¿Piensas que coronavirus va a ser la palabra del año? No te falta parte de razón, pero creo que lo que de verdad va a perdurar socialmente de este 2020 no va a ser el coronavirus, sino el concepto de distanciamiento social. De la desglobalización que este fenómeno va a contribuir a apuntalar ya hablamos hace unos días.
La gran pandemia de nuestro tiempo
Las consecuencias de este nuevo virus, formalmente SARS-CoV-2 y popularmente el coronavirus, van a ser dramáticas y sobrecogedoras en este 2020 y quizá también en 2021. Pero si todo va bien en un año y medio o dos años tendremos vacuna para la enfermedad que provoca, COVID-19, y la cosa mejorará. Es el futuro, y no lo sabemos, pero es un escenario optimista al que me gusta agarrarme para mantener (un poco al menos) la serenidad.
Mientras tanto, anda medio mundo encerrado en sus casas y saliendo únicamente para lo imprescindible. Los militares van desplegándose en las ciudades occidentales, y las medidas aplicadas en casi todo el primer mundo van pareciéndose a un estado de excepción encubierta.
A falta de tratamiento médico, que aún no hay, una de las precauciones para ralentizar la expansión de la enfermedad es lo que han venido a llamar distanciamiento social. Pautas de comportamiento que ayudan a minimizar el riesgo de contagio entre personas, para ralentizar la curva logística de contagio. (Nota: el tiquismiquis que llevo dentro me obliga a aclarar que eso que todos estos días están llamando crecimiento exponencial no es exponencial, sino que se trata de curvas logísticas.)
En las ocasiones cuando se ha recurrido a este distanciamiento social (como hace un siglo en la epidemia de gripe de 1918), el mismo ha incluido cosas como no darse la mano al presentarse, no saludarse con dos besos, evitar los lugares abarrotados y las aglomeraciones a menos que sea imprescindible, disminuir la asistencia a cines, restaurantes y, en general, evitar la mayoría de interacciones. Con la tecnología que tenemos disponible, sería ingenuo no pensar en que esta vez se pueda ir más allá.
¿Qué tiene de nuevo el distanciamiento social en 2020?
Lo nuevo es la simbiosis con la tecnología. Ahora mismo es posible conocer la ubicación y movimientos de la población en tiempo real, o casi. ¿Y si la tecnología se usa para prevenir contagios, trazar las rutas de quienes den positivo y ayudar a limitar contagios? Es un buen uso de la tecnología, y siendo que el sistema está ahí y no hace falta nada nuevo para exprimir esos datos, pocos de nosotros se negarían a una medida que puede contribuir a combatir una verdadera emergencia sanitaria como la que sufrimos ahora.
No piensen solo en geolocalización. En la siempre presente ofensiva contra el dinero en efectivo, el uso de monedas y billetes ha sido la primera víctima de este distanciamiento social.
La misma tecnología, no obstante, puede combinarse para usar este histórico de ubicaciones y comportamiento (¿cuántas veces has salido sin permiso, o ido a un bar sin permiso, o… ?) para enriquecer tu perfil y el sistema de crédito social con el que algunos países construyen distopías propias de la ciencia ficción.
Es pronto para valorar si esta pandemia dejará una huella en la forma de trauma colectivo. Si así fuera el caso, ¿se aceptará una reescritura del contrato social que ayude a prevenir escenarios similares a cambio de entregar aún más libertad y privacidad a cambio de seguridad? Hace casi 15 años, en este mismo blog, ya recordábamos a Benjamin Franklin:
«They who would give up an essential liberty for temporary security, deserve neither liberty nor security».
En condiciones de saturación del sistema sanitario, cuyo mantenimiento es caro (y el dinero es un recurso finito), ¿está justificado que nos monitoricen a cambio de facilitar el diagnóstico y que se nos priorice debidamente la atención? ¿Y si el sistema penalizase a quienes no se dejen monitorizar? Parece un debate loco, o nuevo al menos, pero no lo es: hace muchos años algunos países como Dinamarca coquetearon con la idea de subir impuestos a los alimentos con grasas porque se considera que generan sobrepeso y, a la larga, más uso del sistema sanitario.
El coronavirus y el avance de la sociedad de control
En efecto, es posible que temporalmente se acepte la implantación de medidas de control muy fuertes. La tecnología está ahí esperando hace mucho tiempo. Publiqué La sociedad de control en 2008 y, en general, es un tema del que no hablo demasiado últimamente porque creo que es una batalla que ya se perdió, incluso si pareciere que no. Forma parte de la derrota el mantener la ilusión de no haber perdido nada.
Hay una posibilidad de que las propuestas liberticidas se intensifiquen, y cuando las imágenes de ataúdes apilados en hospitales de campaña (perdón, espacios públicos medicalizados; disculpen pero siempre suspendí neolengua) abunden en televisión, la opinión pública tendrá la tentación de comprarlas. A partir de ahí es solo esperar a que una medida administrativa de carácter temporal y excepcional sedimente en permanente. Es algo que con frecuencia sucede por su propio peso porque sucede de forma natural por la inercia del propio estado y su maquinaria gigantesca.
En el hilo de la historia no hay camino de retorno; en el mejor de los casos existe coste de oportunidad y oportunidades perdidas. Veremos cómo evoluciona la sociedad en que vivimos, pero no se hagan ilusiones de vivir como han vivido hasta 2019. Ese tiempo es pasado.