Reputación y compra online

Hay un aspecto que olvidé comentar en mi anterior post sobre Liars & Outliers y en el que estoy en gran desacuerdo con Schneier.

Llegado un momento, Schneier expone que tradicionalmente tanto la reputación del comprador como la del vendedor eran importantes, pero que al escalar la sociedad (y sobre todo, con el advenimiento del comercio electrónico), la reputación del comprador ya no es tan importante, mientras la del vendedor mantiene su valor. Esgrime el argumento de que por eso los sitios de compra-venta online suelen prestar mucha atención a la reputación del vendedor, y poca o ninguna a la del comprador, del que el vendedor no posee, generalmente, información previa.

Creo que se equivoca. En concreto, lo que yo creo es que la reputación del comprador sigue siendo importante, pero que en el entorno online el comprador es desconocido y, en consecuencia, no hay una reputación previa. Por tanto, al no haber confianza la solución es exigir el pago por adelantado, y ése es el motivo de que las compras haya que pagarlas en el momento de hacer la compra, mientras en un comercio tradicional se compra en el momento de recibir el servicio/producto comprado y, si la reputación del comprador es buena, incluso te lo dejan llevar para que lo pagues más adelante.

Así que sí, la reputación del comprador aún es importante y mucho, de hecho nuestra incapacidad para verificar la reputación del comprador es la responsable de que en la Red haya que pagar por adelantado. El problema real es que los mecanismos de generación de confianza tradicionales no han escalado bien frente al aumento de tamaño de la sociedad.

El Internet de las cosas

En su último informe estratégico sobre tráfico de Internet, que intenta predecir la evolución de la Red entre los años 2011 y 2016, Cisco (vía Ars) predice que a lo largo de este mismo año 2012 el número de dispositivos móviles conectados a la red superará al número de personas conectadas a Internet.

Es el Internet de las cosas: hablamos de ella desde hace años al hilo de la extensión de la tecnología RFID. Su llegada era cuestión de tiempo, pues el crecimiento del número de personas conectadas a la Red es, en todo el primero mundo, orgánico, ya que la penetración de Internet en esos países es total. Mientras tanto, la convergencia de dispositivos no se ha hecho realidad (al menos no aún) y necesitamos un móvil, un portátil, a veces en casa un sobremesa y para nuestra presencia web un servidor. Y eso sin contar, como ya digo, la incontable cantidad de chips RFID que portamos encima y más aún los que portaremos a modo de sensores específicos para medir todo tipo de cosas (principalmente parámetros de salud –azúcar en sangre, por ej.–, en general, sensores vinculados a seguros de todo tipo). Y no se olvide de los electrodomésticos, que también están ya conectados a la Red (no todos, aún).

La Internet de las cosas, la domótica y la eclosión de los sensores personales de salud, con todo lo cool que pueda parecer, no viene exenta de riesgos: el mayor de ellos, sin duda, la erosión (aún mayor) de nuestra privacidad. Precisamente en tiempos en que los Estados muestran un rostro más autoritario, estar en la Red intentando cuidar nuestra privacidad es aún más importante.

Mapas para no perderse en la Red

The Hunting of the Snark (An Agony in 8 Fits) es un poema de Lewis Carroll publicado en 1876 y que cuenta con una serie de ilustraciones de Henry Holiday, a quien se atribuye igualmente este mapa para no perderse en el océano. Este mapa es el que usan los aventureros que van a la caza del Snark, y celebran que esté en blanco porque se entiende perfectamente.

Ya no estamos a finales del s. XIX, pero vivimos un momento y un mundo en que los viejos mapas han quedado obsoletos. Lo cual probablemente merece una celebración, porque eso nos brinda la oportunidad de re-aprenderlo todo de nuevo, de construir nuevos mapas para este nuevo mundo. Solemos creer que un mapa nos muestra el mundo tal como es. Eso es falso. Un mapa es una ilusión inspirada en la realidad que pretende mostrar, a la cual a su vez modifica y da forma.

Todo lo anterior puede parecer no relacionado a lo que hacemos cada día. No obstante, todo lo anterior es el verdadero motivo de ser de todo esto. Si en lugar de mapas, hablásemos de «formas de entender la Red», ¿persiste la sensación de off-topic? Menos, ya menos.

Tenemos por delante un reto: adaptarnos a este nuevo mundo arrastrando todo lo que aprendimos para el viejo, y la mayor parte de ese conocimiento está obsoleto, como sucede con la propiedad intelectual, su gestión con lógicas del pasado genera problemas y promete ahondar la crisis. O la globalización, pensar que dar marcha atrás a la misma nos ayudará es un gran error.

