La visión del analista de redes ante el futuro de Internet

Un análisis de redes detallado que tenga en cuenta la demografía nos indicará que el crecimiento de la Red, a estas alturas, será orgánico pero que, por esa misma razón, la red posee mucho más potencial del que quizá se ha desarrollado en los últimos cuatro o cinco años. No es un camino que recorrer pisando un lecho almohadillado de rosas, pero la red y su crecimiento podrían darnos más alegrías de las que algunos quieren creer. Lo sucedido en el último lustro es tan representativo (o tan poco representativo, como quieran verlo) de la Red como lo sucedido en los idealizados años noventa. La clave, como siempre, está en la disponibilidad y la difusión de herramientas y conocimiento: en la capacidad de soñar otro mundo.

La observación de todo sistema está sujeta a sesgos. Al contemplarlo, lo veremos inevitablemente del color de nuestro cristal. Si analizamos la red en base a cómo fue nuestra llegada a la misma a finales del siglo pasado, podemos juzgar que en los años noventa los usuarios eran altamente proactivos, más inclinados a participar en grupos de noticias, canales de IRC y foros, o que tenían un mayor espíritu de descubrimiento. Si analizamos la red en base a cómo es la llegada actual a la misma, podemos juzgar que los usuarios que han llegado a la misma en tiempos de Facebook son más pasivos, menos reflexivos, menos curiosos. Podemos incluso culpar a estas herramientas de dicho cambio y maldecirlas del atontamiento generalizado, mientras nos preocupamos por el futuro de la especie humana. Ambas apreciaciones son erróneas.

Los errores derivan de haber tomado como reales lo que no son sino sujetos imaginados: tanto el idealizado hacker curioso de los noventa como el criticado lurker apático capaz únicamente de producir me-gustas son arquetipos abstractos (y en tanto que generalizaciones al comportamiento de toda una generación de usuarios, sujetos imaginados) cuya principal consecuencia es la prolongación de una estratificación conceptual de la Red entre netócratas (cuya existencia perciben y defienden en diversos ámbitos a modo de nueva aristocracia) y el resto del mundo, ignorante y plebeyo. Mientras esa percepción puede alimentar el ego y las aspiraciones de ciertos actores deseosos de arrogarse el liderazgo, está profundamente equivocada.

Los noventa: otro tiempo, otra vida

La realidad se parece más a un proceso de enriquecimiento de uranio, o a una destilación controlada. Ya estemos preparando sencillas bebidas alcohólicas o preparando combustible nuclear, pasamos de tener una mezcla de sustancias a tener dos mezclas de sustancias, con una proporción de componentes diferentes entre sí y diferentes a la proporción original. En el caso de la destilación (más fácil de entender), nuestra muestra destilada será rica en componentes volátiles (más alcohol, menos agua) y el residuo que nos queda rica en componentes menos volátiles (menos alcohol, más agua). Esto no significa que sólo hayamos volatilizado alcohol (generalmente, algo de agua habrá pasado), ni que no hayamos dejado alcohol atrás (posiblemente, algo de alcohol se nos ha quedado atrás). ¿Cómo lo traducimos a la historia de la Red?

Así, si analizamos la primera oleada de usuarios, la mayoría eran más activos, seguramente porque tenían más inquietudes o eran más tecnófilos. Y si analizamos la segunda oleada, en la que se sumaron a la Red los usuarios menos tecnófilos, podemos deducir que ya nadie se preocupa de ser autónomo en la Red, que cualquier tiempo pasado fue mejor y que ya nada es como antes. Mientras tanto, obviamos que ambas miradas dedicadas a simplificaciones conceptualizadas de la diversidad real de la Red ignoran deliberadamente que el pool social inicial no tenía ni tantos hackers curiosos como podemos creer al inicio ni tantos lurkers apáticos como demonizamos al final. Admitir esto es un paso importante y nos acerca a una visión más acertada de las cosas.

Esta visión no debe olvidar que aquellos primeros internautas (término ya en desuso, desde que todo el mundo es internauta) llegaron a la Red en una época de fuerte promoción de la misma, con amplias campañas de aprendizaje y en la que las herramientas disponibles exigían del usuario un conocimiento más detallado de los mecanismos.

