Privacidad y secretos

Un buen matiz a la divisoria entre privado y secreto.

«Piensen en esto: si están en un restaurante y van al servicio, todo el mundo tendrá una muy buena idea de qué van a hacer, así que difícilmente será un secreto. Pero, incluso si todos pueden imaginar lo que harán ahí, estoy seguro que no les gustaría que ellos realmente puedan verlo.»

Jacobo Tarrio, on privacy and secrets.

Por el camino, le damos caña a la falacia habitual, ya saben, esa que pretende convencernos de que si te preocupas por tu privacidad es que tienes algo (malo) que esconder. Una mentira como otra cualquiera, a estas alturas no nos sorprenderemos, pero no deja de ser conveniente recordarlo de vez en cuando.

Y sin detrimento alguno para que el término privacidad defina e incluya cosas mucho menos triviales que el ejemplo anterior (por incómodo que resulte).

Bocados de Actualidad (108º)

Hace un domingo tan escandalosamente bueno que casi espero que lean este post por la noche, o mañana. Sin embargo, dejo por aquí ya la nueva ronda de Bocados, la centésima octava, para todo aquel que no sepa qué leer esta tarde: una buena ronda de enlaces con lecturas interesantes. Esta semana, además, nos llegan al ritmo de los Enablers, a los que veré este martes. Sin más dilación, aquí tenéis los enlaces.

  • Coincido con Scripting News sobre qué significa ser un blogger: escribir un montón de frases en primera persona que comienzan por yo; justo como debe ser.
  • Intrópicos y el monstruo que se comía el lenguaje.
  • Estos días Facebook ha dado un empujón a su plan para la recentralización de la red. En numerosos sitios esto no ha sido visto con buenos ojos: Scripting, GigaOM, EFF y, claro, aquí mismo.
  • Los libros electrónicos que se vendan en España tendrán el tipo de IVA no reducido del 18%, otra piedra más en la tumba del acceso libre a la cultura. Lo comenta JA Millán.
  • ¿Quién vigila al vigilante? nos habla de China y una realidad inminente: la de la omnipresencia del RFID.
  • GigaOM y porqué la neutralidad de la red es demasiado importante para dejarla en manos de los ISP. (Algo que sabemos hace años, pero vale la pena recordar.)
  • La lógica nada inocente de las aplicaciones que te aislan de una forma que no hace el navegador, en Intropía.
  • Libros y bitios nos recordó un cumpleaños importantísimo cuando hablamos de la red y software libre: Apache cumplió 15 años.
  • Otro cumpleaños, mucho más modesto, Somos Malasaña, uno de esas páginas que a uno le gustan, cumple un añito de vida.

Y esto es todo, mañana más.

El volcán y la política del salva-tu-culo

«Plantear las cosas en términos de «lo peor que podría suceder» alienta a la sociedad a adoptar el miedo como uno de los principios clave alrededor del cual el público, el gobierno e instituciones varias deben organizar sus vidas. Institucionaliza la inseguridad y fomenta una sensación de confusión e impotencia. Al popularizar la creencia de que las catástrofes son normales, se alienta a las personas a sentirse indefensos y vulnerables a un amplio rango de amenazas futuras. Por todo ello excepto por el nombre, es una invitación a la parálisis social.»

Frank Furedi, en Spiked, via Schneier.

Al final, plantear las cosas en estos términos no es más que otro ejemplo de la política del «salva tu culo»: ningún político se arriesgaría a autorizar los vuelos con el tema del volcán de plena actualidad basando su decisión en un estudio fiable (yo no podría emitirlo) si existe una remota posibilidad de vincular un hipotético accidente con su decisión, aunque ésta estuviera avalada por un estudio fiable. Save your ass.

Como valor añadido, esta política de la no-política (de la no evaluación y no toma de decisiones) tiene como ventaja el inmobilismo deseado. El mismo inmobilismo que es un objetivo de la política del miedo y una buena herramienta de control social.

Por cierto, este ensayo me ha recordado lo interesante que me resultó leer The science (and politics) of fear.

Un curioso certamen de cuentos

Descubro en mi correo un aviso sobre la convocatoria que hace ANIM. Se trata de un concurso de relatos llamado Societat de control en el que se invita a participar con tu propio relato en torno al abuso de la tecnología de control para reducir tus libertades. El texto debe estar escrito en español o catalán, hay un premio de 300 euros para el texto que sea escogido ganador y os prometo que no tengo nada que ver con el asunto… aunque no pueda dejar de sonreirme por el nombre del certamen ;)

Teoría cancamusera para pufos

Teoría cancamusera para pufos que a muchos aprovechará, aunque sea tan sólo para coger desprevenido a algún inconsciente (o a alguna entidad sujeta al problema principal-agente en la que el que gasta el dinero no está, realmente, invirtiendo con su dinero): Aardvark fue comprada por Google sin haber fabricado nunca no ya una versión final de su producto, sino siquiera una de desarrollo. El secreto de su éxito (vender por 50 millones de dólares un castillo de humo) fue simular que tenían algo. ¿Estamos vendiendo un sistema de preguntas-respuesta inteligente que puede ayudar a la búsqueda? Pues ponemos a un turco a responder todas las preguntas y ya está. Sólo queda esperar que alguien se lo crea. En ese caso fue Google. Por cosas como ésta cuando uno realmente tiene una idea, le cuesta luego la vida misma sacar la pasta para llevarla a cabo… por culpa de los pufistas profesionales (el señor de Aardvark ha fundado-vendido cuatro empresas en el momento de escribir este post).

