[Está usted entrando a un aeropuerto, zona de libertades restringidas.]
El pasado viernes 18 de junio se activó en la T4 de Barajas el FastTrack, un modo de embarque exclusivo para los clientes VIP de Iberia que permitirá saltar los controles de seguridad en sólo dos minutos y acceder de forma rápida al área de viajeros. La info en la web de Iberia, a donde he llegado tirando (bastante) del hilo en un post de Daniel Seijo que nada tenía que ver con esto.
En realidad, este FastTrack no lo ha inventado Iberia. Ya existía al menos desde 2007 en otros aeropuertos la posibilidad de saltarte los controles de seguridad pagando 99 dólares (LPC) (nos hicimos eco de ello en unos Bocados allá por marzo de 2007).
Así pues, ya saben: el hacinamiento y las vejaciones en las colas para pasar los controles (que, por otra parte, suponen un riesgo de seguridad en sí mismos: si quiero matar a un buen número de personas no tengo más que plantarme en mitad de la multitud y detonar el explosivo) es para los pobres sin remedio. VIPs y demás gente de bien no sufren ese estrés.
Al final, claro está, en el fondo de estas medidas está introducir herramientas de control social que luego son exportables a ámbitos donde los riesgos son menores (trenes, autobuses, cualquier edificio en concreto) y convertir en facturable una externalidad establecida de forma arbitraria (en este caso, las colas; como impedir el paso de líquidos pretendía ayudar a salvar a los duty free que ya dejaron de ser duty free).
Así que sí: hoy hablamos de aeropuertos, estamos pues ante el retorno de un tema clásico, sobre todo desde que los convirtieron en zonas donde nuestras libertades quedaban sometidas al arbitrio estatal con fines espurios y de utilidad más que cuestionable.
Si alguien aún se pregunta qué medidas de las introducidas tras el 11-S (¡dioses, hace casi 9 años de eso!) han ayudado a mejorar nuestra seguridad, puedo decirle que ninguna relacionada con los controles de embarque. Tan sólo dos cambios son realmente útiles: el aumento de blindaje en la puerta de la cabina y la toma de conciencia por parte de los viajeros de que, en ocasiones, tendrán que luchar fieramente contra algún secuestrador/terrorista. (De esta segunda forma se han abortado algunos intentos como el chico del zapato, el chico de los calzoncillos, …)
Todo lo demás no ha mejorado nuestra seguridad, más bien todo lo contrario al suponer una fuente enorme de gasto de dinero que podría emplearse bien en medidas de seguridad reales o bien como reserva para contingencias en caso de emergencia (atención de heridos, víctimas, y restauración de servicios) en caso de tragedia.