Sonó el despertador. «No puede ser, necesito dormir un poco más», pensó. Todavía somnoliento abrió su portátil y éste recuperó su actividad de forma automática. Había sido una noche intensa en la red, el conflicto de oriente demostraba ser el primero de un nuevo tipo y en la web no se hablaba de otra cosa. La web, a la vez tu mejor arma y tu mayor problema. No tenía tiempo que perder, quedaban muchos enlaces que seguir y entonces se dio cuenta de que algo iba mal.
El café se había enfriado mientras él corría por los márgenes informacionales de la web, pero algo raro había: en todas las webs, incluso en ésas que parecían ir por libre, un curioso vigilante le observaba. Un botón azul que te preguntaba, constantemente, «¿te gusta?» ¿Sería verdad el rumor de que de repente todos ahí afuera eran agentes dobles? Parecía que hubieran infiltrado incluso a algunos de bandas cuya caída no habría esperado nadie.
Y ése era el mayor problema aquella mañana. Ya todos habían asumido que Guugle Corp. los vigilaba, pero ¿cómo podría seguir navegando sin dejar sus huellas a Fatebook? Su libertad de movimientos dependía de ello y, en aquel momento, no parecía una misión sencilla.
[Esto lo he parido sin basarme en ningún hecho real, todo parecido con la realidad es mera coincidencia. Para todo lo demás, consulten a su farmaceútico.]