Ideas anotadas sobre la crisis para la que no nos estamos preparando

Quería compartir aquí unas ideas un poco elaboradas, pero aún sin cerrar. Más bien como posible tema a tener en cuenta, como debate si así lo queremos. Hoy vamos a hablar de economía, y de mala gestión de la misma.

Hace una década se inició una gran crisis económica de la que solo ahora parece que hemos salido. El problema es que en algunos aspectos se trata de una salida en falso: al menos en España, no se han hecho las reformas necesarias, el sistema productivo ha cambiado relativamente poco, y se sigue incentivando a los jóvenes a tomar decisiones equivocadas en algo tan crítico (por el volumen de apalancamiento que requiere) como el tema de la vivienda.

Contexto

El fin del Quantitative Easing del BCE va a dificultar la emisión de deudas de los estados miembros de la UE, y previsiblemente aumentarán los intereses que tendrán que devolver, lo que podría terminar en reducción de gastos.

Todo esto se está larvando mientras  estamos distraídos porque de momento la música (la del trabajo, la de los salarios cada vez mejores, y la del BCE comprando deuda soberana a manos llenas que hace posible todo lo anterior) sigue sonando y esto es el juego de las sillas una vez más. Ya sabemos que el momento crítico en el juego de las sillas es cuando para la música, se descubre que no hay sillas para todos, y algunos jugadores son eliminados.

La idea básica es que creo que cualquier ola nos puede tumbar el barco y forzarnos a enfrentar de bruces la realidad: que desde «lo público» no se han hecho las reformas debidas desde la anterior crisis, no se han aplicado las lecciones que se debieron aprender de aquella, y que quizá no se han aplicado porque no se han aprendido. El sistema sigue roto, no se ha reformado en esta década, funciona básicamente igual y en consecuencia va a volver a fallar.

Si miramos al contexto, podríamos pensar que todo está en orden. El desempleo cae lenta pero establemente, los salarios se van recuperando e incluso a nivel macroeconómico parece que España va bien.

Sin embargo, también a nivel macro el Estado sigue con las cuentas descuadradas, gastando consistemente, año tras año, unos 70.000 millones de euros más de los que ingresa. Piénsenlo en términos de economía familiar: ¿podrían en casa gastarse cada año, sin excepción, un 15% más del dinero que ingresa la familia? En algún momento nos quedaríamos sin ahorros, y habría que pedir préstamos, y al final habría que pedir para vivir y para pagar préstamos anteriores… Es una situación nada fácil de revertir, pero el Estado juega la baza del too big to fail.

Señales, señales, y malditas señales

Ahora, sin orden ni preferencia, algunas cosas que creo que deberían ponernos en alerta, indicadores que podrían estar sugiriéndonos que hay algo que no termina de funcionar.

  1. Los precios de la vivienda al alza, tanto en venta como en alquiler. En estos últimos años estos precios han aumentado de forma significativa en las grandes ciudades. Es normal que ante un cambio en la demanda (menos compra, más alquiler) el mercado de alquiler se recaliente y suba sus precios, pero la subida es ciertamente elevada. En las ciudades de las que puedo hablar, si alquilaste vivienda en Madrid o Málaga hace dos o tres años y te toca cambiar de vivienda próximamente, vas a pagar un buen pico más en alquiler. 20-30% de incremento, o más. Un factor a vigilar.
  2. La ley del alquiler no se ha mejorado en estos años. Se habla mucho de AirBNB y cómo ha sacado pisos del mercado de alquiler para vivienda habitual y los ha llevado a usos turísticos. No se habla, sin embargo, de la cantidad de pisos que siguen vacíos (mayoría, claramente) porque los propietarios no tienen garantías suficientes para alquilarlos. Lo de AirBNB es cierto e influye, la ley del alquiler hace mucho más daño, pero nadie habla de ello. Mientras tanto, como sabemos, los precios del alquiler siguen subiendo mientras la desprotección del propietario frente a un inquilino malintencionado, o una mafia organizada de okupación, existe.
  3. La compra-venta de vivienda se ha desincentivado: la ley te empuja a comprar una casa «para toda la vida». Se desincentivó la desgravación por compra, una buena noticia porque reduce la presión inversora en inmuebles, pero desde enero de 2015 se deja de considerar la inflación a la hora de normalizar la plusvalía en la compraventa de vivienda. Poniendo trabas a comprar una casa pequeña ahora, y venderla en unos años cuando se te quede pequeña (si tienes hijos, por ejemplo) o vender tu casa y comprar una pequeña cuando los niños van dejando de vivir en casa, porque todas estas operaciones calculan ahora la plusvalía sin considerar la inflación. Así que si compraste una casa hace 30 años y ahora la vendes a un precio 30 veces el inicial, el sistema considera que has pegado un pelotazo, y no que la inflación haya devaluado 30 veces el valor de la moneda.

