Auténtica moda en el último lustro, cuando la crisis económica golpeó más duro, el anuncio de creación de «valles» acá y allá nos permitiría construir un mapa tan absurdo y bizarro como los que podríamos hacer estudiando el rotondismo. Hoy voy a hablar de este fenómeno y a falta de otros ejemplos más cercanos o sangrantes, voy a hablar de Málaga Valley.
¿Qué es Málaga Valley?
Es la versión costa del sol del fenómeno que mejor ha heredado el espíritu del ladrillazo especulador: el anuncio de iniciativas públicas que aspiran a crear en la ciudad de turno un entorno empresarial y cultural equiparable a Silicon Valley en California.
No debería sorprenderos que al ladrillazo le siguiera este tipo de iniciativas: en algunos casos se trataba de utilizar infraestructuras construidas y completamente abandonadas por falta de demanda, en otros de poner cuatro duros para construir un galpón en la incauta esperanza de que el próximo Mark Zuckerberg vendría a ocuparlo de forma espontánea, sin mayor incentivo.
Presentado a bombo y platillo en 2011, el Club Málaga Valley convocó a numerosas empresas tecnológicas en torno a la ciudad de Málaga con la ambición de que todas se instalaran en la ciudad y se diera esa suerte de transformación económica de la ciudad. En 2014, el proyecto sigue existiendo aparentemente, pues tienen una página web activa aunque con estética 2008 en la que ni siquiera han cuidado las url limpias, que no tiene versión móvil y cuyo menú de navegación principal no funciona en pantallas táctiles. El copyright de la página indica que está controlada por el Ayuntamiento de Málaga. Ésta es la carta de presentación que la administración ha preparado para quienes se interesen por el proyecto. Fiasco.
Por descontado, el proyecto ha sido olvidado por todos menos por quienes de vez en cuando pasan por Málaga (y por quienes viven allí a tiempo completo, claro). El olvido del proyecto era inevitable por su planteamiento cortoplacista y clásico de la administración en estas latitudes: se buscaba salir en los telediarios, poder marcar un par de penalties con los que presumir de estar sentando las bases de «cambio del modelo productivo» y «la salida de la crisis». Mucha pose, y poco pensar cuáles son los ingredientes que hacían falta para que la pose no se quedase en eso y llegase a ser algo más, a dar algún fruto.
El único motivo por el que ando reflexionando sobre el tema es que en estas semanas veraniegas compartí un sugerente almuerzo con Amalio Rey en el que aparte de disfrutar del sol y la playa, debatimos sobre el estado del arte en materia de emprendedurismo en Málaga. Amalio me contó que tras el anuncio de Málaga Valley se movilizaron alternativas como Boqueron Bay (hasta el nombre está inspirado en el proyecto del cual querían diferenciarse), promovidas al margen de la administración y que, sin el suficiente apoyo externo y sin el apoyo del ámbito público, tampoco consiguieron despegar.
Como administración, qué necesitas para construir un «valle» en tu ciudad
Si necesitas construirlo es porque con tus condiciones de contexto no se ha generado. Te falta uno o varios ingredientes para que suceda, y tu objetivo debe ser conseguirlos.
Para empezar, debes ser capaz de iniciar el círculo virtuoso que atraiga empresas, que atraigan talento, que atraiga a más empresas sabedoras de que encontrarán talento, que atraiga a más talento, y así hasta tocar el cielo.
La administración pública tiene tendencia a solucionar las cosas «de penalti». Convocan a algún gran directivo y le hacen lo que la administración considera una oferta irrechazable: oficinas gratis para un centro de, digamos, 150 empleados. Con esto esperan salir en todos los telediarios al grito de «tal empresa se instala en Málaga y creará centenares de empleos». Y por supuesto que salen, por eso lo hacen. Pero esas estrategias no escalan, no son sostenibles, no son la solución.
Podrás decir que tienes «un valle» (aun cuando no se llame valle) en tu ciudad cuando cualquier empresa decida, sin que tú tengas que reunirte con su director general para España y Portugal, o para Europa si se tercia, implantarse en tu ciudad. Y cuando no tienes un círculo virtuoso de talento+empresas+ecosistema, el único incentivo que las empresas son capaces de descifrar es el monetario.