La alfabetización perdida

La curiosidad no es exclusiva de nadie. La mayoría tenemos esa actitud exploradora, pero la mantenemos latente, a la espera. Cuando la despertamos, desarrollamos nuestro lado más explorador y hacker, ampliando los límites de todo lo que nos rodea. Afortunadamente, son multitud las personas que habiéndose incorporado a la Red en tiempos recientes (en los últimos 5 años, por ejemplo) mantienen en ella una actitud seria, y una presencia activa materializada con frecuencia en blogs. Porque siguen surgiendo nuevos blogs interesantes, pese a la madurez del formato.

Lo que cabe preguntarse es si no serían aún más quienes lo habrían hecho si no se hubiera producido el abandono de los planes de alfabetización digital, que movió a tantas empresas en los últimos noventa pero fue olvidada al olor del dinero .com. La falta de iniciativas potentes en este ámbito puede estar en el fondo del problema. Pese a que no lo parezca, ésta es muy necesaria, toda vez que usar cualquier herramienta mal siempre es fácil, pero extraer de ellas todo el potencial es harina de otro costal. La Red promete conferirnos autonomía y mayor control sobre nuestra vida, pero esa promesa no se cumplirá sola.

El florecimiento del hacker latente

Y comenzamos ya a tocar el fondo del asunto. Ante la llegada a la Red de futuras generaciones lo más importante será mantener vivo el relato de que otras formas de descubrir cosas y personas en la Red son posibles, y que no todo puede nunca estar al amparo de herramientas con vocación intermediadora ni de entornos limitantes como los que encontramos en el ecosistema móvil y tablet. Para ello es importante crear vías de entrada que permitan el progreso y el empoderamiento personal.

Es la magia de conseguir que quien se ve incapaz de algo más que adherirse a las propuestas de otros, descubra que puede fabricar su camino, salirse del molde y salir volando. ¿El camino? Permitir que las tecnologías que nos confieren autonomía, pero no gozan del visto público de ciertos sectores sigan vivas para que su transmisión, su extensión boca-oreja, sigan vivas.

Muchas personas que están en la Red actualmente se decantarían por esa otra red que es posible si tan sólo creyeran que es posible, que es para ellos el estar ahí participando de manera mucho más activa porque les aporta valor neto (una vez compensado el esfuerzo adicional).

El crecimiento orgánico y las herramientas

Porque lo cierto es que en las zonas en que la práctica totalidad de la población está en Internet, el crecimiento será orgánico y vinculado a la llegada de nuevas generaciones entre las que hallaremos la misma proporción de personas con espíritu explorador, capacidad creativa y corazón de hacker que entre quienes ya estaban aquí cuando Internet se hizo masiva. Esa proporción seguramente no se corresponde ni con lo que vivimos en la incorporación de usuarios en los años noventa ni con lo que hemos vivido estos últimos años. La verdad se esconde en algún punto entre una y otra simplificación excesiva de la realidad.

Sólo manteniendo vivas herramientas que permitan el desarrollo de las capacidades de cada uno, y sólo manteniendo viva la voluntad de alfabetización constante sobre el terreno y muy ligada a la realidad será posible diseñar y difundir el conocimiento y los sistemas que permitan la emergencia de esa actitud que, frente a la Red, despierte en muchas más personas su faceta más creadora y menos pasiva, más hacker y menos tabletizada. Todos llevamos (en diferentes medidas) dentro un poco de eso, pero muchos no son conscientes. Para tener una Red más diversa y que cumpla mejor las promesas pendientes de la era digital hacen falta, sobre todo, ellos, que poseen potencial sin conocerlo.

Democracias carcelarias

Es domingo y podríamos tener bocados pero en su lugar voy a comentar únicamente un artículo aparecido en New Yorker el pasado 30 de enero. El mismo se titula The Caging of America y reflexiona sobre el ascenso de una cultura del encarcelamiento en Estados Unidos.

Aquí algunas ideas pescadas del artículo:

  • Hay más personas bajo tutela del sistema penitenciario estadounidense que en el Gulag de Stalin.
  • En las últimas 3 décadas, la tasa de población encarcelada se ha triplicado (de 220 personas por cada 100.000 habitantes, a casi 700 de cada 100.000)
  • La mayoría de las cárceles están externalizadas en empresas privadas que ganan más dinero cuantos más presos hay, y cuanto peores son las condiciones de encarcelamiento de los mismos (menos espacio, peor infraestructura)
  • Estas empresas hacen lobby para la no despenalización de prácticas habituales para las que la norma social no está clara (consumo de estupefacientes) o es claramente favorable a su despenalización.

