Bocados de Actualidad (190º)

Pues casi dos meses sin dejar una selección de enlaces, pero aquí estamos de vuelta. La ronda centésima nonagésima de los Bocados llega a ritmo de My Dying Bride y su The Vaulted Shadows. Recuerdo que algunos de estos enlaces salen antes en mis enlaces compartidos (aquí, el feed RSS) y a veces en Twitter.

  • Bianka Hajdu y el revival alrededor de los SMS.
  • La gracia y el ceceo, los acentos en la ficción televisiva. Por NoSoprano.
  • ¿Está trayendo el uso de «contenedores» para encapsular apps una cierta relajación con las políticas de seguridad tradicionales en administración de sistemas? Interesante reflexión en Vitavonni.
  • ¿Quién vigila al vigilante? nos cuenta un secreto sobre «la nube»: no existe tal cosa.
  • Historias de Hispania y «Juego de Ignorantes». Sobre regalar a un jefe de estado una película en lugar de un libro, entre otras cosas.
  • Otra de este mismo blog: ¿Conoces quién fue el verdadero Hattori Hanzo de quien toma prestado el personaje de Kill Bill? En Historias de Hispania lo explican.
  • Marginal Revolution acerca de la tercera rebaja de tipos de interés en China en sólo unos meses. No pinta bien.
  • En el London Review of Books, acerca de The Killing of Bin Laden, un largo pero interesante artículo sobre el libro.
  • ¿Por qué los nuevos teléfonos no tienen ranura para una tarjeta microSD? Todo por la pasta, en ZDnet.
  • En FlowingData, una gráfica curiosa mostrando el cambio social en diferentes temas a su tiempo controvertidos. Datos de Estados Unidos, pero aún interesante para ver qué rápido puede darse la vuelta un tema. Momento para recordar la lanza que Winer rompió a favor de Brendan Eich, ex-CEO de Mozilla.
  • En Slashdot dicen que el Bitcoin está circulando en Argentina para transacciones rutinarias mucho más que en otro país del mundo. Y dan una posible explicación.
  • WonkBlog de The Washington Post analiza las calles de sentido único, y parece que de ellas se derivan más accidentes que las convencionales.
  • En Directo al Paladar reivindican el plato normal y corriente, frente a tanta tabla y tanta modernez.
  • Para ir terminando, Javi Pastor y Antonio Ortiz celebran el cumpleaños de sus respectivos blogs, ¡enhorabuena!

Aquí The Cry of Mankind, más que nada porque no he encontrado una versión en directo de The Manuscript (que es lo que quería poner).

Hoy no hay bola extra. Buen domingo.

Lapsus comunicativo

Hace unos meses, en agosto del pasado 2014 si he de hacer caso al timestamp con el que esta imagen está en mis archivos, guardé esta foto:

Lapsus Thomson Reuters

Sólo los dioses saben por qué no la publiqué hasta ahora, aunque en su día la pasé por correo electrónico a antiguos compañeros de la universidad, con los que compartí tantas batallas contra el ISI Web of Knowledge y a quienes este lapsus arrancó más de una risa, siendo Thomson Reuters una empresa a la que cualquiera que haya trabajado con índices de citas a trabajos científicos conoce de sobras.

Pensándolo bien, otro caso más de conversaciones que de nuevo circulan por esa zona oscura que ni siquiera alcanza a ser deep web ni moderneces similares, como mencionaba el otro día en otro post.

A mí, esta imagen ya me reportó todo lo que me podía reportar: unas risas con los amigos a costa de agencias de marketing algo chapuceras, y de viejos chascarrillos compartidos y desempolvados para la ocasión con excusa de este desliz.

Sin embargo, pensé que dejarla sepultada en mi disco duro cuando parece que a nadie más llamó la atención el cartel de marras sería una pena. Otro día seguimos.

