El consenso de Washington

El consenso de Washington es el nombre con el que se conoce a toda una doctrina económica y política, más en concreto es el nombre que recibe la actual doctrina económica (la falsa globalización) que sirve para gobernarnos y dirigir la vida de millones de personas en la actualidad. Recibe este nombre porque fue definido en Washington, alrededor de 1981. Debe su nombre a John Williamson, economista británico que fue el primero en referirse de esta forma a las medidas que explicaremos a continuación.

El consenso de Washington es el enésimo intento de la clase política y económica por eliminar el poder de las bases del pueblo y sustituirlo por una estructura de poder alternativa al sufragio universal. Esto es lo que se enmascara detrás de lo que se da en llamar «globalización» o lo que se esconde cada vez que nos hablan de «tratados de comercio». Incluso es lo mismo que subyace tras el «tratado para una constitución para Europa». Ojo, soy europeo y europeísta, que nadie se confunda. Pero pienso que otra Europa es posible que no sea la Europa de la concentración del poder y la de la sumisión de todo sector a los omnipotentes distribuidores transnacionales. Una Europa que trate a las personas como personas, no como clientes.

Tras esta mampara nebolusa del consenso de Washington se esconden todo tipo de instituciones supranacionales como la OMC, el FMI, el BM, la Comisión Europea, las Naciones Unidas. Otras que parecen inocuas como la organización mundial de la salud, nos sorprenden con comunicados que parecen provenir de otra parte. Es lógico pues todas están dirigidas por las mismas personas y buscan los intereses de aquellos que las dirigen. Estas organizaciones legislan y dictan patrones de comportamiento (qué está bien, qué está mal) pero lo hacen sin que la ciudadanía les pueda rendir cuentas (sus dirigentes no se eligen por sufragio del pueblo), de forma que toman decisiones que no convienen a casi nadie para que así los gobiernos puedan adoptar esas medidas impopulares y a la vez decir «no es nuestra culpa», «nos lo mandan desde la OMC», «nos lo manda la Comisión Europea», «es para cumplir con el parámetro de estabilidad».

Siguiendo órdenes los estados se curan en salud y pueden tomar una decisión fatal para su industria y su ciudadanía (como la privatización de sus empresas energéticas, la imposición de un canon por copia privada o la inclusión de un canon por préstamo en los libros de las bibliotecas) tan sólo porque lo impone la «liberalización de servicios» impuesta por el FMI, porque es lo que la Organización mundial de la propiedad intelectual (WIPO) pide a sus delegaciones nacionales que exijan o porque la UE nos multa por mantener como gratuito el servicio social de acceso a la cultura más universal, las bibliotecas.

¿Qué dicen cuando protestamos (en los casos que olemos el timo)? «Nos lo han mandado desde Bruselas», «nos lo han mandado desde Davos», «nos lo ordena el FMI», «no es culpa nuestra, no te enfades y vótame de nuevo para que sigamos jodiendo juntos». Actuarán irresponsablemente porque están «obedeciendo órdenes» y a los miembros de esas organizaciones que todo lo deciden no los puede tocar nadie porque no son organizaciones democráticas, no las elige nadie, ninguno de nosotros (bueno, quizá tengo algún lector dueño de un banco y yo sin sabrelo) vota por su presidente. Por tanto estas organizaciones actúan y dictan normas con impunidad. La impunidad que concede la falta de democracia.

Aunque no hubieran oído antes este nombre, el consenso de Washington está muy extendido y recibió con Bill Clinton el espaldarazo definitivo para su extensión global (curiosamente, el odiado George W. Bush ha frenado esto más que otra cosa dada su tremenda facilidad para la acción «unilateral» invadiendo países sin esperar a la ONU -otro de esos entes supranacionales- o firmando acuerdos bilaterales con varios países, como Marruecos). Bill Clinton impulsó decididamente uno de los campos que más ocupan nuestras conversaciones (y de la blogosfera ni te digo…): la globalización de la doctrina estadounidense de copyright, mucho más severa y restrictiva que la del resto del mundo. Bajo el mando de Clinton EE.UU. obligó a China a legislar durísimamente en este ámbito si quería entrar en la OMC (y China lo hizo, sabiendo que eso deja fuera del acceso a la cultura a mil millones de chinos que no pueden pagar los carísimos precios que impone occidente; bajo el mando de Bush están intentando lo mismo con Rusia, pero no es -en absoluto- prioritario para Bush). También en Europa notamos esta presión yankee, tan sólo porque el producto de exportación que más dinero aporta a las arcas de EE.UU. ya no es la industria tradicional: sino el entretenimiento. Mientras Google dice que las patentes en aquel país son cada vez peores, el signo claro es que ya no ganan dinero porque construyan mejores cosas, sino porque imponen restricciones antinaturales al sistema para generar escasez de un producto que no vale nada replicar. Todo esto es consecuencia de esta nueva manera de entender la economía, la política y el imperialismo como un todo mezclado y supranacional: una élite que incluya a gente de todas partes para evitar levantamientos (con apoyos, claro) en otras partes del mundo.

