No, el problema de los contadores eléctricos inteligentes no es la radiación que emiten

Bombillas

El precio de la electricidad en España está experimentando estas semanas una subida, derivada de la subida del precio de los combustibles utilizados para producirla en las centrales de ciclo combinado donde se produce la mayoría de la energía que se consume allí. Haber impulsado mejor las energías renovables habría reducido un poco esa dependencia y su influencia en el precio, pero lo cierto es que el impacto de esa medida es a día de hoy pequeño. Si la preocupación es el medio ambiente y el precio de la electricidad, la soluión era haber construido hace ya décadas más centrales nucleares que proveen energía barata, en cantidades suficientes para abastecer las ciudades, y mucho más limpia que cualquier otra fuente capaz de cumplir esas dos condiciones (mucha y relativamente barata). Más sobre este tema en un post sobre energía en este blog, de hace unos meses.

La salud y radiación de los nuevos contadores inteligentes: otro bulo

Hoy, no obstante, vamos a hablar de otro tema. Circulan bulos sobre el peligro que los contadores eléctricos inteligentes suponen para la salud, porque emiten constantemente radiación de microondas. No es más que un reciclado del bulo sobre el peligro de las antenas de telefonía, el de las alergias al wifi, y similares. Un bulo reciclado mantiene intacto su carácter de bulo.

No. Los llamados contadores eléctricos «inteligentes» no representan un especial peligro para la salud, ni la emisión de señales por parte de estos es peligrosa en ningún caso. Estos contadores utilizan radiación similar a la que usan los teléfonos móviles, y de hecho usan esta red para enviar los datos al proveedor. Oh, ¿cómo de peligrosa es la radiación móvil? Aquí pongo una imagen del espectro electromagnético sacada de Wikipedia.

Espectro electromagnético

La radiación visible, que comprende todos los colores que diferenciamos con nuestros ojos y está ampliada en la parte superior del gráfico, es esa cosita estrecha del gráfico. Va del rojo (radiación visible menos energética) al violeta (radiación visible más energética). Por encima y por debajo hay muchos tipos de radiación de los que algunos de los más conocidos son la radiación infrarroja (por debajo del rojo, menos energética y peligrosa que la visible) y la ultravioleta (más allá del violeta, más energética y algo más peligrosa que la visible). La radiación que usan los móviles, y también estos contadores, es radiación de microondas. Están por debajo de la infrarroja, y son en consecuencia menos peligrosa. Las microondas no son ionizantes, sino que hacen vibrar los enlaces de las moléculas contra las que chocan. Tras la interacción, cuando la molécula deja de vibrar, esa energía se desprende en forma de calor. Por eso los alimentos se calientan en un microondas, un cacharro que emite radiación microondas en su interior (sólo en su interior, como bien sabemos gracias a Faraday, lo comento porque hay otro bulo con estos cacharros). No conlleva peligros para la salud. No tiene sentido darle más vueltas.

Contadores conectados a Internet

Hay otro peligro subyacente a estos contadores inteligentes del que nadie hará bulos virales, por desgracia. Más allá de las implicaciones para la privacidad, estos contadores son una nueva horda de dispositivos conectados a Internet. Uno de los puntos en que necesitamos mejorar mucho en una sociedad digital completamente dependiente de Internet es el de la seguridad de la red. Con cada vez más dispositivos conectados a la Red, el sistema es exponencialmente más inseguro. Equipamiento progresivamente anticuado, cuyos fabricantes se desentienden del mantenimiento de los equipos y del software con el que funcionan porque no les es rentable atenderlos, cuyos fabricantes están en muchos casos ya fuera del mercado y desaparecidos. Millones de equipos legacy potencialmente vulnerables, desatendidos, y listos para ser utilizados por atacantes en contra del resto del sistema. Ése es el futuro que tenemos a la vuelta de la esquina, y si no somos cuidadosos estos contadores se van a sumar a la fiesta.

