Facebook y el botón de «no me gusta» cuando la máquina es incapaz de aprender

Facebook, Antonio Cerón

Se habló mucho estos días del botón de «no me gusta» de Facebook que finalmente no es eso, que es otra cosa, pero que vamos, va de ayudar a Facebook a clasificar mejor el contenido relevante pero que no es abiertamente alegre o divertido, de forma que no le damos a «Me gusta». Antonio Ortiz comentó el asunto, y ahí pueden ver varios comentarios interesantes, además del mío inicial al respecto, en el que quizá se ve demasiado el sesgo personal hacia el tipo de interacción hipermediada que Facebook habilita (y por ende, el triste y elevado coste de oportunidad brutal en otras formas de comunicación menos encorsetada que estamos pagando).

No obstante, me quedo con el comentario de Juan en BlogOff:

es obvio que el algoritmo de Facebook tiene un problema con los contenidos incómodos. Nadie hace “me gusta” en un “se ha muerto mi hija” pero sin embargo el contenido es relevante

Éste es el problema de fondo. Y Facebook una vez más quiere mediar en la forma en que dices lo siento y transmites ese pesar en los momentos malos de personas queridas. El código es la ley, y la solución que adopte Facebook moldeará la costumbre social una vez más, por ser ubicua, desfavoreciendo la diversidad expresiva que nos hace humanos.

Bocados de Actualidad (193º)

Pues tras el parón de agosto, aquí está de vuelta la sección fija menos fija de toda la blogosfera: los bocados de actualidad. Hoy tenemos la entrega centésima nonagésima tercera, que nos llega al ritmo de Melissa auf der Maur. Recuerdo que algunos de estos enlaces salen antes en mis enlaces compartidos (aquí, el feed RSS) y a veces en Twitter.

  • JaviPas y el compromiso entre seguridad y privacidad.
  • Víctor Ruiz sobre Youtubers de ciencia en español.
  • No creo que haya «un juego de rol perfecto», pero sí me ha gustado el repaso a sistemas de juego que hacen en Xataka. Mi posición personal es que cualquier juego de rol será mejor si permite utilizar dodecaedros.
  • Motherboard y ¿Por qué un montón de expertos de seguridad usan el cliente de correo electrónico más sencillo disponible? Simplicidad es seguridad, afirman.
  • En esa misma línea, un enfoque útil cuando trabajas con datos: «si no puedes asegurarlos, no los recolectes». En Brookings.
  • Dos sobre ciencia: una de Jean-François Gariépy…. explicando por qué abandona la academia; otra de Cracked, explicando 6 problemas actuales de la publicación científica. Por cierto, el problema de pagar por ser publicado se agrava con la aparición de nuevos modelos de negocio para las editoriales científicas, como los basados en Open Access.
  • Ya está el listo que todo lo sabe y el motivo por el que las emisoras de EE.UU. tienen en su nombre todo un chorro de letras.
  • Fernando Tricas acerca del experimento de «el botón», que llevó a cabo Reddit.
  • ¿Usar software de cifrado es cosas de terroristas? En Turquía arrestan a un periodista por hacerlo, lo cuentan en Ars Technica.
  • ¿Qué fue de los Web Components? Ya no copan titulares ni hype, pero siguen vivos. Axel Rauschmayer.
  • Lauren Smiley acerca de la mal llamada economía colaborativa: «no va de compartir, va de proporcionar y recibir servicios». Aquí ya desmontamos varios mitos en torno a esta etiqueta de marketing, tan recurrente en nuevos servicios de Internet.
  • Arnau Fuentes aprovecha el escándalo de boicot a un cantante judió estadounidense para explicar los orígenes del reggae. Jesús Pérez también escribió: «con los judíos en España, siempre es diferente».
  • Para ir terminando, la entrevista que Staf Magazine realiza a Gregorio Esteban Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada, es un documento sensacional. Y es que Chiquito es, pese a su nombre de batallas, un grande entrañable e irrepetible.

Por ahora, esto va a ser todo. Os dejo con Out of our Minds, tema que dio título a su segundo álbum.

Feliz domingo.

Por qué las subastas ceden terreno en eBay

eBay

Hace unos días, el 3 de septiembre, se cumplió el vigésimo aniversario de la apertura de eBay, por derecho propio uno de los grandes hitos de la web y de la Internet popularizada a la que muchos nos sumamos en los años que precedieron al cambio de milenio.

