No es una infografía, es un póster digital

En Fast Co. nos cuentan la diferencia entre una verdadera infografía y «su primo tonto», explican que:

En Co.Design recibimos un montón de avisos para nuestra sección «infografía del día». Un buen 90% de ellas no pasan el corte porque no son verdaderas infografías. Probablemente las has visto: largos, scrolleables JPEGs con un montón de números y texto y buen arte. Conforme la visualización de datos se hace mainstream y se elevan las expectativas para revisar información, se ha puesto de moda colocar nuestras narices sobre estos artefactos simples denominándolos «infografías». Pero Kim Rees y Dino Citraro, fundadores de la empresa de visualización de datos Periscopic, proponen un término más exacto, no peyorativo, para esto: posters digitales. Aquí explicamos por qué es importante.

Y claro, nosotros no le habíamos puesto nombre, pero sí que sabemos hace mucho que no todo son infografías, y que desde luego no todo aporta valor (en ocasiones, sólo se aportan molestias).

¿Ya sabes qué es una cookie? Pues prepárate para el «fingerprinting»

La polémica sobre la ley de cookies y cómo cumplirla no se ha extinguido aún (hay un gran hilo con buenos comentarios en el blog de Pablo Burgueño). Del «están matando la competitividad europea frente a EEUU» al «estamos defendiendo la privacidad de todos», las discrepancias son por todos conocidas. Algunos lamentando la entrada en vigor de la ley, más aún criticando que sea demasiado dura, otros preguntándose si no es muy blanda.

Nadie parece pensar en que llega muy tarde, demasiado tarde. Y en que, quizá, estas leyes siempre van a llegar demasiado tarde, inherentemente tarde. Para cuando la administración consensúa y redacta una ley acerca de una tecnología, la misma parece ya superada por los márgenes con tecnologías nuevas de las que la administración no sabe nada y que tardará años en contemplar en sus leyes. No es sólo cosa de la UE, en Estados Unidos se anuncia una demanda contra varias empresas a cuenta de las cookies indelebles (Extremetech).

Para cuando se siente precedente al respecto y la ley comience a ser útil, y la resolución de conflictos ágil, todos estarán usando «fingerprinting» para identificar a los usuarios, cotilleando decenas de parámetros en la configuración personalizada del software de ese usuario (Forbes). Para entonces, quién sabe si las cookies seguirán teniendo el rol que tienen ahora y si algo de lo trabajado en este tema continúa siendo útil a los usuarios de servicios de Internet.

El negocio de informar no se muere, pero sí se transforma

Imprescindible post de Gonzalo Martín sobre los cambios de hábitos del consumidor. Consumidor de información en este caso. Cambio de hábito saludable, por otra parte.

Como él mismo dice, el post no tiene ideas que no hayamos repetido (él mismo en su blog, otros cientos de personas en otras tantas vías, yo en estas páginas), pero como aún parece que hay quien no lo ha entendido, hay que repetirlas. Y ésta es sin duda la más comprensible, elegante y directa repetición de estas ideas que leerán estos días sobre cómo Internet invalida unos modelos de negocio y abre otros. No, el negocio de informar no se muere, pero sí se transforma.

Lo que sucede es que desde la poltrona, la transformación obliga a caminar… y hay quien no lo tenía en sus planes.

La silenciosa muerte de Songbird

Songbird

Songbird anunció el abandono de su desarrollo, y la empresa que lo desarrollaba el cierre de todos sus servicios aledaños a este reproductor, hace casi dos meses y nadie ha dicho nada. Se murió en silencio, sin hacer ruido. Lo cuenta Eric Wittman, el CEO de POTI-Songbird, en el blog del proyecto.

Songbird es/fue un reproductor de música en software libre y multiplataforma construido sobre el motor XUL desarrollado por Mozilla para su navegador Firefox, y durante un tiempo lo usé bastante (de hecho, lo he usado siempre que me he visto forzado a utilizar entornos Windows o Mac). En 2008 hice un análisis sobre Songbird que pueden leer si les pica la nostalgia: básicamente, hibdridaba reproductor y navegador, música que tenemos con música a la que accedemos y añadimos a nuestra biblioteca (pero descargándola, sin crear la dependencia que crea el actual Spotify).

Me he sorprendido al ver esta noticia porque absolutamente en ningún sitio he visto referencia a este cese en el desarrollo de un proyecto que en su día acaparó mucha atención. De hecho, lo he encontrado por azar. Ha llegado el momento de dejar de usar Listen. Listen ha sido mi reproductor preferido desde hace 7 años, pero hace la friolera de 4 años que su desarrollo se abandonó (hace ahora cuatro años debía haber salido la versión 0.7 que nunca vio la luz).

