Ubuntu Software Store, otra mala idea de Canonical

(Actualización 2009-09-26: Nos avisa DavidM en un comentario que Canonical ha cambiado el nombre de la aplicación. Pasa a llamarse Software Centre. Como comenta DavidM, es un pequeño respiro y al menos nos hace pensar que Canonical escucha el eco de la comunidad.)

Ubuntu

Ubuntu Software Store es el nombre que Canonical ha escogido para el tradicional menú de Añadir y quitar programas, que es la versión para novatos de Synaptic. Así se llama desde la aparición de la última versión hasta la fecha –Alpha 6– en desarrollo de lo que será Ubuntu 9.10, cuya versión estable será liberada el mes próximo y cuyo nombre en clave es Karmic Koala. Lo he descubierto de casualidad en Genbeta.

¿Por qué llamar Store a lo que no es más que un simple repositorio? ¿Por qué ese afán, no sólo por parte de Canonical?

Podemos pensar que el nombre no es apropiado pues, como hemos mencionado, esa «Tienda de software de Ubuntu» no es más que un repositorio. Pero, en realidad, el nombre es muy apropiado. Ahora lo veremos.

Canonical se ha ganado a pulso el respeto de una gran parte de la comunidad del software libre. Ha apostado por éste como modelo para su negocio, algo de lo que ellos salen beneficiados pero todos los demás también. Clásico modelo de software libre. Hasta aquí, nada que objetar.

Pero Canonical ha anunciado en los últimos meses algunos movimientos que nos hacen ser muy recelosos de su compromiso con el software libre. Es aquí donde aparecen las objeciones desde la comunidad del software libre, y donde yo mismo empiezo a no estar cómodo.

De uno de ellos hablé en su día: Ubuntu One, el Dropbox de canonical. Almacenamiento online para sincronización usando software no libre como servicio. Repito: no libre.

Del otro no hablé, aunque Pere me avisó. Canonical anunció Landscape Dedicated Server Edition. La versión instalable de su gestor de múltiples pcs. Instalable y privativa, claro. La alternativa que Canonical ofrece a esta aplicación privativa es la misma versión instalada en su nube: con lo cual tenemos el problema del control del usuario mediante software como servicio.

Canonical demuestra que, como en otros muchos casos, su compromiso con el software libre es puramente coyuntural. Nada nuevo, dirán muchos. Sí hay algo nuevo si nos atenemos al discurso de Canonical.

¿Hasta que punto es posible capar los repositorios de un sistema abierto como el GNU/Linux de Ubuntu y centralizar los repositorios al estilo de las App Stores para móviles? No parece sencillo. Ni sencillo técnicamente sin tocar mucho la gestión de paquetes y repositorios. Ni sencillo desde el punto de vista de la imagen corporativa: las consecuencias que acarrearía tan sólo el intento serían severas para Canonical, así que no creo que se atrevan a algo tan radical muy a la ligera.

Pero aún cabe preguntarse qué demonios piensa Canonical cuando elige ese nombre y no otro para renombrar un menú que ya tenía un nombre absolutamente claro e identificativo, confundiendo a los usuarios hablando en términos que resultan, cuando menos, desconcertantes.

Tal parece que, siguiendo el hype marcado por los grandes como Apple y Google, Canonical ansiara vender aplicaciones. Y repito: no parece sencillo de hacer en un sistema que permite añadir más repositorios tan sólo editando un archivo en texto plano. Pero habrá que seguir de cerca estos pasos de Canonical, pues la palabra «Store» no puede ser más inapropiada cuando se usa para definir un repositorio de software libre.

Y mientras escribo este post pienso que quizá el mes que viene, en lugar de instalar la próxima Ubuntu volveré a usar aquella distribución que quizá no debí dejar de usar…, y sé que alguien sonríe.

La ley Hadopi entrará en vigor a principio de 2010

Las primeras advertencias para desconectar a usuarios franceses de internet como causa de la compartición de archivos se enviarán en 2010 (Hoytecnología via Emigrando).

La ley fue aprobada finalmente este verano (durante nuetro parón), pese a que anteriormente había sido rechazada por el consejo constitucional francés.

En la web de La quadrature du net comentan un informe del ISOC en el que se detallan los próximos cambios en la internet francesa como consecuencia de la entrada en vigor de las leyes hadopi que están siendo aprobadas a toda prisa. Hace dos días se aprobó la llamada Hadopi 2, como cuentan en la quadrature.

Como siempre en este tema, aún habrá varios desmentidos, retiradas de la ley, desmentidos de los desmentidos, nueva aprobación de la misma ley… lo de siempre. Habrá que estar atento pero algo parece claro: la cuchilla pende ya sobre los usuarios franceses de internet. La ambición europea comienza a materializarse.

