Microsoft invirtiendo en Cyanogen, historias de Android

Cyanogen

Una de las noticias más curiosas que he visto recientemente: Microsoft estaría presente en la nueva ronda de inversión/financiación de Cyanogen (WSJ), que ascendería a unos 70 millones de dólares y valoraría la compañía en varios cientos de millones.

Cyanogen es una compañía cuyo producto estrella es una personalización de Android, el sistema operativo auspiciado por Google. Pero el punto fuerte de Cyanogen es, precisamente, que se alejan todo lo posible de lo que Google ofrece. Se estima que unos 50 millones de personas usan la versión Android preparada por esta empresa, y sólo una exigua minoría la usa porque viniera en su teléfono, entre ellos quienes poseemos un OnePlus. La mayoría de sus usuarios han buscado voluntariamente esta versión y han sustituido la que traía originalmente su teléfono.

El detalle que me parece más llamativo del hecho de que Microsoft entre a invertir en Cyanogen es el hecho de que pretendan disputar la hegemonía de Google en el mundo Android. Inevitablemente me ha venido a la cabeza el hecho de que la licencia de Android es de software libre no copyleft y sí blanda, permisiva. No creo que lo hagan pero, ¿y si Microsoft decidiera forkear Android y no liberar el código fuente de su nuevo fork? ¿Puede llegar el día en que Google se arrepienta de no haber liberado su sistema operativo como software libre GPL?

No creo que llegue tan lejos porque los muchos voluntarios que colaboran con Cyanogen no lo harán si el modelo cambia de forma drástica, pero sí es cierto que el hecho de que Cyanogen coja algo de vuelo y de que el control de Google sobre Android sea algo menos férreo seguramente va a beneficiar a los usuarios en general.

Ancho de banda y brecha digital

Hablemos de adopción de Internet de banda ancha en empresas y su efecto en cómo trabajamos, o al menos cómo trabajan en Noruega, ya que los datos que se evalúan proceden de ahí. Advierto que no he tenido acceso al artículo completo pues está tras un paywall, así que por ahora nos quedamos con el abstract vía Marginal Revolution:

Encontramos evidencias que sugieren que la adopción de banda ancha en las empresas complementa a los trabajadores cualificados ejecutando tareas abstractas y no rutinarias, y sustituye a trabajadores no cualificados en la ejecución de tareas rutinarias. Puestos en común, nuestros hallazgos poseen importantes implicaciones sobre el debate actual sobre política de inversión gubernamental en infraestructura de banda ancha para potenciar la productividad y el crecimiento salarial.

La primera conclusión no es sorprendente: el trabajo mecánico es para las máquinas y la verdadera brecha digital no es el acceso a Internet sino el saber usarla (nótese que ese post es de 2008, y algún aspecto puede haber envejecido, pero también que la idea central se demuestra válida), saber qué hacer con ese acceso.

En primera derivada, no obstante, creo que antes incluso de alcanzar el punto concreto del gasto público (por cierto, sobre este tema y decisiones de compromiso recomiendo el post de Antonio Ortiz sobre la decisión de obligar a Telefónica a dar acceso a su fibra a otros operadores) hay que pensar si el problema no es de infraestructura tecnológica sino de capacitación para usarla. Dicho de otra forma, ¿no vale la pena repensar y mejorar el sistema educativo antes para que esa inversión pública en infraestructura no se convierta en dispendio?

Es la ingeniería social, estúpido

Blackhat, la película

Acabo de ver el trailer de Blackhat, una nueva película sobre «hackers» (por supuesto, en el sentido más criminalizado del término) que al parecer está recibiendo buenas críticas.

El trailer promete una película muy hollywoodiense: acción, protas con buen porte, un malo que quiere conquistar el mundo, un bueno que no es tan bueno (estaba en la cárcel) para que el personaje no sea tan plano pero que… resumiendo, una peli dentro del canon de acción de Hollywood. No van a reinventar nada.

