Los ejecutivos de la industria afirman que están promoviendo la «libertad de salud». Pero en realidad están explotando la preocupación genuina de las personas por su salud y la ansiedad ante la subida de los precios de los tratamientos médicos de toda la vida. Los magnates de los suplementos -junto a su retahila de lobbistas, aliados políticos, celebridades que les apoyan, promotores mediáticos y gurús de la medicina alternativa- están luchando para evitar la supervisión gubernamental de forma que puedan continuar desorientando al público haciéndoles creer que la buena salud viene embotellada.
Difícil dilema, el de introducir al regulador en el mercado cuando el mercado es un mercado conflictivo y que potencialmente influye sobre la salud de muchas personas. No es sólo que haya motivos para ser escéptico respecto de este tipo de productos, sino de que entran en juego temas como el de la automedicación, que son como poco bastante controvertidos.
Digo que el tema es difícil porque el regulador puede ser sometido a la presión de los actores implicados, y actuar avalando con su bendición algo que quizá no debiera ser avalado. Pero también porque si los lobbies no imponen su visión y efectivamente se restringe el comercio de ciertos productos, esta ilegalización (total o parcial) de un producto sólo servirá para generar un mercado negro paralelo, y como apuntarían casos como el de Silk Road, un mercado negro online de productos químicos y «complementos de la dieta» no tardaría en emerger si éstos son regulados con dureza por la autoridad.
Un tema interesante.