El autor plantea el conflicto entre los dos supuestos orígenes de esta cultura (el racional y organizativo, que sería heredero de la ilustración; la adaptación del odio racial ante los éxitos del black power hace medio siglo, defendido por la estadística –7 hombres negros encarcelados por cada hombre blanco). Ambas teorías tienen argumentaciones en las que apoyarse y ambas confluyen en el inquietante punto común en el cual a la ya arbitraria gestión de la justicia se le añade el interés de corporaciones que para mantener sus beneficios crecientes necesitan del aumento constante de población reclusa.

La pregunta inevitable es si este exceso de celo hace a la sociedad mejor o peor, más segura o menos, y si compensa el precio pagado. Estoy terminando de leer Liars and Outliers de Schneier y no puedo sino pensar que alguien lo está haciendo rematadamente mal. En esta gestión hay mucho de esa política del «salva tu culo».

La ligereza con la que se aplican penas de cárcel (recuerden que no hay que irse tan lejos para que a uno pueda caerle cárcel por exceso de velocidad o incluso por delitos de propiedad intelectual) y la alarmante desproporción entre delitos y penas no hace sino recordarnos que la policía y la presión institucional hacen nuestra vida levemente más segura, pero al coste de convertir nuestras vidas en un secarral aburrido. En el límite tenemos Gattaca o la policía del pensamiento. Piensen en ello cada vez que vean pulular el fantasma de una reforma penal en sus telediarios, y piensen en ello con ahínco si el discurso promete debatir el endurecimiento de penas (¿hay reformas del código penal que prometan otra cosa?) o la inclusión de penas tipo «cadena perpetua».

Les recomiendo la lectura del artículo completo, mi resumen no hace justicia. Y la plantilla del New Yorker es una delicia.

La vida en el desierto de una Red sin RSS

La vida en un desierto sin RSS

Alrededor de los siglos tercero y séptimo de nuestra era, las civilizaciones del norte de África abandonaron el uso de la rueda. Las razones aparecen claras ahora, en retrospectiva: los carros con ruedas requerían bueyes, y los camellos pueden transportar más carga, en menos tiempo, y consumiendo menos comida y agua que los bueyes. La rueda es reintroducida con el avance occidental, más de mil años después.

¿Por qué el uso de la rueda es abandonado en el lugar mismo de su invención? Porque, para vivir en el desierto, el camello era una tecnología mejor que la rueda, al menos la rueda tirada con tracción animal.

En Internet, podríamos estar a punto de presenciar cómo la rueda digital cae en desuso. Y la rueda digital no es otra que el RSS: capaz de transportar más información, más fácil y más lejos, con menos consumo de datos.

Muchos dirán que no, que el RSS no muere, sino que vive en servicios muy utilizados, que funcionan internamente a base de RSS. Puede ser, pero yo intentaría ser más preciso. Multitud de servicios utilizan XML, a veces incluso con las especificaciones de RSS. RSS, sin embargo, es el acrónimo para Really Simple Sindication o Sindicación realmente sencilla. ¿Permiten estos servicios la sindicación realmente sencilla de sus canales fuera de la plataforma y con un software estándard que no necesite establecer una petición con formato específico para una API determinada?

El RSS está inventado, no es más que XML y el XML puede hacer de todo. Y no se puede des-inventar la rueda (ni el RSS). Pero se puede abandonar. Junto a los servicios masivos tipo Facebook o Twitter, que deniegan el uso fácil de feeds y obligan (en los casos en que todavía no lo han cerrado bien) a hacer auténticas peripecias, Google anunció recientemente mejoras en sus servicios de Blogspot. En enero de 2012, el blog oficial de Blogger anuncia comentarios anidados (ya era hora, Drupal los tiene desde hace una década, y WordPress desde hace un par de años). Pero no es todo, claro: en el blog oficial de Blogger anuncian también mayor control sobre los feeds de cada blog, con la opción estrella siendo la de no ofrecer ningún tipo de feed. Sin duda, el paso definitivo (arriesgado reputacionalmente, por eso tímido) en la plusificación (o facebookización, para ser más correctos) de Google.

¿Recuerdan cuando era necesario hacer definiciones, más o menos canónicas, de lo que es un blog? Un sitio con actualizaciones mostradas en orden cronológico inverso y que ofrece un canal RSS con dichas actualizaciones, los comentarios son opcionales.

