Desglobalización

Para varias generaciones de europeos que han crecido en los países más ricos del continente, entre los que se encuentra España, la vida ha transcurrido al margen de grandes catástrofes: ni guerras, ni hambrunas, ni tsunamis, ni terremotos que llenen las calles de muertos. Hemos tenido la suerte de disfrutar el periodo de mayor paz y prosperidad de la historia del continente, y quizá del mundo.

Una de esas cosas que damos por sentadas porque ya estaban ahí cuando muchos llegamos es la internacionalización: la globalización de todo, que tanto ha contribuido a llevar libertad y prosperidad a casi todos los rincones del mundo, también y sobre todo para nosotros.

No obstante, una parte de la población siempre ha recelado de la globalización. Hasta el punto de hacer bandera de esa oposición y autodenominarse partidarios de una antiglobalización.

Pues bien, para bien o para mal, todos nosotros (también este grupo de detractores de la globalización) va a tener la oportunidad de probar cómo sería el mundo si esta globalización se deshace por lo menos un poquito. La crisis sanitaria del famoso coronavirus COVID-19 está conllevando una cascada de cierres de fronteras y restricciones al viaje que conducen a una suerte de desglobalización: un camino más allá de la globalización y en dirección contraria.

Esta desglobalización va a ser, además, fuertemente asimétrica: los movimientos financieros no se van a detener, los movimientos de mercancías encontrarán la forma de restituirse, pues ya saben que si las mercancías no cruzan las fronteras, los soldados lo harán. La vuelta atrás afectará sobre todo a la globalización de las personas. Justo el peor y más asimétrico escenario posible.

No sabemos cuánto tiempo se va a prolongar, pero sí que esta inercia va a apoyarse sobre el populismo nacionalista que campa a sus anchas en Europa y Estados Unidos desde hace unos años, y que a buen seguro está encantado empujando esta desglobalización, siquiera para hacer sus propios experimentos.

¿Qué estás optimizando hoy?

Una cita en el blog de Tobias Bernard que no puedo dejar de pasar:

We need to invest our (very limited) time and energy in solutions that scale. This means good defaults instead of endless customization, apps instead of scripts, “it just works” instead of “read the fucking manual”. The extra effort to make proper solutions that work for everyone, rather than hacks just for ourselves can seem daunting, but is always worth it in the long run.

El énfasis lo he puesto yo.

Una de las constantes en todos los proyectos que he arrancado en mi vida ha sido la de no repetir tareas.

Una máxima que siempre apliqué a la relación directa con clientes, con quienes el principal objetivo siempre ha de ser el dotarles de autonomía, con la egoísta ambición de que mañana no me pidan exactamente lo mismo sino que internalicen esa tarea y a ti te pidan otra diferente, más sofisticada, más compleja, y también nueva, con la que puedas seguir aprendiendo sin sentir que repites una y otra vez lo mismo.

En una línea parecida, ahora ando implicado en un proyecto hercúleo con muchísimos equipos de trabajo implicados (unos 10 equipos de Scrum con perfiles diversos y luchando por aplicar esa visión de eso que ahora llaman DevOps tan mía), y me paso el día repitiendo que si algo puede automatizarse, debe automatizarse: con tantas personas implicadas, incluso una mejora que ahorre 5 minutos al día a cada uno se paga sola en cuestión de días.

La pregunta más importante de cada una de tus jornadas laborales es qué estás automatizando hoy, qué estás optimizando hoy. Si no quieres estar cada día haciendo exactamente lo mismo, ésta es la única forma de, mañana, tener tiempo para ir un paso más lejos.

Aquella maravillosa web

Leí hace unos días un artículo fenomenal y nostálgico sobre los primeros años de la web, en los que no había CSS para estilar la visualización y en los que yo mismo hice mis primeras webs recurriendo a todos los trucos de baja tecnología que en él se mencionan. Como no me lo quito de la cabeza he decidido copia aquí un par de párrafos:

Keeping your site consistent was thus something of a nightmare. One solution was to simply not style anything, which a lot of folks did. This was nice, in some ways, since browsers let you change those defaults, so you could read the Web how you wanted.

A clever alternate solution, which I remember showing up in a lot of Geocities sites, was to simply give every page a completely different visual style. Fuck it, right? Just do whatever you want on each new page.

That trend was quite possibly the height of web design.