La era del diamante

Geisha bajo la lluvia

La era del diamante es un libro de Neal Stephenson que realmente tenía ganas de leer, toda vez que el único libro de él que había leído hasta la fecha me encantó. Si algo me queda claro tras la lectura es que Stephenson es bueno, un gran heredero de la cruda ciencia-ficción ciberpunk ochentera que sabe mantener la esencia de aquellos escritores: escribir sobre cosas que, siendo ficción, no están tan lejanas. Como aliciente, Stephenson lo escribe y lo cuenta de forma más fluida que Gibson y Sterling. (Si bien se le pueda achacar el síndrome del best-seller y algunas páginas de relleno que te distraen de la historia que realmente te tiene intrigado; tanto la de cal como la de arena requerían un segundo libro para ser confirmadas.)

De alguna forma, me resulta complicado hablar de La era del diamante si no es haciéndolo por paralelismo (y oposición) a Islas en la red. Ambas novelas se ambientan en un futuro en el que la descomposición no ha dejado otra opción que la aparición de nuevas entidades a las que se reconoce un estatus de sujeto internacional en un ámbito globalizado y atomizado. Las consecuencias de esta descomposición y el modo en que estas nuevas organizaciones hacen uso de esa posición difieren, sin embargo, ligeramente en ambas novelas.

La era del diamante cuenta la historia de Nell, una chica de clase baja que llega a tener en sus manos una copia del Manual ilustrado para jovencitas, un libro reactivo (cuyo contenido cambia según las características y la actitud de su dueño) destinado originalmente a ser propiedad de la nieta pequeña de un acomodado Lord. A lo largo de la historia, sin embargo, nos iremos acordando de Islas en la red, por cuanto el mundo organizado en tribus que presenta Stephenson nos hará pensar sin dudar en la Rizome de Sterling. Sin embargo, hay algo en la Rizome de Sterling que las hace preferibles a los clanes/phyles de Stephenson (y no, no tiene nada que ver con el hecho de que pensar el mundo estructurado en tribus lo haga parecer más violento que, digamos, lo que sería un escenario real, como apuntaba Asun en una serie de anotaciones de su (difunto) blog). Es el hecho de que en la novela de Sterling la territorialidad no es un factor determinante: en una misma ciudad vivían facciones de todo tipo, mientras que en La era del diamante cada una de estas phyles tendrá una sede-ciudad y gobernará una cierta región geográfica de forma idéntica a como lo haría un Estado.

Por lo demás, la lucha por mantener centralizado el control de una nanotecnología (la Seed) que amenaza con romper el orden imperante (con tres clanes/phyles actuando como potencias y repartiéndose el poder) sirve de excusa a Stephenson para describir la visión más incómoda de este fenómeno que ya está presente en partes del mundo como México (de la mano de los clanes de narcos) o Somalia (donde el Estado ha desaparecido completamente de dos tercios del territorio que están bajo la influencia de los grupos de piratas). En este sentido, coincido con lo que decía Asun de que la visión que Stephenson aporta sobre las consecuencias de esta descomposición son negativas. No en vano (cuidado, Spoiler) en la novela de Stephenson la situación desemboca en una estabilización seudo-estatalista en la que una phyle domina todo el territorio correspondiente a China y la tecnología subversiva que iba a posibilitar la creación de nanoestructuras de forma distribuida y sin control por parte del poder establecido no llega a crearse, a la contra de cómo el mismo Stephenson resuelve una situación similar también existente en Criptonomicón (y, parece, en otras novelas suyas): la aparición de nuevas tecnologías son percibidas como subversivas por parte del poder establecido, lo cual conlleva una tensión entre dicho poder y los beneficiarios últimos de esta nueva tecnología que es el hilo conductor de la novela.

Sin embargo, la experiencia nos dice que, recordando una frase que David nos repetía estos días, cuando el modelo estatal capitalista no es útil (y no es útil para muchos de nosotros y cada vez lo va a ser menos), las personas deben poder organizarse y suplir las carencias de este modelo. El problema es que en La era del diamante y en el ideario de muchas personas, parece que para que el sistema deje de ser útil el estado debe hundirse, sin llegar a entender que alcanzado un punto es el mismo Estado el que limita nuestras libertades y reduce nuestra calidad de vida (eliminando lo que vinimos conociendo como estado del bienestar), en parte como una huida al frente: un último intento de recuperar el poder perdido en un mundo conectado en tiempo real donde la gestión de una agenda pública única es harto complicada y la tecnología digital facilita el surgimiento de todo tipo de grupos afines con preocupaciones e intereses comunes. Y con los medios tecnológicos y los recursos necesarios (fundamentalmente, recursos humanos: la propia comunidad) para avanzar esa agenda y ese proyecto propios, aunque eso implique o precisamente porque eso implica, vivir en el riesgo sin necesidad de matar a nadie.

¿Podemos discutir la propiedad intelectual?

Hay una entrevista que desde Agoranews se hizo a Juan Urrutia y David de Ugarte. En ella tratan de responder básicamente a una de las grandes preguntas de nuestros días: en la era digital, ¿cómo hay que reformar la concepción de la propiedad intelectual para que el sentido clásico (pensado siglos antes de la aparición de la tecnología digital) no actúe como un lastre para la innovación y la libertad?

¿Podemos discutir la propiedad intelectual? Claro que podemos; y, además, debemos. Pero para debatir y discutir la propiedad intelectual hay que partir de dejar claras un par de cosas. En la entrevista (ver video justo abajo) se mencionan diversos puntos, pero yo me quedo con dos frases que ha destacado Indarki en un comentario al post de Natalia:

Juan dijo: «La innovación es secuencial»
David dijo: «La creación es collage»

Tan breve, tan complicado de aceptar por aquellos a los que la legislación de propiedad intelectual otorga privilegios monopolistas. Y ahora, el vídeo, que dura unos minutos y no tiene desperdicio:

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