Para que entiendan las consecuencias de ésto: las privatizaciones en España fueron ordenadas por el FMI (aka, por EE.UU.), en el marco de esta «liberalización» promulgada por esta doctrina. En España, sin ir más lejos, hace veinte años el estado habría sido responsable del apagón de BCN y todos esos vecinos sabrían a qué puerta pegar para pedir cuentas. Ahora una empresa privada se lava las manos y le echa la pelota al Estado. El estado poco puede hacer más que repetir (igualmente) «yo no he sido», pero ni siquiera puede amenazar a la empresa concesionaria con quitarle el servicio porque no hay alternativas (ya que la infraestructuras las controla ahora FECSA). Igual en otros sectores: lo que se supone que debía de ser un mercado de telefonía móvil liberalizado, barato, accesible y de calidad se convirtió en un oligopolio con tres operadores -y ahora un cuarto convidado de piedra- (algo que, por cierto, también se podría haber hecho manteniendo telefónica como público) que para colmo se repartieron toda europa (Telefonica, France Telecom y Vodafone tienen importantes licencias en casi todos los paises europeos que he visitado). En Europa podría haber 27 compañías, pero no creo que haya ni 10. Eso es la falsa liberalización: concentración, sólo que en otras manos.

En este proceso de venta de lo público, los ciudadanos ya no saben a qué puerta pegar para pedir responsabilidades porque todos dicen «yo no he siiiido». De esta forma encontramos como el proceso de privatizaciones global (la liberalización de los servicios y la venta de empresas públicas es el punto fuerte de las exigencias del Fondo Monetario Internacional) sólo sirve para debilitar al estado y fortalecer a entidades privadas que pueden actuar en contra de la población sin miedo a perder las próximas elecciones. No es que yo sea un nostálgico del estado fuerte centralizado, es que creo que se ha producido el cambio y hemos perdido el tren para obtener, mediante el cambio, una situación más justa socialmente.

De poco sirven entonces las elecciones si lo que podemos cambiar con ellas no es el núcleo que va a dirigir nuestra vida en sociedad sino lo accesorio, y eso es lo que sucede cuando todos los servicios públicos (ojo con la «Constitución Europea» que pretende privatizar la sanidad y que pese a haber sido modificada no va a ser votada en referéndum) son privados. Cuando las elecciones no sirven de nada, el consenso de Washington ha triunfado porque ese es su leitmotiv: crear arquitecturas de gobierno impunes a las que los ciudadanos no puedan exigir nada. Una vez conseguido eso los ciudadanos no son ciudadanos, sino clientes o consumidores. Porque el concepto de ciudadano implica ser parte de algo, poder actuar. En este contexto la gran masa de personas del mundo somos excluídos de la toma de decisiones. No somos ciudadanos, somos siervos.

Referencias:
Nunca había oído hablar sobre el consenso de washington hasta que dos libros que he leído este verano dedicaban un poco de atención a él. Estos dos libros eran aparentemente muy diferentes: Vallas y ventanas se centraba en el problema del activismo clásico, aunque enmarcado en el movimiento conocido como antiglobalización de los últimos años. El anarquista en la biblioteca es un libro sobre propiedad intelectual (uno de los campos en los que la doctrina globalizadora e impositora del consenso de Washington presiona con dureza) que tampoco puede evitar hablar de este asunto para situar al lector en contexto correctamente.

A vueltas con las licencias del software

Curioso, el otro día hablaba de el problema de las licencias en obras culturales y hoy mismo leo algo parecido en Slashdot: Un analista informa del problema que supone la excesiva proliferación de licencias de software libre.

En la actualidad se estima hay más de mil licencias de este tipo. No es algo anormal, una licencia es un contrato y en el limite infinito cada uno puede escribir su propio contrato para cada una de sus creaciones (sean de software o de otro tipo). El problema ya lo comenté: estamos todos obligados a ser abogados, aún cuando no lo seamos en absoluto. Tenemos la necesidad de saber qué licencia nos conviene más o qué usos permite esa otra licencia que tiene la obra que quiero utilizar.

Supongo que la única solución que se me ocurre para este asunto es el monocultivo de GPL. Al fin y al cabo, si la FSF destina tiempo y dinero al desarrollo de una herramienta legal (eso es precisamente una licencia de software) que nos ayude y que (por el propio carácter libre del derecho) esté disponible para todos, ¿por qué vamos todos después a reinventar la rueda?

