Es habitual leer a los gurús blogosféricos atribuir propiedades cuasi-milagrosas a todo lo que se apellide 2.0. Si es 2.0 es, casi siempre, bueno: fantástico. Diverso, genial, fácil de usar, dejará de funcionar con regularidad pero no pasa nada porque las páginas de error 404 2.0 son supercachondas. Con gatitos y demonios y ballenitas y pajaritos, sin contenido: pero muy monas.
Esos mismos gurús blogosféricos solían usar cualquier excusa para hablar de la larga cola. Ya saben, vender menos cantidades de cada vez más objetos. Aprovechar la facilidad de la red para hacer factible la conexión productor-consumidor en casos que por su escasa demanda no serían factibles ni rentables en otro contexto. Eso era antes, ya nadie habla de ello. it’s soooooo 2007.
Y sin embargo, parece que en las mal llamadas redes sociales la larga cola podría estar desvaneciéndose. Según un trabajo realizado por Szabo y Huberman, que podemos leer en arXiv (vía Ars) la popularidad final de las noticias y vídeos en redes sociales que permitan votar contenidos (utilizan para el ejemplo a Digg y a YouTube) puede predecirse a partir de la popularidad inicial y podría seguir un mecanismo del tipo los famosos se hacen aún más famosos, y no seguir la lógica de la larga cola que otorga una oportunidad de obtener atención y mercado también a los que no tienen una fama inicial o apuestan por mercados marginales. Básicamente encuentran correlación semilogarítmica entre los votos a corto y a largo plazo, de forma que se puede conocer la popularidad final conociendo la popularidad inicial (en el corto plazo).
Se sorprenden del resultado y mi pregunta es: ¿dónde está la sorpresa?
Desde el punto en que las webs están diseñadas con una mentalidad claramente rankista, ya que toda la finalidad de la página es producir una escasez de noticias/vídeos/blogs/lo-que-sea, está claro que al final van a emanar de ahí es una minoría que, una vez desarrolle mínimamente su estatus, será imparable tan sólo porque el principio regidor de estas webs es el de que los que acaparen un mínimo de atención acapararán mucha más. Y cuando ves que incluso herramientas que están bien diseñadas, como Last.fm, incurre en los errores de querer una clasificación dogmática de lo mejor del año, promocionada como el auténtico ranking que has de creerte, ignorando que la inmensa mayoría de usuarios tendrá otras preferencias y no se verá identificado con esa realidad simplificada, concebida únicamente para aumentar artificialmente el valor comercial de unos pocos productos frente al resto.
Desde el punto en que las herramientas están concebidas con filosofía participacionista, de ver la fiesta desde la barrera, es imposible que no acaben aniquilando la larga cola. Desde el punto en que las herramientas concentran el tráfico y promocionan unas noticias frente a otras para concentrarlo aún más, es imposible que prevalezca la lógica de la distribución de red que dio origen al ecosistema en el cual se comprobó que el mercado descrito por la larga cola era viable. Cuando nos postulan como lo más dospuntocero herramientas que producen una concentración de la atención 10 veces mayor que en la blogosfera, y cuando los que se benefician de esa concentración son los mismos que nos dicen que para estar in hay que abrirse un twitter o un facebook, ¿debemos hacerles caso? ¿Creeríamos al lobo que vive cuidando gallinas?
Repito: ¿Dónde está la sorpresa de que en las redes sociales se aniquile la larga cola? Las herramientas definen lo que se hará con ellas. Cuando están concebidas siguiendo lógicas concentradoras no pueden preservar los dones de las lógicas distribuidas, pensadas para actuar y tener éxito en economía abundante. La larga cola no es una excepción.
Si todo lo que las nuevas herramientas 2.0 tienen que ofrecer es una recentralización de la red y el final de las oportunidades para las minorías, ¿para qué diablos las queremos?