Así, una tecnología libre no será abandonada del todo. Y muchos seguiremos pensando en vitaminar la gestión de los enlaces con esta tecnología tan accesible, pero el destino de la misma, como abanderada que es de una red más dispersa y libre, podría estar cada vez más alejado de un mainstream que camina a dedazos en mitad de la tabletización de la informática de uso personal y los placeres de una centralización empobrecedora que nos regala momentos Megaupload una década después de que los mismos dejaran de tener sentido.

Por supuesto, y como decíamos hace unas semanas en Cómo los hackers y sus drones nos recuerdan el camino de la libertad, para que estas cosas sucedan no hace falta más que un enjambre de personas con ganas de hacer red. Pero la pregunta es otra: ¿cuál será el primer gran medio que se desalineará abiertamente de ese futuro de hackers y libertad abandonando la tecnología que nos ha permitido hacer de la red lo que es hoy?

Parece una locura, pero debemos volver a los años en que el RSS se inventó y la polémica en torno al mismo. El RSS sólo es adoptado por los grandes medios cuando uno de ellos se decide a adoptarlo. En aquel caso fue el New York Times, corría el año 2002. En tiempos en que los periódicos sueñan con Twitters como los ISP de hace una década soñaban con terras y en que el periodismo se reivindica con falacias y excusas mientras habla de Orbyt, ¿cuál será el primero de estos medios en decir que abandona el uso de RSS para apostar por una especificación propia y cerrada, directamente encapsulada en una app?

Facebook y Twitter ofrecen pocos RSS; y a regañadientes. Blogger (Google) ahora te permite tener tu blog sin RSS. Hay quien sueña con el abandono de esta tecnología. Como con el p2p, su erradicación es imposible, de forma que el objetivo es marginalizar su uso.

Lo que no nos contarán es que presionar en esa dirección detendrá la llegada de la primavera informacional y el florecimiento de una Red mucho más rica y diversa, obligándonos a llevar el duro modo de vida del desierto sin ruedas (y esperemos que dure menos de mil años), justo cuando creíamos que la red y el software libre nos habían entregado un oasis sin límites.

El privaci-apocalipsis cotidiano ante la perspectiva del 1 de marzo

¿Habrá un privaci-apocalipsis el 1 de marzo cuando la nueva política de privacidad de Google entre en vigor? En realidad no. Si rediseñan su política de uso de tus datos personales es porque tienen tus datos personales. De haber algo parecido a un privaci-apocalipsis, éste sucede cotidianamente, día a día, con cada click que hacemos, cada dato que entregamos a Google (y similares, que nadie se confunda). Este movimiento, que llegará en marzo como la traición a César, estaba escrito hace tiempo y no constituye traición alguna, ni ruptura alguna de promesa, digan lo que digan.

Observando la historia del capitalismo el patrón está claro: cada revolución comercial ha nacido al convertir en producto algo que hasta entonces o no se valoraba o se producía de forma doméstica con mentalidad de autoconsumo. Observando, además, la historia reciente y lo que tenemos alrededor, no nos queda duda: la próxima revolución comercial vendrá de convertir en producto nuestra cotidianeidad, nuestros pequeños actos diarios que hasta hace nada eran efímeros y ahora siempre quedan recordados en alguna parte.

La idea no es nueva, aunque ahora todo el mundo hable de la nube (o el cloud) y del big data. Los creadores del término big data en realidad querían decir big money, pero si lo dicen así, la primera sensación que generan es de rechazo a ese «99%». En 2008 escribí en estas páginas un artículo que titulé La vida privada como producto. En él desglosé los frentes del cambio social que Internet promete en tres bloques:

  • Software libre. Capacidad para tener software libre, que podamos adaptar fielmente a nuestro propósito. Es básico para poder no sólo tener ordenadores personales que nos hagan libre, sino para usar esa libertad de forma que tengamos una presencia y una identidad online verdaderamente autónoma.
  • Propiedad intelectual. La lucha por evitar que con la excusa de la restricción de copia nos priven de muchas libertades. Entre ellas, la libertad básica de ganarnos la vida como mejor podamos, como bien argumenté en La neutralidad de la Red.
  • Bases de datos. Con mucho, el tapado de los grandes conflictos de la era digital. En 2008 no había llegado su momento de cara a la opinión pública de los movimientos de software libre

En aquel artículo hacía un poco de historia del capitalismo:

