Hace cosa de un mes terminé The Coddling of the American Mind, de Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, y llevo desde entonces queriendo sacar una nota al respecto en el blog, pues creo que es un libro excelente. Hay una web que acompaña al libro que también es muy recomendable.
El título y el subtítulo del libro te dan una idea de por dónde van a ir los tiros: La sobreprotección de la mente americana: cómo buenas intenciones y malas ideas están configurando a una generación para fracasar.
El libro de Haidt es, sin duda alguna, lo mejor que he leído en bastante tiempo. Un análisis pormenorizado del devenir contemporáneo, con especial foco en la transformación de las instituciones universitarias, otrora avatares de la libertad de pensamiento y cada vez más reductos donde sus integrantes (tanto profesores como alumnos) esperan encontrar únicamente confirmación a sus ideas, sin ser estas cuestionadas ni sometidas a escrutinio.
No son los millenials, estúpido
Una cosa que Haidt explica muy bien es que pese a que el término millenial se ha convertido ahora en meme-parodia de todo lo que se quiera ridiculizar (creo que en eso ha sustituido las referencias al cuñadismo de hace unos años), los problemas derivados de la sobreprotección de los jóvenes no se manifiestan con la llegada de los millenials a la vida adulta, sino con una generación posterior que ha crecido masivamente con Internet en sus bolsillos.
Haidt llama a esta generación la iGen, y la define de forma que quienes nacieron un poco antes del cambio de siglo (en torno a 1995) forman parte de ella. Son personas que llegan a la edad adulta en la década que ahora terminamos, a partir de 2013 si sumamos desde la fecha mencionada arriba.
Una característica clave para entender a esta nueva generación es que es la primera que ha pasado los años clave de su desarrollo personal (la adolecencia) con mucha menos interacción directa y menos actividades no supervisadas (como jugar en la calle sin un adulto que supervise el juego y resuelva los conflictos entre niños) que cualquier generación anterior en toda la historia.
El resultado son jóvenes adultos que no saben resolver conflictos sin un mediador, que es uno de los motivos por el que aflora la continua y reiterada petición de normas, reglas, y autoridades que estipulen lo que se puede y no se puede hacer; básicamente, son niños pidiendo a adultos que pongan orden donde ellos no son capaces.
Se puede hilvanar estas ideas con partes de Lanier, Stallman o Lessig. Todos ellos nos avisaron del peligro de que los humanos sucumban ante la mediación de las computadoras. Desde la influencia desmesurada de quien controla el software (Stallman, Lessig) a las limitaciones que derivan del hecho de dejar que el software establezca los matices de tu pensamiento (Lanier). En realidad, todo lo argumentado por Haidt viene a ser una descorazonadora confirmación de que está sucediendo lo que anticipaban todos estos pensadores. Suelo tratar estos temas en el blog.
Podría extenderme mucho más, el libro da para ello con temas como una crítica extensa a Marcuse y a las ideas que heredaron de su pensamiento (como todo lo relacionado con la interseccionalidad), incluyendo toda esa fijación posmoderna en que el consenso construye la verdad de forma subjetiva y que para solucionar problemas basta con cambiar de nombre a los mismos, en lugar de atajarlos de raíz. Pero entonces me alargaría demasiado y les robaría tiempo que, humildemente, les recomiendo gastar leyendo este libro.