Este otoño hubo una serie de ataques DDoS en los que los atacantes se sirvieron de miles de equipos conectados a Internet y vulnerables para crear la botnet más grande que se ha visto hasta el momento. Ataques que dejaron fuera de servicio a algunos de los servicios más importantes de Internet y sobre los que ya hemos hablado. Unos días después, otra serie de ataques fijó su objetivo en la web de seguridad KrebsOnSecurity.com. Esta semana desde esa misma web comparten lo que han descubierto en relación con ese ataque, y la historia que une los submundos de Internet, el tráfico de vulnerabilidades, la compra de ataques mercenarios pagados en criptodivisas y todo lo necesario para una gran novela Cyberpunk, es intranquilizadora.

La perspectiva de tener un sistema de abastecimiento y facturación eléctrico regulado por contadores descuidados y conectados a la red móvil, cuyo uso se extenderá seguramente durante años antes de ser reemplazados, hackeables sistemáticamente tanto por un gobierno extranjero que quiera causar un caos a un competidor como por una red de piratas que únicamente quieran usarlos como zombies, no es en absoluto halagueña. Ése es el gran problema de estos contadores, y no la radiación que usan para reportar su consumo a tu proveedor eléctrico. Pero de eso nadie hará mensajes virales.

Implicaciones del fin del dinero en efectivo

DInero en efectivo

Uno de los temas que se presentan como muy relevantes para los años que vienen es la eliminación del dinero en efectivo. Es un tema con tantas implicaciones que con frecuencia tengo la impresión de que lo leo sobre el tema son ideas incompletas y visiones parciales del problema. No pretendo en este post abordar todo el problema, pero al menos espero mencionar varios puntos que no veo normalmente. Añadir que ya en 2006 hablábamos en este blog de este tema; aunque pasada una larga década me parece aquél un enfoque mucho más simple, al menos tengo la fantasía de haber aprendido algo estos años.

En el caso de la eliminación del dinero metálico las consecuencias serían amplias. Por supuesto afectaría a la economía sumergida, aunque quizá no como podemos pensar de forma intuitiva; como decía el chiste, el principal consecuencia de la nueva regulación es que modifica completamente nuestra estrategia para saltarnos la regulación. Más sobre esto luego. También afectaría a nuestra privacidad, y por tanto a nuestra libertad y a la forma en que se puede controlar lo que una persona hace, tanto con fines forenses o de auditoría como de forma preventiva -sí, cuando no hay dinero en efectivo alguien tiene que autorizar tus pagos, todos tus pagos. La combinación de regulación sobre dinero en efectivo con otras regulaciones y prohibiciones puede conllevar la aparición de divisas alternativas más flexibles, pero entonces la transacción no estará protegida/garantizada por la ley. Quizá emergerán nuevos sistemas de garantías, pero de entrada no podrás contar con el sistema de garantías habitual para el consumidor. Por último, la eliminación del metálico trastocaría drásticamente los incentivos de los bancos y de quienes normalmente custodian nuestro dinero y nos recompensan por ello, dado que es con nuestros ahorros depositados que financian sus inversiones y nuevos negocios.

Privacidad, libertad, y seguridad

Es la consecuencia en que primero pensamos: todos los pagos hechos mediante el banco – sean con tarjeta, con el móvil, o a través de empresas tecnológicas que ejerzan de banco (que publiqué originalmente en la web de Cartograf, ahora accesible desde este blog, 2012) – son trazables. Imaginen que la seguridad social no le cubre el tratamiento si usted no hace exactamente lo que le prescribe el médico. Nada de comprar tabaco a escondidas, o golosinas, o alcohol, si el médico les ha vedado el consumo. Imaginen que el banco pueda compartir los datos con su seguro médico y cobrarle más por el seguro o incluso cancelarlo si usted los viernes va al pub tras salir del trabajo. No es nuevo, en La sociedad de control ya recogí ejemplos de países europeos que aspiraban a tasar con más impuestos estos comportamientos. Es una aspiración latente de algunos Estados, en aras de la eficiencia del uso de recursos públicos. Pero para conseguirlo hay que aniquilar la privacidad individual.