Listen también se murió sin que apenas nadie le eche de menos, pero esa historia merece ser contada en otro post. Listen era un reproductor excepcional, y una de las funciones más brillantes que tenía era la creación de listas de música adaptadas al humor del momento. Usando el recomendador de Last.fm, y sumándole unas canciones para dar algo de «aprendizaje» al programa, Listen te ofrecía infinitas horas de música sin repeticiones, usando la música de tu biblioteca y en el que las transiciones entre estilos eran siempre suaves. No he visto un sistema como éste en ninguna otra aplicación, y esto me reafirma que el recomendador de Last.fm sigue siendo el mejor y sigue sin haber algo que se le acerque en calidad. No me extiendo más por ahora.

El problema, resumiendo, es que como no me gusta nada Rhythmbox (nunca lo hizo), estoy ahora mismo muy huérfano en reproductores de música. Así que tendré que probar algunos a ver si alguno logra una experiencia remotamente parecida a la que en su día ofreció Listen, que parece mentira que el tiempo pase y caminemos hacia atrás. De momento, el mismo Eric Whitman nos recomienda usar Nightingale, un fork de Songbird, como alternativa. Pero los comentarios están abiertos para que recomienden otros reproductores, o dejen enlaces a algún artículo donde hablen de otros reproductores, o lo que sea que contribuya a paliar esta situación. Con la muerte de Songbird (y la previa de Listen), se busca un buen reproductor de música para Linux, preferiblemente que se lleve bien con Gnome/ y/o Unity de Ubuntu. ¿Alguna idea?

Urge terminar cuanto antes con el vacío legal en torno al crowd funding

El mayor problema actual del crowd funding no es que no haya alternativas para lanzar y coordinar proyectos recurriendo a este mecanismo, o incluso para montarlo por tu cuenta.

El mayor problema actual del crowd funding tampoco es que la parte importante de esa expresión sea el «crowd» y que el reto sea construir comunidad.

El mayor problema del crowd funding no es que muchos proyectos sufran algún retraso, o que algunos no lleguen a culminar.

No, todo eso son limitaciones inherentes a la vida misma, casi imposibles de subsanar (siempre habrá algún inconveniente técnico, y siempre habrá proyectos fallidos).

El mayor problema del crowd funding es que habita en una suerte de vacío legal: puedes hacer donaciones a un proyecto, y puedes hacer precompra, pero no existe un marco legal que prevea que el microaporte que realizamos sea, en realidad, una microinversión. Y esto es un gran problema que a menudo pasa desapercibido. Tiene implicaciones mayores.

Si uno apoya la grabación del nuevo disco de un artista al que sigue, o entre un puñado de fans construyen piezas temáticas para un conocido juego de mesa a precio ventajoso, cabe argumentar que una vez entregado el producto puede estar la misión cumplida y todas las partes satisfechas. Pero cuando hablamos de proyectos de hardware (y potencialmente, hardware libre), ¿es la única posibilidad pensar en términos precompra cuando uno está poniendo su dinero en un proyecto con una alta probabilidad de fracaso y, si el mismo tiene éxito, el mismo puede hacer ricos a sus responsables?

Estos proyectos son particulares: requieren mayor inversión que la simple creación de una obra artística, y potencialmente quienes los respaldan están ayudando a poner en marcha un proceso que requerirá mejora iterativa, con alto riesgo de perder el dinero que pusieron, y que muy probablemente no sería posible sin ellos. En estas situaciones, sería beneficioso para ambas partes poder enmarcar la relación entre proyecto y microfinanciadores en términos de inversión. Por supuesto es complejo y yo no niego ese carácter: un embrión de empresa con muchas personas que poseen una participación minúscula y ante quienes se debe rendir cuentas, que en tanto son propietarios de una participación pueden querer deshacerse de ellas (¿equivale a cotizar en público?), etc.

Adicionalmente, posibilitar ese marco ayudaría también a aligerar al crowd funding del sambenito de la donación, caridad, limosna. No es nada de eso, pero para que mentalmente lo veamos como un compromiso con una propuesta y un proyecto que va más allá de la donación o la caridad hace falta que el mismo pueda materializarse. Dije en estas páginas al hilo de El cosmonauta que:

«dentro de un tiempo este tipo de financiación en el que el público se compromete con el proyecto desde fases tempranas será contemplado como una fase más (imprescindible, además) de todas las producciones, grandes y pequeñas. Cuando eso suceda, el velo de inocencia idílica en torno al crowd funding se esfumará, pero lo cierto es que cuando eso suceda, la forma de realizar y crear proyectos (incluso esos macroproyectos) habrá cambiado para siempre.»