Con Internet nos pasa algo parecido. Muchas veces creemos que ya llevamos en ella muchos años, y que ya lo sabemos todo. La realidad es que esto acaba de empezar: lo que sabemos no es ni la mitad de lo que hay, y lo que hay no es ni la mitad de lo que ha de venir. Releemos con emoción la Declaración de Independencia del Ciberespacio. Crear esa «civilización de la Mente en el Ciberespacio que sea más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos han creado antes» es un reto por el que vale la pena trabajar.

Sin embargo, el camino para lograrlo es tomar las riendas de la propia vida: de las riendas del propio aprendizaje a las de la propia identidad desintermediada en la Red.

Y es aquí donde la cosa se pone interesante. A menudo nos tratan de convencer de que para estar en Internet tienes que estar aquí o allí. En esos momentos vale la pena preguntarse si lo que nos están enseñando es a usar un mapa construido por otra persona (programado por otra persona) o nos están invitando a construir nuestro propio mapa. En ese matiz radica la diferencia entre el turista que fue y vio exactamente lo que había viajado para ver y el viajero que se dejó sorprender por todo lo inesperado que se cruzó en su camino. El viaje por sorpresa, siempre presto al cambio de rumbo, es mucho más evocador. Y no faltan motivos.

Por eso cada vez que alguien me habla de «redes sociales» respondo que la Red social son las personas, no el software, y que la herramienta que ellos llaman «red social» supone una regresión en lo que la Red prometía. Si lo ponemos en términos del mundo que viviremos, esas herramientas nos darán un «más de lo mismo», más de comunicaciones intermediadas y piramidales, más de arriba a abajo, más de foco en la suciedad de una sucesión de eventos que de tan alejada de la realidad de nuestras vidas ya resulta esperpéntica. Allí donde ya todo está hecho, alguien construyó el mundo por ti, y lo construyó para servir a sus propósitos, y no a los tuyos, aplicándole sus sesgos, y no los tuyos. ¿Quieres vivir Internet de verdad? Deja los «medios sociales», déjate sorprender por la Red.

Dejarse sorprender por la Red no es sólo escoger el rol del viajero frente al del turista, sino que es también reconocer la diferencia entre el usuario del mapa y aquellos que construyen las herramientas para comprender mejor su propio mundo al tiempo que lo recorren. No es un trayecto cualquiera, sino un viaje de verdad al corazón de nuestra era, y esta era transforma lo que somos como personas y también como organizaciones. Estar en la Red nos lleva a explorar nuevos entornos y ser capaces de aprender de ello, pero también nos exigirá cartografiarlos y construir mapas para no perdernos en la Red.

En la batalla entre webs y aplicaciones, ¿está Facebook de parte de la web? Realmente, no

Acostumbramos a hacer predicciones sobre el futuro a pesar de que sabemos que las predicciones fallan casi siempre; es inevitable, el ser humano no soporta la incertidumbre (genera miedo) y consecuentemente existe una demanda de predicciones.

Facebook y el filo de la navaja
[Ilustración: Antonio Cerón.]

En tiempos recientes he leído varias predicciones acerca de la supervivencia de la web: en diciembre, Mark Suster en The end of the web? Don’t bet on it y ayer mismo leíamos a Jakob Nielsen en Mobile sites vs Apps evaluando la proyección de las webs para móviles frente a las aplicaciones nativas.

La visión de Nielsen me parece válida, pero el argumento me parece flojo. En resumen, Nielsen afirma que aunque actualmente las aplicaciones nativas ofrecen mejor experiencia que las webs para móviles, el gap tiende a acortarse. Aduce y el enorme problema que supone el coste de la fragmentación de las plataformas móviles, que según él no hará sino aumentar. Ahí no le faltan argumentos: iOS ya necesita dos aplicaciones específicas (iPad y iPhone) y Amazon parece haber forzado una situación similar en Android. Mayoritariamente, son argumentos económicos, y no creo que sirvan para justificar esa predicción.

Creo que se equivoca en su hilo deductivo. Que la fragmentación salga cara sirve para eliminar del juego a gran parte de la competencia (a varios miles de euros a gastar en desarrollo para cada sistema, lanzar un proyecto en igualdad de condiciones requiere una barrera de entrada mucho mayor que lo que supone una única plataforma web). Eso no conlleva que el sistema de aplicaciones sea insostenible, sino que no todas las aplicaciones estarán en todos los sistemas y que los actores que podrán jugar en todos serán menos. El coste de la fragmentación no invierte la tendencia, sino que concentra el ecosistema.