Lo que me llama la atención es que pasen los años, y las pelis de hackers sigan estando saturadas de ordenadores negros con letras verdes indescifrables. Entiendo que el espectáculo es el espectáculo, pero si hacer una buena película de época requiere vestuario bien documentado, cuando una peli de hackers pretende ser buena de verdad requiere algunos monitores menos y algunas escenas más de ingenieria social pura y dura en la que el objetivo se traga el anzuelo sin más.

Porque admitámoslo: ésa es la puerta de entrada más vulnerable, la que utilizan la mayoría de atacantes informáticos. Pero con semejante falta de glamour a ver quién hace un blockbuster, dirán en Los Ángeles.

¿Bitcoin frente al abismo? Puede que todo lo contrario

Bitcoins

Dicen que Bitcoin se enfrenta en 2015 a su año definitivo: o lo supera o muerde el polvo para siempre. Un buen artículo en Vox elabora algo más esta idea. A ese artículo llegué hace unos días vía Marginal Revolution, que destaca el párrafo que mejor describe la burbuja startupera en torno a esta criptodivisa.

Entre enero de 2013 y hoy, la cantidad de dinero invertido en Startups centradas en Bitcoin se ha multiplicado por más de 100 veces. Incluso tras la caída de 2014, un Bitcoin vale a día de hoy más de 20 veces lo que valía a principios de 2013. El número de cajeros automáticos devolviendo Bitcoins ha pasado de 0 a 342. Pero a pesar de eso, en este mismo periodo de 2 años el número de transacciones llevadas a cabo con Bitcoins diariamente ni siquiera se ha doblado.

Por supuesto, puede que sea esa avanzadilla que precede a la eclosión. Ya sabemos que Bitcoin tiene el potencial de dejar obsoletos modelos como el de Western Union y el envío de remesas.

La pregunta, y lo que me ha hecho pensar en ese artículo de Vox una vez más, es la información recogida en GigaOM acerca del futuro del minado de Bitcoins.

El proceso de minar Bitcoins podía realizarse en el pasado en una única máquina, pero se hizo más complejo conforme el mercado creció. Eso conllevó el uso de montones de computadoras usando chips especiales para hallar los números. Toda esa infraestructura pesada requiere espacio a nivel de data centers.

Dada la cantidad de poder de computación requerida para realizar los cálculos matemáticos necesarios para minar un Bitcoin, es probable que en primer lugar ya no sea económicamente viable hacerlo.

El artículo habla de un efecto colateral del «pinchazo» de la burbuja de Bitcoins (que llegó a cotizar por encima de 1000 dólares cada bitcoin, y ahora no alcanza los 200 dólares, aún una cifra impresionante pero que habla del nivel de burbuja que se ha vivido, y del que aún se vive): el de los proveedores de data centers haciendo frente a impagos de aquellos que ahora gastan más dinero en servidores del que ganan con los bitcoins que van descubriendo.

En unos meses veremos cómo evoluciona el tema, pero ya saben, cuando miras al abismo el tiempo suficiente, el abismo también te contempla. Bitcoin parece estar contemplando a su abismo. Quizá para bien: quizá muera de una vez la burbuja y quede la divisa que la economía global necesita: digital, cifrada, y con una cotización estable. Menos carnaza para especuladores y más apropiada para el usuario común.

Rechacemos ser aterrorizados

Paris, una foto del despotismo ilustrado de nuestra época

No he escrito nada sobre los atentados de París, aunque como (casi) todo el mundo he seguido muy de cerca el tema, porque en un plano personal guardo mucho cariño a esa ciudad y a la gente que conozco allí. Si tuviera que recomendar un par de enlaces de balance sobre los tres días de vértigo acontecidos la semana pasada serían dos artículos escritos por Jesús Pérez Triana y Jordi Pérez Colomé.

No vamos a hablar ni de viñetas, ni de revistas, ni de los protagonistas de los atentados. Este artículo va sobre la gestión que de estos están esbozando los líderes políticos europeos. Vamos a hablar del post-atentado.

Y es que las consecuencias políticas en materia de libertades parece no tardarán en llegar. Qué poco queda de las declaraciones tipo «no permitiremos que los terroristas cambien nuestro modo de vida» entonadas por todos los líderes europeos, apenas unas horas después de haberlas dicho.

