Es más importante saber instalar una aplicación web que aprender a programar

Luke Skywalker con Yoda

Hace años que tenemos claro que en el futuro (no se pierdan las cursivas, porque ya hace años que llegamos ahí) las personas se separarían en dos grandes grupos: las que saben cómo modificar el comportamiento de la máquina para que se adapte a sus necesidades y las que no. De forma algo más poética, es lo que Rushkoff recogió en su celebrado Program or Be Programmed, que en su día revisamos.

Recientemente hay un hype en torno a aprender a programar. La versión oficial es algo así como «aprende a programar y cómete el mundo». La implícita parece ser que si no sabes programar eres un pringao.

No es que esté mal aprender a programar, en general es preferible tener unas nociones básicas de programación (como las que se pueden obtener en Codecademy) a no tenerlas, pero creo que la clave no es tanto saber programar como ser autónomo con una computadora: ser capaz de tomar una pieza de software e instalarla, configurarla y adaptarla a tu necesidad y la de tu proyecto, sea éste un proyecto comunitario o empresarial.

Programar no es un fin en sí mismo (aunque, repito, la lógica mental que se desarrolla al hacerlo siempre te va a servir). Es un medio para un fin, y el fin es ser autónomo.

En este sentido, es mucho más importante aprender a configurar un aplicación web (un blog, un lector de feeds, una wiki, cualquier cosa te sea útil a ti o a tu entorno) que te permita acceder de forma autónoma a herramientas y funciones que de otra forma no puedes aprovechar que saber programar esa misma herramienta.

Te abre más oportunidades saber cómo instalar un WordPress, un OwnCloud o un Etherpad que saber programar en Ruby on Rails, PHP o NodeJS, aunque el paso natural tras aprender a instalar un WordPress sea aprender (al menos, un poquito) de PHP (y un poco lo mismo con las demás herramientas). Al fin y al cabo, antes o después querrás personalizar algo y te tocará aprender a tocar al bicho.

Por eso me sorprende que todos los que repiten la cantinela de «aprender a programar te hará libre» no hagan hincapié en la verdadera piedra angular de la autonomía: ser capaz de poner en marcha sin sufrir en el intento tu propio servidor básico y configurar cualquier herramienta que te haga falta.

RSS vs JSON (según Google)

RSS vs JSON (según Google)

Aquí una captura de pantalla de lo que nos muestra Google Trends cuando comparamos los términos de búsqueda RSS y JSON:

RSS vs JSON (según Google)

A tener en cuenta:

  • El término RSS tuvo su pico en algún momento entre finales de 2005 y comienzos 2006.
  • JSON justo comenzaba a ser visible en aquel momento, y aunque ha crecido mucho más lentamente, a mediados de 2013 más gente buscaba información sobre JSON que sobre RSS.
  • RSS fue mucho más conocido por el público masivo (no tan masivo, claro): durante un breve periodo de tiempo salió del nicho de los usuario realmente técnico para alcanzar al usuario techie.
  • JSON jamás ha cruzado esa frontera; ni la va a cruzar (por su propia naturaleza).
  • El RSS como marca con la que popularizar la distribución de noticias entre usuarios no técnicos está muerta y enterrada. (Vale, esto ya lo sabíamos, pero por si necesitábamos más pruebas).
  • Pero como tecnología, el RSS y su concepto (el de feed de actualizaciones) impregna todas las aplicaciones actuales: desde Facebook a Twitter, a cualquier nueva app que promete ayudarte a descubrir contenido; por más que utilicen especificaciones propietarias parecidas al RSS, o que interpreten datos devueltos por un web service en formato JSON
  • El problema, claro, es que la herramienta no es buena ni mala, lo bueno o lo malo es lo que hagas con ella. El trabajo de apertura y distribución de información que se realizó con RSS la década pasada está bastante lejos de los jardines vallados que, reutilizando el concepto, pretenden construir todas y cada una de las nuevas «apps/startups» de moda.