No es país para indies

Ophelia, por John William Waterhouse

La historia de Internet se reescribirá en clave macrocorporativa. Internet como una historia a tres o cuatro bandas con grandes actores de magnitud mastodóntica que se van pasando el cetro y la corona. Internet Inc. El relato del dinero cautiva a los periodistas, pero no será ese factor el responsable de lo que quiero comentar: lo que sucede es que, desde hace ya tiempo, Internet no puede narrarse desde otro ángulo que ese reducido grupo de empresas que definen y marcan su futuro.

Muchos pensarán que, al lograr esto, estas corporaciones están apropiándose de una parte de la historia que no les pertenece y a la que no habrían dado lugar. Pero están equivocados, y no porque la historia la escriban los vencedores en clave churchilliana, siendo indulgentes consigo mismos. No, la historia de Internet se escribe en clave macrocorporativa porque ésa es la Internet que tenemos ahora y desde hace ya unos años; y la que tendremos en el futuro. Ésa es la Internet en la que compraremos, leeremos, y charlaremos el día de mañana, y por tanto la historia en clave corporativa está, así visto, justificada.

Podemos escribir otras historias de Internet. Los años tempranos, en que la red estaba poblada mayoritariamente por personas con una cierta inquietud intelectual de afinidad a la tecnología. Estas personas intentaron desentrañar las promesas de Internet y esos grandes planes son en su mayoría ideas que les debemos a ellos. Podemos escribir otras historias sobre lo que quisimos que Internet fuera o llegara a ser, y sobre qué pudo haber sido, aunque todas esas historias tan sólo las hayamos soñado, porque ahora sabemos que sólo serán sueños. De acuerdo, los sueños son importantes, pero hay que contemplar esa historia como inspiración, no como dogma. Porque sería un dogma equivocado: Internet es ahora otra cosa.

Profecías incumplidas. O cumplidas a medias. La historia de Internet puede llenar una biblioteca tan sólo recordando lo que pudo ser y no fue, si es que en algún momento pudo ser (a día de hoy, lo dudo). No es que no haya habido impacto, sí que lo ha habido y muy importante. Aún vamos cayendo por la madriguera de conejo, no sabemos cuándo nos detendremos y la transformación es en algunos aspectos radical. Pero muchos de los grandes cambios vaticinados no se han materializado, ni se van a materializar.

Hace unas semanas, Dave Pell escribió un articulo titulado The Internet is rigged. Recomiendo lo lean antes de continuar.

El retrato de cómo la Internet «indie» ha quedado definitivamente subyugada al entramado de servicios y la maquinaria de comercialización de algunas empresas gigantescas es fiel hasta el punto de reconocer que el problema es menos acusado en quienes como él estaban ahí hace muchos años y aprovecharon el tirón inicial para construir su pequeño hueco. Este último punto lo hemos mencionado alguna vez, sin ir más lejos hablando de las barreras de entrada para emprender en la era de Internet.

Quien me conoce sabe que desde hace ya mucho tiempo no reservo espacio para el idealismo sin bases; ya no ha lugar para la naïveté. A este respecto hace ya mucho que me sentí más o menos de acuerdo con la visión constructiva pero madura de la tecnoutopía que aporta Lanier. No simpatizo tanto con Morozov, a quien reconozco su talento y su capacidad para desmontar argumentos ajenos, pero a quien atisbo un importante cinismo aprovechándose de los mismos mecanismos que cuestiona para transmitir sus mensajes y ganar una notoriedad sin haber hecho una propuesta constructiva, tan sólo habiéndose dedicado a demoler los argumentos ajenos. (Ojo, doy la razón a Pere cuando dice que Morozov ha creado escuela.) Incluso en pequeños gestos aparentemente inocuos, como la decisión de Mozilla de forzar el uso de HTTPS, podemos ver otra traba más en el camino de quienes quieren hacer una Internet independiente. Si no compras el certificado a una de las escasas agencias que venden certificados, lo que tengas que decir o enseñar será señalado como peligroso.