La Junta subvencionando la videovigilancia en Málaga

Una noticia que leí ayer en la edición en papel del Diario Sur y que no había comentado, pero que me ha recordado hoy Artesano en su blog: la Junta de Andalucía subvencionará hasta el 50% de los costes (máximo 6.000 euros) de la instalación de videovigilancia en los locales. Pueden leerlo también en la web del Diario Sur.

Cabe preguntarse dos cosas: ¿quién ha convencido a la Junta de que en mitad de la crisis más grande, y justo cuando se van a subir impuestos indirectos como el IVA y los vinculados a carburantes, hay que gastarse una cantidad enorme de recursos en medidas que no aumentan nuestra seguridad? Algo ya probado en nuestras mismas calles malagueñas.

Si la vigilancia no mejora nuestra seguridad y es puro teatro, no vale la pena desperdiciar nuestro dinero: nos controlan más, estamos menos seguros y no tendremos el dinero disponible para cuando haya una emergencia real que requiera de gasto público.

Y tiene gracia que la Junta anuncie esto cuando ella misma está siendo demandada por la mala instalación de cámaras en edificios del centro de la ciudad.

Está claro que la industria de la seguridad nos lleva ventaja en lo que a comunicación directa con la administración. Tenemos mucho que mejorar si queremos frenar esta deriva.

Freno judicial a Facebook Beacon

Facebook

La denuncia contra Facebook y Blockbuster por violar las privacidad de sus usuarios al compartir información de los mismos sin su consentimiento ha acabado con Facebook cerrando su servicio Beacon por petición judicial (Ars).

La denuncia fue hecha en abril de 2008. En total, este movimiento llega casi 18 meses tras la denuncia, casi 2 años desde que Beacon comenzara a funcionar y elevara las protestas de los colectivos pro-privacidad.

De momento, Beacon queda fuera de la ecuación, por excesivo. Pero Facebook es una de esas compañías que aspiran a hacer dinero usando los pequeños momentos de nuestra vida diaria, antes privada. Y también usando la información que generamos cada vez que hacemos click en la web. Así que no cantemos victoria, volverán a la carga. Pero será otro día: hoy todos hemos ganado.

Más adelante veremos en qué acaba todo. Para comenzar, si la defensa de Facebook se sale con la suya el servicio volverá a rodar. De momento, y aunque sea 18 meses después, el servicio (que te afecta aunque no esas usuario de Facebook) se ha detenido. Algo es algo.

El Manifiesto Ciborg

Estos días leí el Manifiesto ciborg de Donna Haraway. Sí: pese a su brevedad tardé varios días en leerlo. Son días ocupados, como también se percibe en la baja actividad de este blog.

El manifiesto ciborg de Donna Haraway contiene algunas ideas interesantes. Esto y su brevedad ya justifican su lectura. Pero esta lectura no ha sido, en mi caso, sencilla. Haraway acusa su academicismo en la construcción del texto, y lo hace farragoso a ratos.

Y luego está el feminismo. Al que hago un párrafo aparte por lo cansino y lo irritante. Afirmaré sin miedo a mentir ni a ser malinterpretado que toda mi vida he tenido con las feministas las mismas peleas que con mucha otra gente que se dedica a clasificar personas por lo que son y no por lo que hacen. ¿Eres blanco, negro, hombre, mujer, inglés o nigeriano? Pregunta errónea. Esas preguntas dicen más acerca del que pregunta que acerca del que responde. Tenía que decirlo.

El manifiesto ciborg de Haraway hace una interesante presentación de lo que ella llama identidades fracturadas (la parte más válida del texto, y justo la primera), en la que deja claro que pese a estar escrito en los años 80, Haraway ya percibe el modo en que las redes cambiarán las formas de organizarse y llevar a cabo las luchas por los derechos. Los que en 2009 aún somos veinteañeros y hemos trabajado en tres países diferentes sabemos que lo que tenemos por delante es un camino con muchas estaciones diferentes en las que la vieja construcción identitaria territorial, el nacionalismo tal y como se presenta a sí mismo, no es más que un estorbo. Una fuente de fricciones en tu quehacer diario hables con quien hables, incluso si te quedas en casa. Pero la deriva de Haraway y su afán por «desarrollar formas de lucha colectiva para las mujeres en puestos de trabajo pagados», por el simple hecho de ser mujeres y sin cuestionar sus méritos –y no pretendo destacar a los hombres, pues esa generalización sería igual de errónea, y hago esta aclaración porque puedo ver a los bienpensantes detrás del teclado y estoy harto de bienpensantes y bienpensantas— puede llegar a ser exasperante.