Seguro que se puede pensar más sobre esto. Pero voy a la carrera y no tengo demasiado tiempo ahora, sólo dejo esto aquí porque no quería olvidarlo ni dejarlo en borrador eternamente.

Una crítica constructiva sobre tecnología, por Jaron Lanier

Jaron Lanier

Este post pretendía ser una opinión sobre You are not a Gadget de Jaron Lanier, pero hace tanto tiempo que lo leí y que las notas para el mismo cogían polvo que no estoy seguro de que el resultado sea exactamente eso. En cualquier caso, vamos a intentarlo.

Lanier no es Morozov

Si hay algo que me gustó del libro de Jaron Lanier es que formula una crítica constructiva y valiosa al modo en que actualmente están enfocadas las tecnologías con las que interactuamos de forma cotidiana, y que median nuestra vida al mismo ritmo que expanden nuestras posibilidades cognitivas y comunicativas. De alguna forma Lanier consigue transmitir su opinión sin caer en el cinismo de un Morozov que pone a su servicio el mismo star system de Sillicon Valley al que critica y con el que supuestamente está quemando puentes a marchas forzadas, mientras tuitea incesantemente cómo Twitter nos impide ser productivos (pero él no para de producir artículos, algo raro pasa en su argumento).

Como digo, Lanier es mucho más honesto y eso es de agradecer porque como razonamos en la madurez de la tecnoutopía, es urgente replantear las expectativas que tenemos sobre la tecnología y es urgente analizar qué estamos haciendo bien y qué podemos (debemos) mejorar. Al grano.

Esi sí, entre mis notas tenía anotado que Lanier es un derrotista.

Simplificando la realidad digitalmente

La idea central de Lanier es que debido a los límites de la información que podemos computar y almacenar estamos introduciendo sesgos en la percepción que tenemos de la realidad cuando la percibimos a través de información procesada digitalmente.

De alguna forma, percibimos la realidad no como es verdaderamente, sino de la mejor forma que la sabemos programar, que no es la realidad, y que para Lanier ni siquiera está aprovechando al límite lo que podríamos programar si nos esforzáramos por desarrollar nuevas técnicas más refinadas para procesar y almacenar información.

Lanier, músico él mismo, ejemplifica esta situación con MIDI como paradigma. MIDI fue pensado por un «hacker» de la música y las computadoras, que liberó la especificación como estándar, actualmente eregido estándar global de facto en sonido digital. Lanier critica que MIDI es en realidad una adaptación bastante rudimentaria al entorno digital de lo que es la música, que es incapaz de registrar digitalmente todo lo que la música es.

Precisamente por ser liberado como estándar, MIDI ahora es omnipresente. Todos los sistemas de música y sonido digitales están basados sobre MIDI y cambiar eso ahora es una medida muy complicada con unos costes tremendos debido a la dependencia del recorrido: millones de dispositivos tienen embebido software que decodifica MIDI, MIDI tiene efecto red y aunque podamos llegar a tener mejores sistemas que sean capaces de mimetizar mucho mejor la música como la hemos vivido durante varios miles de años, seguramente estos sistemas no prosperarán frente a un competidor omnipresente ya instalado globalmente en cantidad de pequeños dispositivos que aún sobrevivirán muchos años.

No sólo en MIDI, el problema está en todas partes

Ahora dejemos de pensar en música y pensemos en términos generales. La mayoría de aplicaciones que usamos, por diseño técnico almacenan información simplificada sobre la realidad. Esto es así porque el programador/dueño de la herramienta está interesado en ello. Los beneficios son múltiples, y casi todos para el controlador de la herramienta de software (¿acaso lo dudaban?):

  • Es más fácil que los usuarios respondan preguntas cerradas que se responden con un «sí / no». Y es mejor tener una información aproximada (pérdida de matices entre el sí y el no) que nada en absoluto.
  • Adicionalmente, es más fácil agregar datos de usuarios en torno a una pregunta cerrada («el 60% de las personas «sí», el 40% «no»») que realizar un análisis computacional y semántico del texto libre de una respuesta abierta. Si uno quiere amasar dinero rápido se deja de idealismos y se queda con esa información aproximada, metes anuncios donde puedas y a correr.

