Desde que en la edad media la Santa Inquisición dedicara sus esfuerzos al noble arte de purificar en las llamas a todo aquel que se atreviera a discrepar de La Verdad Única bajo la acusación de practicar la brujería, se engloban bajo el nombre de caza de brujas todas las prácticas que a lo largo de la historia van encaminadas a conseguir que un grupo de personas sean condenados injustamente (bien porque no sean culpables o bien porque las penas sean alarmante e injustificadamente altas) por mantener posiciones discrepantes con el poder en cada momento (sea éste político o religioso).
Una caza de brujas que todos recordamos son la de comunistas en los Estados Unidos de la guerra fría., que contemplamos lejana en los tonos blanco y negro de los documentales de hace medio siglo. Sin embargo en la actualidad, desde los años noventa, existe una caza de brujas que no se ha detenido ni un momento: La de «Hackers», que también es conocida como La Caza de Hackers, o The Hackers Crackdown, tal y como la denomina Bruce Sterling en su libro. Vale, vale, antes de que me gritéis que eso no es nuevo voy a matizar que estoy de acuerdo, no es nuevo, pero no deja de serlo: Casos recientes como el de McKinnon, cuya extradición a los Estados Unidos está casi aprobada hacen que siga siendo vigente, casos desproporcionados como el de Kevin Mitnick, condenado a no acercarse a una computadora ni a un teléfono móvil (¿es posible vivir en occidente en esas condiciones actualmente?) tras ser condenado en los estados unidos por «actividades informáticas ilegales».
Estos días nos enteramos de que ha sido arrestada la mayor banda de hackers chilenos, a los que se les acusa de haberse introducido en multitud de servidores web de distintos gobiernos por sudamérica. Y la cuestión aquí no es si son o no son culpables, seguramente sean culpables de aquello que se les imputa; la cuestión es: ¿lo que se les imputa y las penas que se pedirán estarán acordes al delito cometido?
Con internet hay un problema: Los gobiernos le tienen miedo, hay demasiada libertad, tanto de expresión como de acción. Como no encuentran manera eficiente de ponerle puertas al campo la estrategia pasa por demonizar el medio. Así es como internet se convierte cada día en un nicho de pornografía, pederastía, piratería y delincuencia digital. Porque interesa que se vea con algo de miedo todo lo que sea hacer algo que no está previsto. Vamos, que según los gobiernos nadie se conecta a internet para trabajar, leer las noticias, comunicarte con tus familiares y amigos… Todo eso no existe. Internet es sinónimo de delito, ese es el mensaje oficial de los gobiernos, recordemos que en España la reforma del código penal va a tipificar como delitos informáticos la simple intromisión de un sistema informático, aunque no robes, copies, modifiques nada; esto es lo que se conoce como hacking blanco , cuya única motivación es la de desarrollar un conocimiento, o probarlo; saber si puedes conseguirlo sin hacer «mal mayor». Eso ya no será falta, si la reforma continúa tal como la quieren hacer te podrán enviar a la cárcel por eso. ¿Es esto el fin del hacking blanco?
La historia nos demuestra que las condenas que han recibido los hackers a lo largo de la historia siempre han sido desproporcionadas (ya hemos comentado el caso exagerado e imposible de llevar a cabo de Mitnick, condenado a no estar cerca de ningún dispositivo electrónico). Y repito, no es que defendamos el asalto de ordenadores ajenos desde este blog -no lo hacemos en absoluto-, pero desde luego defendemos una penalización justa de estas acciones. ¿Se aprovechará este caso en Chile para dar un severo correctivo al grupo y así aleccionar a todos los que tengan pensado jugar con sus computadoras de un modo «distinto»? La experiencia nos dice que así será.