Mientras el continente entero, de Grecia a Irlanda pasando por los stados ibéricos y Hungría, primer país de la UE en ser «rescatado» ya en 2008 y que asumirá la presidencia europea en enero en pleno acercamiento repentino a Moscú, se tambalea, la fractura en Europa se escenifica en una máquina alemana que marcha a todo ritmo, creciendo más del 4%, y que no oculta ya su intención de poner a París directamente bajo su control mientras anuncia que no hay más cheques para rescates. Si alguien lo dudaba, Alemania acertó con el daño autoinfligido hace dos años a base de austeridad: haberse dañado a si mismos para dañar aún más a los vecinos le permite ahora levantar el vuelo antes que los demás, permitiéndoles la toma de posiciones estratégicas y, todo ello, sin necesidad de una guerra cruenta, aunque haya víctimas. Lo que no sabemos es si frente a nuevas potencias emergentes, que ya apuntan a Europa, el nuevo imperio germano aguantará el embite. No parece probable.