Eliminando el concepto de dominio público

Interesante el debate que se está teniendo en Estados Unidos acerca de si una obra en dominio público puede ser devuelta al ámbito de la restricción de copia.

Devolución

Interesante no por lo que nos puede aportar, que no hay nada que nos solucione más problemas que abogar por el dominio público, sino por lo que nos puede quitar. Interesante porque supone un cambio tan grande que nos da una medida de la enorme fuerza que acumula el sector basado en el copyright.

Y lo que un cambio de razonamiento tan dramático como éste nos arrebataría sería la idea misma de dominio público: si una obra en dominio público puede cambiar su estatus para volver a estar protegida contra copia y sometida al poseedor de los derechos, evidentemente no está en dominio público. El dominio público dejaría de existir justo cuando más lo necesitamos.

Sin duda alguna las presiones son grandes: la gran industria del entretenimiento depende de crear escasez para no abordar la necesaria reconversión a que Internet los empuja. Siguen intentando colar con calzador viejos modelos lavados de cara y sólo algunos actores intentan ofrecer algo más.

La restricción de copia trae más monopolios y más trabas para las personas. Al menos, eso sí, si estos grupos de fuerza se salen con la suya se ahorrarían ampliar el margen de restricción de copia cada vez que las películas de Disney amenazan pasar a dominio público. Ya no haría falta, tendrían copyright ad eternum. Y Paul McCartney sonreirá.

El objetivo parece ya a la vista: destruir el concepto mismo de dominio público, para que nadie pueda pensar en él. Para que nadie pueda soñar con extenderlo.

Dos enfoques a la libertad de prensa en la UE

Mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre los controvertidos plane del gobierno húngaro presidido por Viktor Orban de aprobar una ley que «destruiría la libertad de prensa». Se ha hablado tanto que las presiones de la Comisión Europea consiguió que Orban reculara en sus planes para alegría de los detractores de aquella ley. Pero luego está la adopción por parte del Estado francés de la Ley Loppsi 2, una revisión endurecida de la (ya muy dura) ley Sarkozy. Ésta prevé cerrar medios digitales sin control judicial. ¿Dónde están las protestas del europarlamento y la Comisión en el caso francés? Evidentemente, hay diferentes baremos a la hora de medir cómo se gestionan libertades, en función de cuánto poder se tiene.

WordPress, tipos de posts y versatilidad

Se ha publicado WordPress 3.1 y dicen que su mayor novedad es que ahora permite diferentes tipos de post, una función que casi podría hacerme feliz, si ellos mismos no explicaran que no se podrán añadir nuevos tipos. Aunque parece improbable un bloqueo efectivo, este planteamiento a lo Henry Ford nos lleva a pensar que no están pensando los blogs desde la abundancia, sino que se están limitando a copiar una función existente en un otros sistemas como Tumblr. Y mejor eso que nada pero, ¿tan difícil dejar a los usuarios de un software libre algo de mano suelta para elegir, toda vez que la función (diferentes tipos de post) se ha implementado? Conste que sigo en Drupal pero, si recuerdan, es el principal motivo de que yo no migrase a WordPress hace un tiempito.

Límites artificiales, disciplina y coches eléctricos

Si tienen los ojos abiertos y están atentos al giro mediático del gobierno, en forma de creciente preocupación por la calidad del aire que respiramos y el consumo de petróleo, ya habrán entendido que se nos viene encima una campaña de subvenciones para comprar coches eléctricos. En otras palabras, y si los signos no nos están engañando, el próximo plan renove estará enfocado a comprar coches eléctricos.

La matraca comenzó hace unas semanas a cuenta de la polución del aire en las ciudades, dándole caña a otros grupos políticos y vendiéndolo todo como un problema de salud pública. A día de hoy siguen dando caña desde los medios afines.

En el momento nos resultó sospechoso por una sencilla razón: con la tasa de paro disparada (hacia el infinito y más allá) la cantidad de personas que coge su coche diariamente y se empotra en un atasco es muy inferior a la que lo cogía hace unos años. Es innegable que la calidad del humo era mucho peor en 2007.

Y sin embargo ahí están los hechos: Nissan (cuyo vehículo eléctrico estrella se venderá en España a partir de septiembre) y Renault alcanzan acuerdos con la justa de Castilla y León, el gobierno de Euskadi anuncia una red de electrolineras. Todo ello unido al plan del gobierno central que desde 2010 destina cientos de millones de euros a subvencionar la compra de coches eléctricos e híbridos. Está por ver los nuevos pasos que el Estado dé en firme en esta dirección, pero todo apunta a que algo se está cociendo.

Radar
[Foto: «Control de velocidad, por su seguridad», por Coches más.]

Y en esas llega la reducción, anunciada por Rubalcaba como «transitoria» pero indefinida, como todas las medidas represivas, de la velocidad máxima en autopistas y autovías hasta los 110km/h. Como la prohibición de líquidos a bordo de aviones, vigente temporalmente desde 2006, sin visos de desaparecer, como la prohibición de beber en la calle y los estados de alarma a precio de saldo)

Las excusas son variadas pero incluyen el precio del petróleo, no se habló de emisiones. Y claro, vuelven a salir tantas dudas como cuando hablamos de la calidad del aire: el petróleo ha estado más caro en el pasado, cómo se mide la eficiencia del consumo (éste es menor a menor velocidad, seguro que a 70km/h se consume menos que a 110). Me gusta el enfoque que RinzeWind da en su blog.