Consecuencias sobre el mercado laboral: desempleo estructural agravado por dificultad de reubicación de jóvenes

Ahora, esto tiene una serie de efectos negativos sobre el mercado laboral, en especial sobre los jóvenes que se incorporan al mismo y a los que el sistema debería favorecer aportar el máximo de su capacidad, generar más valor añadido, mejor empleo con mayor beneficio.

El efecto sobre los jóvenes: sobrehipotecados, anclados. El efecto es demoledor: se anima a los jóvenes a comprar una casa sobreescalada, más grande de la necesaria para su vida actual. Como estas compras normalmente se financian a crédito, el resultado es tener jóvenes con hipotecas millonarias a 30-40 años, anclados a la ciudad en la que viven. Casas con 4 habitaciones que no necesitan y que solo el tiempo dirán si algún día usarán realmente.

Ineficiencias laborales. En un país donde hay un desajuste enorme entre las competencias ofertadas por los jóvenes y las demandadas por el mercado laboral, lo anterior agrava la dificultad de encontrar un trabajo acorde a la formación de muchas personas. Súmenle la nociva (en términos laborales/profesionales) tendencia de los españoles a no mudarse jamás de ciudad y el cóctel está servido. Personas que tienen mucha tendencia a no mudarse de ciudad ni aunque les tiren agua escaldada por la espalda, junto al efecto de tener jóvenes con hipotecas elevadas. A largo plazo es más sedentarismo laboral, más ineficiencias: te quedas en la ciudad en la que estás, aunque no encuentres el trabajo para el que te has formado. Una generación de jóvenes razonablemente formada (aquí podemos abrir debate otro día, pero bueno) pero incapaz de moverse para optimizar sus oportunidades, cuya productividad no alcanza los valores que podría alcanzar por simple ineficiencia a la hora de encontrar trabajo. Jóvenes que en otras condiciones podrían mudarse, encontrar un trabajo mejor y más acorde a su formación, produciendo más valor en otra ciudad, lo que al final serviría a estos jóvenes para tener mejores salarios y al estado para recuperar (vía mayor productividad y mayores impuestos recaudados) la inversión hecha en formación de esos jóvenes, que en gran proporción han estudiado en las subvencionadas universidades públicas, sumando beca en muchos casos.

El verdadero lobo al que ya vemos la orejas: el fin del QE del Banco Central Europeo

¿Y si el BCE deja de comprar deuda? Risas y carcajadas. Todo apunta a que el BCE dejará de comprar deuda de los estados miembros. Más allá de que la situación económica en España ha mejorado en los últimos años, las reformas de fondo no se han hecho (administraciones duplicadas, creciente número de funcionarios con escasa productividad, reincidencia en un modelo productivo que solo en contadas ciudades ha cambiado realmente, pensiones, malísima gestión de las políticas de natalidad y demografía, y la lista sigue). Cuando el BCE deje de comprar deuda, todos los desajustes van a aflorar. Y va a ser más pronto, mucho más pronto de lo que esperamos.

Por supuesto, aquí nos vamos metiendo corriente abajo en escenarios hipotéticos, acumulando supuestos que dan para un bonito relato (algo que al cerebro y sus sesgos cognitivos le encanta) pero que cada vez son más difíciles de adivinar, por simple complejidad del relato y acumulación de supuestos. No seguiré por esa vía, que lo haga otro.

