[El post me ha quedado algo largo, a veces es imposible explicarlo todo con concisión porque resumir elimina detalles imprescindibles. Disculpen las molestias.]
Aunque no lo había comentado, pues no me gusta hablar en público de planes que aún pueden volverse atrás, el próximo 7 de junio éste que os escribe iba a estar en la feria del libro de Madrid firmando ejemplares a los lectores que por allí pasaran a charlar con nosotros. Nosotros, porque íbamos a estar varios autores de la colección Planta 29.
Iba a estar. Ese plan ha cambiado.
Resulta que la feria del libro de Madrid ha denegado la participación al libro electrónico de su evento. Me enteré hace unos días gracias a Loretahur, aunque sin duda quien mejor describe el sentir de muchos de nosotros ante ese movimiento es Daniel Bellón (poeta, autor en papel y, aunque le cueste comprenderlo al gremio de editores, partidario del libro electrónico): «cada cual se suicida como quiere».
La sociedad de control está editado en papel y se puede comprar en librerías físicas, esa estúpida norma no nos dejaba fuera: pero no vamos a estar allí. Y, ¿por qué los autores de Planta 29 no vamos a estar allí firmando, si nuestros libros están editados en papel y esa regla no nos dejaba fuera? Por coherencia.
Aunque en este país enfermo y sin cura haya ministros tecnófobos que consideren asustante la existencia de libros electrónicos. Aunque el sector editorial demuestre esa misma tecnofobia con medidas (desacertadas) como ésta, en las que dan la espalda a la única posibilidad que tienen de salvarse, muchos autores no estamos de acuerdo.
Los editores, sin embargo, ya tienen veredicto: el libro electrónico es el culpable de sus males. Como los necios que son, cerrarán los ojos soñando que al abrirlos el libro electrónico ya no esté allí, no se preocuparán de cuidar el único mercado que tendrán dentro de unos años (el digital) y en ese intervalo el público habrá desarrollado su propia oferta. Y luego vendrán las quejas y las choreras. ¿En qué otra industria han visto eso?
Y no se crean: a mí me habria gustado estar allí, porque me habría gustado que el sector editorial abriese sus brazos al futuro. Porque uno es un autor orgulloso de su trabajo, porque tengo un libro en la calle que quiero que la gente se lea (¡qué cojones, para eso lo escribí! ¡es por eso que está en dominio público, para que lo lea aún más gente!). Me habría gustado estar allí porque sólo voy a los sitios donde estoy agusto. Pero hay que ser coherente: no vamos a estar en una feria que no es capaz de englobar todas las sensibilidades en torno a la creación literaria. No gasto un minuto haciendo nada en lo que no creo, y no creo en ese modelo del pasado. Quieren un corralito para ellos mismos, que se lo queden. ¿De qué sirve estar allí haciéndole las palmas a un gremio incapaz de mirar al futuro y solucionar sus problemas? El mismo gremio que luego exije el canon por bibliotecas y criminaliza el préstamo de libros porque va contra la licencia de uso.
No sirve de nada. Por eso tenemos un plan alternativo: el sábado día 6 habrá un acto de firma de ejemplares de los autores de la planta 29 en El arte de las cosas (Arte de las cosas). El cambio de fecha hace que aún no pueda confirmar mi asistencia, pero sí que estarán Juan Urrutia (El capitalismo que viene), así como Arnau Fuentes y David de Ugarte (De las naciones a las redes).
El arte de las cosas está en pleno barrio Maravillas (malasaña, pa entendernos), en la calle Barco. Esté yo o no (de hecho, con lo aburrido que soy en persona es bastante irrelevante), seguro que pasar por allí compensa el paseo, así que no lo dudéis ni un segundo.
Seguiremos informando.