Hace dos o tres días que en todos los blogs con los que me desayuno no hablan de otra cosa que de Stuxnet, el nombre con el que se ha bautizado al último gusano de alto nivel.
Algunos se preguntan si es el mejor malware que se ha escrito. Stuxnet se aprovecha de cuatro vulnerabilidades de día-0 de Windows, lo que lleva a muchos a afirmar que la financiación necesaria para desarrollarla está al alcance tan sólo de un Estado, apuntando hacia un ataque de tipo ciberguerra y no hacia la actividad de un hacker solitario.
Aceptando como válido esto último, los hay que incluso afirman que el ataque estaba dirigido específicamente contra los sistemas de gestión nuclear iraní, sin que exista nada que nos indique que eso es cierto.
¿Y qué veo yo? No he tenido acceso al gusano, y es posible que sea la maravilla de la que todos hablan. Pero veo mucho hype: a los medios les encanta la ciberguerra. En concreto, los medios anglos salivan cada vez que piensan en un ataque contra Irán. Y si es un ciberataque mejor que mejor, les daría un titular aún más sorprendente.
Por eso hacen hincapié en que es un gusano tan potente que sólo lo pudo desarrollar un Estado, específicamente diseñado para atacar las centrales nucleares iraníes. Y yo me pregunto qué hay de cierto. Con EE.UU. empantanado en las guerras de Irak y Afganistán hasta el punto que incluso desde el ejército se plantean una solución diplomática, a la par que inicia escaramuzas con soldados de verdad (no drones) en Pakistán, me parece que una cosa es la guerra verbal y otra una ciberguerra contra Irán, que requiere un dinero y una atención que, incluso en un país que ha usado la maquinaria bélica desarrollada para poner en marcha el proyecto Manhattan hace setenta años como auténtica locomotora económica, no parece resultar una decisión tan cómoda y divertida (quizá tampoco conveniente) como le gustaría a muchos.