El peligro de lo anterior según Lanier es que existe el posibilidad de que esta simplificación de la realidad sedimente sobre la realidad misma y termine por suplantarla. Según él, la riqueza de la música analógica se perderá sin remedio porque el lock-in que posee actualmente MIDI sobre cualquier otra tecnología es abrumador. Él ve que existe el mismo riesgo en otros ámbitos, quizá el más icónico (y más improbable, al menos en mi opinión, que sigo teniendo un poquito de esperanza en la sociedad occidental, je je) es el de las relaciones en Facebook.

Facebook te da un número limitado de opciones para describir si estás o no en una relación. «Sí / No / Buscando», y supongo que alguna más (no estoy muy al día en Facebook, me discuparán). Lanier sugiere que eso es una alienación, que en el mundo real hay muchos más matices («Yo no diría que sí… todavía / De rollo / Nos estamos conociendo / No me gusta la palabra novio / No lo llames amor cuando quieres decir sexo», y muchas más opciones, infinitas en realidad).

En esta simplificación se esconde el tú-gadget

El argumento final del libro es que los sistemas que se empeñan en que los usemos realizando aportes reduccionistas de información sobre nosotros en lugar de aprovechar nuestra capacidad expresiva y cognitiva al máximo nos están tratando como si fuéramos máquinas más o menos tontas, que sólo saben hacer y decir exactamente lo que se les ha dicho que hagan y digan de entre una serie de opciones prediseñadas.

Una crítica justa, y no pesimista, sobre tecnología

Pese a todo, la crítica de Lanier cae bien. No pretende hacer sangre, no le gusta lo que ve pero creo que su verdadero afán es impulsar otra forma de pensar la tecnología. Dedica todo el tramo final del libro a hablar de cómo tecnologías como la realidad virtual deberían enfocarse teniendo en cuenta este problema, para hacerlas verdaderamente revolucionarias sin empobrecer lo que ya tenemos. En cierto sentido, algo que hemos comentado en los foros alguna vez: el mundo de las interfaces sólo acaba de despegar.

Del mismo modo, el mundo de la tecnología digital sólo acaba de abrirse pero ya corre el peligro de acomodarse. Las grandes fortunas han encontrado la forma de hacer valer su acceso al capital como ventaja competitiva en entornos digitales, ésa es la gran idea en torno a la recentralización y los servicios «en la nube».

De facto vivimos no tanto en ese añorado informacionalismo donde lo importante era tener acceso a la información y al conocimiento, como en un capitalismo digital, donde lo importante vuelve a ser el acceso al dinero para emprender. Y como consecuencia, la nueva élite digital es instintivamente conservadora.

El libro es breve, y su lectura muy recomendable, si bien hay que ponerlo en perspectiva. Tengo pendiente leer su último libro, por cierto. Si han leído You are not a Gadget y este post no tiene mucho que ver con él, la culpa es mía por escribirlo casi un año después. Pueden objetar en comentarios.

Tiendas de aplicaciones, ¿dando vueltas en círculos?

Dicen quienes estaban ahí hace 30 años que el Mac lo tenía todo, y sin embargo la web (junto al e-mail, sin duda la verdadera killer app de Internet) tuvo que ser inventada fuera de él.

Es lo que se recoge de una frase de Dave Winer en un artículo acerca del trigésimo aniversario del Mac:

La web debió haber sido inventada en el Mac. Teníamos el mejor software, los mejores desarrolladors, la mejor plataforma, sin límites de 640k (no os riáis, el software en Windows estaba limitado en su crecimiento). Lo teníamos todo, pero la cultura de Apple no nos permitiría usarla.

Y también de la respuesta que con otras palabras da Paul Montgomery a la misma:

el Mac era una catedral cerrada, su diseño fue precisamente lo que hizo que la web sucediera fuera, en el bazar.

