Una lección de usabilidad en los menús de Amazon (y una moraleja)

Pulir la interacción de los usuarios con nuestro sitio web para que la misma sea lo más fluida posible es una de las tareas más costosas de realizar. No porque la cuestión requiera su maña, sino porque es fácil pensar que «la interfaz de usuario funciona» y que «el proyecto está listo». Cualquier proyecto (desde el weblog más modesto al e-commerce más complejo) requiere tantas horas de trabajo de todos los implicados que existe mucha inercia y un cierto sesgo a no ver los pequeños fallos de la interfaz. El reto, por supuesto, es escuchar a los usuarios y lo que tengan que decir sobre cómo se comporta la aplicación. Ese proceso no siempre se da con la suficiente agilidad, pero no es de eso de lo que quería hablar en este post.

Hoy quería comentar la usabilidad en los submenús desplegables de Amazon. Amazon, claro está, tiene unos medios de los que no dispone cualquiera. No todo el mundo dispone de cientos de miles de euros para estudiar y escoger la paleta ideal de colores para un sitio de e-commerce, como dice la leyenda que se gastó la compañía de Bezos en la década de 1990. Pero hay algo que sí es replicable y que es lo que estaría detrás de ese esmerado estudio de paletas de colores: la «obsesión» con diseñar su web de forma que el usuario interactúe con ella de la forma menos problemática y más agradable posible. El ejemplo más reciente de este razonamiento por parte de Amazon lo explica Ben Kamens (jefe de desarrolladores en Khan Academy) en su blog personal:

At every position of the cursor you can picture a triangle between the current mouse position and the upper and lower right corners of the dropdown menu. If the next mouse position is within that triangle, the user is probably moving their cursor into the currently displayed submenu. Amazon uses this for a nice effect. As long as the cursor stays within that blue triangle the current submenu will stay open.

Una innovación tan sutil, pero tan recurrente si lo piensas detenidamente: ¿cuántos menús y submenús no te vuelven loco apareciendo y desapareciendo ante movimientos suaves del ratón?

Por supuesto, no siempre tenemos los recursos (personas, dinero) para solucionar cada pequeño detalle, pero de entrada ya sería un gran avance que fuéramos conscientes de que cada proyecto lleva dentro de sí una serie de unknown unknowns, cosas que podemos mejorar y que ni siquiera sabemos que podemos mejorar, y valorar realizar algún esfuerzo en esa dirección. El único proyecto que no necesita mejorar es el que ya está muerto y prestar atención a las pequeños detalles y mejoras permite marcar la diferencia.

Y, por supuesto, el mismo Kamens ha desarrollado un plugin de jQuery que permite un comportamiento similar a cualquier menú, para incorporarlo precisamente a Khan Academy. Y es que si no tienes los medios para realizar costosos estudios de usabilidad, no hay por qué avergonzarse de copiar las técnicas de quienes sí los tienen. Es casi como viajar a hombros de gigantes.

Oculus Rift, ¿hay hueco para repensar la financiación colectiva como inversión?

Oculus Rift

En un contexto algo más sensato, el caso de Oculus Rift estaría siendo analizado no como la enésima historia de «startup hace rico a sus fundadores» (sin llegar al límite, esas noticias son casi casi el hombre muerde a perro de la tecnología) sino como un caso paradigmático de por qué la financiación colectiva debe poder ser inversión colectiva. Lanzado como un proyecto en Kickstarter, un año y medio después Facebook ha pagado por el proyecto unos 2.000 millones de dólares (términos del acuerdo en la newsroom de Facebook).

Importante no perder de vista el matiz de lo mencionado arriba: poder ser. No digo tener que ser, ni todo lo contrario. Se debe poder elegir si realizamos un aporte «a fondo perdido» o si por el contrario realizamos una microinversión.

Cuando en agosto del año pasado escribí sobre la urgente necesidad de terminar con el vacío legal en torno al crowd funding decía lo siguiente:

Si uno apoya la grabación del nuevo disco de un artista al que sigue, o entre un puñado de fans construyen piezas temáticas para un conocido juego de mesa a precio ventajoso, cabe argumentar que una vez entregado el producto puede estar la misión cumplida y todas las partes satisfechas. Pero cuando hablamos de proyectos de hardware (y potencialmente, hardware libre), ¿es la única posibilidad pensar en términos precompra cuando uno está poniendo su dinero en un proyecto con una alta probabilidad de fracaso y, si el mismo tiene éxito, el mismo puede hacer ricos a sus responsables?

Bingo. Oculus Rift es un ejemplo de manual del problema expuesto en ese post, que por otra parte expone un problema enorme que actualmente presenta la ley para este tipo de proyectos: y es que no es posible contar los aportes colectivos para financiar un proyecto como microinversión.

El argumento es de protección al inversor y al pequeño inversor: ya saben, esos proyectos no son «públicos» (en el sentido de que no cotizan en bolsa), su funcionamiento es complicado y por tanto suponen un producto de inversión complejo. Y ya sabemos que la ley prevé poner trabas a la comercialización de productos financieros complejos que el cliente podría no estar comprendiendo. Bueno, a menos que se trate de «preferentes», o de cualquier cosa que exija un mínimo de comprensión lectora, por extensión. De modo que es un argumento bastante hipócrita cuya mayor consecuencia es acotar el rol de inversor sólo a quien pueda disponer de grandes sumas de dinero (típicamente, bancos), y privando de una forma legítima de ganarse la vida a mucha gente de a pie.

