Pedimos al software que utilizamos ahora cosas que no pedíamos al software que usábamos hace unos años. Otras cosas, sin embargo, las pedíamos, las pedimos y las pediremos: necesitamos que el software que usamos sea libre.
De la unión de las exigencias pasadas, presentes y futuras nace la necesidad de tener software libre, preparado para gestionar nuestra movilidad, permitiéndo de forma sencilla la sincronización de nuestros datos. Por eso creo que es ahí donde el software libre tiene su mayor reto para el próximo (los próximos, en realidad) años.
Con los servicios de policía e inteligencia mirando incesantemente a todo lo que facilite el espionaje de los ciudadanos (FBI, CIA), la cuestión que aparece sin resolver es la de la privacidad. Cuando todo queda grabado en alguna parte y la conversación efímera, esa que queda olvidada y sin registrar, es cada vez más infrecuente, subir aún más cosas a la Red, ¿no es contraproducente?
¿Pasa la solución únicamente por evitar a toda costa la sobreexposición? Está claro que hay que pensar bastante qué publicamos en Internet. Pero quizá no sea suficiente.
No hablo siquiera de hacer más amigable tecnologías potentes como GPG, para que ésta sea adoptada masivamente. De entrada, que esto se habilite depende de los mismos que te instalan el software de Carrier IQ en el móvil.
Pero y ¿si, al menos, todo lo que hiciéramos en Internet no estuviera en un silo corporativo de datos sobre el que no tenemos control? Tener una presencia en la Red autónoma, con herramientas autónomas, es clave en el proceso de emancipación y reafirmación propia. Es el primer pasito, tímido, pero firme, a dar en ese proceso. Disponer de herramientas libres que nos faciliten la sincronización sin imponernos costes colaterales es clave.