Hace un par de semanas leía en el Frankfurter Allgemeine Zeitung que una de cada cuatro empresas piensa abolir completamente el teletrabajo en cuanto se dé por concluida la actual crisis sanitaria.
Pese a la euforia general vivida entre los trabajadores de ciertos sectores durante los últimos dos años, aquí ya sabíamos que esta tensión terminaría llegando. En agosto del año pasado decíamos:
La actual situación de teletrabajo masivo no es el punto final, no al menos a corto y medio plazo. Cuando esta crisis sanitaria pase, habrá un cierto retorno a la presencialidad.
Anticipábamos también que parte de ese nuevo teletrabajo sí que iba a persistir, como así está siendo.
La oficina, tal como la hemos conocido, no va a volver.
Meta, nuevo nombre para la empresa que gestiona Facebook, anunció en octubre la contratación de más de 10.000 personas en Europa occidental, todas en remoto. No pocas corporaciones han aprovechado la oportunidad de repensar el lugar de trabajo del futuro y plantean modelos híbridos donde las oficinas ya no pueden albergar a toda la fuerza de trabajo al mismo tiempo: el trabajo en remoto de verdad ha venido para quedarse.
Con la superación del peor momento de la crisis sanitaria, es ahora el momento de extraer aprendizajes y abordar el marco en el que seguir trabajando. Desde mi experiencia liderando equipos tanto preexistentes como de nueva creación ya durante la pandemia la sensación es que tanto empresas como trabajadores estamos enganchados a los argumentos que validan la tesis que queríamos demostrar ab initio mientras soslayamos los que nos la tiran por el suelo.
Completamente remoto, lo que muchos trabajadores quieren
Entre los sectores que durante esta pandemia han podido trabajar con normalidad en remoto se ha instalado la idea de que la oficina es cosa de dinosaurios, cuando no un lastre a la productividad, y en no pocos casos está habiendo quejas, conatos de motín, y fugas masivas ante una situación de indeseado regreso a la presencialidad.
En torno al 40% de personas que ha trabajado en remoto esta pandemia aboga por no volver nunca a las oficinas, según una encuesta publicada por PwC el pasado agosto de 2021.
Las virtudes del teletrabajo
Es de necios ignorar las virtudes del teletrabajo. Flexibilidad, tanto para contratar gente en cualquier sitio como para trabajar desde cualquier sitio, incluso desde ubicaciones muy cambiantes.
Reducir el tiempo perdido en el camino mejora la calidad de vida y facilita conciliar a aquellos trabajadores con niños en edad escolar, por poner un ejemplo que muchos entenderán por su cotidianeidad.
Esto ya se sabía de antes, en Cartograf desde 2011 tuvimos un equipo distribuido con personas en Madrid, Málaga, Huelva, Sevilla, y Tenerife; y nosotros no inventamos nada que no hiciesen ya en mayor magnitud y con mejor desempeño otras empresas como Automattic o Github.
Los retos del teletrabajo
Se habla menos de los problemas del teletrabajo completamente remoto. En esta pandemia he vivido el on boarding de muchas personas en mis equipos, trabajando en el mismo proyecto.
Este embarque de equipos completos en remoto, incluso en empresas con una gran cultura del trabajo en remoto, es notablemente más complejo. Para mí el KPI definitivo es la comparación entre la rotación en esos equipos. En estos dos años he participado en la selección de personal para varios equipos de mi proyecto, sendos en remoto por la situación sanitaria pero uno con sus miembros basados en Málaga y el resto completamente dispersos. Al progresar los meses, la visita eventual a la oficina ayudó bastante a normalizar el primero, mientras la rotación en el equipo completamente remoto y disperso está siendo altísima.
Las virtudes de la presencialidad
Incluso sin entrar a lugares comunes como la perdida conversación en torno al café, hay una componente humanizante en la presencialidad. No hace falta ver a los compañeros cada día para sentirlo, pero el verlos físicamente de vez en cuando genera una percepción de pertenencia.
Gran parte de los resultados del teletrabajo en empresas que no estaban preparadas para ello durante estos dos años (y que quizá sigan sin estarlo) podrían bien atribuirse a la preexistencia de relación presencial entre las personas que colaboran. Sí, estamos todos en casa, pero cuando te abren chat para consultarte un asunto, te lo abre esa persona con la que durante años, antes de esta pandemia, has trabajado en el mismo espacio físico, en la misma oficina. Eso une.
Presencialidad post-covid: lo que los trabajadores no quieren entender y las empresas están fallando al explicar
En ciertos sectores los trabajadores están enrocados en torno a la idea del remoto y las empresas intentando imponer un retorno parcial a la presencialidad.
Las empresas están fallando al explicar los motivos de ese retorno. Sin mayor argumentación, hay vía libre para entender que se trata de una voluntad de controlar al trabajador. No tengo dudas de que en muchos casos ése es el motivo director de la decisión.
Pero hay buenos motivos para retornar a la oficina de forma ordenada, parcial, en lo que se está empezando a conocer como entornos híbridos de trabajo. Motivos que para algunos serán únicamente productivos (se mejora el resultado a largo plazo) y para otros tendrá una componente más mundana como evitar un sedentarismo extremo derivado del teletrabajo y de una vida muy centrada en ocio digital.