Este post pretendía ser una opinión sobre You are not a Gadget de Jaron Lanier, pero hace tanto tiempo que lo leí y que las notas para el mismo cogían polvo que no estoy seguro de que el resultado sea exactamente eso. En cualquier caso, vamos a intentarlo.
Lanier no es Morozov
Si hay algo que me gustó del libro de Jaron Lanier es que formula una crítica constructiva y valiosa al modo en que actualmente están enfocadas las tecnologías con las que interactuamos de forma cotidiana, y que median nuestra vida al mismo ritmo que expanden nuestras posibilidades cognitivas y comunicativas. De alguna forma Lanier consigue transmitir su opinión sin caer en el cinismo de un Morozov que pone a su servicio el mismo star system de Sillicon Valley al que critica y con el que supuestamente está quemando puentes a marchas forzadas, mientras tuitea incesantemente cómo Twitter nos impide ser productivos (pero él no para de producir artículos, algo raro pasa en su argumento).
Como digo, Lanier es mucho más honesto y eso es de agradecer porque como razonamos en la madurez de la tecnoutopía, es urgente replantear las expectativas que tenemos sobre la tecnología y es urgente analizar qué estamos haciendo bien y qué podemos (debemos) mejorar. Al grano.
Esi sí, entre mis notas tenía anotado que Lanier es un derrotista.
Simplificando la realidad digitalmente
La idea central de Lanier es que debido a los límites de la información que podemos computar y almacenar estamos introduciendo sesgos en la percepción que tenemos de la realidad cuando la percibimos a través de información procesada digitalmente.
De alguna forma, percibimos la realidad no como es verdaderamente, sino de la mejor forma que la sabemos programar, que no es la realidad, y que para Lanier ni siquiera está aprovechando al límite lo que podríamos programar si nos esforzáramos por desarrollar nuevas técnicas más refinadas para procesar y almacenar información.
Lanier, músico él mismo, ejemplifica esta situación con MIDI como paradigma. MIDI fue pensado por un «hacker» de la música y las computadoras, que liberó la especificación como estándar, actualmente eregido estándar global de facto en sonido digital. Lanier critica que MIDI es en realidad una adaptación bastante rudimentaria al entorno digital de lo que es la música, que es incapaz de registrar digitalmente todo lo que la música es.
Precisamente por ser liberado como estándar, MIDI ahora es omnipresente. Todos los sistemas de música y sonido digitales están basados sobre MIDI y cambiar eso ahora es una medida muy complicada con unos costes tremendos debido a la dependencia del recorrido: millones de dispositivos tienen embebido software que decodifica MIDI, MIDI tiene efecto red y aunque podamos llegar a tener mejores sistemas que sean capaces de mimetizar mucho mejor la música como la hemos vivido durante varios miles de años, seguramente estos sistemas no prosperarán frente a un competidor omnipresente ya instalado globalmente en cantidad de pequeños dispositivos que aún sobrevivirán muchos años.
No sólo en MIDI, el problema está en todas partes
Ahora dejemos de pensar en música y pensemos en términos generales. La mayoría de aplicaciones que usamos, por diseño técnico almacenan información simplificada sobre la realidad. Esto es así porque el programador/dueño de la herramienta está interesado en ello. Los beneficios son múltiples, y casi todos para el controlador de la herramienta de software (¿acaso lo dudaban?):
- Es más fácil que los usuarios respondan preguntas cerradas que se responden con un «sí / no». Y es mejor tener una información aproximada (pérdida de matices entre el sí y el no) que nada en absoluto.
- Adicionalmente, es más fácil agregar datos de usuarios en torno a una pregunta cerrada («el 60% de las personas «sí», el 40% «no»») que realizar un análisis computacional y semántico del texto libre de una respuesta abierta. Si uno quiere amasar dinero rápido se deja de idealismos y se queda con esa información aproximada, metes anuncios donde puedas y a correr.
El peligro de lo anterior según Lanier es que existe el posibilidad de que esta simplificación de la realidad sedimente sobre la realidad misma y termine por suplantarla. Según él, la riqueza de la música analógica se perderá sin remedio porque el lock-in que posee actualmente MIDI sobre cualquier otra tecnología es abrumador. Él ve que existe el mismo riesgo en otros ámbitos, quizá el más icónico (y más improbable, al menos en mi opinión, que sigo teniendo un poquito de esperanza en la sociedad occidental, je je) es el de las relaciones en Facebook.
Facebook te da un número limitado de opciones para describir si estás o no en una relación. «Sí / No / Buscando», y supongo que alguna más (no estoy muy al día en Facebook, me discuparán). Lanier sugiere que eso es una alienación, que en el mundo real hay muchos más matices («Yo no diría que sí… todavía / De rollo / Nos estamos conociendo / No me gusta la palabra novio / No lo llames amor cuando quieres decir sexo», y muchas más opciones, infinitas en realidad).
En esta simplificación se esconde el tú-gadget
El argumento final del libro es que los sistemas que se empeñan en que los usemos realizando aportes reduccionistas de información sobre nosotros en lugar de aprovechar nuestra capacidad expresiva y cognitiva al máximo nos están tratando como si fuéramos máquinas más o menos tontas, que sólo saben hacer y decir exactamente lo que se les ha dicho que hagan y digan de entre una serie de opciones prediseñadas.
Una crítica justa, y no pesimista, sobre tecnología
Pese a todo, la crítica de Lanier cae bien. No pretende hacer sangre, no le gusta lo que ve pero creo que su verdadero afán es impulsar otra forma de pensar la tecnología. Dedica todo el tramo final del libro a hablar de cómo tecnologías como la realidad virtual deberían enfocarse teniendo en cuenta este problema, para hacerlas verdaderamente revolucionarias sin empobrecer lo que ya tenemos. En cierto sentido, algo que hemos comentado en los foros alguna vez: el mundo de las interfaces sólo acaba de despegar.
Del mismo modo, el mundo de la tecnología digital sólo acaba de abrirse pero ya corre el peligro de acomodarse. Las grandes fortunas han encontrado la forma de hacer valer su acceso al capital como ventaja competitiva en entornos digitales, ésa es la gran idea en torno a la recentralización y los servicios «en la nube».
De facto vivimos no tanto en ese añorado informacionalismo donde lo importante era tener acceso a la información y al conocimiento, como en un capitalismo digital, donde lo importante vuelve a ser el acceso al dinero para emprender. Y como consecuencia, la nueva élite digital es instintivamente conservadora.
El libro es breve, y su lectura muy recomendable, si bien hay que ponerlo en perspectiva. Tengo pendiente leer su último libro, por cierto. Si han leído You are not a Gadget y este post no tiene mucho que ver con él, la culpa es mía por escribirlo casi un año después. Pueden objetar en comentarios.