar en este ámbito algo muy similar a lo que Creative Commons significó para la propiedad intelectual en el mundo de la creación de contenidos. Ah, pero ¿Creative Commons no ha extendido la cultura libre? No exactamente, creo que hay un aspecto en Creative Commons que vale la pena reflexionar, porque está presente también en este movimiento de Twitter y las patentes de software.
[Tira: Dilbert, siempre ojo avizor.]
Creative Commons, y la devaluación del copyleft
Para entender bien lo que podría significar este movimiento de Twitter hay que empezar por tener claro qué supuso Creative Commons. Cuando Lessig idea el popular sistema de licencias lo hace inspirado por el movimiento del software libre y la ideología de Richard Stallman.
Pero Lessig idea un sistema hecho por y para abogados. Muchos sabores y fino control de qué permisos se entregan que dan lugar a una realidad innegable: la mayoría de obras licenciadas bajo Creative Commons no son libres, a pesar de lo cual la confusión entre Creative Commons y Copyleft es enorme. Y proporcionalmente alarmante, visto que no son sinónimos.
La atomización de los frentes
¿A qué se debe esto? Principalmente a que Creative Commons anima a cada persona a ser el dueño del destino de su obra. Parece buena idea, pero ¿lo es?. Desintermedia, pero no libera. No pretende «revocar todos los derechos», sino eliminar a la entidad de gestión y sustituirla por autores-abogado. Ah, ¿mencioné que Lessig es abogado? Es fantástico que en lugar de simplificar el panorama de licencias, haya uno cada vez más complejo. No faltaron clones adaptados a diferentes legislaciones estatales.
El problema no es que las personas puedan decidir qué hacer con su obra, por supuesto. El problema es que nadie les explicó que al no liberar verdaderamente estamos complicando el panorama de la reutilización y evolución de obras, que es la forma en que a lo largo de la historia han avanzado la cultura y el arte.
Pero Creative Commons tiene éxito en sus objetivos: desintermedia efectivamente a los usuarios y rinde obsoletas a las sociedades de gestión. Pero en el proceso dinamita toda oposición a las reformas que endurecen la ley de propiedad intelectual. «Yo decido», pero «yo decido que me la vas a difundir gratis, pero de que ganes pasta ni hablamos». Y no critico el enfoque (que cada cual haga lo que quiera), pero la realidad es la que es: Creative Commons perpetúa la propiedad intelectual, no la cuestiona. Y al dividir a la oposición (muchos se descubrieron de parte de quienes querían impedir que otros pudieran usar sus obras a voluntad), el sistema de propiedad intelectual prevaleció en un momento histórico que pide a gritos su cuestionamiento y reducción al mínimo como paso previo a la supresión.
El movimiento de Twiiter, ¿hay equivalencia?
El movimiento de Twitter, entregando la decisión de si litigiar o no a los ingenieros que desarrollan el software que luego se patenta me recuerda terriblemente (literalmente, me parece terrible) a las tesis de Lessig. La premisa parece positiva: se creará un pool de patentes cuyos ingenieros habrán decidido que no quieren usarlas de modo ofensivo.
La premisa tiene fallos: ¿qué sucede si un ingeniero cambia de opinión? Yahoo! tenía patentes para uso defensivo, pero «cambió de opinión» cuando Google salió a bolsa, y ha vuelto a «cambiar de opinión» aprovechando la oferta pública de venta de Facebook. ¿Acaso un ingeniero que firme hoy no puede cambiar de opinión mañana?
Todo tiene un precio, Twitter tan sólo está atomizando la tarta, por eso creo que este movimiento pretende servir más para captar talento que para minimizar el efecto de las patentes de software. Porque la propuesta de Twitter no cuestiona las patentes de software, sino que implícitamente –siempre que creamos literalmente lo que dicen– parte de creer que el problema de las patentes es que están mal gestionadas, y que cambiando al controlador el sistema volverá a ser operativo.
Y creo que en ese sentido este movimiento es una amenaza para el software libre. Bajo la excusa de «los desarrolladores son los que más sufren las patentes y ellos aportarán buen criterio» se esconde el caballo de Troya: la posible masa crítica de desarrolladores que ahora están en contra de las patentes de software quedará dividida entre los que consideran que hay que eliminarlas y los pragmáticos que en el fondo se acogen a este tipo de mecanismos… y el resultado será que las patentes quedarán infiltradas para siempre en el cotidianeidad del sistema.
Es hora de jugar a la mayor: las patentes de software son una pésima idea
Permitir que las patentes de software arraiguen en la cultura digital es un error. Las patentes de software son una pésima idea. Y el sistema no volverá a ser más operativo por quitarle el control a un reducido grupo de corporaciones y atomizarlo entre desarrolladores. De la misma forma que Creative Commons no hizo más sencillo el sistema de propiedad intelectual y no ha supuesto un avance del copyleft, sino su devaluación y retroceso.
Software libre… para no ser programado
En el mundo del software libre lo sabemos bien: lo único que garantiza la libertad futura del software es una licencia libre dura y la ausencia de patentes. (Con las blandas, pasa lo que pasa.)
Cuando la sociedad depende de las computadoras y de la Red para sus pequeñas cosas cotidianas (sincronizar semáforos, trenes, gestionar reservas de hotel y, por supuesto, comunicarnos con otras personas) la petición de software libre y la derogación de las patentes no es una cuestión técnica: es cuestión de principios, como bien decía Stallman en Free software, free society. Una idea que pese a no ser novedosa fue expresada con una claridad asombrosa por Douglas Rushkoff en Program or be programmed. O tienes software libre y lo controlas tú, o alguien definirá qué puedes y no hacer con la herramienta.
Conclusión
La mayor amenaza externa para el software libre (de la interna ya hemos hablado otras veces) son las patentes. Los detractores del software libre primero bloquearán su desarrollo mediante patentes, para a continuación argumentar que el software libre es técnicamente inferior.
El movimiento de Twitter es peligroso para el software libre porque aunque explícitamente admite que el sistema actual de patentes de software no funciona, implícitamente admite la vigencia de las patentes, y critica la gestión que se está haciendo de las mismas. Porque al final, el movimiento de Twitter persigue convencer más fácilmente a los ingenieros de que soliciten patentes y, en consecuencia, promete un futuro con más patentes, y no con menos. Y más personas con más patentes, se mire como se mire, es acercar un poco ese panorama de demandas estúpidas con el que Dilbert juega en la viñeta que acompaña este post.
Pero las patentes de software son una pésima idea y acabar con ellas es una necesidad urgente que tenemos como sociedad. Creative Commons devaluó los postulados del copyleft para ablandarlos e infiltrar la propiedad intelectual aún más de lo que ya estaba. No podemos permitir que el proceso se repita con las patentes de software, porque el código es lo que define el tiempo en que vivimos y sin código libre de verdad, no hay una sociedad digital verdaderamente libre.
Tenemos que charlar un día de estos. Al final, que el autor decida, ¿no? CC es un poco tostón a veces, pero parece una buena solución intermedia.
Y ¿qué fue de coloriuris? Hacía tiempo que no oía hablar de esto…
Pero, Fanego, que el autor decida es justo lo contrario de la crítica a la CC: la CC mantiene la existencia del privilegio y la liberación condicionada de las ideas, como dice Versvs, «perpetúa la propiedad intelectual y no la cuestiona». Los libros de Lessig parecen los de un marciano: apabulla con argumentos en contra de la propiedad intelectual, pero cuando quiere formular la alternativa, parece que le da miedo que le llamen comunista y se inventa esta liberación a medida.