Por el mismo sistema, cuando no puedes rascar el bolsillo y pagar una cerveza, lo que necesitas es que alguien autorice tu pago electrónico. Esto es divertido porque es posible que ni siquiera puedas comprar ese tabaco/alcohol/golosinas si en primer término la entidad no valida el pago del producto. Pero también tendrás que esperar el OK del datáfono para poder comprar el pan del desayuno, o ese café de Starbucks que beberás aceleradamente en mitad de la calle; incluso si no habrías escogido pagar en digital. Si la economía siempre es colaborativa y se basa en relaciones de confianza entre partes, la intermediación de toda transacción convierte a la entidad que valida y aprueba en destinatario único de la confianza. Es cierto que ahora ese rol lo ejercen los bancos centrales que emiten la moneda con la que pagamos, pero más que un trasvase de rol, hay una amplificación del mismo en el caso del pago electrónico obligatorio; al fin y al cabo, una vez emitida la moneda de 2€, el banco central no vuelve a meterse en el camino cada vez que la misma cambia de manos. Cuando cada transacción ha de ser validada, la influencia de la entidad que certifica y valida las transacciones es muy alta. Y el riesgo y el peligro de un abuso de la misma crecen en la misma medida.

Puede pensarse que una parte de economía sumergida existe porque el sistema actual de pago en metálico lo pone fácil. Pero eso es una explicación parcial y demasiado sencilla. La realidad es compleja y si no hay dinero metálico, no es descabellado pensar que aparecerán divisas alternativas que ofrecerán vías de escape a ese control. Lo único es que aún no sabemos si estas divisas alternativas ofrecerán las mismas garantías al consumidor. En primera instancia diría que no: si es una divisa o forma de pago que pretende burlar la eliminación del efectivo, dudo que el Estado le dé su bendición. De ser así, todo aquel que opte por usarlas estará adentrándose en terreno inseguro. Los usuarios de criptodivisas actuales ya lo saben: si pasa cualquier cosa con tu monedero de bitcoins, lo tienes crudo para recuperar nada.

Incentivos a la banca

No hace tantos años, dejar el dinero en el banco reportaba un interés bastante majo. Con la crisis de la última década y la economía aún buscando su camino con un euribor en mínimos históricos, parece más que probable que nos adentramos en una era de intereses cercanos a cero, cuando no negativos.

Esto es relevante por lo que implica conceptualmente. Hasta ahora, la idea general es que tú depositas el dinero en el banco y a cambio ellos te ofrecen servicios básicos que facilitan tu día a día – domiciliación de nóminas y recibos, por ejemplo – mientras usan el dinero que has depositado para financiar nuevas empresas y, valga la redundancia, ganar dinero. Un interés negativo significa que depositas el dinero en el banco, ellos lo usan para ganar más, y a cambio te cobran por ello.

Si la banca ya es percibida como el gran enemigo por una parte de la sociedad, no quiero ni pensar cómo sería percibido ese cambio. Y si ese escenario de tipos negativos ya es barajado como verosímil por quienes de esto saben mucho más que yo, no quiero ni pensar dónde pueden llegar a bajar cuando la banca vea desaparecer de un decretazo su gran competencia para la resolución de las pequeñas necesidades diarias, que es el dinero en metálico. Digamos que ahora mismo para pagar una barra de pan, lo más barato y accesible que necesitamos es una moneda. Ése es el marginal, y no una cuenta en un banco. Si se elimina el producto básico, todos los demás tienen incentivo a cobrar más por lo mismo, dado que la competencia más barata ha desaparecido. Sin dinero en efectivo, la única alternativa es dejar el dinero en el banco y descender por ese sendero de intereses negativos en el que te cobran por ello.

Por esto entiendo y puedo entender que algunos bancos saliven y manden notas de prensa algo altas de expectativas con la idea de reducir el ámbito de utilización del dinero en efectivo, pero no puedo entender la euforia de quien quedaría a merced de un sector tan poco dado al sentimiento como es el financiero.

Por todo lo comentado, y aunque parece una tendencia ahora mismo inevitable, no veo con buenos ojos la limitación excesiva ni la eliminación de la circulación de las monedas y billetes de toda la vida. Veo bien las medidas que persiguen limitar el fraude y la corrupción, pero pasarse de frenada trastocaría radicalmente el modo en que funciona la sociedad, y algunas de sus consecuencias podrían ser desagradables.

Profound experience of art

«I had long worried that I was incapable of having a profound experience of art and I had trouble believing that anyone had, at least anyone I knew. I was intensely suspicious of people who claimed a poem or painting or piece of music «changed their life,» especially since I had often known these people before and after their experience and could register no change

Ben Lerner, Leaving the Atocha Station.

