No creo necesario explicar qué es el diseño inteligente, como meme normalmente vinculado a la religión. Si alguien no lo conociera, podría comenzar leyendo en otro lugar.
Hoy quiero hablar de diseño inteligente aplicado al descubrimiento y adopción de nuevas tecnologías.
Estamos mayoritariamente de acuerdo en que la evolución de los seres vivos desde sus formas primigenias hasta las actuales obedece más a ensayo y error y mera casualidad que a un plan prefijado ab initio.
Sin embargo, tendemos a creer que existe un cierto determinismo tecnológico que hace inevitable que una vez descubierta una tecnología superior, ésta sobreviva a aquellas a las que mejora y sea adoptada progresivamente. Eso no es así.
Estoy ahora con Guns, Germs, and Steel de Jared Diamond y en el primer tercio o así que llevo recorrido cita como uno de los principales factores que mejoró la calidad de vida de los homínidos prehistóricos la producción de comida.
Hasta entonces, los humanos vivían en tribus nómadas y comían lo que cazaban y recolectaban. La capacidad de producir comida disparó el número de calorías disponibles amén de otros beneficios como el aumento de natalidad, pues de repente se podían tener hijos cada 2 años en lugar de cada 4 al no tener la tribu que desplazarse al ritmo de los más pequeños.
El resultado fue que con el tiempo, los productores de comida reemplazaron a los recolectores: tribus enteras desaparecieron. Incluso, aunque aún me faltan dos tercios del libro, creo que Diamond aventura que fue esta ventaja inicial la que inició la bola de nieve que provocó que unas civilizaciones se impusieran a otras. Ya os contaré si se confirma esto o no.
Sin embargo, hubo numerosos casos de grupos humanos en el sudeste asiático que abandonaron esa tecnología de producción de comida para volver a vivir como cazadores recolectores. Algunos alargaron su hiato durante más de cuatro siglos. En este mismo blog, y al hilo de la pérdida de popularidad de una tecnología fenomenal como RSS, comentamos hace tiempo el caso de los habitantes del norte de África que durante un milenio abandonaron el uso de la rueda.
En un sentido muy parecido, Taleb nos advierte en Fooled by Randomness, del que hablamos hace unos días, contra nuestra tendencia a pensar que los mercados son darwinistas y que aquellas empresas y productos que repercuten un mayor beneficio neto a la sociedad terminarán por imponerse. Tampoco es cierto. En el mercado sobreviven aquellos mejor adaptados a las condiciones de ese mercado, y no tienen por qué ser quienes ofrezcan la innovación más beneficiosa para la evolución a largo plazo de la sociedad. No hay determinismo tampoco ahí.
Damos por hecho que la evolución es siempre a mejor, que las tecnologías buenas flotan y las malas se hunden, para entendernos. Y no tiene por qué ser así. Con las tecnologías de Internet y comunicación que tanto nos sorprenden estos años tampoco tiene por qué ser así. Puede ser, por supuesto, pero no lo será de forma inevitable.