Con motivo de tal efeméride en The Economist publican un artículo en el que hacen balance de estas dos décadas de existencia, y repasan la evolución de uno de los factores más identitarios de eBay, el de las subastas.

El concepto de las subastas online está íntimamente vinculado a eBay, y sin embargo actualmente sólo el 20% de las compraventas que se realizan en el sitio recurren a este método, en un porcentaje que no para de caer.

En el artículo entran a analizar las desventajas de ese método para vendedores (pese a los trucos para incitar a realizar pujas más altas, los precios en subasta suelen ser algo menores que los de venta a precio fijo) y para compradores (para evitar que te superen la puja en el último segundo, hay que estar atento hasta el último segundo de todas formas). Es importante comprender que ambos factores son relevantes: no es sólo que ahora se pongan menos objetos en subasta, es que esto es así porque una mayoría de usuarios no está dispuesto a realizar el esfuerzo de bucear en las mismas.

Y es importante saber que los usuarios que pierden una subasta en el último segundo tienen una probabilidad mayor de pillar tal cabreo que abandonen la tienda para siempre, lo que sin duda estaba haciendo daño al negocio de eBay toda vez que compradores con más experiencia y/o dedicación recurren a ese mecanismo.

No todos los vendedores están dispuestos a vender a descuento, y no todos los compradores están dispuestos a realizar el esfuerzo necesario para encontrar un precio mejor derivado de la subasta.

Interesante reflexión sobre un concepto que si bien desde el punto de vista económico es fantástico, porque ayuda a vislumbrar el valor de mercado real de un objeto evitando la asignación de rentas y también evitando que el vendedor sea estafado y reciba cuatro duros por algo que seguramente vale mucho más. No obstante, parece que en muchas situaciones este mecanismo de eficiencia no es buscado por ninguna de las dos partes.

Por qué ya no me gusta «el ciclismo»

Lance Armstrong

En el ciclismo siempre hubo dopaje, perseguido escasamente y a regañadientes; al menos desde que yo era pequeño. Había dopaje, pero había al menos una escenificación de que no era bienvenido, de que recurrir a drogas para aumentar el rendimiento competitivo era reprobable.

Eso cambió el año en que Armstrong ganó su primer Tour de France: un ciclista decente pero sin brillo ni regularidad padece una enfermedad grave y se repone, para a continuación ganar la competición más exigente del mundo. Que tuviera un papelito que le permitiese medicarse para evitar recaídas a nadie pareció importarle dentro de la organización de la carrera, ni de la UCI, ni de los profesionales de la información, ni a una mayoría de la afición.

El mencionado ciclista sin brillo llegó a ganar siete veces la competición más codiciada del ciclismo profesional, ésa que tiene fama de ser además la más dura, mientras deportista, organización, y federación insistían en que todo estaba conforme a la norma, que no había motivo para dudar de unas victorias obtenidas en justicia y buena lid gracias a un portento físico sin igual.

Tardaron más de una década en admitir el fraude, concentrados unos y otros más en no dañar «el negocio» que en defender los valores del deporte, por más que a muchos nos había sido evidente desde el primer día que Lance Armstrong iba hasta arriba. Y por supuesto no es el único, la lista es larga en esa carrera ni ese deporte.

Ahí está el por qué: pasó demasiado tiempo hasta la admisión de esa verdad y para cuando sucedió a muchos nos dio igual. Yo dejé de interesarme por el ciclismo (en tanto que «competición de masas») cuando este señor recibió los primeros honores, pues era algo abiertamente grotesco.

Soy aficionado a la bicicleta, que me encanta desde que tengo uso de razón y en la que salgo a dar pedales siempre que tengo ocasión. Pero el ciclismo, como competición de élite – al menos, quiero creer que hay mucho aficionado que compite a nivel local y regional por el único gusto de hacerlo – no merece la más mínima atención.

Disfruten de La vuelta, ustedes que quizá pueden, a mí hace mucho que esas competiciones no me dicen nada. El doping, por otra parte, tiene una faceta de I+D brutal tanto en síntesis de nuevos productos como en desarrollos de técnicas de detección (y enmascaramiento, para evitar la detección). Es una historia química-económica genial de la que quizá hablaremos otro día.

