Karl Greenfeld decidió durante una semana hacer él también todas las tareas que su hija (en edad de secundaria) traía para hacer en casa. Cuenta su experiencia en una columna The Atlantic. A mitad de semana sucede la siguiente anécdota:
«Cuando vuelvo a casa, [mi hija] Esmee me dice que ha sacado «suficiente» en matemáticas porque no hizo una columna aparte para el resultado. Sus respuestas correctas estaban ahí, al final de cada ecuación limpiamente anotada, pero no estaban segregados en una columna separada en el margen derecho de cada página. Me sorprendo de que el sin sentido de todo esto no le moleste. La escuela la está entrenando muy bien para lo inane de la vida adulta.»
Es una imagen tan vívida que si me permiten expresarlo así, puedo añadir que la están entrenando para ser el perfecto trabajador (mecánico) en esas oficinas de corporaciones de las que hablábamos el otro día al hilo de las «casas que enloquecen».
Anteriormente Greenfeld ha explicado cómo su hija hace diaramente entre 3 y 5 horas de deberes en casa. Acerca del método potenciado en el instituto comenta:
Las cosas creativas, como dibujar o escirbir una historia breve o preparar un pequeño diálogo para ser representado, son todas extra, para ser completadas adicionalmente a las horas [de deberes para casa] de humanidades, matemáticas, ciencia, y español.
No es que uno piense que todo el mundo puede o quiere recibir una educación personalizada à la Waldorf. Por más que me gustaría que fuera diferente, ya saben que soy de los que piensan que lamentablemente ese enfoque más consciente, curioso, o hacker o como lo quieran llamar, es y va a ser siempre minoritario.
Coincido además con quienes afirman que no es factible hacer de estos métodos algo masivo, porque requieren una inquietud y una madurez que cada niño ha de desarrollar por su cuenta. Añado además que esa dotación extra de profesorado para brindar atención personalizada a los alumnos tiene un coste (si bien es algo en lo que probablemente merece la pena gastar dinero).
Pero como comentaban algunos buenos comentarios a aquel post sobre la siempre minoritaria vía hacker, lo mínimo que le podemos pedir al sistema educativo es que si alguien tiene el potencial de desarrollar esa inquietud, el sistema no aniquile su curiosidad.
Sobre cómo plantear una reforma del sistema educativo, sugiere algo que a decir verdad es cierto también por estas latitudes: los horarios escolares y la duración del curso escolar se ha mantenido inalterado desde los años 70. No sé si alargar el curso escolar es una solución (aunque presumo que con los dos padres trabajando, el largo verano de vacaciones es más una disfunción que otra cosa), pero sí que sé ésa es una petición que no he oído ni una sóla vez a los muchos profesores que claman por la calidad de un sistema educativo por cuyos resultados dicen estar altamente preocupados. ¿Será que sólo ven los defectos que les interesa ver?