ONO y su atención al cliente


Como cliente de ONO que he sido durante varios años conozco de bastante cerca lo pésimo que es el trato que ofrecen a sus clientes. A lo largo del tiempo he escrito algunas anotaciones sobre ONO en el blog:

Versvs.net no mantiene ninguna relación con ONO ni con www.ono.es, por si alguien no se ha percatado de ello.

Skype en linux lee algunos archivos privados y tu perfil de firefox

Una de las cosas nuevas que me encontré al actualizar a Ubuntu Gusty para poder utilizar mi tarjeta gráfica (intel gm965 – x3100) sin problemas fue la inclusión de una nueva característica en el Kernel: AppArmor. Ya que en mi instalación sucia desde Feisty daba error al cargar esa función. De todas formas yo no sabía para qué podía servir esa función, pero parece ser que ayuda a mantener nuestro ordenador más seguro vigilando qué aplicaciones acceden a qué ficheros.

Y ahora al grano: leo en Slashdot que gracias a esta AppArmor se ha descubierto que la versión para linux de Skype accede (y nadie entiende porqué) a tus contraseñas en «/etc/passwd», a tus perfiles de firefox, y a un buen número de archivos dentro de «/etc». Cuando menos esto es bastante sorprendente, ¿para qué necesita Skype tus contraseñas o acceder a tu perfil de firefox? ¿Está Skype recopilando información al estilo del spyware más odiado?

La semana pasada se habló mucho de la caída de Skype (Antonio lo resumió bien) y yo no hablé de ello porque no tenía nada que añadir a lo que ya comentaba todo el mundo. Sin embargo algo me dice que esta pifia ocupará menos titulares, siendo más grave si cabe que estar fuera de servicio dos días. Un problema técnico lo puede tener cualquiera, que el software que diseñas lea intencionadamente archivos privados de la persona que lo utiliza no tiene precio (aunque si tiene nombre, «… hay que decirlo más») y no es algo que suceda sin conocimiento de los desarrolladores. Cuando el software lee un archivo, hace exactamente lo que le dices que haga y hace falta escribir intencionadamente esa orden. Sin duda es mucho más grave que un error técnico, aunque esos también sean culpa de ellos y tengan que evitarlos.

Skype es un software controvertido que siempre ha suscitado sospechas, como cuando en febrero de 2007 se descubrió que leía la bios del sistema y enviaba a través de internet una cadena de 64 bytes al iniciar el PC, al más puro estilo de software espía. En octubre de 2005 ya fue prohibido en los centros de investigación de Francia, por idénticos temores de espionaje. El software espía es intrusivo y nunca está justificado, pero es el colmo el uso de estas estrategias en software como Skype, que tiene servicios de pago, que se supone es distribuido y que usa tu propio ancho de banda.

Hace 2 años y pico había algunos motivos para usar Skype (fueron los primeros en hacer de la VoIP algo útil y no había competencia de calidad). Ahora mismo Skype no aporta nada ante otros servicios como Google Talk, MSN Messenger o Yahoo! Messenger y aporta aún menos ante proyectos libres como GIZMO. Y para colmo cuando son víctimas de sus propios problemas le echan el muerto al primero que se encuentran en la calle. No hay razones para seguir usando Skype.

En fin, nada nuevo bajo el sol. Los que usen Skype ya deberían saber que es software cerrado y que siempre ha levantado sospechas. Si lo siguen usando, allá ellos. Su seguridad, sus datos, su decisión. El problema es que poca gente (ni siquiera lo he podido usar nunca) conozco que use Gizmo para llamar, en un mercado dominado claramente por Skype y Yahoo! llamadas (que tiene la fuerza de estar integrado en su mensajería instantánea pero que tampoco está libre de problemas) y, en otra línea, Jajah. Y por el camino, entre tanto software cerrado, se queda la libertad de comunicar como quieras con quien quieras acogiéndote a estándares. Precisamente lo que propone Gizmo. Los estándares permiten el desarrollo de software que los adopten y que, si el software es libre, te garanticen que el software que instalas no te va a espiar.

Actualización: Me tiran de las orejas en los comentarios con eso de las contraseñas. Parece ser que ese archivo es menos chungo de lo que parece, aunque sigo sin explicarme para qué necesita acceder a esa información.

La falacia de la seguridad en la red

¿Cuántas veces nos dicen que la red es insegura y que para hacerla más segura habría que rediseñarla? Montones de veces, pero la verdad es que eso es una falacia. Como todas las mentiras, se reducen a polvo si las analizamos.