Metros, tranvías, y complejos

Metro de Málaga

Os voy a contar una cosa. Esa manía que tenéis de llamar metro a lo que no es más que un tranvía es absurda. Refleja complejos grandes.

Málaga tiene un metro, que aunque es subterráneo gran parte del trayecto, no circula a velocidad de tren (ni siquiera de cercanías) sino a velocidad de tranvía. Sevilla tiene otro falso metro, casi gemelo al de Málaga. Y ahora Granada también construye su «metro». Todos ellos no son más que tranvías con ínfulas.

Madrid no se libra: y tiene «metro ligero» en diversas zonas. Valiosa mención para diferenciarlo del servicio de metro real, ese que todos identificamos conceptualmente con ese nombre.

Todo esto es absurdo. Grandes ciudades europeas como Zürich, Viena, Dortmund, y Düsseldorf tienen tranvías (estas dos últimas también tienen metro) y lo llaman por su nombre. No muere nadie por ello. Ningún politico tiene que dimitir por ello. Nadie en esas ciudades se siente más subdesarrollado ni más de pueblo por tener tranvías en lugar de metros.

Pero no, aquí el postureo comienza en la administración. Los primeros en hablar de metro, aunque no lo sea, son los alcaldes. Y lo hacen por miedo a que se les juzgue mal. «El alcalde fulanito quiere montar un tranvía, a estas alturas, quiere volver al pasado». Así que lo llamamos Metro porque la gente quiere sentir que vive en Nueva York.

Sevilla, o Granada, o Málaga, tienen una tasa de paro ensordecedora y apenas nadie se plantea mover el culo, pero quieren sentir que no se pierden nada y que viven en la cresta de la ola en una ciudad que tiene de todo, y de la que en consecuencia no hace falta moverse aunque no haya empleo ni para apartar las moscas.

La responsabilidad no es exógena. No basta con culpar al político. El principal incentivo de todo político es perpetuarse en el poder, en este lugar y en este momento eso pasa por ganar las próximas elecciones, sean cuales sean. El político exagera porque le va en ello su empleo y su renovación, y en este tema exageran semánticamente porque sus votantes así lo reclaman. Sí, la responsabilidad esta vez tampoco es únicamente «de otros». Los políticos miente interesadamente como aduladores que son, diciendo exactamente lo que su público – sus votantes -, quiere oír.

Y si para ello hay que dejar de llamar a las cosas por su nombre, así sea. Aunque el resultado sea una inflación lingüística exasperante, e insostenible.

Configurar escáner Canon CanoScan LiDE 220 en Ubuntu Linux

Aquí un pequeño post de esos que, como dice la canción, escribo para recordar.

El problema es el de siempre: a la mínima que uno intente utilizar hardware no básico (por esto me refiero a cosas como teclado, ratón, y poco más) en Linux comienza la lucha con innumerables gigantes que en lugar de meterse en la piel de molinos se encarnan esta vez en la forma de falta de drivers, trucos, terminales de comandos, compilación de ejecutables, y archivos de configuración. Es triste, pero esto sigue sucediendo.

En el caso de necesitar un escáner para usar desde Linux, lo primero es mirar bien que el mismo esté soportado por SANE (acrónimo para Scanner Access Now Easy; voy a llorar un rato y luego continúo escribiendo el post). Podemos ver una lista de dispositivos soportados en la misma web del proyecto SANE.

En el caso del Canon CanoScan LiDE 220, está soportado en la versión en desarrollo, pero no en la estable. Así que hay que instalar la versión desde repositorio CVS. Esto sería un proceso largo y tedioso, si no fuera porque hay una persona que mantiene un repositorio PPA actualizado de SANE ya compilado, para instalar directamente en nuestra Ubuntu (desde aquí agradecimientos infinitos a Rolf Bensch).

Usando ese repositorio PPA, el escáner funciona, si bien los botones de función de acceso rápido no lo hacen (y quizá no lo hagan nunca, lo que nos devuelve al inicio del post y las dificultades de usar cierto hardware en Linux) y hay que hacer toda la gestión vía software.

Por lo demás, esto es todo: un post de esos que, ante todo, me son útiles a mí mismo en el futuro, cuando necesite configurar de nuevo el bicho de escanear.

