Puesta al día del blog

Versvs 2014, nuevo aspecto

Cuando hace aproximadamente un año este blog dejó de estar construido sobre Drupal para estar construido sobre WordPress mi objetivo era buscar la sencillez del blog, para al mismo tiempo jugar algo más con él.

Ese cambio de gestor no implicó cambio estético: hicimos port del tema para WordPress del tema que veníamos usando desde marzo de 2013 y punto. Ahora abordamos ese aspecto y renovamos el estilo del blog, apostando por una única columna, más fácil de leer tanto en pantallas grandes como pequeñas.

El nuevo tema, aunque agradece las imágenes, está excepcionalmente centrado en el texto, y sin ellas creo que se ve bien bonito. Ésa es la idea: poder hacer un post de breve sin mayor complicación y que, a pesar de eso, no se vea demasiado flaco ni feo. Últimamente no tengo tiempo para postear, y en la sequía del blog ha bajado un poco el ritmo de los foros también.

Y, repito, el objetivo era continuar experimentando con esto. A ver si retomamos el ritmo. Aquí una captura del nuevo aspecto, para la posteridad.

Versvs 2014, nuevo aspecto

Eufemismos electorales y críticas inexactas

Kneel to me, by Kiki SSH

¿Por qué lo llaman jornada de reflexión cuando lo que quieren decir es «no se junten en grupos y no monten disturbios, y mucho menos cerca de los colegios electorales, así que hoy está prohibido hablar de política»?

Muchas veces se critica esta jornada en clave tecnológica («con Internet ya no tiene sentido»). Esa manía contemporánea de pensar que antes, sin Internet, la gente no hablaba de sus cosas.

En realidad existe por otro motivo (prevención de violencia) que quizá ahora no es aparente y por eso pasa desapercibido. Podemos cuestionar la validez de la prohibición si la violencia política está bajo mínimos, pero la crítica en clave tecnológica no tiene en cuenta la imagen completa.

El dinosaurio y las tonterías de la propiedad intelectual

Dinosaurios

Ayer mientras escribía el post sobre la polémica Macias-Bonilla tuve la idea de parafrasear el famoso microcuento de El dinosaurio (ya saben, «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»), escrito por Augusto Monterroso en 1959.

La cosa es que al buscarlo llegué a la página española de Wikipedia (aún os debo ese post sobre el señor todopoderoso Google el Vago) sobre este cuento. El contenido de ese artículo (descontando la huella digital de Wikipedia) son 204 palabras a día de hoy. Más de doscientas palabras acerca de un cuento que sólo tiene 7 palabras, y no tienen el buen tino de «reproducir» el cuento. Oops. Toca continuar buscando.

Una nueva ofensiva nos lleva hasta la biografía de Monterroso en la web del Instituto Cervantes. El bueno de Monterroso tuvo un montón de reconocimientos y su biografía en esa web tiene más mil palabras (1104 a día de publicar este post), pese a lo cual tampoco en esa página tienen el buen tino de reproducir el microcuento.

Como la primera página de resultados de Google estaba plagada de resultados inútiles (de nuevo, Google el Vago), opté por enlazar a la versión en francés de Wikipedia, donde parece que no tuvieron tanto miedo a reproducir la frasecita buscada.

Parece que por algún motivo nadie se atreve a concatenar y reproducir esas sietes palabras que componen lo que Monterroso definió como cuento. Y me dio por pensar que por algún motivo detrás de todo esto está la mano siniestra de la propiedad intelectual que impide reproducir total o parcialmente una obra sin tener los derechos de explotación de la misma.

Es ridículo.

Cuando despertó, la competencia global todavía seguía ahí

Llego muchos días tarde a la polémica suscitada en torno a un post escrito por Juan Macías en su blog acerca de la conveniencia (o no) de contratar programadores en España, en lugar de buscarlos en otra ubicación donde personas tanto o más cualificadas hagan el trabajo más rápido (lo que redunda en más barato, aunque tan sólo sea por el ahorro de tiempo).

Juan Macías ha bloqueado temporalmente el acceso a su blog, pero el artículo aún está cacheado en Google, donde podemos leerlo. No lo comparto al 100%, pero creo que hay una idea de fondo muy interesante.

Hay una crítica de David Bonilla, que no comparto, y cuyas ideas más interesantes vienen cuando se aleja del tema y se va por el off topic a hablar de dónde han de estar las prioridades del gestor cuyo negocio es principalmente no tecnológico.

