He intentado por todos los medios no comentar un asunto al que los medios han dado una importancia extraordinaria, del que todos hemos leído y oído mucho y que ya comienza a parecer «cansino». Sin embargo me gustaría lanzar un par de preguntas al aire sobre la videovigilancia en los transportes públicos.
La agresión del metro de Barcelona es algo deleznable. A todos nos inflama (o si no les inflama, háganselo mirar), pero también es algo infrecuente en un transporte público. Ya sé que estas gamberradas infrecuentes también merecen ser prevenidas, pero discrepo en los métodos. Este punto es exactamente el mismo que comentamos acerca del autobús de Valladolid: una agresión ocasional que se utilizó para fortalecer los sistemas de videovigilancia masiva en transportes públicos.
¿Sirvió la videovigilancia para algo?
- ¿Ha servido la videovigilancia para identificar al agresor? Sí. Pero recordemos que en la mayoría de casos no sirve de nada. Así se ha demostrado en Londres, y así se ha demostrado en Valladolid (ver enlace arriba). El único motivo por el que el agresor ha sido identificado es que era una agresión casual, no preparada, motivo por el cual el chico no llevaba nada que ocultara el rostro, ni siquiera una gorra con visera.
- ¿Ha evitado la videovigilancia la agresión? No. Nada que añadir.
- ¿Ha servido la videovigilancia para que el agresor sea culpado? Pues no. De hecho hemos podido ver al agresor de tapas, de cervezas, amenazando a periodistas y a casi todo el que se ha cruzado en el camino. Tanto la juez que revisó el caso en primera instancia, como el juez que realizó los interrogatorios lo han dejado en libertad. Libertad sin fianza.
Esta mañana, en Los Desayunos de TVE uno de los participantes (cuyo nombre no recuerdo) se congratulaba del sistema de vigilancia que había permitido detectar esta agresión racista e identificar al agresor. Todos estamos de acuerdo en que el sistema de vigilancia ha funcionado, pero yo opino que es algo casual. En una agresión «preparada» (con sus pasamontañas y sus marteens) no habría sido posible identificar a nadie. Ni evitar la agresión. Ni, visto lo visto de nuestro sistema judicial, conseguir que nadie pague por los hechos.
Estamos de acuerdo en que las agresiones casuales también hay que prevenirlas, pero la videovigilancia no las va a evitar. Y si el sistema no se encarga de castigar ejemplarmente al agresor, ¿qué mensaje se transmite?
Así que antes de congratularnos y ver con buenos ojos estos sistemas, felicitarnos por lo bien que funcionan y preparar la cartera para instalar nuevas cámaras, convendría reflexionar sobre los motivos que han posibilitado que este desalmado sea identificado. Y sobre los motivos que permiten que se vaya de rositas a su casa. Quizá las cámaras no son la solución, quizá la solución es un sistema judicial que condene realmente estas agresiones y quizá, por encima de todo, lo que hace falta es educar a nuestros jóvenes. Lo que sucede es que es más fácil (y barato) castigar que educar.
Y todo eso respecto del sistema de videovigilancia en sí, del tratamiento de la noticia y la violación de la privacidad del pasajero-testigo que viajaba con ellos en el vagón ya habló (y muy bien) La vigilanta.