Sesgos cognitivos e influencia de los medios

Uno de los temas sobre los que hemos hablado mucho esta semana es el resultado electoral en Estados Unidos, con Donald Trump como próximo presidente de aquel país. Como todo resultado electoral, especialmente en estos últimos tiempos en que las elecciones se toman con una dosis creciente de emoción (entiéndase implicación emocional, y no incertidumbre), las reacciones han sido encendidas en la mayoría de los casos.

Sesgo cognitivo por referencia errónea

No vamos a debatir aquí si Clinton era mejor candidata que Trump, o los por qués. Como pueden imaginar, yo también tengo mis preferencias, pero son irrelevantes, como lo es la de usted, a menos que sea usted votante en EE.UU. Quiero, sin embargo, detenerme sobre la exageración que rodea a la figura de Trump. En estos días se suceden titulares dramáticos que en algunos de los periódicos más influyentes del mundo, y también en los más chusqueros periódicos españoles, anuncian todo tipo de penurias. A juzgar por las premoniciones, Trump encarna no a cuatro sino a una veintena de jinetes del apocalipsis.

Ahora bien, es posible que Trump haga esas cosas, si la democracia estadounidense se lo permite, ya que posee poderes verdaderamente separados y muchas más garantías que las habituales a este lado del atlántico. Pero también es posible que no las haga todas, o que no las lleve a los extremos anunciados. Y en ese caso por sencilla comparación la imagen percibida de Trump no será tan terrible como sus actos. Tan sólo porque algunos medios están vendiendo que EEUU es un estado fallido, o que en cuestión de poco tiempo se va a convertir en un totalitarismo incontestable. Sin duda los encargados de escribir esos titulares harían bien en ceñirse a la realidad. Claro que está por ver que contando tan sólo la realidad, un periódico consiga vender ejemplares, o clicks, o lo que sea que necesiten para ganar dinero.

¿Y si no tener medios influyentes fuera aún peor que tenerlos?

De aquí vamos directamente a la segunda cuestión. ¿Por qué fallan repetidamente las encuestas electorales? Da igual el país, da igual todo: parece que nadie sea capaz de hacer una encuesta bien hecha… Y yo no me lo creo. Muy al contrario, creo que si algo demuestra el repetido fracaso de las encuestas electorales es que las mismas no se hacen para informar sobre la intención de voto existente, sino para condicionar dicho voto, para manipularlo.

La novedad es que ni eso están consiguiendo. Decía Antonio Ortiz al hilo de la victoria de Trump que los medios han perdido la capacidad de influir en la opinión pública. Puede ser, pero yo no estoy del todo de acuerdo. El agenda setting está hoy en día controlado por los grandes grupos de medios con más fuerza que lo estuvo nunca desde la emergencia de Internet.

Conste que yo vería con buenos ojos ese declive, al fin y al cabo hace casi una década que dijimos que era urgente que dejásemos de atender a los medios masivos. Vería, condicional. Cuando argumento que es beneficioso dejar de atender a medios masivos lo hago pensando en que cada persona va a cuidar de la responsabilidad de configurar su propia agenda informativa, para informarse mejor sustituyendo esa información genérica por una selección que trate temas que le interesen, y que lo haga de forma equilibrada.

Si el párrafo anterior no te ha provocado siquiera un suspiro por el idealismo perdido, no puedo ayudarte. Pues sucede que sí, que la mayoría de la población parece tomar decisiones influidos por algo más que la portada del NY Times, pero no parece que hayan construido esa «dieta informativa» equilibrada y bien organizada. Más bien usan servicios tipo Facebook y Twitter sin demasiada reflexión, lo que ya sabemos que termina convirtiendo estos nuevos medios en cámaras de eco personalizadas en las que todo el mundo nos da la razón y leemos mayoritariamente a aquellos que van a confirmar nuestro prejuicios.