«La historia del capitalismo indica que toda nueva revolución comercial se ha cimentado convirtiendo en productos industriales producidos y comercializados en serie y de forma masiva objetos que hasta ese momento eran fabricados de forma artesanal. Así sucedió con la revolución textil en Flandes y con la invención de los transportes masivos de pasajeros (sobre todo el ferrocarril) en la Inglaterra del siglo XIX. Henry Ford convirtió, a su vez, el transporte individual en producto industrial fabricado en serie y, más tarde, la industria de los electrodomésticos nos creó la necesidad de toda clase de pequeños aparatos que hacían las tareas que anteriormente se hacían a mano. Por último (hasta ahora), la industria del entretenimiento hizo de nuestro tiempo libre un objeto de negocio.

Tal como están las cosas, la próxima revolución comercial no podría más que convertir en objeto de mercadeo lo único que queda: nuestra vida privada. Usar la información sobre nuestra vida privada para adaptar los productos que se nos ofrecen, los anuncios que se nos muestran y las tarifas de los seguros que contratamos (un ámbito en el cual la biometría y la genética jugarán también su rol). Hacer minado de datos de toda esa información contenida en las cada vez más numerosas y más grandes bases de datos existentes para conocer al detalle todo sobre nosotros

Esos dos párrafos se incluyeron, con leves cambios de estilo, en La sociedad de control. Pocos discuten ya que las leyes de propiedad intelectual son un lastre a la producción de inmateriales, cuando los necesitamos más que nunca (toda vez que la economía digital merma las rentas de lo físico y toda ventaja competitiva proviene de nuestra capacidad de innovación). Y tampoco duda nadie ahora de que quien controla el software lo controla todo y que, si no lo evitamos, en el futuro tendremos más limitaciones a lo que podemos hacer con nuestros ordenadores y a través de Internet.

Las bases de datos y el valor que atesora quien las controla, el gran tapado sobre el que hace unos años sólo llamábamos la atención unos pocos, es ahora el tema de moda: hablan de ello incluso en Financial Times.

La cantidad de datos que producimos y almacenamos crece exponencialmente. Y continuará siendo así en el futuro, porque eso es precisamente lo que hacen las computadoras: facilitan la recogida sistemática de información y su posterior procesamiento. El asunto no es ya que todo quede registrado en alguna parte (algo un tanto inevitable), sino qué es lo que queda registrado, a quién pertenece y, sobre todo, quién puede usarlo y con qué fines.

Con su reciente cambio de política acerca de datos personales, Google no traiciona nada, sino que da un paso en la dirección que más conviene a sus accionistas. Este rumbo fue evidente desde el hace años: la de la rentabilización exhaustiva de sus bases de datos y la puesta en valor de su poderosa infraestructura de computación. Estos días mantuve alguna conversación al respecto con personas de diferentes perfiles (techies, no techies, linuxeros, macqueros y otros que están contentos con su windows; mucha diversidad). Los comentarios eran muy parecidos: «¿tengo que dejar de usar Google?», «yo huyendo de Facebook y éstos hacen exactamente lo mismo». Quizá alguien aún pensaba que usar Facebook o Google es gratis. Nunca lo fue: pagas con información personal.

No es que Google sea malvado, es que Google, Amazon o Facebook se deben a sus accionistas (otro día hablamos del principal-agente), y con la próxima salida a bolsa de Facebook, los tres tendrán además el trabajo adicional de alimentar la ficción de un crecimiento exponencial para poder mantener la cotización alta que le permita seguir comprando a otras empresas. Repito, no es que sean malvados. Esto no va de «buenos contra malos». Tan sólo tienen sus propios intereses que, seguramente, no están alineados con los tuyos, ni con los del resto del mundo.

No es buena idea, y nunca lo fue, tener nuestros datos en infraestructuras bajo el control de grandes compañías como Google, Facebook o Amazon, los tres principales actores en este escenario que mezcla el uso de economía de escala (tan propio del mundo de los átomos) con la capacidad de cálculo de un montón de ordenadores en red. No es buena idea porque al final la Red es más centralizada, está más bajo el control de muy pocos actores que pueden distorsionar el sistema para su beneficio.