Y lo mantengo, pero si no afrontamos un cambio mayor, de mentalidad y estructural, se hará la revolución para que no cambie nada. Se cambiará cómo se producen los proyectos sólo para que los grandes productores de siempre minimicen aún más su riesgo, pero no cambiará lo fundamental: habrá las mismas estructuras tendentes al oligopolio, defendidas por los mismos mecanismos de toda la vida. Se descartará la posibilidad de introducir un cambio de reglas en el que no sólo quienes tienen fácil acceso a enormes sumas de capital pueden sentirse dueños de los proyectos en los que creen, en los que se implican, y con los que se comprometen. La maquinaria estará mejor engrasada, pero la libertad adicional que podría generarse no llegará a quienes lo harán posible.

No digo que sea sencillo, pero sin duda alguna los implícitos, los vacíos legales y las incertidumbres sólo benefician a quienes no hacen otra cosa que buscar las grietas por las que medrar a costa del sistema.

El mayor problema del crowd funding es el vacío legal que lo rodea, y haríamos bien en subsanar ese fallo en el sistema cuanto antes, para dar rienda suelta al verdadero poder que este tipo de financiación nos da a los pequeños, a los de a pie. Para no facilitar mediante la inacción la migración de las viejas estructuras a los entornos digitales sin que se vean enfrentadas a adoptar una lógica que sea verdaderamente hija del entorno digital, diverso y descentralizado en que vivimos. Para que los viejos oligopolios no tengan parapetos desde los que seguir viendo los toros desde la barrera, frenando con el miedo y la desconfianza artificiales y derivadas del vacío legal existente en torno al crowd funding la eclosión definitiva del mismo, y el consecuente desarrollo de todo tipo de ideas y proyectos que ahora mismo ni tan sólo somos capaces de concebir, y que únicamente los principales interesados, esos «microfinanciadores» como tú y como yo, estarán dispuesto a hacer realidad.

Si la liberalización de las telecos se hubiera hecho de otra forma

La noticia del día (de ayer, en realidad) es el pacto entre Movistar y Yoigo (gracias, Bianka) por el cual Movistar podrá comercializar servicios usando las redes 4G de Yoigo y Yoigo podrá comercializar ADSL y servicios integrales usando la fibra de telefónica. Obviamente, el cisma entre estos dos operadores y el resto del mercado (que agita los sables) es inmediato y enorme, y más pronto que tarde habrá recursos aquí, allá y más allá (de la CNT a Bruselas, pasando por todo lo intermedio). Hasta aquí, una batalla de tantas entre operadoras (y ya sabemos que ninguna operadora tradicional está de nuestra parte, y nadie que entre en ese mercado lo va a estar, tampoco Google), pero no es eso lo que a mí me interesa. Hace muchos años, cuando se enfocó la liberalización del sector de telecomunicaciones, significada sobre todo con la privatización de Telefónica, pudo optarse por sentar las bases de un verdadero mercado competitivo, pero se optó (casi universalmente) por la más raquítica de las salidas.

La liberalización que pudo ser…

El futuro que pudo ser y nunca será habría venido de la mano de una infraestructura no controlada por los operadores, a la que habría tenido acceso cualquier operador que lo solicitase. Estos operadores pagarían alquiler por el acceso y uso de la infraestructura (lo justo para poderla mantener y actualizar cada cierto tiempo) pero más allá de eso podrían haber ofrecido cualquier servicio. Cualquiera que lo hubiera querido podría haber ofrecido servicios sobre esa infraestructura. Aunque en estos días aciagos muchos no lo comprendan, se trataría de un modelo Adif-Renfe, por un lado la infraestructura y por otra el operador que paga por usar la infraestructura. Y ni siquiera habría hecho falta que esa suerte de «Adif de Internet» fuera una empresa pública, con tal de que se hubiera limitado su rol a comprar y vender bits tratándolos como lo que son sin mirar qué información llevan: bits, iguales los unos a los otros.

Esto habría facilitado el acceso al mercado en calidad de operador a muchos pequeños actores, al no requerir la costosa construcción de infraestructura propia, y habría evitado malvender la infraestructura pública a un único operador al que constantemente ha habido que lastrar para que no aplaste a los demás debido a esa enorme ventaja inicial (Telefónica). Proyectos como Guifi.net habrían tenido que luchar contra menos molinos para obtener los sufridos y escasos permisos que han obtenido hasta ahora, y no habrían tenido que sudar sangre para cada paso logrado. Quién sabe si tendríamos muchos otros proyectos como ése, que por otra parte (y debido a cómo han sido las cosas) van más allá de dejar la infraestructura en manos del estado para hacer una auténtica gestión ciudadana de la misma.