Puedes dedicarte a pensar cómo quieres que funcionen las cosas, o puedes analizar cómo funcionan para adaptarte a esa lógica y ponerla a tu servicio. Las empresas no pueden ir a la cárcel ni ser condenadas a muerte, lo peor que les puede pasar es que les toques la hucha. Si quieres dar salida a un círculo virtuoso debes comenzar por atraer empresas, sabiendo que la hucha es lo que más les duele, pon esa condición a tu favor y haz que cuando les hables vean que tu efecto sobre su hucha es beneficioso. Dicho de otra forma: ventajas fiscales u ostracismo para tu valle.
Si van a criticar esta aproximación, déjenme preguntales: ¿cuánto tributarían Bayer o Roche si se instalasen en Málaga con una rebaja fiscal del 50% y cuánto tributarían si no se instalan en absoluto? En el primer caso, aunque hicieran trampas con los beneficios, aún pagarían nóminas de empleados de alta cualificación. Si esta justificación no es suficiente, te recomiendo volver al párrafo anterior o parar de leer, que no quiero que luego piensas que te robo tiempo.
Qué no tenía Málaga Valley
Málaga parte de la no existencia de un círculo virtuoso de empresas+talento. Sencillamente, no es la Ítaca del trabajo tecnológico, ni biotecnológico, ni científico en general.
No tiene la Universidad de Stanford. Que nadie se lo tome a mal, la Universidad de Málaga es mi alma mater y reciben pocos laureles para lo bien que se hacen las cosas en algunos grupos de investigación y para el buen nivel que tienen muchos de los profesores investigadores, pero no es Stanford.
Por último, Málaga Valley no ha enviado la batseñal adecuada a las empresas: cuando un montón de pequeñas empresas «de las que empiezan en un garaje» ven el tipo de reuniones/chanchullo en las que se embarca la administración pública en nombre del ecosistema y de Málaga Valley, salen huyendo. Ven el escenario y saben que ahí está todo vendido de antemano.
A esas pequeñas empresas, sin embargo, podrían darles incentivos para que comiencen a trabajar ahí: si es una empresa nueva, o joven, no hay mejor incentivo que rebajarle los impuestos, un tiempo al menos. Nada de subvenciones, las subvenciones sólo alimentan al pícaro que va a por el dinero gratis haciendo trampas. Carga fiscal rebajada sobre el dinero contante y sonante, muy real, que la empresa gaste para operar, ya sean salarios, trabajo con proveedores, o lo que sea. Rebaja de impuestos: una vez más es hacer que las condiciones de contexto jueguen a tu favor. Cuando nadie más hace eso, la ventaja competitiva de hacerlo es tal que te permitirá sanear las cuentas públicas y transformar la ciudad.
¿Está Málaga Valley a tiempo de resurgir?
Parece improbable. No veo en la administración pública (ni en Madrid, ni en Sevilla, ni en Málaga) la frescura necesaria para hacerlo. Ni la veo en las alternativas florecientes a quienes gobiernan en estas instituciones.
El proyecto como tal es un cadáver, pero la administración podría aún sentar las bases para una revolución sin titulares, sin inauguraciones, sin fotografías en las que alguien venda la piel del oso antes de cazarlo.
Hasta ahora, Málaga Valley sólo ha servido para hacer reuniones y congresos recurrentes en los que hablar de Málaga Valley. Esto es: alimento de la economía de turismo y hostelería que se dice querer transformar, sin entrar al fondo de la cuestión. ¡Menudo «cambio de modelo productivo»!
Podría incluso no ser generalista, podría centrarse en un ámbito concreto: a la política ramplona le encanta pensar en Silicon Valley, es la erótica del poder contemporáneo. Pero ¿acaso no sería igualmente beneficioso si se potencia un «valle» biotecnológico real? ¿O farmaceútico, o químico?
Eso sí, ni caso de milongas: o se ofrece un importante incentivo fiscal a las empresas que se instalen, o nada de nada. La promesa de un gran clima, playas, Marbella a 35 minutos para esa élite emprendedora a la que se quiere seducir, y un gran aeropuerto que mantenga tu conexión con el exterior puede hacer salivar al político de turno, pero es insuficiente. Edificios ya tiene cualquier empresa, porque cualquiera se los puede ofrecer: hay centenares de edificios vacíos y tétricos como si hubieran sido construidos para Arkham abandonados por la geografía ibérica. Tener uno en tu ciudad e intentar colocarlo a una empresa cualquiera sin otro beneficio adicional no te va a diferenciar, y desde luego no va a ser la clave.