Al ser humano le encantan las historias, aprendemos mediante ellas y, además, de forma completamente inconsciente nos creemos mejor lo que podemos narrar como una sucesión de hechos enlazados, pues viajamos a hombros de nuestros sesgos cognitivos.
Las religiones son siempre un compendio de cuentos e historias. Un tipo concreto de historias centradas en la moral, la ética, y la gestión de la vida pública y privada, a veces útiles y otras no tanto; pero historias al fin y al cabo.
Los días-de
Es por esto que con el retroceso de la religión en occidente queda libre ese hueco. Las personas dejan de creer en dioses pero necesitan seguir creyendo, quieren seguir creyendo en algo, y quieren seguir celebrando cosas y eventos a lo largo y ancho del calendario del mismo modo que antes se celebraban las cosechas, el acortamiento / alargamiento de los días, o el final del invierno. Y creerán muchas cosas, a menudo incluso cualitativamente similares a las que tanto les ofenden.
No voy a entrar a debatir los paralelismos del comunismo y el cristianismo, eso lo pueden encontrar bien explicado en otros sitios.
Pero cada vez que se celebra un «día de» no puedo evitar pensar que los días-de no son otra cosa que un santoral laico que no difiere nada de dedicar un día a la diosa de la guerra, al dios del trueno, al de las cosechas, o al de la fertilidad, algo que seguramente ya sucedía hace miles de años.
Este tipo de celebraciones que nos llevan del día del medio ambiente, al de la paz, al de los enamorados, al de la mujer trabajadora, al del padre, y al siguiente del cuál aún no hemos oído hablar en un carrousel infinito vienen a llenar el vacío sentimental dejado por la religión.
El gimnasio
Al mismo tiempo, cuando las personas dejan de congregarse en la iglesia los domingos, no desaparece la necesidad ni el deseo de estar con otras personas con las que tengamos cosas en común, de reunirse y congregarse en torno a algo que aporte sentido al día a día aunque sea a modo de rutina que nos recuerde que se acerca el mediodía, o la medianoche, o que ya hemos salido de trabajar y podemos relajarnos.
Es ahí donde ese rol de punto de encuentro que otrora recayese sobre la iglesia ahora es ocupado por otros espacios laicos. Cuando se deja de ser un veinteañero que hace deporte abundante y de forma espontánea, esta actividad física ha de hacerse deliberada y planificadamente (para no caer víctimas de nuestra propia pereza) para no sentirnos demasiado anquilosados. Y el lugar para ello son los gimnasios.