… y no fue

No sólo no se apostó por ese modelo de infraestructura, sino que se limitó artificialmente el mercado a 3 operadores (posteriormente 4), precisamente basándose en el argumento de que desplegar la infraestructura era costoso, y había que garantizar que se iba a poder afrontar tal cosa.

En defensa de este modelo, el argumento es que si la infraestructura es común no hay incentivo a la innovación en la misma, y que aún estaríamos mordiendo el polvo con cables de cobre. (En este argumento, a la larga la infraestructura queda desfasada como los coches en La Habana.)

El anterior es un argumento razonable, pero continuemos haciendo memoria. Cuando se subastaron las licencias de telefonía móvil conocidas como UMTS el gobierno español justificó no ir a subasta y «regalar» las licencias muy baratas (de ahí lo de regalo) porque así se incentivaría la inversión en infraestructura. Mientras todos los países saldaban su deuda pública, España recaudó por estas licencias menos del 1% que otros países de la UE como Reino Unido. Una jugada maestra.

O al menos, habría sido una jugada maestra si la profecía se hubiera cumplido. Pero no fue así: años después Xfera (actual Yoigo) seguía sin salir al mercado por falta de red. Y ahora, varios años después, sólo ellos tienen operativa una red 4G decente (los demás no saben si esperarán a enero de 2014 o de 2015) pese a tener apuros para permanecer en la competencia (Yoigo estuvo en venta durante meses, sin que llegara a concretarse ninguna operación), de ahí que todos los operadores hayan intentado comprar a esta compañía.

Parece que la contrapropuesta (la ruta que finalmente se tomó hace muchos años) que iba a incentivar la inversión en infraestructura tampoco a funcionado como defendían sus partidarios.

Si la infraestructura estuviera de alguna forma supervisada y supeditada a otra empresa (repito, modelo Adif – Renfe) y no fuera propiedad del operador, éste tendría más complicado imponer condiciones de no neutralidad a los prestadores de servicio (porque habría más competencia de operadores), algo que tiene efectos cotidianos y dice mucho de la debilidad de la neutralidad de la red, aunque apenas se hable de ello.

¿Mejor o peor?

No sé si de haberse tomado esa otra ruta estaríamos mejor o peor, y tampoco tiene sentido darle demasiadas vueltas, porque no va a cambiar. Pero sí puedo decir que esta noticia, y las reacciones de los otros operadores, me han traído un palpable déjà vú: la historia de siempre mil veces revivida.

De forma que así seguimos: peleándose entre operadores, con titulares que pudieron haberse evitado si se hubiera optado por otra vía. ¿Habría dañado esa decisión el avance en infraestructuras? No lo sé, pero es posible. Sin embargo, aún vale la pena preguntarse, ¿acaso esta pelea por el control de Yoigo no evidencia que los demás no han hecho sus deberes y que ninguno ha invertido en infraestructura (por eso ahora todos quieren ganar de penalty)? Los grandes damnificados como siempre los usuarios: si se concentra el mercado porque se concentra y se reduce la oferta, y si no se concentra, porque los clientes de Movistar se quedarán sin 4G y los de Yoigo sin ADSL.

Y bueno, esto no son más que unas ideas algo desordenadas, estaría bien volver sobre este tema con más calma.

[A modo de descargo, soy cliente de Yoigo (no, no tengo acciones ni soy inversor :P). En su día no contraté fusión (una oferta sencillamente fenomenal) porque estoy contento mi operador móvil y no me apetecía migrar a Movistar.]

Google contra la neutralidad de la Red

Ahora que tiene su propia fibra y es otro ISP más, Google se opone tercamente a la neutralidad de la Red (Wired):

Ayer, en un giro radical acerca de un asunto clave para Internet, Google dijo a la FCC que las reglas para la neutralidad de la Red una vez defendidas por Google no dan a los ciudadanos el derecho de alojar sus servidores en casa usando su conexión a Internet de banda ancha, y que la red de Google Fiber tiene perfecto derecho a prohibir a sus clientes el uso de este tipo de dispositivos en su red.

Google quiere prohibir el uso de servidores porque planea ofrecer un servicio corporativo en el futuro. Un cliente potencial, Douglas McClendon, presentó una queja contra esta política de Google en 2012, que finalmente forzó a Google a explicar su razonamiento este 29 de julio.

En respuesta, Google defendió su amplia prohibición citando a los mismos ISP a los que se ha enfrentado durante años luchando por regulación que obliguen a tratar todos los datos de igual forma.

No surprise, pero piensen en ello la próxima vez que usen un servicio de Google. Google es conocido por llevar las cosas más allá de lo que nadie haya ido nunca: en esta ocasión, acabando con la disponibilidad de servidores domésticos distribuidos, conectados a la Red de igual a igual frente a los de Amazon o los de la propia Google.

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