Se acerca la hora de las interfaces pasivas

Brillante, como casi siempre, artículo de Om Malik acerca de los nuevos teléfonos móviles, en concreto sobre la oleada de teléfonos plegables que se presentaron en el último MWC:

Needing to sell higher-priced devices with greater margins, Nokia became one of the more daring companies when it came to phone design.

(…)

Today’s slowing sales for Apple, Samsung, and other smartphone makers remind me of a previous era. We have seen the introduction of luxury high-end phones at exorbitant prices amid declining margins due to brutal price competition before. And these are not the only sources of déjà vu.

Personalmente, creo que el cambio de forma disruptivo del que Malik habla sin atreverse a mojarse sobre cómo será vendrá del uso de interfaces pasivas, tipo Google Glass pero hechas con la sabiduría y la experiencia de haber visto a Google Glass fallar, aprendiendo esas lecciones. El (ya viejo) post de Cat Watkins sobre este tema me sigue pareciendo vigente.

Es muy probable que los nuevos dispositivos de verdad cuestionen cosas que damos por sentadas, como que un teléfono se coge con la mano, está recubierto por una superficie táctil de cristal que actúa como pantalla, y tiene un botón para descolgar o colgar. ¡Colgar! ¿cuántos años hace que no cuelgan ustedes un teléfono para finalizar una llamada? Tiene razón Malik en que los teléfonos plegables son más de lo mismo. No cuestionan ningún paradigma actual.

Como hablamos del futuro, no tenemos ni idea de qué rumbo tomará esta nueva revolución en cuanto a los dispositivos que usamos, pero creo que se acerca la hora de las interfaces pasivas, que serán las encargadas de sacar todo el partido a las comunicaciones directas entre dispositivos que serán posibles con la nueva generación de telecomunicaciones inalámbricas que estamos conviniendo en llamar 5G.

Sobre nostalgia y retrospección idílica

The Wonder Years

Hace unas semanas una amiga compartió, sin atribución alguna ni enlace que la acompañase, una frase que me gustó. Una rápida búsqueda me ayudó a encontrar su origen en Midnight in Paris, una película de Woody Allen que no he visto:

Nostalgia is denial, denial of the painful present. The name for this denial is “golden age thinking”, the erroneous notion that a different time period is better than the one one’s living in, it’s a flaw in the romantic imagination of those people who find it difficult to cope with the present.

Me hizo pensar que a menudo nos llegan mensajes pesimistas, demasiado pesimistas: nunca hemos estado peor, esto se va a acabar, lo otro va de cuesta abajo y sin frenos, y así una larga lista de afirmaciones que, por lo demás, ni son ciertas ni terminan de ser proféticas, pues no se cumplen al pasar el tiempo. Nada raro: el mundo siempre ha estado desmoronándose, también para el personaje que nos suelta esta frase, que percibe el presente como doloroso y la nostalgia como una vía de escape al sufrimiento. Creo que se equivoca, el momento presente es un momento fantástico para estar vivo. De hecho, nunca hemos estado mejor, y lo más probable es que en el futuro la humanidad siga avanzando.

Podríamos dedicar a refutar una lista de las 10 afirmaciones más extraordinarias y pesimistas sobre el futuro, pero eso alargaría demasiado este post y nos desviaría de su objetivo. Si lo piden ustedes en comentarios, podemos hacer otro post dedicado exclusivamente a eso.

En cambio, vamos a mencionar que esta percepción de cualquier tiempo pasado fue mejor es un sesgo cognitivo con su propio nombre: retrospección idílica, y formalmente es algo así como el fenómeno psicológico de juzgar el pasado desproporcionadamente más positivo de lo que se juzga el presente.

Quienes lleven siguiendo este blog el tiempo suficiente quizá recuerden que tras publicar La neutralidad de la Red comencé a escribir un libro sobre sesgos cognitivos y su uso y abuso en comunicación de masas publicitaria y política, al que nunca terminé de dar forma. Corría el año 2012 y en pleno bullir del quincemismo empezaba a atisbarse el populismo (tan dado a las falacias comunicativas) que afloraba ya y que hoy está plenamente instalado en nuestra cotidianeidad. ¿Quién sabe? Quizá algún día lo retome, pero ese día no es hoy.

The One Minute Manager

Anduve leyendo The One Minute Manager, libro que hace un par de semanas me recomendó una compañera de trabajo.

No se trata de una lectura revolucionaria, sino que más bien es una lectura bastante ligera (¿demasiado ligera?) cuya idea principal es el pragmatismo y el foco en las personas que componen el equipo, por lo que tampoco se puede decir que invente demasiado: eso es algo así como el 101 de la gestión.