Un resumen rápido de las ideas expuestas por uno y otro:

  • Macías afirma que en ocasiones descubre a toro pasado que no necesitaba un programador.
  • Bonilla juega a la taumaturgia para rebatir a Macías: «por qué no contratamos CEOs extranjeros», seguramente porque Macías habla desde la perspectiva de la Pyme. La Pyme no contrata directivos: los socios son los directivos. La profesionalización de la gestión (entendida como la contratación de una persona para que realice en tu empresa las labores que en otro tiempo hubieras hecho tú en calidad de dueño, à la Henry Ford) es algo que nace de la escala de la macroempresa, aunque ahora sea un recurso muy usado en startups cuando los fundadores buscan un exit al mismo tiempo que los inversores de las primeras rondas de financiación, que por otra parte suelen exigir «supervisión adulta» a la par que entregan el cheque. Pero eso sólo aplica a la pequeña empresa que además es startup; la inmensa mayoría no lo es.
  • La otra pequeña falacia que le veo a su post es la de «conozco más programadores que directivos que han hecho carrera fuera». Por una parte, y por muchos contactos directivos que Bonilla atesore, tenemos el sesgo personal de Bonilla: es programador aunque ahora actúe de empresario. La equivalencia es sencilla: yo conozco más químicos que han hecho carrera en el extranjero que directivos. Por otra parte, es que hay más programadores que directivos en general. Conozco más programadores en el extranjero que futbolistas de primera división, conozco más programadores que astronautas españoles, and so on.
  • Bonilla dice que los programadores son en su mayoría críticos con su propia capacitación, y que no paran de aprender, que son currantes y miran hacia la formación continua. A favor, tengo que decir que mi contacto con los profesionales del código es en general sorprendente: gente que no para de aprender, de curiosear cosas nuevas. A menudo son un ejemplo (aunque muchas veces no hay alternativa: si dejas de hacer eso has de buscar otra profesión o buscar puestos de gestión, pero muchos quieren seguir programando).
  • La idea más relevante de este asunto, como decía al principio, no está ni en un sitio ni en otro, sino en el revuelo. Dice Macías que es capaz de encontrar en otros sitios y por el mismo coste un trabajo mejor hecho que el que le ofrece un freelance cualquiera. No lo niego, aunque en muchas ocasiones el coste de coordinación en remoto, de Skype a deshora o emails ambiguos de ida y vuelta quizá disipe el ahorro, seguro que en ocasiones sí compensa.

Algunas ideas mías en torno a la polémica, más que en torno a los posts mismos:

  • Macías pasa por alto algo que no obstante ha defendido en otras ocasiones: lo que muchas empresas necesitan y normalmente pasan por alto es un coordinador de proyectos que sea capaz de leer las necesidades técnicas del proyecto y tomar decisiones. Las empresas pequeñas no suelen tener este rol en plantilla, hay muchos profesionales que prestan estos servicios como externos. Mucho pirateo, sin duda, pero los hay también que te salvan el cuello una y otra vez a un coste decente. Esto por otra parte casa con la idea de Bonilla de que si tu negocio es principalmente no tecnológico, tu skill como gestor seguramente está mejor aprovechada si te concentras en optimizar el gasto en otras áreas.
  • Ya digo más arriba que es algo que mi experiencia confirma esas ganas de aprender y hacer cosas, y sin embargo la reacción dominante de quienes se definen como programadores ante el post de Macías es justo la contraria: proteccionista y belicosa. «Eso no es así, no sabe de lo que habla» parece corear la crítica. Y creo que al empecinarse en eso, se desaprovecha la ocasión de aprender de la experiencia narrada por Macías en su blog y de aprovechar el mensaje que traslada. Ahí tienen a una persona que requiere servicios de programación, pero que decide que hay otra persona tan cualificada como cualquier vecino para resolverlo, y que por su ubicación puede cobrar lo mismo que tú y hacer un trabajo en ocasiones mejor.
  • Esto es Internet, el valor de tener un equipo local aportando ideas es grande. El trabajo remoto, y mucho menos el offshoring, no están al alcance de todos, ni son beneficiosos en todo caso. De hecho, en multitud de ocasiones quizá no compensa. Pero para muchas empresas va a ser una opción, guste o no a quienes no han tomado bien el post que da origen a este revuelo. Esto es lo que hay. No entro a juzgar si unos u otros tienen razón, seguramente las dos opiniones tengan parte de razón. Prefiero quedarme con el mensaje: esta realidad existe, puedes cerrar los ojos, pero cuando los abras, la competencia global aún seguirá ahí, y muchos profesionales de otros lugares pueden hacer tu trabajo.
  • No vale de nada preguntarse quién se ha llevado el queso. La pregunta correcta es por qué se están llevando el queso. Eso es lo que permitirá a los afectados por este offshoring incipiente dar respuestas, soluciones y aportar más valor en su trabajo, lo suficiente como para que la próxima vez esa persona te contrate a ti. No me gusta matar a mensajeros, y los programadores son tan mensajeros como el autor del post que cuenta su experiencia.