El caso es que hace unas semanas, charlando por e-mail (sí, las discusiones más interesantes que he tenido sobre muchos temas en los últimos meses han tenido lugar todas por e-mail como en los viejos tiempos y quizá sea una lección pendiente de ser reflexionada, hasta el punto en que me pregunto por qué estoy publicando esto en el blog; pero eso es asunto para otro momento) llegué a leer un artículo de hace un par de años, Prada Revolutionaries. El artículo hace algún tirabuzón para justificar al propio autor, pero hace un buen repaso acerca de cómo las propuestas más o menos novedosas o revolucionarias necesitan para triunfar abrazar a la sociedad a la que pretende «revolucionar». Dicho de otra forma, lo ecológico triunfa porque se ha conseguido vender la idea de que demostrar que somos responsables con el medioambiente (ser paperless, tener placas solares en el tejado de casa, o comprarte un coche híbrido, o mejor uno eléctrico) confiere status; no triunfa porque se haya convencido a la sociedad de lo positivo de ser políticamente activo en torno al reciclaje. La misma reflexión es aplicable a otros ámbitos (el Open Source tiene su propio argumentario para llevar parte de los objetivos -aunque descafeinados- del Free Software a una vereda de éxito).

No obstante, hoy quiero destacar otra idea contenida en ese artículo. Dejo aquí un párrafo, pero de nuevo os animo a leer el artículo completo antes de continuar con este post (la cita de The West Wing casi al final del artículo bien merece llegar a ella con el contexto de haber leído todo lo que hay arriba).

Discovering Headmap, Margin Walker and WorldChanging was for me what discovering The Whole Earth Catalog or Mondo 2000 must have been like for previous generations. These were the people I was looking for, and the vision I was seeking. An alternative to both the hopeless outsiderdom of left-wing activism and the nihilism of yuppiedom. A glimmer of hope that I could spend my post-college career making money and making a difference.

Looking back it all seems hopelessly naive.

Un minuto de silencio, este párrafo es duro, y las negritas las he puesto yo porque es en lo que estoy principalmente de acuerdo: pensar que podías en tu carrera profesional tener un desarrollo en el que de alguna forma te ganases la vida y a la vez tuvieras un impacto significativo sobre el mundo que te rodea. Es ingenuo, sí, porque es una situación tan improbable como un mirlo blanco.

Hace tres años largos que fundamos Cartograf, desde entonces hemos trabajado cada día como si no hubiera un mañana. Seguimos en pie, los resultados económicos son dignos pese a que algún cliente se esfuerza (y a veces lo consigue) en no pagar, y estamos contentos, sobre todo con el contexto económico en que estamos, donde la muy comentada mejora de la economía no se siente demasiado a pie de calle. Pero el que espere que enumeremos las múltiples formas en que Cartograf ha contribuido a mejorar el mundo con cambios disruptivos, puede ir pidiendo una tila. (Por otra parte se trata de una palabra ya muy vacía. Cada vez que dices que algo es «disruptivo», los dioses matan a un gatito.)

Spoiler: no es cierto. Claro que trabajamos a favor del software libre: siempre es la base de los proyectos que hacemos, y siempre dedicamos mucho esfuerzo a que nuestros clientes comprendan por qué este software libre con el que construimos todo lo que necesitan es bueno para ellos y para todos. Una sociedad que depende de la tecnología puede ser únicamente tan libre como lo es la tecnología de la que depende, el software libre es importante y estamos orgullosos de nuestra postura al respecto.

Pero no nos engañemos: el impacto de nuestra labor es limitado, mucho. Hemos compartido el código de algunas piezas aquí y allá, pero realmente es insignificante. Si Drupal es a día de hoy un software maravilloso, y si el próximo Drupal 8 va a ser aún mejor, le debe poco a nuestra labor. Y definitivamente, más allá de los trabajos que generamos, el impacto es pequeño, muy pequeño. He puesto el ejemplo de la contribución en nuevo software libre, que ya es de por si un ámbito muy concreto y pequeño de trabajo, por ser un ámbito entre los que desearía que hubiéramos tenido mayor alcance.