La cuestión de fondo es que no se han hecho las reformas, que el mercado inmobiliario no está aún en términos de burbuja, pero no se han tomado medidas para evitar que eso vuelva a suceder, que la situación económica es frágil, que la falta de reformas (y alguna de las reformas implementadas) aumenta las ineficiencias del mercado laboral, sobre todo con los jóvenes, lo que dificulta la puesta en valor de sus capacidades y ralentiza el despegue vital de las nuevas generaciones y la recuperación económica global del sistema.

[Quizá más adelante continúo estas reflexiones, a las que en parte di forma en unas conversaciones con JL Chulilla de hace ya varias semanas, pero que he tenido en borrador casi inalterado desde entonces.]

Facebook y el lobo cuidando a las gallinas

Un interesante artículo que leí estos días describía uno de los peligros de Facebook no tanto en la invasión de la privacidad (que también) sino en el control sobre cómo nos informamos, en la deformación de nuestra referencia informativa.

La privacidad, decían, no genera cadáveres, queriendo decir que la privacidad no genera alarma. Pero la manipulación política sí. El escándalo de Cambridge Analytica parece haber desatado esa tormenta contra Facebook.

Por eso el anuncio de que Facebook situará en Barcelona su propio observatorio anti-bulos para detectar y actuar contra las noticias falsas me ha hecho pensar que es el enésimo caso de poner al lobo a guardar las gallinas.

No se me ocurre nadie menos indicado que Facebook a quien se le pudiera encomendar tarea similar.

La última víctima de los coches autónomos no será noticia

Coche autónomo

Hace un par de días tuvo lugar un hecho insólito: falleció la primera víctima mortal en un accidente contra un coche autónomo. La reacción más o menos generalizada está siendo de estupor, con Uber (empresa a cuyo servicio operaba el coche implicado en este accidente) suspendiendo sus pruebas con este tipo de vehículos, pese a que la policía sugiere que Uber podría no ser responsable.

Yo sin embargo quería detenerme en otro aspecto. En realidad, más pronto que tarde los coches autónomos conducirán mejor que los actuales pilotos bípedos de carne y hueso.

Cualquiera que trabaje o haya trabajado en seguridad sabe que se trata de una labor muy ingrata: si nada se rompe, nadie se acuerda de ti; puedes estar durante meses sin que se caíga la WiFi y nadie te dará las gracias («es tu trabajo») y el día que se caiga estará todo el mundo de los nervios y acordándose de ti.

Con el coche autónomo puede pasar lo mismo: esta semana todo el mundo hablará de este accidente, pero pronto los mismos podrían reducirse, podrían ser menos que en la actualidad y nadie reparará en ello. No será noticiable porque a los periodistas les encanta un suceso, algo de morbo fácil con el que captar la atención.

Tras muchos meses con el hype en torno a la conducción autónoma, puede que ahora leamos algún titular agorero. Pero la realidad no cambia nada: lo relevante no es la primera víctima mortal de un coche autónomo, sino la última. No habrá una última en términos absolutos, por supuesto, pero sí conceptualmente: un día los coches autónomos provocarán menos accidentes que los hasta ahora convencionales; y no será noticia porque tendemos a pasar por alto cuando las cosas sencillamente funcionan.

Es algo que veo con cierta analogía a lo sucedido con el ajedrez. Todo el mundo recuerda la primera victoria de una máquina sobre el mejor humano del momento jugando al ajedrez, campeón del mundo en vigor (Kasparov vs Deep Blue 1996). Apenas nadie recuerda la última victoria de un humano contra la mejor máquina del momento (Pomonariov en 2005). Los medios no consideraron ese hecho noticiable, cuando es el verdaderamente significativo en todo ese devenir ajedrecístico.

Como al sysadmin que no se le caen los servicios o al ajedrecista que gana y no es noticia, los coches autónomos tampoco serán mencionados el día en que conduzcan tanto mejor que los humanos que provoquen muchos menos accidentes.

[Otro día debatiremos sobre qué hacer cuando ese momento llegue, porque la única aproximación razonable llegados a ese punto de superioridad técnica es impedir que las personas conduzcan, pero socialmente será complicado de alcanzar.]

