La testarudez que iguala a Arturo Barea y Frank Herbert

Aunque me enorgullezco de ser un tipo bastante racional en cuanto a lo que retirar argumentos se refiere si se demuestran inválidos, hay un tipo especial de testarudez de la que nunca logré desprenderme. La testarudez de hacer las cosas porque yo las decido, no porque nadie me lo pida o recomiende.

Entiendo que tiene que ver con vestigios adolescentes de libertad. Aquello que tan bien cantó Robe Iniesta (Extremoduro) para mi generación: no quiero ser como tú.

La vida, no obstante, insiste en hacerme rectificar también en esto. No son pocos los libros que he leído años después de lo que podría haber leído si hubiese atendido a las señales que me enviaban otros. Ah, las señales. Estas cosas siempre me recuerdan a mi muy citado Friedrich Wilhelm (Federico Guillermo) Nietzsche: nada determina tanto en qué nos convertiremos como las señales a las que decidimos no atender.

Como digo, son muchos los ejemplos pero hoy voy a hablaros de los últimos libros que he leído.

Hace más o menos una década, un día cenando en casa de mi queridísimo Gonzalo, me recomendó los mejores libros que se podían leer para entender cómo se llegó a la guerra civil española. Se trataba de La forja de un rebelde, de Arturo Barea, una serie de tres libritos excepcionales que relata en clave autobiográfica el catastrófico primer tercio de siglo XX español. Pese a tan buena credencial, no leí estos libros hasta este verano. (En realidad, aún tengo pendiente el tercero, que es el que se centra en la guerra civil en sí, tras dedicar los dos primeros a su infancia en los años que siguieron a la guerra de Cuba y a su primera juventud sirviendo en la guerra de Marruecos.) Excepcional lectura. Debí leerlos hace mucho.

Otro libro que debí leer en la adolescencia pero no sucedió fue Dune de Frank Herbert. Ahora todo el mundo habla de este libro por una peli que mi admirado Denis Villenueve ha hecho. Soy muy fan de Villenueve y tenéis que ver Incendies, o en general todas sus películas de antes de entrar en el roster de directores de macroproducciones. Yo no lo he leído por eso, sino porque el gran Jordi Mon me regaló el librito hace varios meses, lo que pasa es que tenía (y tengo) La Pila de libros por leer tan saturada que hasta ahora no llegué a él. Otro error histórico, es un libro excelente.

Es así que para mí Arturo Barea y Frank Herbert tienen ese elemento en común: libros que me habían recomendado muchos años antes y que solo ahora he leído para descubrir que de todo este tiempo los había ignorado injustamente. La parte positiva es que los he disfrutado a estas alturas como si fuesen nuevos, porque para mí lo eran.

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.

2 comentarios

  1. Y ahora voy yo, me vuelvo a exiliar en el Mediterráneo, llego al dormitorio que acumula veranos de familia y en una estantería alta ¿qué me encuentro?: Dune. Y no, nunca la leí, porque siempre me dio perezón, pero siempre la he tenido ahí por culpa de Iván Fanego, que se le ponen los ojos chiribitas con Dune y Fundación.

    1. A mí siempre me dio perezón, pero he de decir que la historia es entretenida y te engancha. Y leída casi 60 años después de su publicación es bastante sorprendente que no haya envejecido demasiado en la forma, en la dosificación de la narrativa en sí.

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