Hace unos días, con la victoria de David Cameron en las elecciones presidenciales, corrió la noticia de que el nuevo gobierno británico anunciaba la detención del plan para implantar el DNI (ID Card) en aquel país. La noticia estaba en varios sitios, escribo este post porque me lo recordaron en un comentario (gracias Timidin quinasa) cuando yo ya lo había olvidado.
La realidad es menos agradable. En realidad, el gobierno británico sólo va a librar de esta imposición a los ciudadanos británicos (Crystal Umbrella), haciendo así una distinción injusta entre todos los que allí viven, pagan impuestos, se divierten, enferman, y mueren. Una decisión injusta porque está basada en el principio de nacionalidad y no en el principio de ciudadanía.
Cameron podía haber tomado una decisión muy acertada (decidir no emplear una cantidad enorme de los impuestos duramente pagados por millones de personas en contra de esas mismas personas). En realidad, la decisión ha sido muy tímida en este sentido (dos de los tres contratistas de la ID Card, que eran británicos, mantendrán sus contratos y el gasto se hará igual) y se ve aún más ensombrecida por la reafirmación de que en esta Europa de aspiraciones totalitarias el principio de ciudadanía está de rebajas.