Fin de una era

Cuando líderes políticos de la bienpensante Europa famosos por su manía y su afán de control social se arrepienten en público de las pocas leyes democráticas que aprobaron, es que la cosa está ya muy mal.

El fin del estado del bienestar es un hecho innegable: se muere y no volverá. Y no lo hará porque no hay instituciones que lo puedan mantener. Porque los Estados, conscientes de su debilidad, prefieren ser temidos antes que respetados. Porque el mismo proceso que en México da lugar a la familia Michoacana, en Europa se manifiesta en forma de sociedad de control.

Es el fin de una era, la democrática, esa anomalía histórica que sólo se ha manifestado en algo más de dos siglos (y no en todas partes por igual, en Estados como España –y siendo muy, muy generosos– apenas hubo 50 o 60 años de democracia, en otras partes del mundo jamás la tuvieron) de entre los miles de años de historia que ya tiene la civilización humana.

Y si queremos ser libres, más vale que vayamos desarrollando alternativas: no hay hueco para ideas de hace 150 años, no nos podemos permitir ni una pose naïve ni una palabra frívola, pronunciada a sabiendas de que no será cumplida.

Sailing Through, de Yapkr
[Ilustración: Sailing Through, de Yapkr]

El futuro no está escrito, y no está escrito porque, quizá, no existe. Pero que no esté escrito significa que está en nuestras manos. Quizá todo es posible: sobre el teclado negro, los dedos bailan.

Adoptada la Declaración Escrita 12/2010

Leemos en la web de Open Rights Group acerca de la declaración escrita 12/2010, la campaña contra el ACTA y el Europarlamento (traducción libre a vuela tecla):

La mayoría del Parlamento Europeo ha adoptado hoy una declaración criticando el secreto en torno al Acuerdo de comercio anti-falsificación (ACTA) y llamando a la Comisión Europea a asegurar que respeta derechos fundamentales como la libertad de expresión y la privacidad. El umbral necesario del 50%, 369 firmas, fue alcanzado hoy y la Declaración Escrita 12/2010 es ahora la posición oficial del Parlamento Europeo.

El acuerdo final sobre el ACTA se espera para finales de este mes y, así mismo, está previsto que el Parlamento Europeo vote sobre el acuerdo el próximo año.

Aún así, me permito ser poco optimista. El ACTA se va a aprobar y se impondrá por la vía de hechos consumados, y poco importará lo que diga el Europarlamento. Recuerden las patentes de software, uno de esos claros ejemplos del síndrome de la Gestapo que aqueja a esta Europa-Jano que con uno de sus rostros está encantada de haberse conocido y le pregunta al espejo quién es la más bonita del reino mientras con el otro grita devastación y desata a los perros de la guerra. Y vistos los resultados, todos sabemos cuál de los dos rostros lleva la iniciativa.

La mirada universalista y la mirada real

En la última semana me ha pasado un par de veces que en una conversación he llegado a entender que tenía muy pocas posibilidades de alcanzar un acuerdo con mi interlocutor.

En ambos casos una conversación que hasta ese momento pudo ser interesante se tornó agotadora, casi desesperante, en el instante en que quedó de manifiesto el gran punto de fractura existente con esas personas, ubicadas de forma más o menos general en la intelectualidad de izquierdas.

Una fractura inevitable, consecuencia de tener concepciones diferentes del mundo. Y es que, mientras esta intelectualidad sigue manteniendo una respuesta decimonónica basada en comunidades imaginadas (como la clase obrera, tan imaginada que ni siquiera el target, esa pretendida clase obrera, se siente ni se piensa en esos términos) que culmina en un afán universalista bastante naïve, al otro lado de la mesa tenemos claro que la mirada desde lo pequeño, mucho más tangible, es lo único que nos va a permitir desarrollarnos en libertad en un mundo que no podemos seguir viendo como un juego se suma cero entre entidades que no nos representan.

Los contextos fueron muy diferentes pero no deja de existir un cierto paralelismo: las dos veces intentar salir del tema-atolladero fue muy complicado, como si una vez te habían desenmascarado fuera inconcebible dejarte retirarte del tema. Ni un capotazo a tiempo ni dejar de mostrar interés de forma manifiesta por un tema resultó suficiente. Además, me llamaron, por primera vez en mi vida, neocon (que ya manda webs, se ve que no se me oía nada de lo poco que hablaba). No me quedó claro si fue una maldad tierna con una sonrisa o un ad hominem a destiempo. Lo único que sé es que lo recibí con un simple encojimiento de hombros porque ya llevaba un buen rato haciendo sanitize() a todo lo que oía. Qué le vamos a hacer, es la intelectualidad que nos toca sufrir. Cuando todo les vaya mal, seguirán echando la culpa a quién sabe qué illuminati, sin pensar que quizá, sólo quizá, debían haberse preparado mejor.

