Hace unos días se presentó el nuevo medio digital de Pedro J. Ramírez. Se llama El español y, de primeras, el nombre me deja anonadado y me genera incluso rechazo (similar al que me generó aquella campaña de UPyD basada en la división de las personas, hace unos años) por lo excluyente que me parece ese enfoque al escoger marca.
Pero no es por eso por lo que estoy escribiendo este post, que tampoco pretende hablar sobre medios de información como tal. Este post se centra en el enfoque que han dado a la campaña de crowd funding que han montado para financiar el mencionado proyecto. Y es que en lugar de pedir dinero a fondo perdido o hacer preventa de suscripciones anuales como es habitual en este tipo de financiación, buscan micro inversiones y, por ende, microinversores que sean propietarios de participaciones de la nueva empresa.
El concepto, por supuesto, no resultará nuevo a los lectores de este blog. Hace algo más de un año escribí en estas páginas que urge terminar cuanto antes con el vacío legal en torno al crowd funding. Decía entonces (agosto 2013):
El mayor problema del crowd funding es el vacío legal que lo rodea, y haríamos bien en subsanar ese fallo en el sistema cuanto antes, para dar rienda suelta al verdadero poder que este tipo de financiación nos da a los pequeños, a los de a pie. Para no facilitar mediante la inacción la migración de las viejas estructuras a los entornos digitales sin que se vean enfrentadas a adoptar una lógica que sea verdaderamente hija del entorno digital, diverso y descentralizado en que vivimos.
Y lo mantengo. Pasar de la donación o la precompra a la inversión regulada permitirá llevar el crowd funding a su destino natural, el de la captación de inversiones en modo p2p. No tienes capital suficiente para montar un gran negocio, pero sí un puñado de euros para poner en varios pequeños proyectos. Del mismo modo que no tienes capital para montar un hotel, pero sí te sobra una habitación, o asientos libres en el coche cuando viajas a otra ciudad. Pasar de donación a microinversión permitirá introducir al sistema productivo/inversor todos esos pequeños capitales que ahora no entran a ese sistema. Ése será el verdadero avance en financiación colectiva, equiparable en su calado al avance que Airbnb, Uber, o similares representan en sus respectivos ámbitos.
Y por supuesto, tiene su propio sector de damnificados: a saber, aquellos que ahora ostentan la capacidad de invertir en empresas y verían cómo una inmensa masa de «aficionados» podrían desempeñar su labor (la de socio capitalista) agrupándose sin él.
Sin ir más lejos, el movimiento de este nuevo medio ya ha generado un cabreo palpable entre los profesionales de la inversión en startups, que cuestionan que se invierta sin pedir más información. Inversiones a lo loco, cosas de aficionados.
Como digo, no es de extrañar, porque si la financiación colectiva como vía de captar capital para proyectos empresariales se hace viable y sale del underground, esta vez los intermediarios que verán reducida su porción de tarta serán precisamente ellos.
Lo que es de mal gusto es que los mismos que defienden a Uber parezcan lamentarse del «amateurismo» inversor que invierte a ciegas sin pedir planes de negocio.
Me temo que hace ya muchos años hubo muchas quejas por el intrusismo de los amateurs, frente a la calidad de los profesionales. En aquel caso, la venganza resultó deliciosa, y no lo digo porque ya ni el grupo Prisa pertenezca verdaderamente a quienes en aquella época criticaban el amateurismo de los blogs.
Aquí la clave está en que es cuestión de tiempo que el genio salga definitivamente de la botella: antes o después alguien dará con la forma de organizar estos crowd funding con derecho a participación empresarial. Si en El Español han desentrañado correctamente el entramado legal para llevar a cabo este plan de microinversores por Internet, y sobre todo si son capaces de sistematizarlo para que otros puedan acogerse a él y usarlo para su propio proyecto, el mejor producto que tendrían entre manos no es su medio, sino ese potencial de montar una plataforma para lanzar proyectos con microinversores reales. No donación, no precompra: inversiones.
Y si los inversores habituales de la escena española de startups tienen la mente tan ágil como quieren hacernos creer en Twitter, en lugar de lamentarse porque la gente invierta a ciegas estarían llamando a Pedro J. para proponerles convertir el esquema en plataforma. No sé qué opinan ustedes, pero yo creo que todos podemos escoger nuestro bando. Y háganme caso, en este tema como en otros que hemos visto en las dos últimas décadas, si quieren salir airosos querrán estar del lado de los «aficionados».