Acercando las obras huérfanas al dominio público

El problema de las obras huérfanas (esas de las que es imposible determinar quién posee los derechos exclusivos de explotación, aka copyright aka derechos de reproducción o restricción de copia) es de sobra conocido. La mayoría de obras publicadas acaban perdidas en esa telaraña legal, tejida gracias a las ineficientes leyes de propiedad intelectual, en la cual se desconoce quién puede explotar una obra ni si ésta pertenece a dominio público, pero nadie se atreve a explotarla por miedo a que aparezca el legítimo poseedor del monopolio estatal de explotación concedido a esa obra. Hemos dedicado ya atención a El problema de las obras huérfanas.

En EE.UU., dos proyectos de ley preteden eliminar la incertidumbre que rodea a estas obras huérfanas, de forma que los editores puedan utilizarlas sin miedo a ser demandados. Tendría que leer los textos para saber exactamente qué pretenden, pero en principio suena a acercar las obras huérfanas al dominio público, y eso me parece una buena medida. Nos la cuentan en Ars, y con todas las reservas que manejan (respecto de los plazos y, por supuesto, respecto de sus propias cámaras de legisladores), es importante que leyes como esta vayan abriéndose camino no solo allí, sino también por nuestra tierra. Nuestros políticos, tan proclives a darnos la espalda y a copiar todo lo que venga de los Estados Unidos, podrían ir tomando buena nota. Esta medida es a todas luces insuficiente, pero sería un pequeño paso en la dirección correcta.

Comunidades y redes sociales

Cuando llega el momento de hablar sobre la web actual, esa que en 2008 todo el mundo conoce como web social, 2.0 o web participativa hechar por personas y en la que todos estamos inmersos, hay un par de cuestiones que me llaman la atención. Nada realmente importante, pero aún le dedicaré un post.

Tiene que ver con el nombre en sí de todas las facetas de esta, así llamada, web social. En primer lugar, ¿por qué lo llaman web social si esa «vieja web 1.0» ya la hacían las personas? La respuesta más probable es que el nombre obedezca a la necesidad de lavarle la cara a un viejo producto para venderlo como algo nuevo.

La segunda cuestión, que tiene una resolución parecida, me asalta cada vez que oigo hablar de Redes sociales. ¿Cuál es la diferencia entre las redes sociales 2.0 y las comunidades 1.0? Hasta donde yo sé, la metáfora sigue siendo exactamente la misma que en los tiempos de los «pobladores» y las «aldeas digitales» de finales de los 90 y la promesa también es la misma: entra en mi página y encontrarás gente con la que compartir ideas, iniciativas, aficiones e intereses comunes. Si la metáfora es la misma, el cambio hay que buscarlo en el discurso (respuesta a la primera pregunta), que determinará el rol y la importancia relativa de los miembros de una red/comunidad.

Lo que cambia no es el fondo, sino la forma. El motor que pone en marcha las redes sociales no es «gente buscando gente» sino «vendedor buscando comprador». Las herramientas para comunicarse existen desde hace años (no menos de 10) y el único cambio es que el discurso era antes construido por exploradores, por gente con la inquietud suficiente para abrir el camino y buscar. Ahora la tónica la marca el vendedor, que dirige el ritmo y el tempo de la red (por ejemplo en Facebook, donde con cada acción se invita al usuario a spammear a sus contactos para que instalen tal o cual widget). No es que ahora tengas mil amigos, es que tu red social vive de que puedas abrir el cajón de necesito-que-me-suban-la-moral cada mañana y ver que estás rodeado de mil personas que «te siguen». Aunque eso sea contraproducente, aunque sea imposible «seguir» la actividad de 300 personas; aunque no haya mayor soledad que la de estar rodeado de personas que no te hacen ni caso. Paradójicamente, las redes sociales plagadas de widgets saturados por un mosaico de cientos de contactos resultan ser mucho más impersonales que las así llamadas comunidades.

La comunidad que realmente tiene un interés común del tipo que sea, más allá del simple figurantismo apasionado y del estar en una lista, no está en las tan cacareadas redes sociales: messenger, blogs, foros, listas de correo (según el caso concreto, el tipo de relación y el perfil del usuario) son en todos los casos herramientas más potentes para poner a personas en contacto y organizar discusiones; los sitios tipo Facebook no son más que un directorio de gente que te cae cerca en alguno de todos los demás ámbitos. Como herramienta de márketing personal quizá esté bien, pero para estar en contacto con alguien seguramente acabarás leyendo su blog, aún más probable es que acabéis hablando por messenger (que también tiene su miga, con muchísimos contactos con los que has hablado una vez -o ninguna-).