Lógica monoteísta

«Dios te creaba en la forma en que eras. Pero, entonces, se suponía que debías gastar tu vida entera pidiéndole disculpas de forma perpetua. No era lógico

Daniel Kehlmann, Measuring the World

Descomposición y la globalización real como alternativa

Ayer se publicaba un artículo más que interesante en la bitácora de las Indias. El título del artículo es De la globalización a la descomposición y justo al cierre podemos leer:

«Evidentemente las consecuencias son distintas en cada parte del mundo en función de su lugar en el mapa económico y político mundial. Lo que en EEUU genera el Tea Party en Venezuela genera el chavismo y en Palestina Hamas. Lo que en Somalia abre paso a una alQaeda local, en Michoacán da lugar a una filé negra. Lo que en Rusia produce el fenómeno Putin en EEUU y la UE se manifiesta como leyes tendentes a la sociedad de control. Pero en realidad se trata de la misma obra representada en distintos escenarios con distintos contextos

Me parece una perspectiva interesante para comprender diversos fenómenos que cada día capturan nuestra atención y que, quizá, sólo siendo contemplados en conjunto permitan comprender efectivamente el mundo en que estamos viviendo.

Se trata de la globalización mal entendida, a la forma en que la entienden los Estados, que no quieren ni hablar de libertad de movimientos para las personas y están siempre prestos a deportarte. La globalización real podría deshacerse de muchas de las rémoras que el desigual movimiento de dinero, mercancías y personas genera.

No es menos interesante el comentario de Natalia al mismo, que nos ayuda a entender porqué el Estado sigue intentando detener la sangría de traslados y deslocalizaciones a base de subvención (con todo lo malo que una subvención conlleva):

«Antes la administración podía esperar «recuperar» el territorio trayendo una fábrica que creaba cientos de puestos de trabajo, tirando un penalti. Ahora no quedan ya muchos penaltis que lanzar que recuperen el tejido económico y la cohesión social de un territorio.

Sin embargo, sí es posible crear las condiciones para la generación de un tejido empresarial globalizado, promover la globalización de los pequeños.»

En efecto y como nos recordó Goiri en su blog: todo lo que se debe pedir es la creación de un entorno que permita desarrollar la actividad de forma óptima, en libre competencia y sin favoritismos, en un mundo globalizado. Y ello sin importar (de hecho, especialmente en el caso de) que seas una empresa pequeña.

Weizenbaum revisited

Cuando Weizenbaum decía que «el hombre todavía tiene el privilegio de apagar el ordenador» se refería a la aparición de la Inteligencia Artificial y de un futuro en el cual las máquinas reclamen, apoyados en esa inteligencia, derechos. En estas llega Microsoft, el mal hecho bits, que acaba de obtener una patente de software en los Estados Unidos que permite dar una vuelta de tuerca al ya viejo adagio: el hombre todavía tiene el privilegio de apagar el ordenador, pero tendrá que luchar mucho para conservarlo frente a Microsoft y su patente. No sé cómo será el futuro pero, a corto plazo, parece que pese a lo que creía Weizenbaum, cuando se trate de apagar el ordenador el enemigo no serán las máquinas inteligentes, sino los humanos tontos y sus absurdas patentes de ideas.

Stephenson, Mongoliad y las novelas por fascículos

Mongol Tough, por Aleksi Briclot

Neal Stephenson, de quien hemos comentado por aquí varios de sus libros, tiene un nuevo proyecto del que me entero gracias a Jesús. Y no deja de ser interesante.

Su nuevo libro, Mongoliad, se publica en formato únicamente digital. Pero va más allá, buscando nuevas formas de relacionarse con sus lectores, la novela no se venderá de la forma tradicional, sino que se podrá adquirir por fascículos, en lo que podría ser el regreso al mainstream de esta forma de comercialización. El precio es razonable: por 6 dólares se recibe un capítulo a la semana durante 6 meses; por 10 dólares, durante todo un año. Los lectores, según cuenta Subutai (la nueva empresita de Stephenson, que edita Mongoliad), podrán incluso proponer ideas para la evolución de la trama.

Una cuestión importante, en una novela por fascículos, nos lleva a preguntar por el final de la misma. En la FAQ de Mongoliad nos responden:

Will The Mongoliad ever end?

We are very much thinking of The Mongoliad as a novel, albeit a novel with extra elements to it. The novel’s story will come to an end at some point, and we intend to publish it as a paper volume at that time. However, it is only the first volume in a fictional world in which we already have more than a few other volumes planned, and which we will happily write if there is enough interest. You can think of it like a TV series, where The Mongoliad is Season One, and where Season Two might have some of the same characters, elements, and settings.

¿Las novelas son las nuevas series? No, claro que no. Pero cuando las viejas ideas ya no sirven, hay que probar alternativas. Stephenson, además, ofrecerá los capítulos de Mongoliad libres de DRM y otras medidas restrictivas.

Confieso que aún siendo muy escéptico respecto de lo conveniente de algunas partes del planteamiento (contribución de los lectores a la trama), la iniciativa me gusta. Me gusta porque demuestra que de cara al nuevo mercado del libro hay alternativas al inmovilismo del viejo mundo editorial y su lloriqueo habitual ante el futuro que llega. Y me gusta porque soy fan de Stephenson (y eso hace que Mongoliad me transmita sensaciones como en su día me transmitió la CASH Music de Kristin Hersh), me gustan sus libros y, a poco que la idea le quede bien, leer un capítulo de Mongoliad cada semana promete ser divertido.

Además y a modo de trivialidad adicional, el arte conceptual del libro (como el mongol que tenemos arriba de este post) es cosa de Aleksi Briclot, un ilustrador cuyas obras me suelen gustar bastante.

Ya seguiremos informando sobre el tema, aún no permiten comprar la suscripción. Espero que pronto :)

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