Habrá productos basados en blockchain y será tan habitual que ni siquiera lo mencionarán

Bitcoins

No sabemos bajo qué forma se productificarán los smart contracts y otras tecnologías que puedan aparecer derivadas de blockchain.

Tampoco sabemos qué usos de los infinitos actualmente propuestos lograrán cuajar, porque ahora mismo todo el mundo habla de emplearlos para todo y en la mayoría de casos parecen no compensar las ventajas de las tecnologías actuales establecidas.

El ejemplo clásico de gran handicap de adopción es el de reemplazar a los bancos centrales adoptando criptomonedas como Bitcoin. El uso de Bitcoin como divisa frente a las divisas gestionadas por bancos centrales conlleva algunas ventajas y un buen montón de riesgos que como sistema y sociedad no creo que hayamos mitigado lo suficiente como para emplear bitcoin de forma seria. Garantías que damos por hechas como la reversibilidad de una transacción (que nos protege en caso de estafa) son imposibles de hacer valer usando bitcoin.

La solución, dicen son los contratos inteligentes, popularizados por Ethereum, pero de eso hablamos otro día.

Lo que sí sabemos es que cuando estas tecnologías empiecen a ser usadas por la industria, lo harán en productos que o no mencionarán en absoluto la tecnología que usan o lo harán de pasada, del mismo modo en que Spotify no te va diciendo que usa HTTP para hacer llegar la música a tu dispositivo.

Un ejemplo de producto basado en blockchain, creo que el primer producto por una compañía tradicional que yo haya conocido, es Fizzy, del grupo asegurador AXA. Utiliza smart contracts y blockchain para vender seguros cuya indemnización se ejecuta de forma automática en base a información públicamente disponible. Y si no miras muy bien todo el material, no encuentras las palabras clave de moda en toda el dossier que tienen disponible la web. (Pista: en el vídeo sí mencionan a blockchain.)

Facebook no tiene un problema de seguridad, sino de modelo de negocio

Esta semana se descubrió que Cambridge Analytica, una empresa de estudios de mercado, accedió al perfil de más de 50 millones de usuarios de Facebook y usó esta información para influir sobre ellos en el periodo pre-electoral de Estados Unidos. Lo cuenta bien The Guardian.

Como quiera que dicho proceso electoral está actualmente bajo escrutinio de la opinión pública estadounidense mientras se elucidan los supuestos vínculos entre el actual presidente y ámbitos de influencia de Rusia, este tema ha sido tratado por Facebook como una crisis mayor y ha cortado de raíz con Cambridge Analytica, suspendiendo sus cuentas.

Sin embargo, en este proceso Facebook sigue diciendo que no ha habido fallo de seguridad y que Cambridge Analytics ha accedido y usado esta información acorde a las normas pero de mala fé, sin darse cuenta de que eso es lo verdaderamente preocupante.

Facebook es, junto a Google, el mayor exponente de ese modelo de Internet gratis con publicidad que tanto daño ha hecho a la Red, y que tan poco nos gusta a algunos.

Este intento de descargo de responsabilidad por parte de Facebook es más revelador de lo que parece, porque estaría indicando que la propia naturaleza y el modelo de negocio de Facebook lo que representan un problema para nuestra seguridad (Cambridge Analytics habría pagado por acceder a esos perfiles como puede pagar cualquiera, justificando el acceso en base a supuestas investigaciones sociológicas). Conviene recordar, a este respecto, el reciente artículo de Om Malik sobre por qué Facebook no puede cambiar. El problema de Facebook no es que su modelo de negocio no sea rentable, que lo es y mucho, sino que el mismo requiere acaparar una cantidad gigantesca y creciente de información personal de todos nosotros y luego poner dicha información a disposición de cualquiera que pague. Diez años hace que escríbimos la vida privada como producto, antes de que Lanier, Morozov, o Rushkoff pusieran de moda en los ámbitos más cool.

Esta es la Internet que tenemos, y cambiarla no va a ser sencillo porque los servicios gratuitos, aunque tengan publicidad odiosa y sean invasivos, tienen el efecto red a su favor.

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