¿Un resumen?

La verdadera red social, la comunidad, está fuera de las redes sociales porque la conversación se articula mejor desde fuera del bullicio de avatares, widgets y demás algarabía social. Pero el hecho de que la verdadera comunidad esté fuera de las redes sociales, y el hecho de que el figurantismo coleccionista convierta las redes en un acumular amigos/seguidores/contactos, ¿no hace que, en cierta medida, las redes sociales sean una farsa? Podría pensarse que sí, pero si volvemos al principio de la anotación (el discurso que las crea) descubrimos que no son una farsa: están construidas desde el punto de vista del vendedor y cumplen su función. Vender. En las comunidades el leitmotiv era impuesto por las ganas de descubrir, esas que empujaron a muchos exploradores a abrir nuevos espacios, en las redes sociales que tenemos ahora domina el vendedor y su ímpetu.

*** Relacionado: ¿Por qué lo llaman web social?

Vigilante eterno

the price of liberty
«El precio de la libertad es vigilancia eterna»

En la Biblioteca de la Aduana de Belfast. Imagen sacada (hace mil) de ese pozo de pintadas fantásticas que es Prohibido Fijar Carteles.

Podríamos hablar de vigilantismo o activismo vigilante, y de cómo hay que dormir con un ojo abierto porque los que hoy actúan bien mañana podrían comenzar a no hacerlo; esa pintada es cierta, en internet también. Pero no lo vamos a hacer. O mejor dicho, en este blog se habla de eso todo el tiempo. Esta anotación la aprovecho para coger carrerilla para la siguiente.

Una última cosa, ¡Oh sí!, ¿quién vigila al vigilante? : )

La UE prohíbe lo obvio, ¿hay algo que temer?

Hace unos días pudimos leer una nota que no tuve tiempo (ni ganas, sí: a veces no hay ganas de bloguear) de comentar entonces. La UE acuerda tipificar como delito usar la red para fines terroristas, la noticia (con titulares ligeramente diferentes) apareció en muchos blogs y supongo que en muchos diarios digitales. Buscando hoy he encontrado la misma en La Vanguardia.

Tipificar la apología del terrorismo como delito. Un juicio infantil dictaría que la UE quiere este año ganar el concurso de obviedades. Pero no seremos tan simples. ¿Qué significa esto? ¿un simple brindis al sol o algo más? Opino que no es un simple brindis al sol, pero que las intenciones podrían no ser esas que llanamente inundan los titulares de encefalograma plano que inundaron los diarios.

Una pregunta tan sólo: ¿es que antes de ayer, el día antes de la tipificación de este delito que ya existía, alabar el terrorismo en internet no era delito? Qué estupidez, claro que lo era. ¿Qué podemos esperar entonces de esta declaración? Podemos adivinar que viene una subida de la presión sobre la libertad en la red. Evidentemente, todo esfuerzo es pequeño para hacer cumplir este nuevo delito, ¿no creen? Claro que lo creen. Parafraseando a David Bravo, es difícil decir que uno no está en contra de la apología del terrorismo en la red sin que suene a demencia senil. Es la semántica de combate, la neolengua destinada a enfocar la discusión de tal forma que no exista un contrapunto posible, o que los mismos sean vistos como algo completamente absurdo.

Y sin embargo, al tipificar como delito lo que ya estaba contemplado como delito (¡por todos los dioses, hacer apología del terrorismo es delito se haga en periódicos, en la red o mediante señales de humo! siempre lo ha sido) lo único que podemos temer es que esta nueva declaración se use para justificar medidas impopulares, como nuevas subidas de tensión en el control de la red.

La retención de datos aprobada por la UE hace un par de años y puesta en el alero por un tribunal alemán que consideró que no respetaba la privacidad (Liberty & Security), será la primera en recuperar la verticalidad tras los golpes sufridos. ¿Qué se juegan a que será así?

Shakespeare, Cervantes y la restricción de copia

Hoy todo el mundo habla de lo bueno que es leer, incluso aquellos que fomentan una incultura rampante como medio para mantener a la población atontada y fácil de manipular. Incluso aquellos que se dicen dedicados a la difusión y la defensa de la cultura, como nuestro innombrable ministro, al que no le tiembla la mano para favorecer a la industria de la propiedad intelectual.

Lo que nadie va a decir es que tanto Shakespeare como Cervantes, dos de los máximos exponentes de la literatura universal (cada uno en su lengua) desarrollaron su obra en un mundo con imprenta y sin restricción de copia. Porque la restricción de copia como tal «protección del autor» (antes existía como control censor del Rey de Inglaterra que así evitaba que se imprimieran panfletos en su contra) no fue introducida hasta 1710, en lo que se conoce como el Estatuto de Anne. También Molière, uno de los mayores dramaturgos en francés de todos los tiempos, desarrolló su obra en este periodo.