Marcha atrás a Schengen

El primer aviso llegó con la decisión de modificar Schengen para volver a endurecer fronteras dentro de la UE. Detengámonos un segundo para valorar lo absurdo de la decisión: los atentados de París fueron perpetrados por ciudadanos franceses de nacimiento, con pasaporte francés, en Francia. Y, ¿la solución es volver a levantar las fronteras en Europa?

Esto nos lleva a una primera y trágica derivada, y es que todo rumor va a resultar cierto: los partidos nacionalistas, populistas, y autoritarios descritos en La conexión euroasiática no necesitan ganar las elecciones para que sus chifladuras se conviertan en ley. Tan diferentes, tan iguales.

Prohibir el cifrado de comunicaciones

El segundo aviso lo dio David Cameron ayer mismo, al anunciar que planea prohibir el cifrado de comunicaciones en Internet. Hoy en The Guardian lo ponen negro sobre blanco: «o lo hace para aparecer en los titulares o no tiene ni idea de lo que habla».

Por supuesto, el cifrado asimétrico no gusta a los Estados. Recordemos el cambio legal que dejó a Lavabit fuera del servicio, y el cierre de Groklaw como consecuencia. O el más reciente caso de los detenidos en cataluña por usar el servicio de correo seguro de RiseUp. Nada nuevo: en 2008 se dio un caso parecido en Alemania.

Pero la prohibición propuesta por Cameron es devastadora: ni banca online, ni comercio electrónico, ni por supuesto el más fundamental derecho a la intimidad. Nada de eso será posible sin un mínimo cifrado.

No, la respuesta a los atentados de París no puede ser más vigilancia masiva. La vigilancia masiva cuesta muchísimo dinero, un recurso finito, y es mucho mejor destinar ese dinero a supervisar en mayor detalle a los sujetos sospechosos, en lugar de espiar todo lo que hacemos y desatender a quienes ya eran sospechosos y terminando siendo ejecutores, porque los sistemas de seguridad dejaron de controlarlos. El gobierno francés, por cierto, tampoco es ajeno a la toma de «medidas excepcionales» y hasta hay quien propone retomar el servicio militar obligatorio, como si el problema de Francia fuera precisamente de falta de espíritu nacional.

La política del miedo

Ya lo habrán notado: la retórica de la guerra contra el terror vuelve a estar de moda este invierno. Por supuesto, ninguna de estas cosas es verdaderamente nueva. Tan sólo aprovechan el impulso para aflorar: como la persona que intenta coger el impulso de la ola para salir del mar con el mínimo esfuerzo.

La respuesta ante esto es ya mítica: rechacemos ser aterrorizados. Eso es lo que los terroristas quieren: que vivamos aterrorizados, que ese terror lleve a nuestros políticos a destruir la misma libertad que los terroristas atacan, y en cuya defensa paradójicamente se adoptan las medidas que la cercenan. La política del miedo siempre tan efectiva.

Una de las fotos más icónicas de la manifestación del pasado domingo muestra a la gran masa de políticos separados del resto de la marcha. La foto muestra a la vez una unión y un apoyo político encomiables, pero también es símbolo del distanciamiento existente entre la política y la realidad.

La misma distancia que hay entre los firmes compromisos políticos por defender la libertad en Europa – aunque se levanten otros diez, otros cien, otros quinientos terroristas – y que las primeras medidas que se tomen sean todas de recorte de libertades, con los cadáveres de Charlie Hebdo aún calientes.

Haciendo inversión del crowd funding

Financiación

Hace unos días se presentó el nuevo medio digital de Pedro J. Ramírez. Se llama El español y, de primeras, el nombre me deja anonadado y me genera incluso rechazo (similar al que me generó aquella campaña de UPyD basada en la división de las personas, hace unos años) por lo excluyente que me parece ese enfoque al escoger marca.