Este escenario, huelga decirlo, produce resultados tan mediocres como el clásico en que un oligopolio controlaba los medios masivos y estos constituían la única fuente de información para tomar decisiones de calado, como lo es a quién votar en unas elecciones presidenciales. Diría que peores, pero no puedo cuantificarlo así que me callo. En Facebook y en Twitter se comenta desde hace años lo que primero sale en la televisión. ¿O no vais todos a tuitear como locos lo de Ana Pastor o lo de Jordi Évole esta noche? Pues eso. Hay quien sigue creyéndose aquello que ya sonaba ridículo en el aftermath del 15M, de que «la revolución no será televisada», mientras cada semana se concentra muy fuerte en repetir lo que sea que el canal de televisión de turno decida meterle en vena.

Esa combinación: cierta desconfianza hacia los medios de masas «porque están manipulados» con los sesgos introducidos cuando nos informamos únicamente a partir de fuentes homogéneas (nuestro círculo de amigos) que nos hacen llegar mensajes alternativos pero nada imparciales podría estar facilitando la extensión de un mensaje de odio en todo occidente, y sirviendo de apoyo a la difusión del nuevo fascismo, como ya comenté en un post hace casi ocho meses.

Tengo la sensación de que este post deja más interrogantes que respuestas, pero no tuve tiempo para organizarlo más. Lo publico en la sana esperanza de poder avanzar la reflexión en los próximos días, quién sabe si con el apoyo de algunos comentarios.

Tolkien, las ediciones de bolsillo, y otras curiosidades

J. R. R. Tolkien

Hoy he dedicado casi todas las pausas del día a ir leyendo a trozos un artículo que Luis Rull compartió esta mañana y que me ha gustado tanto que aquí estoy pensando la mejor forma de recomendároslo.

El artículo en sí tiene por nombre “And in the Darkness Bind Them”: The First ‘Lord of the Rings’ Paperbacks and the Making of Fantasy y ofrece una perspectiva magnífica del que es seguramente el hecho de más repercusión en la literatura del s. XX hasta nuestros días.

En la historia hay un poco de todo. Desde un escritor tan talentoso para la escritura como torpe y desconocedor de su propio negocio, y que se negaba a toda costa a editar sus libros en formato de bolsillo porque afirmaba que esos libros más baratos iban a canibalizar la venta de libros en tapa dura y a reducir sus ganancias, a un editor pícaro, estudiantes de Berkeley de los años del hippismo y hasta un poco de esa tierra originaria perdida que sin duda marca en todo momento la obra de Tolkien.

Por cierto y en su defensa, hay que destacar que mientras el libro en tapa dura se vendía a $15 de la época, los de bolsillo se vendían por debajo de un dólar, así que su escepticismo tampoco era descabellado. Ahora, sabiendo que sus libros son bestseller absolutos es fácil ver su error, pero la industria del libro de bolsillo era muy pequeña en los años 50 del siglo pasado, y de eso trata realmente el artículo. De cómo Tolkien y su obra se convirtieron en lo que son gracias a los formatos de bolsillo, y a su vez avalaron estos formatos de bolsillo para que dejasen de ser considerados formatos de obras menores.

Pero hay también una historia de agujeros de copyright, que es el único trozo de todo el artículo que ya conocía. Por un vacío legal, una editorial que previamente había intentado editar la obra de Tolkien en bolsillo pudo empezar a hacerlo y a partir de ahí Tolkien autorizaría a regañadientes una edición en bolsillo para contratacar a esta «pirata». Tolkien andaba ofendidísimo con todo esto, pese a que fue el empeño de ese editor el que al tiempo contribuyó a popularizar su obra y que la misma consiguiera convertirse en lo que es ahora, y convertirlo a él en lo que es.

Como digo, el artículo tiene un poco de todo y yo no quiero destriparlo aquí, pero sí os recomiendo su lectura.

La ciberguerra en ciernes

Publicó Bruce Schneier un artículo en su blog hace dos días que es de obligada lectura: Someone is learning how to take down the Internet.

Sobre la escalada de ataques DDoS a grandes empresas de servicios en Internet, sobre lo metódico y sofisticado de los mismos y sobre cómo la combinación de estas características sugieren que se trata de un reconocimiento de terreno, como si los atacantes estuvieran realmente calibrando qué resistencia real se van a encontrar el día que decidan atacar de verdad.