Ni de izquierdas ni de derechas

Hoy casi un offtopic para hablar de ciertas visiones políticas de ayer y siempre que dicen no ser de izquierdas ni de derechas. Para empezar, las palabras de las que tomo el título del post.

«El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertirla se arrastren muchas cosas buenas.»

Jose Antonio Primo de Rivera, fundador de la (fascista) Falange Española.

Últimamente he leído y oído declaraciones y defensas de partidos políticos (aunque se definan como todo menos como eso, al menos por ahora) que dicen no ser «ni de izquierdas ni de derechas» rizando un tirabuzón inalcanzable para cualquiera que no esté entrenado en el arte de decir digo donde dijo Diego, que a la vez te proponen subvertir todo (sin explicar cómo reconstruir el sistema así subvertido) y te quieren convencer de que «Jesucristo estaría de acuerdo con esto», apelando a ambos extremos del espectro ideológico.

Pero yo prefiero citar palabras muy anteriores. Entiendo que recordar estas palabras de Primo de Rivera en 1933 es, a día de hoy en que esas opciones partidarias de un cierto «frente nacional» unido a pesar de diferencias izquierda-derecha en torno a populismo, nacionalismo y autoritarismo se hacen mayoritarias, una (necesaria) bofetada al gusto público. Sin duda no exactamente el tipo de bofetada al gusto público que tenía en mente Maiakovsky, pero sirva como contexto ante ciertos tics de la mal llamada nueva política que recuerdan demasiado a la vieja política de toda la vida, del eslogan la Falange de los años treinta del siglo pasado a la escenificación à la Suresnes, a su medida abstención en temas delicados como la propiedad intelectual y el Canon AEDE.

Streaming, larga cola, y ley de propiedad intelectual sin frutos

Sostiene Pereira

Uno pensaría que si hay un escenario en que el pago por ver películas en streaming puede demostrar su propuesta de valor frente a las descargas gratuitas es aquel en el que el servicio te permite acceder de forma rápida y cómoda a una película poco conocida, o ya pasada de moda.

Digamos que encontrar el último Batman o la última de Woody Allen es actualmente sencillo, incluso en esas actualmente trabadas y dificultadas descargas p2p. Ahí, un servicio de streaming à la Netflix como el ofrecido por Filmin o Wuaki facilita mucho la labor a un gran público, pero a otra gran parte que se maneja algo mejor con esas redes no le aporta nada. Y entonces es difícil argumentar el pago.

Rectifico, es imposible justificar el pago si no se añade algo de valor. Llámenlo comodidad de descarga, calidad de la imagen, o lo que sea.

Hace varios años leí Sostiene Pereira, y fue un libro que me gustó mucho. Esta mañana me desperté con ganas de ver la versión cinematográfica y pensé «con lo rara que es, creo que va a ser una gran ocasión para probar Filmin».

Y así sería, dado que encontrarla para descargar, aunque es posible, no es rápido. Y digo sería, porque la condición necesaria para eso no se cumple: ni Filmin ni Wuaki ofrecen la oportunidad de pagar para ver esta película.

Entonces me pregunto, ¿por qué demonios estos servicios no están aprovechando la oportunidad de ofrecer en su catálogo esa larga cola de películas poco demandadas que, en conjunto, representan una gran cantidad de las películas que el público puede querer ver?

Lo desconozco, pero creo que detrás de ese sinsentido se encuentran problemas con licencias y propiedad intelectual para la difusión de las obras. ¿La misma propiedad intelectual esgrimida por estos sitios en todo el mundo para luchar contra las descargas p2p les está impidiendo dar una oferta verdaderamente valiosa? ¿No equivale eso a demostrar que la propiedad intelectual es absolutamente inútil de cara a generar una mejora en el acceso a la cultura (toda vez que estos sitios de descargas respaldados por «el lobby» fallan a la hora de ofertar un catálogo amplio)?

Cuando la ley de propiedad intelectual no permite mejorar el acceso a la larga cola cultural, ¿qué razón de ser tiene (si es que tiene alguna)?

En fin, que yo me quedaré sin ver la película. Quiero decir, me quedaré sin verla hoy, pero la veré… claro que sí, y no podré pagarle a Filmin por ello; c’est la vie.

Comida saludable

«Ten cuidado con todos aquellos que te venden comida supuestamente saludable, porque no ganan dinero con tu salud. Ganan dinero haciendo sus productos lo suficientemente atractivos como para que los compres.»

Beth Skwarecki, en el blog Public Health Perspectives de PLoS.

Hay mucho magufo en este ámbito, sin duda.

Relacionado: La tontería de la comida ecológica.

Este blog usa cookies para su funcionamiento.    Más información
Privacidad