Así que termino el post como lo empezaba: ¿existe hueco para repensar la financiación colectiva como inversión? Oculus Rift nos brinda la ocasión para ello, y sin embargo es un debate que una vez más no está teniendo lugar. Eso sí, los mismos que ahora declinan mantener este debate se ganarán la vida hablando de emprendedurismo, y haciendo mentoring, y coaching, y vendiendo humo (Selling smoke, que pondrán en sus Prezis, que en inglés todo suena mejor).

Sobre el mito de hacerte rico con una aplicación para móvil

Dilbert sobre ganar dinero con una App

Si nuestro contacto con el mundo de las aplicaciones para móviles es pequeño y está marcado por el buzz mediático que se da a historias de éxito como WhatsApp, Instagram, o Angry Birds, podemos llegar a pensar que esa escena es Jauja: uno hace una aplicación, la sube a la Store de turno y para cuando queremos darnos cuenta estamos nadando en billetes. Parte de la responsabilidad es de los medios de comunicación, a los que les encanta retratar esas historias glamurosas mientras se dejan sin contar lo verdaderamente interesante y revolucionario en torno a la tecnología.

Por supuesto, el mercado de las aplicaciones móviles no es exactamente tal y como nos lo narran desde la burbuja mediática.

La realidad del mundo del software para móviles se parece mucho al del software para PC en los 80: mucha compañía pequeña vendiendo software para sobrevivir (no para hacerse rico) y un mercado en evolución rápida hacia la consolidación en un grupo reducido de actores gigantes.

Sólo que esa evolución en el móvil, como todo en el móvil, ha sido mucho más rápida. Ahora mismo ya existe un mercado consolidado con grandes actores, en una dinámica que favorece la concentración (¿recentralización?) con un mecanismo tipo «los ricos se hacen aún más ricos» en el que la innovación deja de ser una necesidad (porque un mercado de esas características pone trabas a los recién llegados y reduce la necesidad de hacer cosas nuevas) y el estancamiento comienza a ser palpable.

Por eso me hace tanta gracia esta viñeta de Dilbert de hace ya 3 años, dando en el clavo una vez más:

Dilbert sobre ganar dinero con una App

Por cierto, que cuando ya tenía este post casi listo he descubierto gracias al blog de Antonio un ensayo breve que seguramente vale la pena leer: No Exit, sobre la visión mítica de montar una startup en Sillicon Valley y, bueno, lo mencionado arriba. No tengo Kindle, así que espero que se pueda encontrar en otro sitio que no sea Amazon.

Postureo político

Leemos en Somos Malasaña:

La concejal socialista Marisa Ybarra ha abierto una petición en Change para

Y no sabemos si es un ejercicio cínico de postureo político o quizá una demostración de mediocridad profesional. O una combinación lineal de las anteriores. Porque siendo concejal, hemos de asumir que conoce las rutas por las que los ciudadanos esperan que proponga cosas.

Lista de servicios web afectados por Heartbleed

Heartbleed

Heartbleed

En Mashable publican una excelente tabla resumiendo (con el conocimiento actual) qué servicios se han visto afectados por Heartbleed, la grave vulnerabilidad detectada hace un par de días en OpenSSL, calificada de catastrófica por Schneier, que algo sabe de esto.

La respuesta corta: se recomienda cambiar urgentemente las contraseñas de Google, Facebook, Twitter, Yahoo, algunos servicios de Amazon (AWS), Dropbox, y una miríada de otros servicios.

En referencia a esta actualización de contraseñas, las preguntas que me hago son:

  • Aunque en ciertos ámbitos más techies no se ha hablado de otra cosa desde hace 2 días, ¿cuántos usuarios normales son conscientes de que se ha descubierto la vulnerabilidad que conocemos como Heartbleed?
  • ¿Cuántos son conscientes de que tendrían que estar cambiando ya sus contraseñas?
  • ¿Cuántos van a cambiarlas aún siendo conscientes de esto?

Piensen en pesimista si quieren acertar. Probablemente se quedarán cortos, en cualquier caso. Ya sabemos que en temas de seguridad las personas somos el eslabón más débil de la cadena. Este caso no va a ser diferente.

Computadoras que responden problemas que los humanos no comprendemos

El futuro ni siquiera va a ser de los ciborgs, va a ser de las máquinas:

¡Buenas noticias! ¡Una computadora ha resuelto el problema de la discrepancia de Erdős, que llevaba décadas sin resolver! El problema es que no tenemos ni idea de qué está hablando porque la solución, que es tan larga como todas las páginas de Wikipedia juntas, es demasiado voluminosa para que nosotros, insignificantes humanos, lo confirmemos.

Hace unos años el matemático Steven Strogatz predijo que no pasaría mucho tiempo antes de que las soluciones asistidas por computadoras a problemas matemáticos estuviesen más allá de la comprensión humana. Bien, estamos exactamente ahí.

Por la longitud de la respuesta parece que no es nada como 42. No obstante, y ante todo, mucha calma. La solución propuesta ante este nuevo universo de afirmaciones que los humanos no comprendemos no es apagar los ordenadores, sino precisamente lo contrario: encender más ordenadores.

La solución es la validación habitual empleada en cualquier método riguroso de análisis científico: usar sistemas aislados y diferentes, empleando métodos distintos (para evitar errores sistemáticos por usar un método determinado), para resolver el mismo problema. Si estos sistemas alcanzan una misma solución, la misma es probablemente cierta.

Con la única particularidad de que en esta ocasión, esas máquinas estarán viendo cosas que nosotros, humanos, no comprenderemos.

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