Who would do this? It doesn’t seem like something an activist, criminal, or researcher would do. Profiling core infrastructure is common practice in espionage and intelligence gathering. It’s not normal for companies to do that. Furthermore, the size and scale of these probes — and especially their persistence — points to state actors. It feels like a nation’s military cybercommand trying to calibrate its weaponry in the case of cyberwar. It reminds me of the US’s Cold War program of flying high-altitude planes over the Soviet Union to force their air-defense systems to turn on, to map their capabilities.

La nota no es muy extensa, pero es importante por lo que deja ver sobre la tensión no superficial entre Estados y cómo éstos se preparan para interrumpir los canales de información masivos en caso de que un nuevo conflicto entre potencias. Sobre esto no verán hashtags en Twitter ni noticias en TV, y sin embargo está sucediendo a la vista de (casi) todos.

Nuestro particular «Viaje a la luna»

Viaje a la luna, Georges Méliès

Rodó en 1902 Georges Méliès una de las piezas más recordadas de la historia del cine: Le Voyage Dans La Lune, El viaje a la luna. Es un cortometraje magnífico que os recomiendo ver por lo absurdamente poético que es. Estaréis pensando que se me ha ido la pinza hablando de esto. No es así -al menos, no más que de costumbre-, pero dadme tiempo para explicarme.

La cosa es que la idea que se tenía a principios de siglo sobre cómo serían los viajes a la luna eran muy diferentes a como realmente fueron. Esos señores con bastón y sombrero y chaqué poco tienen en común con Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Y aunque menos poéticos, nadie duda de que los viajes reales fueron mucho mejor que lo que había imaginado Méliès casi setenta años antes.

Avancemos hasta los años 90 del siglo XX, toda una generación de escritores y nuevos filósofos profundiza cada uno a su modo en algo nuevo: Internet. Ahí tenemos a Gibson y su Flatline, a Stephenson y la línea de comandos, o a Hakim Bey y sus Zonas temporalmente autónomas. Todos ellos aciertan a definir aspectos de cómo vivimos y hacemos cosas en Internet. Pero todos yerran.

En 2016 existen ZTA en Internet, y rincones de discusión «horizontal» entre pares (p2p). Pero existen como en los años 50 existían los clubes de lectura: una coquetería intelectual para la minoría ilustrada, que les reporta satisfacción pero no cambia de forma significativamente el mundo ni influye dramáticamente en él. Ni los clubes de lectura ni los foros ni los blogs como se concibieron unos años después que los foros tienen ahora una relevancia fundamental en el devenir de las cosas. Ya hablamos en su día de la madurez de la tecnoutopía.

Al final, la mayoría no ilustrada, ésa que no saliva pensando en La Pila de libros por leer, está en otra parte, en otra línea temporal incluso. Hablan entre ellos usando Whatsapp, comparten sus fotos en Instagram, y hacen casi todo lo demás (también, sic) en Facebook. Si intentas compartir piso en un país nuevo, puede que los primeros en encontrarte sean scammers con anuncios clónicos y falsos en las webs especializadas. Pero si entras a un grupo de Facebook sobre el tema, quizá tengas más suerte. Lo mismo que en Whatsapp tienes más contactos que en otros servicios similares como Telegram.

A la mayoría de quienes llevamos aquí el tiempo suficiente, nos chirrían los oídos sólo de pensar que para algunas cosas esté funcionando mejor esa Internet de Facebook y cuatro más que la que habíamos soñado hace veinte años, cuando éramos más jóvenes pero, sobre todo y además, más ingenuos.

No se trata tampoco de decir que el sistema no funcinaría mejor de otra forma; seguramente es cierto que sería mejor de esa otra forma. O al menos, lo sería si realmente existiese; porque tampoco se trata de obviar que esas otras formas tan sólo las hemos soñado. Me interesa mucho pensar cómo podría funcionar el mundo, pero me interesa quizá un poco más descifrar cómo está funcionando realmente. Poner pies en tierra. Para asuntos que requieren masa crítica hay que aceptar que la misma no se encuentra fácilmente fuera de esos circuitos convencionales. Ése es nuestro particular Viaje a la luna.

Para placeres sosegados -una reflexión, una idea, una conversación- la masa crítica siempre fue menor, y así continúa siendo. Pero no deja de ser un club de lectura, un disfrute intelectual como lo es la poesía disponible para el que lo quiera. Donde no podemos olvidar que la mayoría de las personas detesta la poesía; también en digital.

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