Aún así, es un libro tan finito que no duele leerlo. Y si no quieren leer pero no les importa escuchar, en Youtube tienen el audiolibro que les pide tan solo una hora y media.

En tecnología, la nomenclatura ha de ser para dummies

En tecnología, casi tanto impacto tiene una invención o desarrollo genial que funcione de maravilla como lograr que un público con conocimientos básicos entienda cómo funciona, qué hace, y cómo usarlo. Que el nombre te informe sin ambigüedad de lo que puedes esperar de un dispositivo es fundamental.

No es que haya que guiarse por nombres marketinianos para todo, pero el caos de nomenclatura que desde hace años son las diferentes versiones de protocolos para WiFi son un gran ejemplo: ¿cuál es la diferencia entre 802.11, 802.11a, 802.11n, 802.11g, 802.11b, 802.11ac, …? Creo que se entiende. El ejemplo de la WiFi es interesante porque hace unos meses anunciaron que la próxima versión del protocolo se llamará sencillamente WiFi 6, y a partir de ahí incrementando versiones, lo cual debería hacer la vida mucho más fácil a todo el mundo en general.

La historia es testaruda, no obstante, y el mismo caos está produciéndose con el versionado de los protocolos para USB 3.0, 3.1, y 3.2, con sucesivas generaciones siendo renombradas de forma confusa y caótica, lo cual resultará en malentendidos con toda seguridad: usuarios comprando dispositivos esperando una velocidad que luego no sea la que el dispositivo ofrezca.

Sal y enfréntate a tus dragones

Dragon, por Joe Roberts

Hace un par de semanas Tyler Cowen, uno de mis blogueros de cabecera entrevistó a Jordan B. Peterson. Tienen la entrevista tanto en formato texto como audio, dura una media hora y me pareció muy entretenida.

Siendo como soy un fan de Tolkien desde toda la vida no pude evitar fijarme en una pregunta y respuesta de esa entrevista

Tyler Cowen: What should we learn from Tolkien?
Jordan Peterson: Go out and confront your dragons.

Sin caer en el buenismo de «puedes lograrlo todo, nada es imposible», que es evidentemente falso, es indudable que muchas de las cosas que conseguimos, las logramos por el solo hecho de que decidimos dar el paso pese a que la meta parece compleja y lejana. Ante la duda, sal y enfréntate a tus dragones.

[Ilustración: Joe Roberts.]

Conocimiento vs información desechable

La vida es muy corta para perder el tiempo prestando atención a información perecedera de poco valor que dejará de ser válida y tener valor en cuestión de días, o semanas.

Sobre el artículo completo no opino, detesto la fijación en validar cualquier afirmación en base a la vida de gente famosa, pero es cierto que información y conocimiento no son lo mismo, y que este párrafo extraído de Farnam Street me ha gustado:

Expiring information is sexy but it’s not knowledge. Here are a few telltale signs you’re dealing with expiring information. First, it’s marketed to you. Second, lacking details and nuance, it’s easily digestible. This is why it’s commonly telling you what happened, not why it happened or under what conditions it might happen again. Third, it won’t be relevant in a month or a year. Expiring information is one reason I stopped reading most news.

Yo mismo escribí hace una década que dejar de leer las noticias era algo urgente. La situación no ha cambiado absolutamente nada en estos años: hoy en día vemos cómo la agenda sigue siendo fijada como lo fue durante todo el siglo XX.

Al respecto de los medios de masas publicidad, Pere Quintana compartía hace unos días otra frase muy pertinente al hilo de este post:

En un siglo donde los medios de publicidad divulgan infinitas tonterías, el hombre culto no se define por lo que sabe sino por lo que ignora.

Nicolás Gómez Dávila

Cada vez que descubro que en una conversación a mi alrededor sobre un programa de televisión cualquiera no me entero de nada, sonrío por dentro aunque intento que no se me note por fuera, ya que tampoco tengo interés en faltar el respeto a nadie; que cada uno vea lo que quiera.

De Lessig a Lanier, cómo la tecnología influye en nosotros

Leo un post de Fernando Tricas muy interesante donde describe algunos aspectos sobre el modo en que la tecnología que usamos para comunicarnos e informarnos influye sobre lo que percibimos. La forma en que la tecnología nos muestra la información condiciona significativamente el modo en que la percibimos.

Recomiendo su lectura, aunque tan solo sea porque me ha sido inevitable pensar que todo lo ahí expresado ya lo dijeron Lessig en Code is Law y Lanier en You’re not a gadget, libro que ya comentamos por aquí.

Además, también se mencionan esos trucos sucios propios de las máquinas tragaperras de los que ya hablamos hace un tiempo al hilo de la necesaria reducción del tiempo que usamos aplicaciones y servicios diseñados para exprimir nuestro tiempo y atención, incluso a costa de no servirnos bien.

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