Lo que yo veo es una limitación artificial de las posibilidades técnicas de millones de vehículos en plena campaña gubernamental a favor del coche eléctrico, un tipo de vehículos que tiene muy limitada su velocidad, porque si pasamos de 90-100km/h la batería se nos agotará sin remedio antes de lo que no prometió el fabricante (que ya es bastante poco comparado contra sus análogos bebedores de petróleo). Imagino que lo siguiente será decir que el coche eléctrico te da las mismas prestaciones que uno de combustible fósil. Lo que está claro es que te dará las mismas escasas prestaciones que el gobierno te permitirá aprovechar, lo demás está prohibido.

En esa línea me resulta curioso que lo más relevante que se comente pendule en torno al carnet por puntos, otra norma coercitiva aprobada en los últimos años. A este paso, pronto habrá que agradecerles lo majos que son al no apretar aún más. Total, sólo meten una prohibición por semana; Turkmenbashi estaría indignado.

Ambición, egoísmo y el complejo de suma cero

Estos días los pasé más concentrado en preparar un nuevo proyecto que nos tiene a todos en Las Indias bastante ocupados. Es un proyecto ambicioso, pero no es ninguna sorpresa; parafraseando a Jack Nicholson y su visión sobre los «graves peligros» en Algunos hombres buenos, ¿los hay de algún otro tipo? Obviamente no: todos los proyectos persiguen un objetivo, ambicionan conseguirlo.

El problema es que hay todo un fondo cultural, que nos envuelve y en el que estamos inmersos, que equipara ambición con egoísmo, dando por hecho que lo que uno pretende ganar con un proyecto lo piensa ganar quitándoselo a otro, casi robándoselo. Entiende, esa visión de las cosas, el mundo, las relaciones humanas y los proyectos empresariales que mueven la economía como un juego de suma cero en el que si uno gana es que otro pierde.

Nada más lejos de la realidad. La vida no es un juego de suma cero y este nuevo proyecto no es una excepción. Más, si nos tiene ocupado y contentos es porque ambiciona crear varios puestos de trabajo bien remunerados y, si todo va bien, tener un cierto beneficio que permita al proyecto seguir creciendo y mejorando su situación y la del entorno. Y tanto para los implicados en el proyecto como para los no implicados a los que «ni les va ni les viene», el peor escenario posible es que el proyecto nunca llegue a lanzarse. Porque en todos los demás escenarios alguien mejora su vida, ya sea en lo económico o mediante la adquisición de autonomía e independencia.

Visto así, y con el foco situado en conseguir lanzar el proyecto y que éste tenga éxito, uno se da cuenta de que no le queda más remedio que ser generoso, exigir para los demás las condiciones que querrías para ti como única via de garantizar (más o menos, ya sabemos que ni siquiera eso) que los socios no pierden el interés, que las personas que trabajen en el proyecto no se sientan expoliados ni mal tratados. Al final, cuando uno persigue un proyecto y ambiociona su éxito no le queda más remedio que repartir, negociar, tirar cables y alcanzar consensos. Es la actitud opuesta al estereotipo del emprendedor egoísta que nos calca nuestro entorno y que, teniendo su correspondencia con ciertos personajes reales, no encaja necesariamente (ni de lejos) a todo el que promueve un proyecto empresarial de tipo alguno.

Y ahora… la ley Sinde contra la LOPD

No es que no lo supiéramos, pero vayamos dejándolo claro: el problema con la Ley Sinde, metida con calzador dentro de la Ley para pagar sosteniblemente a nuestros amiguetes estoooo… Ley de Economía Sostenible, no son las descargas.

Desde el principio dijimos que el debate se estaba focalizando, mal para nosotros y bien para el Estado, sobre lo que no tocaba: no son las descargas, son las libertades fundamentales, sintetizadas en un futuro en el que la Internet no sea libre y neutra como la conocemos.

Aunque ya hace unas semanas que lo leímos, hasta ahora no nos ha dado tiempo a comentarlo, pero no quería dejar pasar más días. Y es que ahora que ya se tiene el texto aprobado, parece que la nueva Ley de Economía Sostenible entra en conflicto con la LOPD, requiriendo la modificación de varios artículos de esta ley orgánica, incluyendo los que describen delitos contra la privacidad y compensaciones aparejadas.

La Ley Orgánica de Protección de Datos es una ley barroca, con tantas excepciones que la vuelven impracticable, pero la mayoría de problemas en torno a la misma tienen que ver, precisamente, con su complejidad y conque el Estado pueda saltarse todas las restricciones que la ley introduce, siempre en nombre de la seguridad nacional. El objetivo es intentar construir un monopolio estatal de acceso a la información personal.

Cuando trabajaba con láseres siempre decíamos que el haz tenía que ir paralelo al suelo, porque si no es así, la sucesivas correcciones que hay que introducir para nivelar el camino óptico vuelven el proceso de alineamiento (para dirigir la luz del láser hacia su objetivo) en una tarea imposible. Aquí sucede algo parecido: introduzca usted una ley que pretende crear artificialmente algo y sea incapaz de encauzar el sistema. Y luego parchee y reparchee, del canon y otras subvenciones a un sistema de licencias basura que nos obliga a ser abogados, restándonos tiempo para lo que realmente sabemos y queremos hacer, pasando por despenalizar a toda prisa la invasión de la privacidad ajena. Todo en la búsqueda insaciable de un equilibrio que no ha de llegar.

La única forma de gobernar un haz láser cuando se ha demostrado que la desviación la tiene desde el origen pasa por desmontar todas las piezas y volver a empezar. Aquí no es diferente: si tan sólo nos dejaran desmontar todo lo relativo a la propiedad intelectual, nos iría muchísimo mejor, pero entonces se quedarían sin muñeco de paja que agitar para introducir las reformas que, como la destrucción de la neutralidad de la Red, permitan cabalgar al muerto e ir a una batalla que no podemos ganar y que más nos vale enfrentar en otra parte, en otro campo de batalla en el que tengamos ventaja.

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