Como mi asistencia al II Simposio de Jóvenes Investigadores organizado por la SEA en Granada, y al que tuve el placer de ser invitado, coincidió con el torrente de trabajo de «fin de curso» verdaderamente épico, no he tenido tiempo de relatar un poco la experiencia. Voy a intentar subsanar eso en este post.
Lo cierto es que me hizo mucha ilusión que Jose Miguel Vadillo me contactara para acudir a esta cita. Acudir a un simposio de jóvenes investigadores como éste prometía mucho más que la diversión habitual de ir a un evento más o menos distendido. En el plano profesional, me invitaron a hablar sobre desarrollos profesionales post-doctorales no habituales, al margen de la academia, a contar lo aprendido desde que terminé la tesis, en especial lo aprendido desde que pusimos en marcha Cartograf hace ahora dos años. En el plano personal allí habría un montón de investigadores, jóvenes, ilusionados e ilusionantes (como pude comprobar), todo un reto y todo un cosquilleo.
Lo cierto es que me gustó mucho lo que vi. Más allá de las habituales contribuciones científicas, algunas muy interesantes y otras muy alejadas de las áreas que conozco bien (y que por tanto no puedo valorar justamente), había un grupo de ponencias sobre qué hacer tras el doctorado que fue bastante interesante.
Cosas que querría destacar, así de forma más o menos esquemática:
- Los estudiantes de doctorado no estaban… muy receptivos a cualquier idea del tipo «hay más doctores que puestos de trabajo en la universidad». Que sistemáticamente en el último medio siglo haya habido más doctores que plazas, primero en EE.UU. y ahora también en otras partes, es algo que no pareció calarles. Algunos datos los podemos ver en el muy conocido artículo The Disposable Academic, en The Economist, que rescaté durante mi intervención.
- Obviamente, no se les puede culpar por ello: están haciendo un doctorado, hay muchas formas de llegar a un doctorado… pero es mi deber presuponer (mientras no se demuestre lo contrario) la que me parece más saludable, y entonces voy a presuponer que les encanta investigar, la ciencia, hacer cosas nuevas para ver cosas nuevas que dijo Lichtenberg un par de siglos antes que Einstein, y que consecuentemente una propuesta de desarrollo profesional al margen de esa carrera sencillamente no es algo que estén dispuestos a aceptar a la ligera, no va con el «cómo te ves a ti mismo dentro de cinco años» que tienen en la cabeza.
- Sin duda, puestos a pensar en alternativas, pensar en trabajar en un laboratorio pero fuera de la universidad es algo que les interesa más que otras opciones. De ahí que la propuesta de Julio Rodríguez con su empresa de análisis químico atrajo muy bien el debate. Julio mostró una serie de datos complementarios al artículo que menciono arriba, pero debido a que su enfoque es «menos ajeno» a los intereses de la mayoría de participantes, tuvo una gran acogida.
- Manel Alcalà (U. Autónoma de Barcelona) comentó algunas ideas interesantes, pero una de ellas muy relevantes tanto en investigación como en cualquier proyecto que acometamos: «el 20% de tu tiempo te reportará el 80% del beneficio». Una suerte de pareto aplicado a la relación con los clientes. El objetivo es evidente: optimizar al máximo ese 20% para poder dedicar un 80% a proyectos que nos hagan muy felices, aunque reporten sólo el 20% del beneficio. Una forma de trasponer realistamente la ética hacker al día a día. Ética hacker encarnada a la perfección por Fernando Rull, toda una vida dedicada a la espectroscopía y le brillaban los ojos contándonos sus nuevos proyectos. Impresionante.
- También me gustaría destacar la charla que ofreció Enrique Nadales sobre liderazgo. Soy profundamente escéptico del liderazgo, pero a eso dedicaré un post aparte. Aunque no habló de ética hacker, sí que habló de desarrollo profesional. En concreto habló de adquisición de dotes directivas y de gestión de equipos. Algo que seguramente el doctorado no enseña (junto a tantas otras cosas), y que posiblemente sea una de las mayores carencias de los recién doctorados, máxime si tenemos en cuenta que si su formación está a la altura del título concedido, es muy probable que un doctor termine escalando muy arriba en los organigramas en los que se integren.
En definitiva, un evento breve pero muy interesante. Si acaso, me quedó la idea de que la muestra de personas implicadas en el mismo, tanto organizadores como ponentes, no es estadísticamente representativa de lo que muchas veces vemos en la universidad. El arquetipo de científico incluye cosas como la pasión por la investigación, que hace que uno dedique tantas horas que se pierde la conexión con el mundo exterior, que uno esté dispuesto a cualquier cosa por avanzar en su proyecto y que el objetivo último es compartir nuevo conocimiento (en lugar de acumular nueva gloria). Si uno asiste a un congreso de estas características puede pensar que la universidad está llena de este tipo de personas y que esa lacra de personas desmotivadas, que lo que querían es sencillamente ser funcionarios (y daba igual dónde) son una minoría. La realidad es diferente a esa sensación, pero al menos a uno le queda el gusto de ver que hay excepciones positivas.