La gran cuestión que nos queda ahora es saber si con las tiendas de aplicaciones actuales, todas inspiradas en la misma cultura constrictora de Apple, no se repetirá la historia. Con el hype en torno a la salud, miles de aplicaciones dicen ayudar a medir los niveles de diabetes, pero la realidad es que no sirven para nada. Son un ecosistema de aplicaciones inútiles. Y esto seguro está pasando en multitud de ámbitos.

¿Sucederá la próxima gran revolución fuera de las app stores? Si tienen razón quienes dicen que la próxima gran revolución son los cacharros de casa conectados (de los que hablábamos el otro día), quizá esté siendo ya así.

Ghost, innovación con límites

Ghost

La niña bonita de la modernez del software libre. Ghost promete retomar el encanto del blog: escribir por escribir, sin artefactos, sin sofisticación ni tipos de contenido que complican la existencia. En general, sin toda esa batería de funciones que tiene ahora mismo cualquier editor web, por supuesto también los gestores web libres más habituales como Drupal o WordPress.

Ghost es software libre, y lo puedes instalar en tu servidor. Tiene licencia permisiva, MIT para más inri, frente a la tradicional licencia GPL usada por otros gestores más conocidos. (Hemos dedicado un par de posts a la instalación y configuración final de Ghost.)

Ghost no tiene la alta cuna emprendedora de Medium, pero casi. Lo cierto es que han hinchado el globo del hype sobre todo a través de su petición en Kickstarter. Está hecho con NodeJS y tiene como gran novedad un editor a dos pantallas muy parecido al que ya tiene el software con el que están hechos los foros de este blog, y el uso de Markdown para la escritura, algo que lo que Drupal 6 (publicado en 2008) ya permitía hacer.

El valor por tanto no hay que buscarlo en la propuesta técnica, sino en la propuesta misma: el valor de Ghost es el toque de atención mismo, esa llamada a la sencillez. Lo cierto es que Ghost no tiene nada en sí mismo que no tenga, sin ir más lejos, WordPress. Pero es una espiral que se repite cada cierto tiempo, como debatíamos precisamente en el foro hace ya un tiempo.

En un plano fundamental soy escéptico respecto de la capacidad de Ghost de desarrollar una comunidad a su alrededor. La licencia permisiva que posee no es la mejor para desarrollar software libre con garantías de que el código va a seguir siendo libre, y esto es fundamental para construir comunidad de desarrolladores y usuarios. Todo es posible, pero de entrada la licencia MIT escogida para el proyecto supone un handicap.

Adicionalmente, Ghost tiene ahora mismo limitaciones importantes que no se pueden resolver sin hacerle un guiño a la paradoja. Ghost no permite comentarios, así que los comentarios hay que añadirlos dependiendo de un servicio externo, típicamente un SaaS privativo como Disqus. Eso es inadmisible si el valor del sistema es que es libre y te da autonomía. «Bueno, pero más adelante podrán añadir comentarios» dirán los abogados del diablo. Cierto, y así comenzará la reinvención de la rueda de un CMS libre que sea igual que los que ya existen desde hace 10 años. Con una interfaz de gestión igual de compleja que la de éstos, cuando la propuesta de Ghost (como dije antes, lo único verdaderamente valioso del proyecto) es precisamente la de una sencilla interfaz de administración.

Mientras tanto ya hay quien intenta trasladar lo novedoso (el dashboard de edición) a WordPress via plugin. Personalmente, me agrada la idea y veo más realista terminar usando Gust dentro de mi blog que migrando por completo a Ghost.

En cualquier caso, no perdamos de vista una cosa: escribir texto puro y duro, dejando el protagonismo a las ideas y no a lo visual ya es posible. Siempre fue posible. Qué digo, es y sigue siendo la opción por defecto de todos los CMS más utilizados.