Los que pretenden convencernos de que la restricción de copia persigue la excelencia y el progreso de la cultura deberían mirar al pasado, deberían analizar los hechos e intentar ser mínimamente rigurosos en sus afirmaciones, por una vez en la vida. Deberían ver qué sucedió cuando las leyes no prohibían las aplicaciones que la tecnología tenía para aumentar la difusión de la cultura entre todos. Es hora de reclamar un estatus similar para nuestro tiempo. Aunque a corto plazo será suficiente con que las leyes de propiedad intelectual se modifiquen hasta términos razonables; ahora son absolutamente grotescoss.

***Post-data curiosa:
Dicen que el día del libro (otra de esas tonterías que no quiero comentar) lo es porque tanto Cervantes como Shakespeare murieron un 23 de abril de 1616. Eso es cierto, lo que no es cierto es que murieran el mismo día. Ya que en 1616, la península ibérica y las islas británicas se regían por calendarios diferentes. Aquí el gregoriano (más exacto, origen europeo) y allá el juliano. Ambos calendarios vienen de antiguo y lo cierto es que para esas fechas acumulaban ya un desfase de 10 días (por entonces, el calendario juliano marcaba el inicio de la primavera el 11 de marzo). Por ello, traducido a calendario gregoriano (actualmente utilizado en occidente) Shakespeare murió un 3 de mayo de 1616, 10 días después que Cervantes.

MSN Music, Microsoft y el DRM que nos deja huérfanos

El director de servicios de vídeo y entretenimiento de Microsoft ha anunciado que el 31 de agosto de 2008 los servidores de claves que validan los archivos con DRM descargados (previo pago) del servicio de microsoft dejarán de funcionar (Ars). Quien quiera seguir reproduciéndolos después de esa fecha tendrá que transferirlos a su destino final (digamos, una nueva computadora) antes de esa fecha y bajar la licencia que lo activa.

Si pasada esa fecha decides cambiar de computadora, o reinstalar windows. Díle adiós a tu música.

¿Recuerdan el cierre de la Google Video Store? Éste caso es idéntico, esta vez a manos de Microsoft. Aquel al final se solucionó «más o meno» debido a la presión blogosférica, pero había una solución más sencilla: que los archivos no trajeran restricciones.

Por supuesto, lo que consumes es lo que realmente estás apoyando. Creo que en España la tienda no funcionaba (no se sorprenderá nadie de que no haya comprado nunca), pero si te han cogido con música de este tipo en el pc, que sepas que no me da ni chispa de pena lo que pueda pasarle a tu música. Son los clientes, que acceden y pasan por el aro, los que sustentan estas imposiciones y este modelo tan restringido.

Google, Software libre como servicio y Affero GPL (AGPL)

Google LogoAquellos que ponen la mano en el fuego por el escrupuloso respeto de Google al software libre deberían preguntarse a sí mismos una cosa: ¿por qué Google veta la publicación de software con Affero GPL (también llamada AGPL) en Google Code, un clon del muy extendido repositorio y proveedor de servicios SourceForge)?.

La razón por la que Google banea AGPL no ha sido explicada (dicen que se debe a que «está poco extendida», pero en una licencia que acaba de publicarse eso es algo absolutamente normal), lo cual nos da permiso (y legitimidad) para jugar a las adivinanzas. La polémica la han puesto algunos desarrolladores que se han visto obligados a llevarse su software de Google Code para poder utilizar la licencia libre que querían utilizar (Reg).

Google apoya GPL v2, la GPL tal como la conocíamos, esa destinada a hacer valer las cuatro libertades del software y que tanto daño ha hecho a Microsoft y al negocio del software privativo. Sin embargo, se opone a la AGPL, destinada a conseguir que servicios web desarrollados a partir de software libre sean también libres, ya que eso dejaría fuera de juego mucho (¿todo?) del software desarrollado por Google para sus servicios web.

Google tiene todo un conjunto de software que ofrece como servicio (GMail, GCalendar, Google Docs) y, mientras que la GPL v2 le viene bien por el daño indirecto que hace a sus rivales -tanto técnicamente como en la sensación de libertad que produce la comparación-, no quiere que este mismo escenario de odiosas comparaciones y ataduras a un servicio se dé en su propia casa.

Se podrá estar de acuerdo con la AGPL o no (yo, personalmente, lo estoy), pero lo que no se puede negar es que Google, en su veto a la AGPL, está al sol que más calienta. Una vez más.

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