Ahora sólo falta saber dónde estarán estos jóvenes investigadores dentro de cinco años. Personalmente, todo lo que allí se dijo fue muy provechoso para ellos (sin que ello implique que se aparten de la investigación, que obviamente no hay respuestas prefijadas ni en uno ni en otro sentido), aunque seguramente será algo que valorarán en su justa medida más adelante. Al menos, así lo espero.
Creo que el problema de la gente que solo ha vivido en la universidad y sus aledaños es que no sabe o no quiere saber que para hacer lo que uno quiere y que te paguen por ello hay que aportar valor a quien lo paga.
Muchos académicos creen que el conocimiento por el conocimiento está justificado. No estaría mal esta actitud si ellos se financiaran sus doctorados en hermeneútica del feminismo somalí o en literatura del siglo xii. Pero no, son los que aportan verdadero valor en la sociedad –fontaneros, repartidores, electricistas (gente vulgar)– los que tienen que pagar a esos pretendidos amantes del conocimiento sus espirituales actividades.
Un doctorado es a un verdadero hacker lo que una mujer pública a un hombre público. No tienen nada que ver. El hacker se paga sus aficiones y en ciertas ocasiones aporta algo de valor a la sociedad de manera filantrópica (código libre) o cobrando por ello (start ups). Todavía no sé de ningún hacker de verdad que busque becas del estado o que crea que la recepcionista o el panadero (los que pagan el estado) estén obligados a sufragarle su búsqueda del conocimiento.
En definitiva, entre doctorados y demás fauna universitaria más que encontrar el espíritu de la ética hacker vas a encontrar la filosofía vital de los «buscadores de rentas» (los que presionan al estado para que favorezca sus intereses).
Muchad gracias por tu comentario, Homo Minimus. Entiendo lo que dices, pero no lo comparto del todo. Entiendo la queja sobre el concepto de financiación que se tiene desde la universidad. Seguramente hay que mejorar en ese frente, buscar más implicación con el sector privado.
Sin embargo, el valor de la investigación es altísimo aun cuando no sea investigación aplicada. Alguien inventó el GPS porque alguien había desarrollado la teoría de la relatividad sin mayor objetivo que el conocimiento, sin aplicación en el momento de ser desarrollada.
Que el objetivo de financiación que se tiene desde dentro de la universidad no sea realista no quita que la labor que se realiza no sea buena, y que sea buena no quita que sea muy mejorable. Hay poco critica a los resultados de investigación de las universidades españolas, pero hace falta introducir mucha «accountability» para que el dinero se emplee mejor. Por último, tras haber estado años ahí, puedo afirmar que hay departamentos completos en que el personal carece de la mínima inquietud exigible, y ni hablar de ética hacker, pero también que he conocido personas que se extralimitaban en su dedicación, siempre dispuestos a hacer un poco más sin recompensa adicional. Por desgracia, son una exigua minoría.
No dudo de que cuando se vierten millones de euros en algo, algún beneficio puede salir, y no solo para los destinatarios, que viven de lo que les gusta y estudian lo que les apasiona.
Lo que pongo en cuestión es el hecho de que los fontaneros, electricistas y demás gente vulgar (que también tiene aficiones apasionantes que se pagan ellos mismos) tengan que pagar impuestos (coactivamente) para que los estudiosos vivan su vida de ensueño.
Lo único que tengo por seguro es que de la financiación pública abundante salen políticos, funcionarios y asimilados contentos. El resto de los beneficios son conjeturas.
Además, si tantos beneficios hay, ¿por qué se ha de recurrir siempre a los impuestos? ¿No hay nadie que quiera pagar por ello? ¿No hay filántropos que deseen financiar esa investigación básica? ¿No hay empresas que estén dispuestas a pagar por los beneficios de esa investigación aplicada?
Quizá me respondas que no. Pues en ese caso, yo tampoco quiero pagar vía impuestos las carreras profesionales de los doctorados en psicología, sociología o hermeneútica del feminismo tardofranquista.
«Además, si tantos beneficios hay, ¿por qué se ha de recurrir siempre a los impuestos? ¿No hay nadie que quiera pagar por ello? ¿No hay filántropos que deseen financiar esa investigación básica? ¿No hay empresas que estén dispuestas a pagar por los beneficios de esa investigación aplicada? »
Bueno, si, hay empresas que financian investigación. Pero bajo ese esquema, la empresa es dueña de todos los resultados y posibles aplicaciones de los mismos. Y cuando vuelven al resto de la sociedad, al ser la oferta mas restringida, vuelven mas caros que el costo de un impuesto (obvio, en teoría, suponiendo que los impuestos se asignen correctamente y nada quede en el camino).
¡¡¡Saludos!!!
Muchas gracias Enrique por tu comentario, es un tema complicado el de cómo gestionar la investigación. Las empresas no suelen arriesgar a largo plazo y cuando lo hacen, obviamente, exigen leyes que protejan su inversión, en ocasión leyes muy desmedidas. En Sin Patentes se recogen noticias y debate sobre cómo estas leyes afectan y dañan a la generación de nuevo conocimiento, así que no es baladí ver cómo se consigue involucrar a estas empresas en hacer gran investigación a la par que se consigue un beneficio justo para los que arriesgan y óptimo en términos de sociedad en general.