Pero no es por eso por lo que estoy escribiendo este post, que tampoco pretende hablar sobre medios de información como tal. Este post se centra en el enfoque que han dado a la campaña de crowd funding que han montado para financiar el mencionado proyecto. Y es que en lugar de pedir dinero a fondo perdido o hacer preventa de suscripciones anuales como es habitual en este tipo de financiación, buscan micro inversiones y, por ende, microinversores que sean propietarios de participaciones de la nueva empresa.

El concepto, por supuesto, no resultará nuevo a los lectores de este blog. Hace algo más de un año escribí en estas páginas que urge terminar cuanto antes con el vacío legal en torno al crowd funding. Decía entonces (agosto 2013):

El mayor problema del crowd funding es el vacío legal que lo rodea, y haríamos bien en subsanar ese fallo en el sistema cuanto antes, para dar rienda suelta al verdadero poder que este tipo de financiación nos da a los pequeños, a los de a pie. Para no facilitar mediante la inacción la migración de las viejas estructuras a los entornos digitales sin que se vean enfrentadas a adoptar una lógica que sea verdaderamente hija del entorno digital, diverso y descentralizado en que vivimos.

Y lo mantengo. Pasar de la donación o la precompra a la inversión regulada permitirá llevar el crowd funding a su destino natural, el de la captación de inversiones en modo p2p. No tienes capital suficiente para montar un gran negocio, pero sí un puñado de euros para poner en varios pequeños proyectos. Del mismo modo que no tienes capital para montar un hotel, pero sí te sobra una habitación, o asientos libres en el coche cuando viajas a otra ciudad. Pasar de donación a microinversión permitirá introducir al sistema productivo/inversor todos esos pequeños capitales que ahora no entran a ese sistema. Ése será el verdadero avance en financiación colectiva, equiparable en su calado al avance que Airbnb, Uber, o similares representan en sus respectivos ámbitos.

Y por supuesto, tiene su propio sector de damnificados: a saber, aquellos que ahora ostentan la capacidad de invertir en empresas y verían cómo una inmensa masa de «aficionados» podrían desempeñar su labor (la de socio capitalista) agrupándose sin él.

Sin ir más lejos, el movimiento de este nuevo medio ya ha generado un cabreo palpable entre los profesionales de la inversión en startups, que cuestionan que se invierta sin pedir más información. Inversiones a lo loco, cosas de aficionados.

Como digo, no es de extrañar, porque si la financiación colectiva como vía de captar capital para proyectos empresariales se hace viable y sale del underground, esta vez los intermediarios que verán reducida su porción de tarta serán precisamente ellos.

Lo que es de mal gusto es que los mismos que defienden a Uber parezcan lamentarse del «amateurismo» inversor que invierte a ciegas sin pedir planes de negocio.

Me temo que hace ya muchos años hubo muchas quejas por el intrusismo de los amateurs, frente a la calidad de los profesionales. En aquel caso, la venganza resultó deliciosa, y no lo digo porque ya ni el grupo Prisa pertenezca verdaderamente a quienes en aquella época criticaban el amateurismo de los blogs.

Aquí la clave está en que es cuestión de tiempo que el genio salga definitivamente de la botella: antes o después alguien dará con la forma de organizar estos crowd funding con derecho a participación empresarial. Si en El Español han desentrañado correctamente el entramado legal para llevar a cabo este plan de microinversores por Internet, y sobre todo si son capaces de sistematizarlo para que otros puedan acogerse a él y usarlo para su propio proyecto, el mejor producto que tendrían entre manos no es su medio, sino ese potencial de montar una plataforma para lanzar proyectos con microinversores reales. No donación, no precompra: inversiones.

Y si los inversores habituales de la escena española de startups tienen la mente tan ágil como quieren hacernos creer en Twitter, en lugar de lamentarse porque la gente invierta a ciegas estarían llamando a Pedro J. para proponerles convertir el esquema en plataforma. No sé qué opinan ustedes, pero yo creo que todos podemos escoger nuestro bando. Y háganme caso, en este tema como en otros que hemos visto en las dos últimas décadas, si quieren salir airosos querrán estar del lado de los «aficionados».

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