Imagino que Haraway no contaba con el hartazgo del lector aburrido de palabrería barata profeminista (y pro-(*)-ista en general) y de reivindicaciones tan carentes de sentido, por cuanto el criterio escogido para ser objetivo de ayudas reivindicadas por todo tipo de colectivos es que se piden cosas para gente que nace algo y no que se hace algo a base de esfuerzo. Y es que será esa aversión mía, pero es una vez más el ser y no el hacer. El mismo criterio escogido por los que critican la envidia igualitaria, a los que seguro que Haraway, que mina su texto de referencias a un hipotético socialismo (supongo que el auténtico, que ya sabemos cómo las gastan los creyentes), no ve con buenos ojos… pese a las terroríficas similitudes de enfoque ser-hacer.

En ese sentido, y gracias al buen diagnóstico que se hace de la incidencia de las nuevas tecnologías en la organización de las comunidades, que son el punto realmente interesante del texto, el texto es una lectura breve y recomendable; y aún así no terminó de serme fluida. Una idea similar (mucho más acentuada en el caso de Haraway) a la que tuve cuando leí Mundo libre de Ash: un libro en el que Ash afirma cosas realmente interesantes que acaban perdiendo algo de fuerza por su incapacidad para enfocar la discusión más allá de una mirada nacional absolutamente incompatible con lo que afirma en su libro.

Volviendo al manifiesto, si nos limitamos a leer el texto fijándonos en el análisis que hace de las redes y del modo en que la tecnología cambia la forma en que nos relacionamos, difuminando nuestra identidad «a priori» y dotándola de nuevos atributos que nos permitirán definirnos más y de una forma más acorde a lo que queremos ser, el texto abandona ese estado de quiero y no puedo feminista para llegar a ser productivo. Y lo hace porque, piense Haraway lo que piense, la tecnología ayudará a todos a tener una vida mejor, y no sólo a las mujeres; y una pretendida mirada sexista a la misma no me parece relevante. A menos que queramos seguir definiendo esas clases que Haraway afirma que ya no pueden ser definidas… o que yo no haya entendido nada en absoluto. (Me pasa a veces.)

Bocados de Actualidad (98º)

Último domingo de verano, fresco y nublado. Llegan los Bocados, nonagésima octava ración, al ritmo de Ani Difranco, que casi nunca decepciona. Las lecturas que no tuve tiempo (o ganas) de comentar esta semana pero que recomiendo ojear son las siguientes:

  • Ars Technica y el proyecto de reforma de la Patriot Act estadounidense para reducir los (peligrosos) poderes que otorga al estado.
  • Jomra y el esperanto como posible asignatura optativa en Brasil.
  • La publicidad en torno a Spotify dice que es el nuevo Napster. Eso son palabras mayores y en GigaOM se preguntan si no se referirán al segundo napster: aquel que no gustó a nadie y se hundió por sus propios precios.
  • Vallesin se pregunta sobre la última campaña antipiratería: ¿de verdad la policía no tenía más delincuentes que detener que una gente que copia cds?
  • En su día hablamos de las listas Robinson y ya dijimos que no nos parecía lo que se prometía. Samuel Parra y Felix Haro han escrito dos posts imprescindibles sobre este asunto. La realidad es que, como nos dijo Artesano, las listas Robinson vienen a normalizar un gol para nuestra privacidad (y para la tranquilidad de nuestra hora de la siesta) que nos metieron hace ya una década.
  • Fernando Tricas nos habla del movimiento en pro del derecho a reparar.
  • Banda Ancha analiza el precio del ADSL en los últimos 10 años. ¿Concertación de precios? Qué va… paranoias nuestras.
  • La pastilla roja sobre cómo Google mantiene su posición. Curioso al menos.

Y mañana más, sobre los temas de siempre.

La AGPD sanciona a la Junta por la videovigilancia en el centro de Málaga

Palacio de la aduana, por JCSC
[Foto JCSC]

Me avisa Daniel de una noticia aparecida en la revista El Observador en la cual se avisa de que la AGPD ha sancionado a la Junta de Andalucía porque la videovigilancia en la zona del palacio de la aduana capta imágenes de la calle y, por tanto, de los transeúntes y demás personas que simplemente pasan por la calle.

Argumenta la AGPD que dichas cámaras obtienen datos personales y que, para ser incorporadas al fichero correspondiente, deben constar con el consentimiento de las personas que pasan por allí, algo que no se puede acreditar en ningún momento.

Pues bien, dado que la Junta puede aún recurrir ante el tribunal más chanante del Estado (que no es otro que la Audiencia Nacional), ya les adelanto que soy poco optimista. La ley que regula la videovigilancia está llena de trampillas para garantizar que las administraciones públicas instalen videovigilancia donde les pite (hablando así en breve), con lo cual, y pese a que me gustaría, no creo que verdaderamente esto acabe con la Junta eliminando esas cámaras. Creo eso porque la ley no se hizo para nosotros, se hizo pensando en el Estado.

En todo caso, estaré atento a este caso que me cae tan cerca.

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