La diversidad es buena, Ghost tiene buena pinta y yo me alegro de su existencia. Pero ni su propuesta es tan innovadora como la pintan, ni va a resultar en una revolución como sí fue el caso de WordPress o Drupal hace unos años. Por cierto, que el tema por defecto de Ghost es muy bonito, muy à la Medium, pero al igual que éste, tampoco es en absoluto revolucionario desde la óptica de lo que ofrece una web.

Pocket amenaza legalmente al proyecto Poche

Poche

Poche

Poche es una de mis aplicaciones libres preferidas de los últimos tiempos, un clon libre de todas estas aplicaciones/servicio tipo Read it Later (actualmente conocido como Pocket), y a la que ya he dedicado algún post en este blog.

Pues bien, leemos en el blog de Poche que hace dos días el desarrollador que impulsa el proyecto recibió un Cease & Desist por parte de Pocket a raiz de «violación de marca» al usar este proyecto libre la marca In the poche.

Me parece un movimiento harto agresivo por parte de Pocket, contra un proyecto libre apenas conocido, y que (quizá me equivoque) denota una voluntad de litigiar muy poco habitual en empresas pequeñas. Tendemos a pensar que las batallas de propiedad intelectual y de patentes son cosa de Apple contra Samsung contra Google contra Microsoft, pero esto demuestra que nadie jamás puede sentirse seguro en este contexto. La amenaza de demanda te puede llegar en cualquier momento, por inocente que sea tu proyecto.

Por buscar una explicación, se me ocurre que alguien en Pocket debe sentir que su propuesta de valor añadido es tan pequeña que este proyecto libre es una alternativa más que suficiente, y por tanto están dispuestos a impedir (aunque sea en los juzgados) todo desarrollo competitivo.

Por supuesto, recomiendo leer la carta abierta del desarrollador de Poche. Y por supuesto deseo que esto termine en un Streisand de los que te explotan en la cara; pero mucho me temo que esto es (casi) soñar despierto.

Actualizado (unos minutos después de la publicación): hay respuesta de Pocket a la carta abierta. Increíble pero van a forzar a un proyecto a cambiar el nombre porque en francés el nombre del proyecto significa lo mismo que el suyo en inglés. ¿Se imaginan a Calacanis demandando a Julio Alonso y Antonio Ortiz hace unos años y obligándoles a cambiar el nombre de su empresa? ¿A Apple demandando a Apfel GmbH? Es ridículo.

Actualización (2014-01-29): El proyecto cambia de nombre a Wallabag.

Medium y la aristocracia emprendedora

Medium

Medium

Para dejar las cosas claras: Medium no es nada innovador. Es un refrito de toda la lógica recentralizadora y reintermediadora, que lleva un paso más allá los tics que ya hemos criticado en otras compañías de Internet tantas veces. Adicionalmente, no es software libre.

Medium no tiene nada que no tenga un blog normal, salvo el factor cool, claro. Porque Medium es el último hijo de la aristocracia entrepreneur, con Ev Williams (Blogger, Twitter) a la cabeza. En lugar de innovar de verdad han apostado por lanzar una especie de HuffingtonPost cool generando un poquito de hype limitando inicialmente quién podía publicar en su sitio a personas más o menos conocidas. Salvo ese elitismo inicial, no hay nada que lo diferencie de otras muchas propuestas que hemos analizado en el pasado, citándome a mí mismo:

No creo que el Huff sea peor que Blogger. O que Blogger sea peor que WordPress.com. O éste peor que Tumblr. Todos te abren una ventana a un público y todos te exigen un precio: el precio de producir contenidos en su jardín

Medium no es mejor, ni peor. Es más de lo mismo. La narrativa web no va a dar un giro revolucionario. Ni no revolucionario. Si de Medium depende, se quedará exactamente igual que antes.

Por supuesto, este tipo de servicios son cautivadores para los medios. A los periodistas les encantan porque representan una nueva piel para la vocación de medio e intermediario que poseen la mayoría de ellos. Adicionalmente, el pedigree de su fundador les asegura que ahí hay y habrá inversión, posiblemente millonaria. Y el relato del dinero es algo ante lo que los informadores profesionales sucumben con gran facilidad.

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