Ya hace algo más de un mes nos temíamos lo peor al respecto de los planes de la presidencia española de la UE para internet.
Desde ese día diversos sucesos han vuelto a levantar las alertas de todos los que defendemos una red neutra como la única vía para mantener una red y una sociedad digital libre y plural. Me refiero, el lector avezado ya lo habrá adivinado aunque no tuvimos tiempo en este blog para hablar antes de ello, a las tristes declaraciones de César Alierta, presidente de telefónica, al respecto de porqué las empresas que trabajan en la red deberían pagarles una tasa. [Sin que sirva de precedente, aquí debajo dejo el vídeo –con acotaciones que facilitan su comprensión, visto en Halón disparado hace un par de días– para que lo vean los interesados que no estén al tanto de lo que dijo este señor.]
Que el Estado español proponga ahora elevar esta tasa Alierta a toda la UE (la propuesta se ha conocido ahora, pero fue trasladada unos días antes de las famosas declaraciones de Alierta, Bandaancha) era un movimiento esperado, toda vez que el propio ministro de industria ya la había defendido en unas criticadas declaraciones en las que atacaba él mismo la neutralidad de la red.
Aunque coincido con Antonio en que es terrible que la mayor empresa de telecomunicaciones del mundo latoc sea incapaz de hacer una propuesta de valor de futuro hacia la red, lo más lamentable de todo no es que Telefónica no comprenda que es la red la que aporta valor a sus servicios y no al revés (como la gente usa el metro porque tiene trabajo, y no al revés que la gente tenga trabajo porque acuden en metro), lo más doloroso es ver cómo el Estado se agarra a los ISP en una alianza para el control de la red.
Hace años que los proveedores de acceso cortejan al Estado, en su lucha con las entidades de gestión por ver quién tiene el poder último de controlar el flujo de datos y contenidos y, así, ver quién tiene el control sobre el taxímetro de nuestra vida en red. El Estado acepta el trato porque una alianza con las puertas de entrada a la red facilita el registro de las telecomunicaciones, necesario para aumentar la asimetría de información en los tiempos de la ciudadanía transparente.
Decíamos en junio de 2008, al hilo de El final de las tarifas planas.
el tráfico de internet representa una porción creciente del tráfico total de telecomunicaciones, pero las telecos hacen la mayor parte de sus beneficios a través de los servicios tradicionales (llamadas de voz) no incluídos en las malditas tarifas planas que hacen que su beneficio no sea escalable y que, por tanto, ese aumento de tráfico no conlleve un incremento proporcional de los costes.
El poder político contempla esa petición como una oportunidad para permitir el filtrado de contenidos, que derrocaría a la neutralidad de la red. De forma que no es descabellado pensar que unos y otros se guiñen un ojo y legislen al respecto.
Cualquier Teleco grande como telefónica genera muchísimos más ingresos y más beneficios que otras empresas como Google. Sin embargo, si la perspectiva a medio plazo es que los beneficios no escalen de forma progresiva, su capitalización bursátil no se disparará (algo que si sucede a la gran G y a otras empresas de internet). Por eso Telefónica busca romper lo que de plano tienen las tarifas de acceso, para convertirlas en un producto segmentado y segmentable, con capacidad de crecer exponencialmente (o que al menos tal cosa pueda decirse en un powerpoint para vender la moto). No veo yo muy factible que una empresa sin ideas de futuro y que aún contandocon el mayor monopolio y la mayor facilidad que el Estado pudo dar a una teleco ha sido incapaz de adaptarse ni hacer algo bien para con internet. Así que sí: usarán sus fuerzas en quitar el bollo al otro en lugar de en fabricar su propio pan, y todo porque sus magros ingresos sin margen de crecimiento desbocado no conseguirán disparar su valor en bolsa: con la especulación hemos topado.
Y el problema aquí no es que Telefónica, el Estado, Google, y la SGAE todos pretendan romper la neutralidad de la red (bueno, Google sólo pretende suplantarla, ¡je!) a su favor: el problema es que estamos solos una vez más. Nadie nos defenderá sino nosotros mismos. Y en esta batalla no estamos de parte de nadie –poco me importa que el gato se lo lleve al agua Alierta, el Estado, la SGAE o una combinación lineal de todas las anteriores– más que de la nuestra, porque nadie está de nuestra parte.
Y quizá va a llegar el momento en que debamos ir pensando en acceder directamente a la red, de forma autónoma. Quizá no es factible hoy a gran escala, pero no están tan lejos y no hay otra si queremos equilibrar una situación en la que la falta de mesura de la concentrada élite estatal-empresarial comienza a resultar… irritante y peligrosa para todos.