Soy consciente así mismo de que lo que hacemos no es poco: la responsabilidad social corporativa de mayor impacto de toda empresa es el trabajo que genera, aunque nadie parece llamar a eso por ese nombre. Más aún, lo que todos llaman por ese nombre es en la mayoría de ocasiones algo así como publicidad buenrollista con ventajas fiscales especiales vía fundaciones a las que se ha reconocido como de «interés general», arte mediante del pago previo a un bufete de abogados. Luego ves a furiosos activistas peleando para que las grandes empresas gasten más en RSC y no sabes si comentarles algo o hacer un doble facepalm y montarte en el metro camino de casa, a poder ser sin trasbordos, sin contratiempos, directo a un entorno a salvo de bullshit.

Pero también soy consciente de que no es mucho. Y es menos aún si lo medimos frente a los habituales términos hiperbólicos, que aseguran que «Internet va a transformarlo todo».

Internet ha transformado algunas cosas, algunas más para quienes estaban ahí al principio. Bien porque para ellos fue mucho más fácil socializar en entornos donde no se fomentaba directamente la interacción con la misma gente a la que ya puedes ver y hablarles en tu barrio, sin usar para ello el chat de Facebook. Internet ha cambiado mucho la distribución y comercialización de productos (no hablo de música, Amazon o Alibaba venden sobre todo producos físicos). Además, todo lo que es digitalizable fue digitalizado, o lo será más pronto que tarde. Durante unos años hubo cierta efervescencia, oportunidades de llegar siendo indie y comerle la tostada a emporios empresariales que aún no habían decidido si estaban a setas o a Rolex.

Ahora es diferente. Se suele decir que Internet va a cambiar mucho, que no sabemos cómo va a ser dentro de 10 años. El Internet de las cosas y todo aquello de lo que en este blog hablábamos hace la friolera de casi diez años (eso suman veinte años). Pero lo cierto es que la principal evolución de Internet ya ha tenido lugar. Internet es ahora un entorno maduro, y muy consolidado en términos de mercado. Sí, por supuesto que se puede innovar, pero si la última audacia en modelos de negocio es eso que ahora llamamos economía colaborativa, tengamos en cuenta la cantidad de dinero necesaria para dar forma hoy a una empresa que pueda ser ese campeón global en lo suyo. Ya hemos comentado el caso de Uber. Hace muchos años que se descubrió cómo aplicar en Internet la lógica básica de que el acceso al capital (y a la infraestructura) confiere ventaja competitiva. Si eres una empresa de servicios, la barrera no ha cambiado nada respecto de lo que era ser una empresa de servicios antes de Internet. Esto es lo que hay.

Volviendo a Uber y a la posibilidad de crear de la nada una empresa que se sitúe en la cresta de su mercado, en un mercado verdaderamente global, no hay hueco para líderes locales, porque la lógica económica favorece la gran escala, en realidad la escala masivamente grande. Esa gran escala es la que hace que recorras la curva de la experiencia antes que tu competencia y te permite producir y servir más barato el mismo producto, siendo a la vez el mejor y el más barato.

Si para construir un líder global (y hago una aclaración que creo un tanto innecesaria, pero no querría que nadie pierda el foco: en Internet no los hay de otra naturaleza) cuesta la diezmilmillonada que cuesta montar un Uber, Internet está lejos de ser territorio indie-friendly. Por eso digo que estamos ante un mercado muy consolidado. Por eso es tan ingenuo pensar que vas a lograr montar un negocio en el que vas a ganarte la vida y tener impacto, todo a la vez.

Por supuesto, todo esto no se discute en la charla TEDx promedio en la que todo el mundo va a vender su moto cargado de elevadas dosis de psicología y análisis superficiales de la realidad. Atendiendo a estas charlas, emprender es fácil, en el futuro no habrá trabajo asalariado, y toda la generación millenial (lo que quieran los dioses que eso signifique) va a montar su propia empresa (y comerse el mundo además, claro) desde un puesto de trabajo nómada y compartido en un espacio de co-working (la versión del garaje californiano no pudo ser extrapolada ante la malvada realidad de que el 99% de la población en estas latitudes no tiene casa con garaje privado, claro). El nivel de vómito arcoiris es tal que terminas la segunda de estas charlas y dan ganas de pedirle a Telefónica que se salte la neutralidad de la red y jamás de los jamases vuelva a cargarte un vídeo desde ese dominio.

