Jean Charles de Menezes no revivirá, a su rostró no le crecerán arrugas y su cara quedará siempre congelada en sus 27 años, eternos desde que la policía de Londres lo mató mientras leía el periódico en un vagón de metro. Al menos, parece, el juicio (pese a los temores de manipulación) que mantenía la familia parece darles la razón frente a las mentiras policiales. No habrá justicia, pues no le devolverán la vida y los policías culpables no han sido inculpados aún, pero al menos se sabrá que el terror mediático instigado por el Estado también causa muertos. Una víctima silenciada del Teatro de seguridad.