Empezará por la parte fácil de entender: ninguna red ni equipo informático podrá ser nunca totalmente segura, ni siquiera una rediseñada pensada en ese aspecto. Esto incluye desde pequeños dispositivos con acceso a la red hasta la mayor supercomputadora, pasando por todo tipo de cacharros (lectores de mp3, PDAs, móviles, …). Pero en la actualidad existen sistemas operativos que ofrecen un nivel de seguridad aceptable y, desde luego, en este aspecto son muy superiores a cualquier Windows: por ejemplo Mac OS X y toda la familia de GNU/Linux (estos aún más ya que no utilizan seguridad mediante oscuridad). Con la progresiva migración desde windows a esos sistemas (Linux como probable opción), la seguridad frente a virus habrá mejorado mucho (ya he dicho que la panacea no existe).

De forma que el miedo a los virus y a todas esas cosas es algo accesorio. Un fruto indeseado de tanta sobreexposición a virus por culpa de sistemas mal hechos en los que intentan venderte los parches como nuevo software (de Windows Millenium a 2k, y atentos a lo que salga después de vista con todas sus non-featured features y montones de bugs; seguro que cobran por él una pasta). Por supuesto que todos los sistemas tienen virus, pero cuestionar a estas alturas que unos son más seguros que otros, es un acto de fé ciega. Me van a perdonar pero estudié ciencias ;)

Y es que el mayor problema de la seguridad en la red no es ni el diseño de la misma ni los sistemas operativos empleados (aunque utilizar el sistema adecuado ayudará a tu seguridad, obviamente). El verdadero problema de la seguridad son las personas, como bien apuntaba Enrique Dans hace unos días. En este ámbito también somos el eslabón más débil.

De esta forma, el peligro de esa falacia es el troyano que incluye: para mejorar la red hace falta rediseñarla. Falso. Y peligroso. Para mejorar la red hace falta educación informática, mejorar a las personas que la usan. Usar un sistema seguro y seguir unas pautas de comportamiento seguras (como no abrir cualquier adjunto «extraño» que recibimos) disminuyen drásticamente nuestro nivel de peligro. Y ni siquiera hace falta ser paranoico, puedes abrir tus archivos normalmente, tan sólo recomiendo que preguntes ante envíos sospechosos. Por contra, el deseado rediseño de la web (al menos por parte de quienes lanzan esos brindis) tendría efectos peligrosísimos que ya comenté en el peligro de rediseñar la web (de hecho esta anotación es casi una continuación de esa otra).

Cuando os justifiquen algo argumentando la seguridad, háganse (y hágannos a todos) el favor de ser escépticos.

Denunciado por hacer una crítica negativa a un libro

Exactamente eso que están leyendo es lo que le ha sucedido al profesor asociado de la Universidad de Minnesota PZ Meyers de Pharynbula, que recibió un libro llamado «Lifecode» de un nuevo autor (Stuart Privar, supongo que un estudiante de su universidad) para hacerle una revisión, pero cuya revisión y conclusiones (que dejan al libro de básico y plano en sus argumentos) no gustó nada al autor del libro (Review en Science Blogs via Slashdot; Bad Astronomy se hace eco de la denuncia). El mencionado autor reclama nada menos que quince millones de dólares (ahí es nada) de indemnización.

Lo primero que he pensado al ver esto es que el mundo está definitivamente loco. Que no te guste la opinión de tu corrector es una cosa, porque tú puedes estar convencido de que tu libro es buenísimo, pero denunciar a la persona a la que encargas una revisión (supongo que con ánimo de mejorar tu libro) porque te saca los colores es algo muy diferente. Ríase usted de los que regalan cacharritos a bloggers a cambio de críticas aduladoras (que me consta que muchos se niegan a aceptar).

Es alarmante el modo en que la situación se vuelve insostenible cuando alguien piensa que la mejor manera de acallar una opinión (aka censura) es utilizar los juzgados. ¿Se imaginan que un montón de mediocres como este mismo autor (mediocre porque lo incapaz de asimilar una crítica negativa) gobernaran el mundo? (…………….).

Supongo (y espero) además que no ganará el juicio, y con algo de suerte además le harán pagar las costas del juicio, el desayuno de los conserjes y la toga nueva del juez, a ver si así se consigue que ningún otro descerebrado intente tapar su propia mediocridad censurando opiniones libres por vía judicial. Lo contrario, la derrota de este profesor asociado de la Universidad de Minnesota que participa en Science blogs como blogger para divulgación científica, sentaría un precedente terrorífico para la libertad de expresión y en particular para la libertad de expresión en la blogosfera.

Un abogado chino se queda sin pasaporte por activista

Porque tener el coraje de decir la verdad te puede traer problemas… China deniega el pasaporte a un abogado activista y a su esposa.

El abogado es un firme defensor de los derechos humanos… y China…. en fin, ¿qué os voy a contar que no sepáis? Así que ya ves. Dan unas ganas terribles de ir el año próximo a las olimpiadas, ¿verdad?

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