Me llega directamente al correo un enlace (¡gracias Antonio!) a un documento de Telefónica publicado ayer mismo donde explica los beneficios de emplear RFID en la cadena de suministro.
Lo mejor del artículo es que hace una introducción para humanos de cómo funciona. Recomendable. Si bien, como cabe esperar, dan su propia versión de la cosa: «las etiquetas pasivas son legibles a corta distancia y las activas a un máximo de 10 metros». Parece más un deseo de calmar ánimos que una realidad: las etiquetas pasivas pueden leerse a varios metros, como pudo demostrar Acalpixca hace unos días, y las activas son legibles incluso a 200 metros de distancia.
La inocencia que presenta la RFID en esta explicación que nos da telefónica contrasta con lo que sabemos aquí de RFID (RFID en el blog, RFID en la contextopedia) y lo que es aún más sorprendente: contrasta con un documento previo de telefónica (noviembre 2006) donde sí mencionan la polémica en torno a esta tecnología. Voy a poner la explicación que dan sobre este asunto en este documento más antiguo porque me parece una explicación de libro.
La polémica
El uso de la tecnología RFID ha causado una considerable polémica e incluso boicots de productos. Las cuatro razones principales por las que RFID resulta preocupante en lo que a privacidad se refiere son:
- El comprador de un artículo no tiene por qué conocer la presencia de la etiqueta o ser capaz de eliminarla.
- La etiqueta puede ser leída a cierta distancia sin conocimiento por parte del individuo.
- Si un artículo etiquetado es pagado mediante tarjeta de crédito o conjuntamente con el uso de una tarjeta de fidelidad, entonces sería posible relacionar la ID única de ese artículo con la identidad del comprador.
- El sistema de etiquetas EPCGlobal crea, o pretende crear, números de serie globales únicos para todos los productos, aunque esto cree problemas de privacidad y sea totalmente innecesario en la mayoría de las aplicaciones.
La mayoría de las preocupaciones giran alrededor del hecho de que las etiquetas RFID puestas en los productos siguen siendo funcionales incluso después de que se hayan comprado los productos y se hayan llevado a casa, y esto puede utilizarse para vigilancia, y otros propósitos sin relación alguna con sus funciones de inventario en la cadena de suministro. Aunque la intención es emplear etiquetas RFID de corta distancia, éstas pueden ser interceptadas a mayores distancias por cualquier persona con una antena de alta ganancia, permitiendo de forma potencial que el contenido de una casa pueda ser explorado desde una cierta distancia.
Así que Telefónica habla de RFID y aunque en este nuevo documento no lo menciona (quizá porque no quieran repetir lo que ya han dicho) nos explican cómo funciona y qué problemas tiene. Aún así no la rechazan y siguen trabajando en ella. Igual que hace Wal-Mart, que anuncia que seguirá trabajando con RFID aunque ya ha probado que RFID no ayuda a reducir costes de distribución (BaselineMag).
¿Qué tenemos entonces? Una tecnología que no aporta beneficios (no disminuye costes, no aumenta beneficios), que tiene riesgos para la privacidad, que es susceptible de abusos y que vive en un limbo legal donde no se regula nada sobre ella (dónde puede ir, cómo debe etiquetarse un producto, cómo avisar al consumidor de que lleva una etiqueta RFID y, aún más importante, dónde no puede ir). Pues piensen lo que quieran, pero con esta balanza de pros y contras, la intencionalidad por implantar una red que podrá servir para muchas cosas pero desde luego no sirve para lo que nos están diciendo.