Ahora, juguemos a evaluar el sistema al revés. Una pregunta de partida es: ¿de entre los gigantes de Internet, hay alguno interesado en que el futuro se desarrolle en la web y no vía aplicaciones nativas para cada sistema? Y la respuesta es sí: Facebook.

Apple, Google, Amazon y Microsoft cuentan con su propia tienda de aplicaciones, controlan el hardware y el software y pueden ofrecer una experiencia completa. Les interesa, por tanto, alimentar ese mercado de aplicaciones de pago. Desconocemos hacia dónde camina Facebook, pero actualmente no controla ni hardware, ni software ni posee tienda de aplicaciones: es el único de los grandes de la Red que no ha apostado a controlar un canal completo hasta el hardware del usuario (quizá porque esa inversión le venía grande, ahí su próxima OPV podría sacarnos de dudas). En el entorno de los sistemas operativos tabletizados está absolutamente intermediado. En la web, podemos argumentar, también está mediado. Pero, continuando con la argumentación, en ese entorno la intermediación ejerce sobre Facebook mucha menos presión (al menos actualmente).

Esto nos lleva a la aparente paradoja de que de las grandes empresas de Internet, Facebook (que por méritos propios suele caer casi tan bien como Microsoft) sea el único aliado que tenemos quienes abogamos por una red más abierta, interconectable y libre, más parecida a la web que a los cerrados canales de aplicaciones. Esa paradoja se deshace sola: la web que Facebook defenderá no es la misma web distribuida y diversa que nos gusta, sino una versión disneyficada y ultracentralizada de la misma. Y ni hablar de Privacidad, recuerden cuando hablamos de Facebook y el Chernobil de la privacidad… pero bueno, ahí no está sólo.

¿El fin de la historia? No, esto es sólo el principio

Francis Fukuyama, el autor del conocido El fin de la historia, un libro que da para hacer muchos chistes, ha decidido sumarse él mismo al carrousel y si había algún indicio de que el fin de la historia no ha llegado (ni llegará), estrena drone de vigilancia hecho con hardware libre. Lo cuenta él mismo en su blog. Como respondí a Joshua en un post en Cartograf: «De las máquinas autorreplicables a los drones con chips Arduino, la libertad está allí donde los chips son libres.» Fukuyama estrena drone, ¿el fin de la historia? Todo lo contrario: esto es sólo el principio.

Liars & Outliers, o cómo se articula la confianza

Liars & Outliers, de Bruce SchneierLiars & Outliers es el nuevo libro de Bruce Schneier que recibí hace unas semanas por cortesía de Wiley. Aunque el libro sale a la venta en los próximos días, ya se puede pedir en pre-order y ciertamente si ya han leído otros libros de Schneier, seguramente no se arrepentirán de buscar este Liars & outliers. Pero antes de que nadie se aburra, vamos con algo de chicha sobre el libro :)

Schneier, como es habitual, construye un ensayo sólido al que dota de un relato y un hilo conductor que te va desglosando en capítulos-píldora de unas 20 páginas. Por hacer un símil rápido, y salvando las (enormes) distancias, Liars & Outliers es a la seguridad lo que Freakonomics es a la economía. La comparación es un tanto injusta, porque Freakonomics es una simple colección de casos curiosos donde Liars & Outliers hace un enorme y valioso trabajo de conceptualización, pero ambos ilustran con gran certeza la enormísima dificultad de construir un sistema que equilibre los incentivos en la dirección deseada.

Schneier lo hace, además, cumpliendo gratamente con las expectativas: continúa la línea de sus últimos libros, alejándose cada vez más de los aspectos técnicos de la seguridad e indagando en los sistemas que sirven para controlar nuestra reacción ante los riesgos que, en último término, nos llevan a evaluar cómo se gestionan y organizan los sistemas para respaldar las normas sociales. En ese último punto es donde transcurre este ensayo, en el que Schneier consigue explicar de forma sencilla lo que, en realidad, es bastante complicado.

