Hay teorías conspiratorias que resultan de lo más entretenidas. Del Bilderberg a los Illuminati a la conspiración masónica, vinculada a todo lo que pasaba por ahí (de judíos a comunistas, todo sirve). Todas ellas sirven para conformar enemigos imaginarios a los que culpar de todo cuanto nos sale mal, obviando que tuvimos y tenemos una responsabilidad para con nuestra propia vida.
[Foto: Fuente en la plaza Matriz, en Montevideo.]
Nunca fui miembro de ninguna logia masónica y no estaría escribiendo este post si no fuera porque me encontré un reportaje en 5 piezas, cargado de tópicos, sobre masonería en la Jeune Afrique. [Aquí los enlaces: 1, 2, 3, 4, 5.]
Quizá sería bonito hablar de cómo los gremios de artesanos medievales subvirtieron el orden feudal y posteriormente, en su prosperidad, se convirtieron en envidiado estamento social del que hasta la nobleza aristócrata quiso sentirse parte y que dio lugar a la burguesía culta que parió la ilustración. Ésa es una historia bonita que merece ser contada ampliamente; no la contaremos ahora.
El reportaje de la Jeune Afrique llama la atención por la alusión confusa a todo el batiburrillo de tópicos (ritos franceses, ingleses, luchas entre diferentes logias, y ambiciones de poder calmadas sólo en los contubernios donde se decide la traición al rey) para luego afirmar que los únicos que lograron habilitar una conversación de paz en el Camerún de los 90, desangrado por terribles guerras tribales, fueron logias masónicas a quienes les interesaba más la paz que el triunfo tribal.
Como digo, lo veo todo desde la distancia que me permite mi posición de simple lector curioso, ajeno a casi todo. Existe cierta tendencia a llamar la atención sobre ciertas organizaciones hipotéticamente secretas que a menudo son inexistentes y en el caso de la masonería son más bien discretas pero no secretas. No dejo de pensar en que la realidad tiene menos de plan maquiavélico y mucho más de mediocridad estatal rastrera, como en las muy recomendables novelas negras de Leif Persson.
La mayoría de estas teorías conspiratorias constituyen una suerte de peligroso manual de autoayuda que disipa nuestra culpa y sirve para conformar enemigos imaginarios contra los que cargar cuando la cosa se pone chunga. Y es que, claro, ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos decir que George Bush era un masón judío, zurdo además, miembro del Bilderberg y que avisó personalmente a la CIA de que no hiciera nada ante el inminente derrumbe del World Trade Center? No sería posible seguir negándo nuestro papel en todo esto y no quedaría más opción que acometer el tamaño reto de ponderar el rol propio en la vida propia.
Tu post me ha recordado algo que solemos comentar: que la falta de mitos propios arroja a los brazos de los mitos ajenos porque para vivir necesitamos relatos y la alternativa a tejerlos nosotros es convertirnos en piezas más o menos mecánicas de los relatos imaginados por otros.
Creo que en el fondo puede responder al tan manido mecanismo defensivo/evasivo de echar la culpa de todos nuestros males a los demás. Este tranquilizante mecanismo parece que es universal en el tiempo y en el espacio.
Resoluciones negligentes de la AGPD http://www.facebook.com/home.php?sk=group_101187886635679&ap=1
:-) Acabo de leer tu correo y complementarlo con tu hermoso post. Muy acertado!