Damn, I miss those days. There were no big walled gardens, no Twitter or Facebook. If you had anything to say to anyone, you had to put together your own website. It was amazing. No one knew what they were doing; I’d wager that the vast majority of web designers at the time were clueless hobbyist tweens (like me) all copying from other clueless hobbyist tweens. Half the Web was fan portals about Animorphs, with inexplicable splash pages warning you that their site worked best if you had a 640×480 screen.

El problema no es que echemos de menos esa forma incómoda de mantener una web, eso no es más que nostalgia de un tiempo en el que además éramos muy jóvenes, sino que hemos perdido mucho más que eso:

Sadly, that’s all gone now — paved over by homogenous timelines where anything that wasn’t made this week is old news and long forgotten. The web was supposed to make information eternal, but instead, so much of it became ephemeral. I miss when virtually everyone I knew had their own website. Having a Twitter and an Instagram as your entire online presence is a poor substitute.

Léanlo entero, luego hace un repaso de tiempos ya pasados pero no tan remotos. Si no vivieron aquellos años dudo mucho que lleguen a imaginarlo tan solo a través de esta lectura, pero si los vivieron van a disfrutar todas y cada una de sus palabras.

Christopher Tolkien, in memoriam

Ha fallecido Christopher Tolkien, hijo del que quizá sea el autor con el que más he disfrutado jamás: J. R. R. Tolkien.

De la necrológica de El País no digo nada porque parece escrita hace años, como en el Lisboa de Sostiene Pereira. No se mencionan los últimos libros editados que completan el trabajo profundo en torno al núcleo principal de El Silmarillion: La caída de Gondolin y Beren y Lúthien. Da la sensación de que ni siquiera se han molestado en ponerla mínimamente al día: son flojos a más no poder.

Justo hace unos días comencé a leer Beren and Lúthien, que me está sorprendiendo gratamente porque va mucho más allá de ser una edición sacaperras de un fascículo del Silmarillion para abarcar toda la evolución de esa leyenda -mi preferida de toda la edad antigua de la Tierra Media- a lo largo del tiempo en el propio imaginario de Tolkien. Y es que yo siempre busco excusas para volver a Tolkien.

Christopher Tolkien tuvo la buena suerte profesional de ser hijo de su padre y poder bucear intelectualmente en su obra, y la decencia de tratarla con devoción y respeto, algo por lo que en este blog siempre le estaremos eternamente agradecidos. Precisamente en el prefacio comenta Christopher que:

In my ninety-third year this is (presumptively) my last book in the long series of editions of my father’s writings.

De eso hace un par de años y tenía razón. Ahora, a sus noventa y cinco años, va camino de las estancias de Mandos.

Todas las regulaciones sobre cookies están obsoletas

En 2018 entró en vigor la GDPR. Hace un par de semanas entró en vigor en California una norma muy similar. Hace ya varios años entró en vigor la ley de cookies europea.

Al lío: Google ha anunciado que a partir de 2022 Chrome dejará de soportar las cookies para seguimiento de usuarios.

Puede parecer una victoria de la privacidad pero no sean ingenuos. Si Google ha decidido dejar de soportar ese tipo de cookies es porque no las necesitan para identificar unívocamente a los usuarios. De no ser así, podemos estar seguros que no renunciarían a ellas. En 2013 ya hablamos de este tema y de fingerprinting sin cookies: lo que genera rechazo no son las cookies per se, sino la sensación de estar siendo analizado hasta en los detalles más nimios.

De forma que buena parte de la regulación que hemos mencionado arriba, muy centrada en cookies, está ya prácticamente obsoleta. La historia de nuestro tiempo: la regulación llega tarde, muy tarde, a una tecnología que sigue evolucionando rápido, lo que hace muy difícil que esta regulación sirva de contrapeso a los oligopolios tecnológicos.

China y el lado oscuro de la luna

Con motivo del aniversario de la llegada de China al lado oscuro de la luna hay una pieza en Ars Technica de la que me quedo con esta frase:

The lander and rover have produced the best in situ data of the unexplored far side of the Moon to date, including radar and radiation measurements of the largely unexplored environment.

China lleva un año explorando el lado oscuro de la luna, y la UE junto con Estados Unidos no están ahí todavía ni cuándo llegarán.

Puede que sea un caso puntual, pero de momento la carrera por aprender de ahí la va ganando China, cuyos científicos suelen ser bastante herméticos a la hora de compartir información abiertamente, por otra parte.

Este blog usa cookies para su funcionamiento.    Más información
Privacidad