No habrá un privaci-apocalipsis el 1 de marzo, porque lo hay cada día. Cada dato que les das es una piedra, como una muerte chica. No habrá un privaci-apocalipsis porque cada día hay privaci-apocalipsis de escala diminuta. Lo malo es cuando los microdominios magnéticos donde fueron a parar los smilies de nuestro chat y nuestros +1 acoplan sus dipolos. La solución es la de siempre: es más sano (para cada uno en lo personal, pero también como sociedad-red) no dárselos a las mismas empresas de siempre.

Estar en Internet es importante, usar la Red es imprescindible pero, ¿qué Red quieres tener? Si lo concentramos todo en los tres o cuatro supergigantes de Internet el resultado es desastroso. Cada dato que entregas hace más fuerte su infraestructura, cada euro que les ayudas a ganar hace más centralizada la Red. Cada euro que gastas apoya algo, ¿sabes bien qué estas apoyando?

Google y los velos muy, muy tupidos

Google actualiza su política de privacidad, con efecto a partir del 1 de marzo. Ya lo hemos comentado, si ya leyeron el enlace anterior pero quieren más, tienen un buen artículo en CincoDías.

Hoy seré breve. Andaba yo usando El famoso buscador de cuyo nombre no quiero acordarme y me sale el siguiente mensaje:

Google y los velos muy, muy tupidos

Me llama la atención que el botón de «más información» no esté potenciado respecto al de ignorar. Compárenlo con la página de inicio de un servicio web de moda, como Ifttt:

Ifttt home

Y no es que en ifttt sean más listos que nadie. Destacar aquello sobre lo que queremos llamar la atención es algo que hacemos siempre, todos, por instinto. Google sabe hacerlo (por ej., ahora está llamando la atención con Plus), pero prefiere pasar de puntillas por este asunto.

(Y sí, me lo muestran sin haber iniciado sesión, es que si uso el buscador, soy usuario de su servicio aunque no tenga sesión iniciada.)

El show de Assange

Julian Assange presentará un programa de televisión. La noticia está en todas partes. La noticia saltó ayer (NPR) y hoy tenemos más info, como que será emitido por una emisora respaldada por Rusia.

He hablado tremendamente poco de WikiLeaks, pero en WikiLeaks y la escenificación mediática del poder (diciembre 2010) dije:

WikiLeaks con su estructura no solamente centralizada sino extremadamente personalista sirven principalmente a su fundador (Assange es ahora figura mediática y a buen seguro está ganando una pasta) y a los medios, que se reivindican como aquellos a los que Assange necesita para lograr la repercusión que Internet, ese «caos», no lograba para su obra.

Sobre porqué esa estructura personalista y centralizadora:

sería muy cándido pensar que no fue diseñado así a propósito

Vaya, parece que no me fui demasiado lejos.

Algunos dirán que lo de Assange es «periodismo del wenoweno» y que cómo vamos a quejarnos. La realidad es que es eso: periodismo del de toda la vida, fijando agenda con Assange a la cabeza de la reinvención de las agencias de noticias.

Internet prometía repartir el poder precisamente al evaporar el control sobre una agenda única. En muchos sentidos, eso sigue siendo una promesa: dos décadas después la mayoría se congratulará de la maniobra del habilísimo Assange y seguirá reclamando a las televisiones que hablen de su supuesta revolución. En muchos sentidos, esa promesa sólo la esperamos unos pocos. El resto, respondiendo a lo que preguntaba Artesano en un comentario, está a gusto así; quizá no quieren ser libres.

La nueva política de privacidad de Google asusta

Leemos en el Washington Post (via Pere) a Alma Whitten, directora de privacidad, producto e ingeniería en Google:

“If you’re signed in, we may combine information you’ve provided from one service with information from other services,” Alma Whitten, Google’s director of privacy, product and engineering wrote in a blog post.

La cita está sacada de un post en el blog oficial de Google. Continúa:

«In short, we’ll treat you as a single user across all our products, which will mean a simpler, more intuitive Google experience.»

Ése es el meollo de la cuestión. Hasta ahora, Google te preguntaba cada vez sí querías que cruzaran los datos, y podías responder «no» con vigorosas muestras de cariño espontáneo.

Not anymore.

Lo que Google entiende por «una experiencia más intuitiva» tiene que ver con lo que Javier García Recuenco tilda en un post reciente como «las prácticas atroces denunciadas por Eli Pariser».

Habitualmente no tengo sesión iniciada en Google, pero entiendo que, de tenerla, el precio en privacidad pegará un subidón el primero de marzo, cuando los nuevos términos de uso de Google entren en vigor.

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