La realidad es que emprender no es fácil (a estas alturas, si no tienes pasta de inicio vas a ser el último eslabón de la cadena trófica y vas a tragar mucha mierda, cuando se dignen a pagarte, que a veces ni eso; pero de esa hidra hablamos otro día), la transformación de Internet sobre el mercado laboral ha sido grande, pero desde luego no ha destruido el empleo corporativo, más aún, se vincula el aumento de la desigualdad con el hecho de que las grandes empresas son más grandes que nunca y tienen cada vez más empleados. (Cada vez que alguien escribe que Internet facilita la revolución para la base de la pirámide y la revolución de la clase obrera los dioses le sacan el corazón a un gatito con una cuchara.) Como desigualdad no equivale a pobreza, a mí la desigualdad me da bastante igual, (personalmente, creo que el objetivo es combatir la pobreza, sobre todo en términos absolutos), pero el dato es que esa desigualdad de la que tanto se habla es consecuencia del aumento del tamaño de las empresas, precisamente porque estas grandes empresas pagan mejores salarios. Los millenials (repito que no sabemos exactamente quién entra dentro de ese maldito saco) un día crecerán y serán tan adultos normales y corrientes como el que más, no les va a salir el tercer ojo de Ten Shin Han por haber nacido después que sus padres ni ninguna otra obviedad usada para describirlos, tampoco van a salir de casa vestidos de polipropileno fluorescente ni sus coches van a levitar sobre una burbuja de helio supercrítico, de la misma forma que no son ciertas la gran mayoría de cosas que las pelis pasadas retrataban cuando hablaban sobre este tiempo entonces futuro. Y por supuesto, el coworking no va a hacer que ninguna empresa del IBEX venda sus oficinas y mande a sus trabajadores a espacios de trabajo abierto y compartido alquilado en porciones unipersonales.

Así que no: hay cosas que Internet no va a cambiar, y algunas de estas cosas incluso se van a ver más acentuadas precisamente gracias a Internet. No es grave, no era grave antes de escribir este post y no es grave después de haberlo leído. Estudiarás (sobre todo si no haces caso a los cantamañanas que te dicen que abandones tu carrera a medias porque «a mí me funcionó»; hazme caso y hazte un favor, no veas charlas TED), tendrás un trabajo y te ganarás la vida. Serás muy feliz a ratos, y estarás un poco cansado la otra parte del tiempo. Te fijarás pequeñas metas y las conseguirás, y aspirar a más de eso no tiene demasiado sentido.

Quizá piensas diferente, como esos jóvenes rostros del tiempo pasado que se creían invencibles y destinados a grandes cosas en una película que viste hace ya unos años. Si es así, te paso con T.S. Eliot y sus Cuatro cuartetos: «le dije a mi alma «espera, pero espera sin esperanza, porque la esperanza sería esperanza por lo equivocado»».

[Ilustración: Ophelia, por John William Waterhouse, que siempre me gustó más que la representación de Millais.]

Malas empresas para clientes cicateros

«Las malas empresas abundan. En un mundo de clientes cicateros, se lucha a brazo partido por colar un gol al otro.»

Pons Asinorum, en su recomendable blog.

Habla de albañilería y reformas domésticas, pero ya les digo yo que en otros sectores hay también clientes cicateros, algunos incluso se miran al espejo y creen ver a la crème de la crème y cuando menos te lo esperas están arruinando proyectos por su cicatería, y si la cosa descarrila no se hacen responsables de nada (y esto incluye no hacerse responsable de pagos pendientes).

Yo he visto cosas que darían forma a historias de terror que ustedes no leerán porque no las voy a escribir (al menos creo que no las voy a escribir), pero ya les digo que las tengo. Créanme.

La ineficiencia del crowd funding

Desde Ghost sacan un post para celebrar su segundo aniversario, y realizan un ejercicio de transparencia de gastos, y también explican los planes para el nuevo curso.

