Renfe y la usabilidad recóndita

Renfe actualiza su página web. A primera vista es un rediseño sencillo (ahora apuntan al dominio .com, por cierto) con continuísmo enorme en la imagen corporativa (explicación hacia el final de este mismo post, ver último párrafo) pero aprovechando más el ancho de las pantallas panorámicas comunes actualmente y con una nueva apariencia más ligera y menos estresante. También es más fácil ahora encontrar y comparar tarifas de lo que ha sido hasta ahora.

Considerando de dónde veníamos, parecería que todo está bien, si no fuera por dos detalles bastante molestos:

  1. Marcar algunas casilla de verificación con Firefox es como jugar a las quinielas (nunca sabes si vas a acertar) ya que el texto le cae justo encima.
  2. Tras seleccionar billetes y demás pasos habituales en toda compra online, justo cuando debes confirmar el pago no aparecen las horas de tu viaje.

Increíble que a estas alturas de la vida, con Firefox bien instalado en una cuota de usuarios superior al 30%, no hayan probado la página en este navegador. Pero lo terrible es lo otro. Para decirlo claro: justo en el momento más importante de la compra, someten al cliente a una incertidumbre brutal por no mostrarle las horas de su viaje en el paso de confirmación de pago. ¿Quién habrá sido el lumbreras que ha decidido innovar con este cambio?

Renfe actualiza su página, pero tranquilos: lo hace sin asumir el riesgo de despistar a los usuarios con cambios en la que va camino de ser su principal imagen corporativa: a estas alturas de la vida, su web sigue siendo una porquería.

En la Internet Disney, por supuesto, hay villanos

El mismo día que Steve Jobs reenfoca su carrera para ser el mayor kioskero del mundo, deja claro que en su kiosko él y sus grandes amigos imponen las reglas: Apple bloquea un programa de su App Store a petición del NYT (Scripting News). El programa en cuestión es un lector de RSS.

Cuando tu Internet es como el mundo de Disney: idílica, sin sorpresas, encorsetado y controlado, sin nada que no sea desde un punto de vista bienpensante moralmente saludable, evidentemente en ella hay villanos que son malos, muy malos. Según Apple los villanos son esos chicos que se empeñan en acceder a la información de la forma que mejor les viene. Pero yo no estoy de acuerdo: el villano no está fuera, sino dentro del palacio, y quiere impedir que un montón de personas lean sus noticias de la forma que mejor les viene. Todo sea para que el NYT pueda vender sus contenidos a un precio razonable.

La situación queda bien resumida en esta cita de Dave Winer en Encuentra un avión desde el que saltar al vacío: «Mira, si el futuro del Times depende de bloquear la aplicación de esos dos chicos, entonces el Times no tiene futuro.»

1 GB al mes debería ser suficiente, ¿para siempre?

Cuando leo los términos en que se está debatiendo la entrada del internet en el móvil y, principalmente, el tipo de tarifas ofertada por los ISP, no puedo sino pensar que el fin de las tarifas planas está ahí al lado: en la llegada de Internet al móvil se está haciendo una cogida a la inversa. No es que Internet llegue al móvil, es que el móvil alcanza a Internet, trayendo consigo la misma la cultura de pago habitual en lo móvil.

Pongamos por caso el ejemplo de los planes de datos ofertados en EE.UU. Estas tarifas, como las que se ofertan en estas latitudes, no son planas sino que tienen límite de descarga a partir del cual te bloquean la conexión ralentizándola al máximo o te aumentan el coste.

AT&T ha anunciado sus nuevos planes de datos, eliminando las últimas tarifas planas de datos, incluso las que eran realmente caras. No más tarifas planas, es el mensaje transmitido por el antiguo monopolio público estadounidense y uno de los mayores ISP del mundo. En GigaOM comentan los cambios.

En ese post se argumenta que el límite de 2GB mensuales parece correcto porque «el 95% de los clientes no alcanza ese límite». Cada vez que alguien me justifica los límites de descarga me acuerdo de los tiempos pre-tarifa plana y me acuerdo de la famosísima frase erróneamente atribuida a Bill Gates según la cuál «640 kb de memoria deberían ser suficientes para siempre».

Con una sutil diferencia. Una vez los operadores logren implantar topes en las tarifas y segmentar el mercado, será mucho más difícil volver a conseguir que implanten tarifas verdaderamente planas. No es como un pacto en el cual, cuando la tecnología les permita ahorrar costes, el ISP te regalará la tarifa plana. No: el ISP estrujará el limón mientras tenga jugo. El fin de las tarifas planas hace que el limón, de repente, tenga mucho jugo.