Nadie lo sabe, porque es el futuro

Una ciudad del futuro, nadie sabe si serán así

El 27 de agosto de 1928, tal día como hoy hace 87 años, se firmaba en París el conocido como Pacto Briand-Kellogg (también conocido como Kellogg-Briand en literatura estadounidense, en honor a los responsables de exteriores francés y estadounidense). Este pacto es un tratado internacional por el que los estados firmantes se comprometieron a no utilizar la guerra como forma de resolución de conflictos, y entre los estados firmantes se encontraban Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Polonia, y Japón, entre otros. Había pasado una década desde el final de la gran guerra, y la preocupación por sentar las bases de un futuro más diplomático y menos bélico era más que visible; no dudo de que la voluntad por evitar cometer el error de otra gran guerra era real. No obstante las buenas intenciones, tan sólo hizo falta otra década para que todos los países mencionados arriba se enzarzaran en el conflicto bélico qué más muertos ha causado en la historia de la humanidad: la segunda guerra mundial.

Hoy no hemos venido a hablar de las guerras y conflictos armados del futuro, para eso recomiendo blogs mejores que éste, pero sí quería hablar un poco sobre el futuro.

La incertidumbre nos genera desasosiego, así que pretendemos a toda costa saber cómo será el futuro, y eso crea todo un mercado de predicciones como ya comentamos en su día al hilo de Future Babble de Daniel Gardner. Y cuando hablamos de negocios, y de negocios por Internet, este mercado de predicciones está muy demandado (y cotizado).

Algo de razón hay: estar bien asesorado, en negocios como en cualquier otro ámbito, es mejor que no estar asesorado. Estar mal asesorado, sin embargo, no tiene precio, pero puede mandarte a la ruina.

El tema, es que precisamente por estar cotizado, todo el mundo asegura poder decirte el futuro de los negocios por Internet, y de lo social, y de la web, y de las apps, y del ecommerce. Pero la realidad es que nadie sabe nada. Los gurús de lo social, expertos en cobrar tuits a precio de Don Perignon, vaticinaban hace años el «social commerce» y avisaban de que para vender tendrías que tener una tienda en Facebook. Por supuesto, no podemos descartar que suceda en el futuro (ya saben que el método científico no funciona haciendo demostraciones en negativo, motivo por el cual tampoco podemos demostrar que no exista un dios), pero ha pasado un largo lustro y lo de abandonar tu tienda online para vender dentro de Facebook ni ha sucedido ni se espera que suceda. Internet ha cambiado mucho estos años, y el comercio electrónico también, pero por más cantos de sirenas (50% agoreros, 50% tecnoutópicos) que hemos oído, algunas cosas han cambiado verdaderamente poco.

Por eso cuando me preguntan «¿y cómo va a ser esto dentro de unos años?» lo único que sé decir es que no lo sabemos, que nadie lo sabe aunque afirme saberlo, golpeándose el pecho a la voz de «yo soy pionero de esto». No, ésos tampoco lo saben.

Lo que sabemos es lo que ha funcionado históricamente, y lo que está funcionando (o no) actualmente; para eso tomamos datos y analizamos constantemente todo lo que sucede en nuestro entorno (país, sector, empresa, relaciones con clientes y proveedores, todo eso es susceptible de monitorización). Eso nos da opciones a corto y medio plazo, algunas más continuistas, otras menos; pequeñas ventanas de oportunidad para seguir surfeando la ola sin que nos tumbe. Pero sin poderes mágicos para saber lo que nadie sabe. Hace unos años nadie había pensado inundar mercados con stock nunca antes comercializado por sus propietarios consiguiendo bajar los precios de algunos de estos servicios, como en el caso del transporte por carretera o los alojamientos vacacionales (todo eso que llamamos «economía colaborativa»).

¿Dónde estaban esos gurús que todo lo saben en 2009? ¿Por qué no fueron tan listos de ver el futuro y montar ellos Uber antes de que para montar un competidor hicieran falta miles de millones? Hablar sobre eso en 2015 no tiene misterio, pero quizá es que en 2009 ellos, como el resto, tampoco imaginaban qué iba a suceder, aunque el día menos pensado se ahogarán con su propia lengua por exceso de engolamiento al hablar sobre sí mismos en Twitter y LinkedIn.

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