Siguiendo esquemas habituales en teoría de juegos (que enfrentan la norma de grupo frente a los intereses que entran en competencia con los mismos), Schneier va construyendo el marco teórico en el que se apoya para detallar algunas cosas interesantes. Hay muchas ideas en el libro, hoy quiero mencionar sólo algunas:

  • Nuevos sistemas permiten escalar el tamaño de la sociedad. La clasificación de las presiones sociales en 4 niveles (moral, reputacional, institucional y sistemas de seguridad), cada uno de los cuales permite escalar el tamaño de la sociedad en la que rigen. Claramente, el valor moral sólo servía para grupos reducidísimos (y de hecho, sigue siendo así), el reputacional permite gestionar la vida en aldeas y pueblos pequeños pero allí donde nadie se conoce (grandes ciudades) hace falta presión institucional y, en último término, no es nada recomendable tener una vivienda sin puerta y cerrojo (sistema de seguridad), por lo que pueda pasar.
  • Algunas «sociedades» (individuos, grupos de personas, organizaciones, o la sociedad al completo) escapan a alguno de los niveles de presión social. Ésta idea me pareció también brillante. Sirve para explicar el sesgo de las empresas hacia el dinero. El sistema institucional reserva el daño físico (por ejemplo, encarcelamiento) para sus delitos más graves. Pero no se puede encarcelar a una empresa (en casos especiales, sí a sus responsables, pero hay muchas salidas), así que lo peor que una empresa afronta es una multa… y actúa en consecuencia: valorando el dinero a ganar saltándose la norma con la cuantía de la multa y la probabilidad de que la misma se haga efectiva.
  • Hacen falta quienes se saltan las normas. Quizá lo menos novedoso de las ideas, pero vale la pena recordarlo y resulta muy clarificador que Schneier los llame Outliers, el mismo término que Gladwell usara en 2008 para su famoso libro sobre la maestría en el trabajo. La sociedad evoluciona gracias a quienes se saltan las normas y, finalmente, amplían sus límites. La norma social hace dos siglos era no otorgar los mismos derechos sociales a personas en función de criterios como el color de la piel o el sexo. Algunas personas decidieron regirse por otra norma (no discriminar en función de sexo o color de la piel) y, con el tiempo, ésta pasa a ser la «norma de grupo». La sociedad avanzó gracias a quienes decidieron saltarse la norma.

Hay muchas otras ideas y prometo más adelante dedicar algún post a comentarlas. Pero ya me estoy alargando bastante así que por ahora esto es todo, sólo reiterar el hecho de que el libro me ha parecido una lectura de lo más recomendable. De alguna forma creo que no leía nada tan interesante desde que hace ya varios años me leí The science of fear de Dan Gardner.

Actualización 2012-02-16 @ 20:17: En un nuevo post he comentado un aspecto que olvidé comentar sobre compras online.

Bocados de Actualidad (143º)

Llevábamos unas semanas de parón, pero aquí volvemos con los Bocados, una colección de enlaces que no tuve tiempo (o ganas) de comentar y, al mismo tiempo, la sección fija menos fija de la blogosfera. La entrega centésima cuadragésima tercera llega mecida por Ani DiFranco, ¿algo mejor para una mañana de domingo? Así que no me enrollo más, ahí van los enlaces:

  • Gonzalo Martín y «los torrents no hacen daño a la taquilla de Estados Unidos». Sin irse tan lejos, toda la verdad sobre los cines llenos tras el cierre de Megaupload en Malaprensa.
  • Bianka Hajdu habla de libro electrónico y de «la segunda textualidad».
  • Javier Gª Recuenco de cómo nació la personalización y nació la personotecnia.
  • Tres sobre Tumblr: Error 500 y los posts con chincheta patrocinados (una buena idea), Bianka Hajdu y Tumblr cubriendo la tumblerosfera y Cartograf sobre las herramientas con vocación de medio.
  • Mondopixel PG habla de crowdfunding y permite atisbar el origen de las críticas de la industria al mismo.
  • Ivan Lasso continúa dando píldoras de alfabetización digital.
  • Manel Guerra e Internet ya no es una Zona Temporalmente Autónoma.
  • Guerras Posmodernas y una crítica a los malos analistas.
  • Error 500 y Path liándola con el asunto de la libreta de direcciones.
  • Miguel Almeida y ¿certificados SSL a 7 Euros? Diría que take me to your dealer, pero sobre SSL, en Schneier leemos que Verisign fue hackeada con éxito repetidamente en 2010.
  • Pere Quintana estrena su pedia: Diccionario amorós dels bits.
  • Douglas Rushkoff y Facebook enfrentándose a la realidad.
  • Cumpleaños con muchas tablas: Rinze cumple 8, fernand0 cumple 10 y Blogpocket 11. Suman 29 años de blogs, ¿hay tablas o no?

Recordar que (casi) diariamente voy dejando enlaces y notas en mis marcadores, y que os podéis suscribir mediante RSS.

Antes de irnos, os dejo con una impresionante Ani DiFranco que, ella solita, llena el escenario con Two Little Girls.

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