Por eso estoy tan en contra de estas cosas. Porque cuando uno comienza a tener que mirar el consumo de datos, acaba por una parte usando menos la red (freno a la innovación) y por otra mirando con buenos ojos planes como Facebook 0 (info y comentario al respecto), que permitirá que el usuario acceda de forma gratuita sólo a la página de Facebook, ya que será éste el que sufrague los costes al ISP. Y la neutralidad de la red, perdida en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

*** Nota: La atribución no es errónea, lo que sucede es que Bill Gates nunca hizo referencia al «siempre» que ridiculiza la frase, sino que se refería al estado de las cosas en aquel momento (corría el año 1981).

La cinta blanca

¿Qué pensarían si unos estadounidenses fueran vejados e insultados porque el gobierno que dicen representarlos sigue batallando en Irak? Eso le sucedió estos días a tres israelíes que pasaban por Madrid invitados a unas conferencias. De locos. Hoy los organizadores del desfile del orgullo gay de Madrid anuncian que impedirán la participación de la carroza israelí. Es antisemitismo, y asusta y avergüenza a partes iguales. ¿Cuántos de ustedes saben que Egipto mantiene un bloqueo a Gaza idéntico (hasta en el motivo de su imposición: la victoria de Hamas) al israelí desde el año 2007? Si la frontera con Egipto estuviera abierta, nadie pretendería llegar a Gaza en barco. Sólo ahora, bajo la sombra del oportunismo, anuncian que lo levantarán temporalmente (y lo dicen en futuro transitorio). Si en Gaza muere gente por falta de medicamentos o comida, la responsabilidad habría que repartirla. Pero nadie habla de eso. Es más fácil acusar sólo al Estado de Israel. Ah, la vieja Europa con sus viejas contumbres.

Generación A

«Ahora, vosotros jóvenes idiotas, ¿queréis un nombre para vuestra generación? Probablemente no, tan sólo queréis trabajo, ¿verdad? Bien, los medios nos hacen ese tremenfo favor cuando nos llaman Generación X, ¿verdad? A dos pasos del extremo final del alfabeto. You, por la presente, os declaro Generación A, tan al principio de una serie de triunfos y fracasos pasmosos como Adán y Eva estuvieron hace tantísimo tiempo.»

Kurt Vonnegut, en un discurso en la Universidad de Syracuse el 8 de mayo de 1994.

Con esta cita se abre Generation A, el último libro de ficción de Douglas Coupland (de quién creo que han salido como una decena de citas en este blog) que compré hace ya bastantes meses y que sólo ahora pude comenzar a leer. Si es la mitad de divertido que otros libros que me leí de él (a excepción, quizá, de Microserfs*) ya valdrá la pena la inversión y la lectura.

(*), Microserfs es un buen libro, pero yo lo leí tarde y quizá debo decir que no me quedó buena cosa: como si no hubiese envejecido bien.

Bletchley Park, de casi desaparecido a la Red

Bletchley Park, ese templo de la historia de la computación y especialmente del cifrado y descifrado de mensajes, donde se atesora todo lo relativo a la ruptura de los códigos de las máquinas Enigma utilizadas por el Reich durante la II Guerra Mundial, estuvo a punto de ser cerrado hace demasiado poco tiempo. Muchos nos sentimos apenados por esa perspectiva, que al final se solucionó (aunque hace tan sólo dos meses aún existían dudas al respecto). Ahora tenemos un motivo para alegrarnos: los archivos de Bletchley Park pasarán a estar disponibles en Internet. Falta tiempo, la memoria de la red no es perfecta, pero es una buena noticia. Ya lo dijo Stallman: los cobardes hacen backup, los valientes lo cuelgan en internet.

Dijo el kioskero

«No quiero un país de blogueros», dijo el kioskero mayor del reino (y encantador de serpientes a tiempo parcial), tal y como comentan en ese foro de expresión de kioskeros y otros gremios asociados que es El País, donde todo lo que sea recentralizar la red (twitter incluido) recibe siempre un eco mucho mayor que el necesario y un respaldo sin fisuras.

No quiero un país de blogueros. El mensaje está a la vista para el que lo quiera ver: quiero un país de consumidores obedientes, que dejen de usar el navegador para usar aplicaciones específicas para cada ¿web? (no, nunca más web sino servicio) que te permitirá leer contenidos, habitualmente con DRM, si puede ser pasando por caja para cada uno de ellos. Ya saben: si eliminamos todo lo demás (blogs incluídos) aun la prensa podrá vender sus publirreportajes a un precio razonable. Este Jobs no dejará nunca de sorprendernos con sus tirabuzones y triples mortales inversos hacia atrás.

El reto para Jobs no es sólo conseguir eliminar todo lo demás (ahí tiene tarea para rato), sino hacerlo sin conectar la máquina del tiempo para volver a la década de 1980, porque en esos años el kioskero mayor del reino no tenía kioskos. Perra vida.

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