Dos párrafos que me han llamado la atención, traducidos a vuelatecla:

En efecto, pagamos alrededor del 15% [de los más de $300.000] de lo que obtuvimos desde Kickstarter directamente en comisiones, donaciones devueltas, e impuestos. Es una suma monumental. No estábamos preparados para algo tan elevado en ningún resquicio de nuestra imaginación.

Fue una lección dura que sólo fue compensada gracias al hecho de que hicimos una ronda adicional de patrocinio privado que hizo una diferencia. De los $60.000 en financiación adicional al margen de Kickstarter, únicamente alrededor de 100 (o 0.001%) se perdió en comisiones bancarias.

El post trata otros temas, y si te interesan estas cosas vale la pena leerlo.

Sobre financiación colectiva y crowd funding hemos hablado en este blog en más de una ocasión, sobre sus retos y dificultades.

Y sobre Ghost también escribí en su día.

Citizenfour, un buen resumen

Edward Snowden

Hace ya casi dos años que Edward Snowden dio a conocer al público documentos que confirmaban el espionaje masivo a ciudadanos por parte de la NSA estadounidense. Es lo que al principio se llamó «caso PRISM», debido al primero de los sistemas (de los muchos que ahora conocemos) que pudimos conocer gracias al ex-empleado de la misma NSA.

En estos dos años, apenas nada ha cambiado. En lo personal, todo este asunto tan sólo confirma lo que ya sabíamos años antes. En La sociedad de control (libro publicado en 2008) mencionábamos por qué era cuestión de tiempo que todo esto sucediera y se supiera.

Lo que en su día no entendí y ahora veo con meridiana claridad es que no importa: dos años después de que Snowden hiciera público el mayor escándalo de espionaje de la historia – que haría palidecer a la Stasi por sistematización, medios, y alcance – nada ha cambiado en realidad. No ha habido un vuelco en políticas públicas, ni es esperable que lo haya. No se han tramitado leyes que pongan freno a esta situación, y Snowden sigue siendo un paria (cuando no un traidor), en lugar de haber sido ya encumbrado a héroe.

Citizenfour es un documental que cuenta la historia de este caso, y si no han seguido este asunto ni leyeron libros sobre el tema, les recomiendo que lo vean. Por lo demás, tengo poco que añadir a lo que escribí hace dos años: estoy ahíto de estos temas, por eso no escribo sobre los mismos a menudo. (De hecho, vi este documental hace casi un mes, pero tampoco sentí que fuera de especial urgencia comentarlo antes por aquí.)

Sons of Anarchy

Sons of Anarchy

No veo demasiadas series, afortunadamente, dado que en ellas se pierde un tiempo que a menudo estaría mejor usado leyendo algún libro. A pesar de eso, veo algunas series como casi todo el mundo, y la última serie reseñable que estuve viendo fue Sons of Anarchy.

La serie cuenta la historia de un club de moteros con negocios al margen de la ley, y principalmente los esfuerzos de uno de sus miembros por redirigir al mismo hacia negocios legales.

La serie me ha gustado bastante, pero no caeré en lo superlativo. Es buena serie, pero no es la mejor serie policiaca que pueden ver. The Wire es superior, y desde luego también lo es The Sopranos. Pero es buena serie: frenética, más cruda que las dos mencionadas arriba, y con más elementos simbólicos, también es algo gamberra (algo que a ratos viene bien, no nos olvidemos que ante todo una serie es entretenimiento).

Por cierto, antes de decantarme por Sons of Anarchy dudaba sobre si ver ésta o Breaking Bad, cuyo piloto me gustó (vi el piloto de ambas series para decidir cuál ver). Al principio pensaba que tras terminar con los Sons vería esa otra serie, pero la realidad es que no va a ser así. No, al menos, por ahora. He leído bastante poco en este tiempo, y creo que las sesenta horas que no voy a pasar viendo Breaking Bad pueden ser muy útiles para reducir la pila de libros que se me acumula en pendientes.

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