Tratando de culminar de una vez por todas el tercer intento de post sobre PRISM (el primero, nunca publicado, lo esbocé el mismo día en que se conoció) pensé que a estas alturas, tantas semanas después, no tiene demasiado sentido un post con datos sobre el tema. Ya todos sabemos de qué va la historia y finalmente me parece relevante reflexionar sobre cuál es la causa de que en este blog no hayan leído sobre este tema hasta ahora, cuando lo esperable habría sido un seguimiento detallado.
La razón por la que no he logrado publicar antes es que no conseguía escribir un post que no estuviera lleno de «ya os lo dije». Durante años defendimos la necesidad de cuidar la propia privacidad, defenderla tanto prestando atención a nuestros actos (cuidando lo que hacemos en Internet, y las herramientas que usamos) como luchando activamente para establecer un marco legal respetuoso con la libertad de las personas (mayormente, oponiéndonos a toda reforma legal nociva, pidiendo cambios que enfatizasen el respeto a las personas).
Y es que tras una década larga hablando del tema, PRISM me alcanzó ahíto, agotado de advertir que el espionaje masivo es un problema presente (y no futuro) de todos, y agotado de que la respuesta sea casi siempre una variación de la chanza sobre sombreros de papel de aluminio.
No tengo que explicar que leí mucho sobre este tema, porque me interesa. Podría haber hecho el post simplón criticando el imperialismo estadounidense, obviando como buen euronacionalista que Alemania estaba al tanto de todo y Francia mantiene un proyecto similar. Y hay más, claro, también en Uruguay parecen cocer habas. Parece que no todas las mentes sucias viven en Washington.
Tras años hablando de privacidad y de ese momento en que nos demos cuenta que todo lo que hacemos queda grabado en alguna parte, todo este asunto al respecto del cual hemos desarrollado la habitual tolerancia informativa (nos han bombardeado tanto que ya las nuevas informaciones con aún más espionajes ni siquiera nos sorprenden) a confirmar que efectivamente la sociedad de control es el presente, para mal. A confirmar que cuando el aumento de la vigilancia sobre las personas tiene un coste tendente a cero, la única protección que nos queda ante la inminente extensión de la vigilancia es la ley… y que llevamos años viendo cómo se aprueban leyes nocivas, buscando apoyos para impedirlo, ante el desinterés general por el tema.
Leí mucho y sin embargo no escribí sobre ello en dos meses. A pesar de que materia prima hay mucha para hacer un artículo diferente al que leerán al gurú/consultor al uso: tras años criticando el rol excesivamente preponderante que se da a proyectos web como Wikipedia basado en percepciones buenrollistas, descubrimos que su máximo responsable no duda en romper sus normas para ayudar en la causa contra Snowden. También muy interesante contrastar lo que la NSA decía sobre sí misma antes del 11-S, fecha a partir de la cual quedó convertida en una herramienta de espionaje eminentemente interno, masivo, e indiscriminado (y sobre esto sabemos quizá demasiado), así cómo comparar cómo ve este organismo el efecto de PRISM en la opinión pública, sobre la política exterior estadounidense, y sobre el propio rol de la agencia.
Como les digo, en todo esto pienso cada vez que abro, y reabro, los dos (cada vez más extensos) borradores, cargados de enlaces, que no termino de publicar porque me suenan a cosas que he dicho muchas veces, ¡escribí tanto sobre esto en el blog que al final le dediqué un libro al tema!
Supongo que además es una suma de factores. Podría añadir que estos dos meses han sido intensísimos de trabajo, que estamos muy contentos por todo ello (viendo el panorama general) y que el tiempo para bloguear escasea. Todo ello es cierto, pero nunca un pico de trabajo nos privó de sacar una nota breve sobre un tema que de verdad quisiéramos tratar. Y quizá la realidad es que sobre este tema, salvo regodearnos en la novedad de los datos, ya veníamos avisando hace mucho. Y no me apetecía postear a base de reproches, de links sólo a mis posts pasados (con los que tengo para aliñar casi cualquier comentario en torno a PRISM). Carece de sentido, sobre todo porque la minoría que fuimos (¿somos? ¿siempre seremos?) ya los conoce, y al resto del mundo parece importarle bastante poco. Lo intentamos parar durante años con escaso éxito, y estoy algo cansado de hablar de estos temas para que no avancemos en absoluto. Porque no hemos avanzado en absoluto, mucho me temo que tampoco en estos dos últimos meses.