Mundo Libre es el nombre de un libro de Timothy Garton Ash que leí hace ya muchos, muchos meses y del que nunca comenté nada.
El libro, en general, es interesante. Ash alude al papel que los ciudadanos del «Mundo libre» podrían estar jugando para reclamar cambios democráticos allá donde no existen libertades garantizadas. Ciertamente en la línea que defendimos aquí cuando hablamos de lo que la globalización pudo ser y no fue.
El problema es que después de parapetarse varias veces en esa línea alternacionalista, Ash no se opone abiertamente a esos esquemas nacionalistas, y apueste por un «internacionalismo cooperativo por encima de todo interés nacional». Internacionalismo implica relación entre naciones. La idea (en sus consecuencias al menos) no está mal, pero creo que lo habría bordado si hubiera escogido otros términos como globalismo, algo más en la línea de identidad alternativa a la nacional (y el nombre que le demos me es lo de menos), que expresan la misma idea sin rémoras nacionalistas del pasado.
Y después de decir cosas como ésta y admitir que «las identidades nacionales y los «hechos nacionales diferenciales» son, sobre todo, inventos» de unos pocos para conseguir que muchos vayan obedientes de la mano, da un poco de pena que no critique más estos aspectos.
Porque, a pesar de que Ash hace una crítica constante a los nacionalismos (incluído los nacionalistas europeos), luego defiende lo que él llama patriotismo. Yo es que soy algo torpe y los veo muy parecido, muy igualmente rídiculos. Muy igualmente inapropiados.
El libro se centra mucho en la relación de amor-odio de Europa con Estados Unidos, en lo incomprensible de esa relación desde un punto de vista objetivo (las diferencias no son tan grandes) y por el problema que plantea en el objetivo de erradicar la falta de libertad del mundo.
A cómo conseguir ese objetivo (extender las libertades más allá de las regiones del mundo donde ahora mismo existen estas garantías) dedica la segunda parte del libro. Aquí encontramos inconsistencias argumentales, por el simple hecho de que Ash no acaba de atreverse a ver el mundo desde una perspectiva post-nacional. Le falta, quizá, la visión del hacker.
Y sin embargo, obviando lo poco inocente de las palabras (y eso es bastante obviar), las conclusiones del libro son más que interesantes y me alegra haberlo entendido en la línea que yo comenté hace un tiempo.
La principal idea del libro es que EE.UU. y la UE (sus ciudadanos, que es de los que él habla) tienen la posibilidad de extender la libertad a otras regiones del mundo. La mejor manera de conseguirlo es fomentar la riqueza, potenciar la aparición de una clase media con poder adquisitivo. En este sentido, la subvención extrema de actividades económicas que no son rentables en el EEUU y la UE, destruye la posibilidad de crear una clase media emergente en otras zonas del mundo. Yo leía el libro y, cosa de ser andaluz, no podía dejar de pensar que la PAC subvenciona enormemente la producción agrícola de la UE para que sea rentable producir tomates en la UE, cuando la población europea tiene la posibilidad y la capacidad de desarrollar trabajos técnicos mejor remunerados que seguramente serían rentables per se. En la cuneta de la vía asfaltada por la PAC, los agricultores africanos no pueden exportar sus tomates porque los europeos son más baratos (vida, obra y milagros de Santa Subvención), y no pueden adquirir esa riqueza que sólo dan las exportaciones y que darían, al cabo, con la emergencia de una clase media capaz de reclamar derechos y libertades.
Así pues, al final acaba haciendo una llamada a las pequeñas acciones de ámbito personal (casi todas del tipo «lo que consumes es lo que estás apoyando» que a mí tanto me gusta repetir). Mundo Libre es un buen libro, pese a que yo no sea capaz de mostrar más entusiasmo en este post.